Academia de prostitución gay

CONVOCATORIA PARA EL PROXIMO EXAMEN DE ADMISION

La «Academia de Prostitución Gay» anuncia que están abiertas las inscripciones para su próximo examen de admisión.

Requisitos para postular:

Tener entre 18 y 25 años. Gustar mucho del sexo. Tener un buen físico. Ser muy ambicioso.

Programas ofrecidos: Programa de Activos: Con énfasis en cursos y talleres donde se enseñan las mejores técnicas para follar, dar placer con la verga y dominar sexualmente. Programa de Pasivos: con énfasis en cursos y talleres donde se enseñaran las mejores técnicas para ser follado, dar placer con la boca y el culo y ser sometido sexualmente.

Los estudiantes de ambos programas recibirán cursos sobre tipos de clientes; relaciones entre sexo, dinero y poder; técnicas de control de orgasmos y como promocionar y vender sus cuerpos en el mercado de la prostitución y la pornografía.

Proyección a Futuro. Todos los graduados saldrán con un puesto de trabajo asegurado en Burdeles o Agencias de países del primer mundo, pues como parte de la «XXX» Adult Network Inc., una poderosa corporación internacional dedicada al negocio del entretenimiento para adultos, la Academia de Prostitución Gay se encuentra en una posición privilegiada para ofrecer a sus alumnos todas las visas y permisos necesarios para trabajar en los mercados más competitivos.

Duración de los estudios Tres meses a tiempo completo (internado).

Los interesados pueden escribir a la Academia solicitando un folleto con información detallada.

Primer Capitulo -¡Muévanse cabrones! – gritó el Doberman. ¡Los quiero a todos en pelotas en menos de un minuto!

Quinientos hombres se desvestían metiendo atolondradamente su ropa y sus pertenencias en el saco de yute que le habían dado a cada uno. Miguel nunca había visto a tantos hombres desnudos juntos. Habían llegado, como él, de todos los rincones de América latina para someterse al examen de ingreso de la ‘Academia de Prostitución Gay’. Algunos habían viajado hasta quince días desde países y ciudades lejanos para poder llegar a tiempo. Muy pocos habían tenido la posibilidad de darse un baño o afeitarse antes de presentarse temprano esa mañana. Miguel no pudo evitar inhalar profundamente y sentirse embriagado. Olía a hombre, a animal, a una mezcla de sudor, con semen, con esmegma, con orina. Olía a sexo. A sexo de hombre.

Un argentino rubio y de ojos celestes se bajaba los pantalones. ¡Ese culo está como para reventarlo!, pensó Miguel. Un cubano parecidísimo a Ricky Martin que se sacaba los zapatos a su lado, le sonrió como si le hubiese leído el pensamiento. ¡Y esa boca está como para que me dé la mamada del siglo!, se dijo Miguel mientras le devolvía la sonrisa. Un poco más allá un indio boliviano se rascaba las pelotas. ¡Qué tales cojones! ¡Parecen de toro! Miguel sintió que la verga se le ponía dura. No era el único. La visión de tanta verga y tanto culo había puesto cachondos a la mayoría. Un mulato puertorriqueño se la sobaba descaradamente. ¡Joder! ¿Esa verga es de hombre o de caballo?, se preguntó asombrado Miguel.

¡Apúrense, carajo! Volvió a gritar el Doberman-. ¡No parecen putos sino señoritas!

Miguel terminó de meter su ropa en el saco y le hizo un nudo. Miró a su alrededor. ¡Qué tal manada de machos espléndidos! Se dijo a sí mismo. ¡Mercancía de primera para el negocio del sexo!.

Pronto todos estuvieron completamente desnudos. Todos menos el Doberman y sus asistentes. El Doberman vestía completamente de cuero negro. Llevaba la casaca abierta mostrando el musculoso pecho cubierto de vello y los pantalones ajustado marcando un descomunal paquete. Los asistentes solo llevaban unos pequeños taparrabos triangulares que casi no les podían cubrirlos cojones y las enormes vergas.

¡Activos a la izquierda y pasivos a la derecha! – gritó el Doberman. Los postulantes se desplazaron desordenadamente por todo el recinto. Miguel se abrió paso por entre los cuerpos desnudos moviéndose hacia la izquierda.

Había un gran nerviosismo en el ambiente. Todos, sabían que el cupo era sólo para cincuenta activos y cincuenta pasivos y se observaban unos a otros tratando de medir sus posibilidades. Algunos hacían ejercicios para marcar mejor los músculos de sus cuerpos.

El Doberman iba de postulante en postulante. Huele como un animal, pensó Miguel cuando se le acercó. Sintió que sus, manos le jalaban los hombros hacia atrás. Uno de los asistentes le dibujó el número 34 sobre el pecho con un marcador de tinta indeleble. Otro de los asistentes se llevó el saco de yute con sus pertenencias. ¡El siguiente!- gritó el Doberman.

Dos cuerpos enormes se plantaron ante él. Eran dos hermanos gemelos, idénticos como dos gotas de agua. Tenían unas musculaturas espectaculares. Los pectorales, bíceps, tríceps, abdominales, glúteos, muslos y pantorrillas se les marcaban de manera formidable con cada uno de los movimientos que hacían. Tenían las espaldas muy anchas y las caderas estrechas. Las piernas parecían columnas capaces de sostener edificios enteros. Miguel calculó que debían medir alrededor de un metro noventa. El vello que les cubría las piernas y el pecho era tan negro y abundante que el Doberman tuvo que dibujarles los números en las espaldas. Tenían la piel trigueña y los ojos verdes. La expresión de los rostros era tosca, incluso agresiva. Hablaban con un fuerte acento caribeño entre ellos y mientras lo hacían se tocaban y acariciaban el uno al otro con la mayor naturalidad.

Tenían un par de vergas espectaculares, enormes, idénticas. Aun estando flácidas se veían inmensas, largas, gruesas, con unas cabezas brillantes y poderosas. Los cojones también colgaban de manera descomunal, creando un conjunto que era todo un alarde de poder y de belleza. Y además en partida doble.

Miguel estaba hipnotizado con la imagen. No les podía sacar los ojos de encima. Los gemelos se percataron de la de la manera en que estaban siendo observados y comenzaron a mirar a Miguel ellos también. Uno le dijo algo al oído al otro. Miguel notó que le miraban el culo. Se sintió incomodo y buscó instintivamente algo con qué cubrirse. No lo encontró. Decidió alejarse de ellos. Caminó hacia el fondo del salón. Los gemelos seguían mirándole el culo.

¡Número 34! – gritó un asistente desde la puerta. A Miguel se le heló la sangre. Era su turno. Se arregló el cabello y se humedeció los labios con la lengua. ¡Numero 34! – volvieron a llamarlo. ¡Voy! – contestó.

Salió corriendo. El asistente lo guió por un largo pasadizo que desembocó en un enorme hall. En una de las paredes, enmarcada por una imponente estructura, había una gran puerta de acero. Miguel sintió escalofríos. Sabía que al otro lado de esa puerta estaba reunido el jurado que lo evaluaría.

Espera acá- le dijo el asistente mientras desaparecía por una puerta lateral.

Miguel dio una nerviosa mirada alrededor. En dos de las paredes había inscripciones hechas en relieve sobre el concreto. Una decía: «Juventud + Belleza + Profesionalismo + Técnica = ÉXITO». Y la otra «La prostitución es un trabajo no un delito».

Vamos. Te están esperando – le oyó decir al asistente.

A Miguel se le hizo un nudo en el estómago. Respiró hondo y vio cómo se abrían las dos hojas de la imponente puerta.

El espacio que apareció ante él estaba completamente oscuro. Mientras avanzaba, guiado por el asistente, Miguel sintió como sus pies se hundían en una suave alfombra. Alguien chasqueó los dedos de una mano y un reflector se encendió. El cuerpo de Miguel se iluminó con la potente luz. El asistente se retiró dejándolo completamente solo. Miguel hizo un esfuerzo por tratar de ver algo pero no pudo, el reflector lo cegaba completamente

Abre más las piernas y cruza los brazos tras la espalda – le escuchó decir a una voz grave, Miguel hizo lo que le ordenaban.

Levanta un poco más el mentón. Queremos ver bien tu cara.

Era la misma voz. Una voz que parecía acostumbrada a dar ordenes y a ser obedecida inmediatamente.

Miguel levantó el mentón como le ordenaban. Siguieron unos minutos en completo silencio. Miguel sintió que varios pares de ojos evaluaban cuidadosamente cada uno de sus atributos.

¡Medidas! – ordenó la misma voz.

Inmediatamente dos asistentes corrieron hacia Miguel. Llevaban una cinta para medir.

Estatura: «Un metro con ochenta centímetros». – dijo uno de los asistentes. Espaldas: «Sesenta centímetros» – dijo el primero. Brazos: ‘Treinta y siete centímetros». Muslos: «Cincuenta y seis».

Miguel escuchó como alguien ingresaba sus datos en una computadora. Le sorprendió que no dejasen un solo lugar de su cuerpo sin medir: el pecho, el cuello, las caderas, las palmas de las manos, la longitud de los dedos, los tobillos, los empeines, las orejas… De pronto sintió que uno de los asistentes le ponía la mano entre las piernas cogiéndole los cojones.

Tamaño de los testículos: «B-1» – dijo el asistente.

Luego los frotó por un par de segundos y agregó:

Textura: «A-3».

Inmediatamente después el otro asistente le cogió la verga y lo comenzó a masturbar. A Miguel se le paró casi instantáneamente.

Capacidad de reacción del pene al estímulo táctil: «A-3» dijo el asistente.

Luego le presionó la verga con la mano.

Grado de dureza: «A – 4».

El primer asistente le puso un dedo en el glande y empujó hacia abajo. La verga de Miguel volvió a levantarse.

Angulo de erección: «A- 3» – dijo el otro asistente. Miguel vio como colocaban un extremo de la cinta en la base de su verga y medían cuidadosamente el largo que tenía hasta la cabeza del glande.

Longitud de pene: «Dieciséis centímetros y medio».

De pronto Miguel sintió que se hacía un silencio absoluto en la sala. Los dos asistentes Quedaron paralizados, mirándose el uno al otro sin saber qué hacer. La tensión se podría haber cortado con un cuchillo.

¡No califica! – dijo de manera autoritaria la voz grave con acento alemán. ¿Có… cómo? ¿Por qué? – tartamudeó Miguel.

Se requiere un mínimo de dieciocho centímetros de longitud de pene para ser aceptado en el Programa de Activos – dijo otra de las voces del jurado.

Miguel estaba completamente aturdido ¡Tenía que haber un error! ¡No podía ser que fuese rechazado sólo por el tamaño de su verga!.

Que pase el próximo- dijo una tercera voz.

Los dos asistentes lo empujaron hacia la puerta. Miguel vio cómo todo se oscurecía nuevamente a su alrededor.

¡Un momento! – dijo la voz con acento alemán.

Inmediatamente los asistentes se detuvieron.

Colóquenlo nuevamente bajo el reflector.

Los asistentes retrocedieron y colocaron a Miguel nuevamente en el centro de la sala. Su cuerpo se volvió a iluminar. Miguel oyó que los miembros del jurado susurraban entre ellos. Parecía que estaban discutiendo. Pasaron varios segundos que a Miguel le parecieron una eternidad.

Date la vuelta- dijo la voz con acento alemán. ¿La vuelta? – dudó Miguel. Sí. Muéstranos el culo.

Lentamente Miguel se dio la vuelta mostrando el culo. Se levantó un murmullo de admiración. Miguel escuchó el sonido de un cuerpo que se levantaba arrastrando una silla. Yo mismo lo voy a medir.- dijo la misma voz. ¡Es Sven! ¡Viene para acá! – le dijo uno de los asistentes al otro. Ambos se retiraron atemorizados.

Miguel pudo sentir como esa presencia imponente se desplazaba hacia él. Pudo sentir el respeto que infundía en los demás. Pudo sentir la seguridad con la que caminaba. Pudo sentir su olor. El olor que emanaba de esa piel. Sven en el campo de visión de Miguel y el reflector lo iluminó a él también. Por un segundo se miraron fijamente el uno al otro. Miguel se quedó sin habla. Lo que tenía delante era un hombre extremadamente apuesto y elegante. Un hombre de tal distinción como sólo los había visto en el cine o la televisión. Uno de esos hombres que aparecían piloteando sus propios yates, aviones o automóviles deportivos. Uno de esos hombres que se bronceaban en las más hermosas playas del Caribe, cenaban en los restaurantes más exclusivos y jugaban golf en los lugares más exóticos del plantea. Debía tener unos treinta y cinco años y una estatura de un metro ochenta y seis. Era esbelto y se movía pausadamente, con los lentos y elegantes movimientos de un felino. Llevaba un traje finísimo, un diseño exclusivo hecho especialmente para calzar perfectamente en su bien proporcionado cuerpo. Miguel observó la corbata de seda, el reloj de platino, los zapatos, el cinturón, la camisa y calculó que hubiese necesitado de su salario de tres años en el almacén donde había trabajado hasta hace poco para poder comprar lo que ese hombre llevaba puesto. Era rubio; y bajo esas doradas cejas unos penetrantes ojos azules, fríos como el acero, lo miraban fijamente. Miguel no pudo resistir la fuerza de esa mirada y bajó los ojos. Al hacerlo pudo notar que la mano derecha de Sven estaba cubierta por un guante de cuero negro. Sven caminó lentamente alrededor de Miguel, como una fiera cercando a su presa. De pronto Miguel sintió que las enormes manos de Sven se posaban sobre sus nalgas. Se le aflojaron las piernas y un escalofrío le subió por la columna. Sven deslizó las manos suavemente siguiendo las prominentes curvas de su culo y Miguel pudo sentir, simultáneamente, la tersura de la palma de la mano izquierda y la aspereza del guante negro con el que se cubría la mano derecha.

No calificas para el programa de activos – le susurro Sven al oído. Pero dadas las excepcionales características de este culo, el jurado de «La Academia» estaría dispuesto a considerarte para el programa de los pasivos. ¿Aceptas?.

Miguel no supo que decir. Nunca se había imaginado como un puto pasivo. Más aún, nunca nadie se lo había follado. ¿Y si no le gustaba? Pero tampoco tenía muchas alternativas. Ya no le quedaba dinero, se había gastado todos sus ahorros en viajar hasta la Academia. Sólo le quedaban dos alternativas. Aceptar postular al programa de pasivos o salir a mendigar por las calles de la cuidad.

Acepto – dijo. Bien – dijo sonriendo Sven.

Miguel sintió que la mano izquierda de Sven dejaba de acariciarle el culo y se posaba sobre sus labios.

Abre la boca – le dijo.

Miguel lo hizo y sintió como Sven introducía un par de sus dedos y le revisaba las muelas y los dientes. Al verse examinado como si fuese un animal se puso muy cachondo. La verga se le volvió a parar. Sven lo notó y sonrió. Miguel le lamió los dedos.

Estado de la cavidad bucal: «A-1» – dijo Sven.

Alguien volvió a teclear en la computadora.

Sven sacó los dedos de la boca de Miguel y los frotó en su mentón y en sus mejillas para limpiarlos de saliva. A Miguel la verga, se le puso aún más dura. Sven le volvió, a poner la mano en el culo y la deslizó hasta la misma raja. Buscó con uno de sus dedos hasta que encontró el orificio. Presionó un poco tratando de penetrarlo.

Grado de estrechez del orificio anal: «A- 1» – dijo nuevamente.

Empujó el dedo un poco más adentro. Miguel dio un respingo. La verga le saltó como un resorte. Sven volvió a sonreír.

Capacidad de reacción del pene ante estímulo anal: «A-1».

Sven metió el dedo un poco más. Miguel sintió que todas las venas y arterias de su cuerpo bombeaban sangre hacia su verga. Sven se la rodeó con la mano enguantada y la presionó ligeramente.

Grado de dureza del pene ante el estímulo anal: «A-1». Volvió a decir Sven.

Los asistentes lanzaron un silbido de admiración.

¡Silencio! – rugió Sven.

Se hizo un silencio absoluto. Sven le puso el dedo índice de la mano enguantada sobre el glande. Miguel sintió la textura del cuero y la presión del dedo de Sven empujándole la verga hacia abajo y, al mismo tiempo, el dedo que tenía metido en el orificio del culo girando a ciento ochenta grados. De pronto Sven retiró los dos dedos al mismo tiempo y la verga de Miguel saltó, estrellándose durísima contra su propio vientre.

Angulo de erección del pene ante el estímulo anal: «A-1». Dijo Sven.

La verga de Miguel estaba goteando líquido preseminal. Sven chasqueó los dedos e inmediatamente un asistente se acercó con una pequeña toalla. Le limpió cuidadosamente el glande.

Has dado una buena Prueba de Presencia – dijo Sven. Vamos a ver ahora como te va con la Entrevista Personal.

Miguel respiró hondo y trató de relajarse. Sven volvió a caminar alrededor suyo recorriéndolo con la mirada.

Ahora quiero que te imagines que eres un puto que está trabajando en un burdel de una gran ciudad – le dijo. Quiero que tu manera de caminar y tus movimientos le digan a todos esos potenciales clientes que están examinando la mercancía, que eres un puto pasivo y que estas hambriento por tener una verga en el culo.

Miguel se quedó paralizado. Nunca antes había hecho eso.

¡Muévete! ¡Quiero ver como te vendes!.

Lentamente Miguel comenzó a caminar. El reflector lo siguió.

Así no convences a nadie – le dijo Sven. Tú tienes que ser el primero en sentir que necesitas un macho que te folle. Solo cuando tú lo sientas vas a lograr que tus clientes también lo sientan. Se le acercó nuevamente y le metió la mano en la raja del culo. Tienes que poner toda tu concentración aquí, le dijo. ¡Vamos demuéstrame que eres una perra!.

De pronto Miguel notó que la mirada de Sven estaba cargada de deseo. Lo turbó el sentirse deseado por un hombre tan apuesto y poderoso. Pero al mismo tiempo se dio cuenta que al ser deseado de esa manera él también adquiría algo de poder sobre Sven.

Le gustó esa sensación y quiso provocarlo aún más. Quiso que Sven no pudiese resistir la tentación de montárselo en ese mismo instante y lugar. Comenzó a caminar lentamente dejando que sus nalgas se moviesen rítmica y provocativamente. Se acarició el vientre con una y el culo con la otra. Miró a Sven directamente a los ojos y se pasó la lengua por los labios. Se le acercó un poco más y esta vez fue Miguel quien caminó alrededor de Sven. Pudo sentir su respiración entrecortada y el gran control que estaba ejerciendo sobre su cuerpo para no saltarle encima como un macho en celo. Miguel sonrió. Estaba disfrutando con el poder que empezaba a sentir. Se llevó un dedo a la boca y lo introdujo en ella, lo humedeció con la lengua y luego se acarició las tetillas con él. Sven frotó con nerviosismo la palma de su mano izquierda sobre el puño enguantado de su mano derecha. Miguel cerró los ojos y trató de imaginar como se sentiría la verga de Sven rompiéndole el culo. Se inclinó y se buscó el orificio con el dedo todavía húmedo de saliva. Poco a poco lo comenzó a meter. Le gustó lo que sintió. Se metió otro dedo. Le dolió pero no le importó pues más placer le daba el saber que Sven lo miraba ardiendo de deseo. Miguel también estaba ardiendo de deseo. Nunca antes se había sentido así. Necesitaba desesperadamente sentir la verga de Sven rompiéndole el culo. Se metió un tercer dedo y lanzó un grito de dolor. Se imaginó que sus dedos eran la verga de Sven. Empezó a moverlos rítmicamente y se sintió como una perra de verdad. Comenzó a gemir. Aceleró los movimientos y sus gritos de dolor se mezclaron con sus gemidos de placer. Estaba desesperado por saber cómo se sentiría al ser follado por una verga de verdad. Trató de meterse un cuarto dedo.

¡Basta! – bramó Sven.

Estaba cubierto de sudor y respiraba agitadamente. Sacó un pañuelo de su bolsillo y se lo pasó por el rostro. Miguel se sacó lentamente la mano del culo y enderezó el cuerpo. Escuchó el sonido de los otros miembros del jurado acomodándose en sus asientos. Sven respiró hondamente.

Es suficiente – dijo ya más calmado.

Miguel sintió que algunos de los asistentes se llevaban las manos a los paquetes tratando de acomodar sus erecciones. Sven lo miró directamente a los ojos. Había recuperado el control y su mirada, fría y calculadora, era el reflejo del poder que volvía a emanar de todo su cuerpo. Miguel trató de sostenerle la mirada pero no pudo. Bajó los ojos con sumisión pero inmediatamente sintió que la mano enguantada de Sven lo cogía del mentón y le levantaba la cabeza obligando a mirarlo nuevamente a los ojos.

¡El numero 34 ha sido aceptado!- dijo en voz alta Sven. ¡A partir de este momento es un alumno más de la Academia de Prostitución Gay!.

Miguel escuchó murmullos de aprobación alrededor suyo.

¡Prepárenlo para la Fiesta del Bautizo! – ordenó Sven.

Miguel sintió que varios brazos lo levantaban en vilo y lo sacaban de la habitación. Mientras lo guiaban hacia los camerinos se preguntó cómo sería la Fiesta de Bautizo. ¿Habría sexo? Si serás huevón, se contestó a sí mismo. Claro que tiene que haber sexo, acabas de ser aceptado en una Academia para putos donde absolutamente todo tiene que ver con el sexo. Entró a los camerinos. Allí se empezaban a reunir los afortunados que ya habían sido aceptados. Algunos se duchaban. Otros se afeitaban. Otros simplemente conversaban relajadamente. De pronto Miguel palideció. Acababa de notar el descomunal tamaño que tenían muchas de las vergas de los muchachos que lo rodeaban. ¿Y si alguno de ellos intentaba follarselo en la Fiesta de Bautizo?. Miguel recordó el dolor que había sentido solo por tener tres dedos metidos en el culo. Esas vergazas podrían partirme en dos, pensó.

Una hora más tarde Miguel y todos los demás muchachos estaban reunidos en el «Salón de las Orgías». De pronto se elevó un murmullo general. Miguel volteó a ver lo que sucedía. Era Sven que entraba seguido por el Doberman y un séquito de varios hombres también jóvenes y bien parecidos. Eran los profesores de la Academia. Les abrieron paso respetuosamente. El grupo cruzó el salón y subió a un estrado que dominaba todo el recinto. Sven volteó hacia la manada de hombres desnudos, que los observaban desde abajo. Hizo un gesto con el brazo y se hizo un silencio general. Cien pares de ojos se clavaron en él. Sven chasqueó los dedos de su mano izquierda y la intensidad de las luces disminuyó hasta convertirse en una semipenumbra.

¡Que comience la Fiesta del Bautizo! – gritó el Doberman.

En un primer momento se hizo un silencio cargado de tensión. Sólo se escuchaba la respiración agitada de cien hombres inmóviles. Luego, una música muy suave comenzó a sonar por los altoparlantes. El ambiente se relajó y algunos de los muchachos se movieron en sus sitios. Lentamente los cuerpos empezaron a buscarse entre sí. Estiraban las manos, se palpaban, se susurraban palabras al oído. Tímidamente al principio; con mayor atrevimiento pasaban los segundos. De pronto Miguel vio que un muchacho de Costa Rica se ponía de rodillas y enterraba su cara en una verga chilena. Unos débiles gemidos empezaron a llegar desde varios lugares del recinto. Unos metros más allá, un muchacho peruano se tendió en el piso cuan largo era, levantó el culo y lo comenzó a mover provocativamente invitando a que se lo follen. El dominicano que estaba a su lado lo cubrió inmediatamente. Ambos cuerpos se acoplaron y empezaron a moverse rítmicamente.

La mayoría de los muchachos del Programa de Activos se comenzó a desplazar por el salón en busca de los pasivos que más le gustaban. A Miguel le comenzaron a sudar las manos.

– ¿ Por qué tan nervioso? – le susurro al oído una voz con acento uruguayo.

Miguel volteó y se encontró con un muchacho blanco, muy guapo y de cuerpo fibroso y esbelto.

Es que nunca antes me han follado – le confesó Miguel mordiéndose el labio.

El uruguayo lo cogió suavemente por la cintura y lo atrajo hacia sí besándolo dulcemente en los labios.

No te preocupes – le dijo. Todo va a salir bien.

Miguel le miró la verga. Felizmente no medía más de veinte centímetros. El uruguayo lo volvió a besar pero esta vez metiéndole la lengua en la boca y explorando cada uno de sus rincones. A Miguel le gustó su sabor. Las manos del uruguayo bajaron un poco y le acariciaron las nalgas.

Tienes el mejor culo que he visto en mi vida- le susurró al oído.

Miguel dejó que sus manos gozasen acariciándole las nalgas. La verga del uruguayo se puso como un fierro al rojo vivo. Su respiración se aceleró. Está listo para follarme, pensó Miguel. Es mejor que lo hagamos de una vez. Suavemente se fue deslizando hasta el suelo. Se colocó en cuatro patas como había visto que hacían la mayoría de los pasivos de su alrededor.

Así no – le dijo el uruguayo -. Así follan los animales. Yo quiero follar como los seres humanos, cara a cara.

Lo ayudó a girar y a recostarse sobre su espalda. Miguel le sonrió. Dos hoyuelos de le dibujaron en las mejillas.

Qué bonito eres – le dijo el uruguayo. Pareces un ángel.

Se volvieron a besar. A su lado un mestizo mexicano se estaba follando a un blanquito venezolano. Habían colocado una vasija con crema lubricante cerca de ellos. El uruguayo estiró el brazo y sacó un poco. Se untó la verga con ella. Luego, suavemente, le levantó las piernas a Miguel y las puso sobre sus hombros. Miguel sintió que la cabeza de la verga del uruguayo buscaba el orificio de su culo.

Relájate le dijo volviéndolo a besar. Piensa que lo voy a hacer con mucho cariño.

Miguel cerró los ojos y trató de relajarse. El uruguayo empujó un poco su verga y la cabeza se enterró un par de centímetros en el ano de Miguel.

Avísame si te duele – le dijo.

Miguel asintió con la cabeza. Había sentido un pequeño dolor pero era soportable. Con sumo cuidado el uruguayo metió su verga un centímetro más.

Vamos a dejarla un momento así para que te vayas acostumbrando poco a poco- le dijo.

Miguel le sonrió con agradecimiento. Cerró los ojos y el uruguayo se inclinó sobre él para besarlo. De pronto Miguel sintió que el uruguayo salía disparado por los aires. Abrió los ojos y vio que caía sobre el mexicano y el venezolano que estaban follando al lado, convirtiendo sus cuerpos en una masa amorfa de brazos, piernas y torsos. Escuchó gritos de dolor y el crujido de algunos huesos. Un pie enorme pateó la vasija con crema lubricante que salió volando y cayó sobre los tres magullados cuerpos. Dos inmensas sombras cubrieron el cuerpo de Miguel. Eran los gemelos caribeños. El uruguayo se incorporó dispuesto a devolver el ataque pero al ver el tamaño de los gemelos y la actitud amenazadora con que lo miraban retrocedió asustado.

Miguel sintió que las manazas de uno de los gemelos lo levantaban en vilo y le daban la vuelta. El otro le abrió las piernas y le alzó las caderas. De pronto había quedado nuevamente en cuatro patas, apoyado sobre las manos y las rodillas; con el culo en el aire. Uno de los gemelos le metió la nariz en el culo y aspiró profundamente. El otro gemelo también metió la cara. Unas manos enormes le separaron las nalgas y una lengua húmeda y caliente le lamió la raja del culo de abajo hacia arriba. El otro gemelo se inclinó y también le metió la lengua. Las mejillas de los dos gemelos presionaron con fuerza entre las nalgas de Miguel raspándolas con la aspereza de las barbas que les comenzaban a crecer nuevamente. Por un momento Miguel sintió como las dos lenguas buscaban abrirse paso simultáneamente hasta el orificio de su culo. El roce de las ásperas mejillas de los gemelos se hizo aún más tosco. Miguel sintió un violento forcejeo. Uno de los gemelos había puesto la palma de su mano sobre la cara de su hermano y la apartaba con fuerza para poder gozar él solo del culo de Miguel. El otro gemelo le dio un empujón y le gritó algo que parecía ser un insulto. El primer gemelo le dio una bofetada. Su hermano le contestó con una patada que lo hizo trastabillar. En menos de un segundo los dos gemelos se estaban trenzando a golpes. Miguel quedó atrapado entre sus piernas. Estaba aterrado. Se cubrió el rostro tratando de protegerse. Uno de los gemelos encajó un puñetazo en medio de la cara de su hermano. El otro reaccionó dándole un rodillazo en los genitales que lo dobló en dos.

Los muchachos que los rodeaban se apartaron haciendo un circulo alrededor de ellos. Las otras parejas dejaron de follar y se acercaron a ver qué estaba sucediendo. En un momento todos los presentes se habían agrupado alrededor de ellos. Varios asistentes se acercaron con la intención de separarlos.

¡No los separen! – gritó una voz autoritaria.

Los asistentes quedaron paralizados. Era Sven.

Es normal que dos machos se peleen por una hembra – agregó mirando directamente a Miguel.

Miguel supo lo que decía Sven era cierto. Los dos hermanos estaban peleando como animales para decidir cuál de los dos se lo follaría primero. Sintió que la verga se le ponía durísima. De pronto uno de los gemelos saltó como un tigre sobre el otro y le metió un cabezazo en el pecho. Los dos rodaron por el piso. Uno de ellos tenía un ojo morado y al otro le sangraba la nariz. El del ojo morado logró encaramarse sobre su hermano dándole un golpe salvaje en el rostro. Le rompió el labio. Miguel sintió que varias gotas de sangre le salpicaban en el torso y en la cara. El gemelo que recibió el golpe cayó al suelo inconsciente. Al ver que había ganado la pelea, su hermano levantó los poderosos brazos en señal de triunfo y lanzó un aullido salvaje. Miguel se estremeció. No parecía un ser humano sino una bestia.

El gemelo volteó a ver a Miguel. Le clavó la mirada y con la respiración todavía agitada por la pelea empezó a avanzar hacia él. Conforme lo hacía la verga se le iba endureciendo, cuanto más se acercaba más le crecía. Todo el grupo seguía atentamente cada uno de sus movimientos. El silencio era absoluto. El gemelo siguió avanzando hasta que estuvo a pocos centímetros de Miguel. Miguel pudo ver con toda claridad como unas venas hinchadas le surcaban la verga haciéndola latir como si fuese un animal vivo. Era una de las vergas más grandes que había visto en su vida y sabía que cuando se la metiera lo iba a partir en dos de dolor. Pero eso ya no le importaba. El gemelo se había ganado el privilegio de ser el primero en romperle el culo y eso lo había puesto muy cachondo. Miguel quería entregarse a él. Quería hacerle saber que aceptaba ser su premio por la fiereza con que había peleado. ¡Quería darle placer! Se incorporó lentamente y sin dejar de caminar en cuatro patas se volteó ofreciéndole el culo.

El gemelo sonrió. Se acercó aun más, le separó las nalgas con las dos manos y escupió directamente sobre su orificio. Miguel sintió que la saliva le resbalaba por la raja, le humedecía los testículos y caía al piso. El gemelo le lanzó otro escupitazo. Miguel sabía que lo estaba haciendo para lubricarlo. Sintió que la verga se le ponía tan dura que por un momento le pareció que la iba a dar. El gemelo colocó la cabeza de su verga directamente sobre el orificio del culo de Miguel. Lo cogió de las caderas con ambas manos. Miguel respiró hondo. El gemelo tomó impulso y con un solo movimiento arremetió salvajemente enterrándole de golpe sus veintisiete centímetros de verga. Su grito de placer se confundió con el alarido de dolor de Miguel. Por unos instantes el dolor fue tan fuerte que Miguel perdió completamente la percepción de cualquier otra cosa que no fuese esa verga que lo perforaba como un taladro. La vista se le nubló, los oídos se le taparon, el olfato se le obstruyó y lo único que pudo sentir fue ese dolor que lo atravesaba como una locomotora pasándole por encima.

Fue por eso que no notó que su aullido había despertado al gemelo que estaba inconsciente. Miraba la escena desde el piso, en posición fetal, con la verga completamente encogida entre las piernas, aceptando su derrota. Al notar que su hermano había recobrado el conocimiento, el gemelo que se estaba follando a Miguel detuvo sus embestidas.

Acércate – le dijo.

Su hermano lo ignoró y siguió tendido en el suelo. El gemelo que estaba follando a Miguel le volvió a hablar suavizando el tono de su voz.

Ven a follártelo conmigo.

Su hermano lo siguió ignorando. El gemelo ganador insistió. Su voz se hizo más cariñosa.

Por favor – le dijo.

Le hizo un gesto para que se acercara. Lentamente el gemelo caído se incorporó. Su hermano le sonrió para animarlo. El gemelo perdedor caminó hacia ellos. Miguel sintió que el gemelo que se lo estaba follando lo cogía violentamente del pelo y le levantaba la cabeza y poniéndola a la altura de la verga de su hermano.

¡Mámasela! – le ordenó.

Miguel abrió la boca. El otro gemelo avanzó un paso y se la metió. Como todavía estaba flácida pudo tragársela casi completa, pero a los pocos segundos le creció y Miguel sintió que se ahogaba. Tuvo que sacar más de la mitad para tomar aire. El gemelo ganador comenzó a arremeter contra su culo nuevamente. Miguel sintió las dos enormes vergas de los hermanos follándoselo al mismo tiempo. El dolor lo atravesaba pero la sensación de estar siendo usado de esa manera lo puso cachondísimo. Comenzó a mover el culo y la boca tratando de darles la mayor cantidad de placer posible.

¿Quién crees que se vendrá primero? – preguntó Sven.

De pronto Miguel se dio cuenta que nadie se había movido de su sitio desde que comenzó la pelea entre los gemelos.

Yo creo que la perra – le contestó el Doberman.

Todos los nuevos estudiantes, los asistentes y los profesores habían estado allí, observándolos sin perder detalle durante todos esos minutos.

Yo creo que el gemelo que le está dando por la boca – dijo uno de los profesores.

La mayoría de los muchachos mostraban unas descomunales erecciones y algunos se masturbaban descaradamente.

No -, dijo Sven. Yo creo que el que le está dando por el culo.

A los asistentes también se les habían armado las vergas formándoles unos enormes paquetes que sus minúsculos taparrabos trataban inútilmente de contener.

¿Apostamos?- preguntó Sven.

¡Apostemos! – le contestaron los otros dos.

Los dos gemelos aceleraron sus embestidas. Miguel se comenzó a mover frenéticamente. Sabía que se iba a venir en cualquier momento. Los dos gemelos le enterraban las vergas sin misericordia. El gemelo que se lo follaba por la boca lo cogió de las orejas y arremetió con más fuerza. Miguel trataba de tornar aire desesperadamente entre embestida y embestida. El otro gemelo lo cogió de la cintura y le enterró la verga hasta la base misma de los cojones. El dolor hizo que los ojos de Miguel se llenasen de lagrimas.

Vamos perra – dijo el Doberman -. ¡Vente de una vez!

Los tres cuerpos se movían frenéticamente, completamente cubiertos de sudor.

¡Vamos gemelo! ¡Llénale la boca de leche! – gritó el profesor.

Miguel sintió que sus cojones se preparaban para eyacular cuando escuchó un grito animal y sintió que le llenaban el culo con chorro tras chorro de semen. El otro gemelo también lanzó un alarido que remeció la sala y le llenó la boca con un liquido espeso y salado que no paraba de salir. Miguel lo tragaba tan rápido como le era posible pero la enorme verga disparaba más y más rápido. Retiró la boca y los chorros de leche del gemelo se estrellaron contra su rostro cubriéndolo casi por completo. Miguel sintió que un estremecimiento le subía por las piernas y de pronto él también eyaculó disparando varios chorros de leche blanca y espesa.

¡ Gané! – le escuchó decir a Sven.

¡ Perra de mierda ! – dijo el Doberman.

Los dos gemelos colapsaron sobre la espalda de Miguel. Luego, poco a poco, se incorporaron dejándolo tendido en el suelo. Se abrazaron y caminaron hacia una de las esquinas del salón. Se sentaron juntos, apoyándose en la pared. Se hablaban con cariño, se acariciaban, se lamían las heridas el uno al otro. Se besaron en los labios, con ternura al principio, con verdadera pasión después. Se habían olvidado de Miguel, del uruguayo, de Sven y de todos los demás.

Miguel estaba casi inconsciente, con un dolor que le atravesaba el cuerpo de lado a lado. Yacía sobre un charco de su propio semen. El grupo que se había formado alrededor suyo se estaba disolviendo. Intentó levantarse pero sintió que unos brazos muy fuertes lo empujaban nuevamente contra el suelo. Un negro panameño con un cuerpo muy musculoso lo cubrió.

Es mi turno – le dijo mientras le buscaba el orificio del culo con una verga dura y caliente.

Miguel trató de resistirse pero no pudo. El negro era más fuerte y a él ya no le quedaban fuerzas. Volteó y notó que se había formado una larga cola tras él. Estaban esperando para follarselo.

Se lo follaron durante horas. Miguel nunca supo cuántos fueron porque el dolor le hizo perder el conocimiento varias veces. Pero por la cantidad de esperma que le quedó saliendo del orificio culo cubriéndole las nalgas, los testículos, los muslos, la espalda y formando un enorme charco bajo su cuerpo, sabía que habían sido muchos.

Algunos se lo follaron con ternura, otros a lo bestia. Algunos con torpeza, otros con gran maestría. Algunos le susurraban largas frases, otros sólo emitían gemidos. La variedad de vergas que lo penetraron esa noche fue enorme; vergas de todos los tamaños, formas y colores. Vergas que lo único que tenían en común era el haber experimentado el enorme placer que el culo de Miguel les proporcionó.

Mientras lo muchachos se divertían, Sven y el resto de los profesores se paseaban por el salón observando sus juegos sexuales. En ningún momento trataron de tocarlo o de intimidar con ellos. Simplemente se limitaron a comentar, casual y despreocupadamente, las habilidades sexuales o características físicas de sus nuevos estudiantes.

Lo que los nuevos alumnos de la «Academia de Prostitución Gay» todavía no sabían, es que para Sven y para el resto de profesores, la verdadera diversión, recién comenzaría al día siguiente.

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