Cómo me hice amante de mi cuñado

Para las vacaciones de semana santa, mi hermana, mi prima y yo, nos organizamos para pasar esa semana de vacaciones en un pueblo que me encanta, ubicado a una hora de la ciudad si se viaja en coche, en la casa de campo de mis papás.
El pueblo es hermoso. Un lugar encajado entre cerros, lleno de vegetación y con un ambiente rural que no han dejado que se pierda por parte de los pobladores. Es común ver algún caballo perdido caminando solo por las calles empedradas y las nubes envolviendo al cerro de mayor altura.
La casa de campo se encuentra en una de las calles cercanas a la avenida central y a poca distancia de la plaza del pueblo. Es una casa grande, con cuatro dormitorios, un estudio, dos jardines, terraza, cuarto de lavado, tres baños y dos patios. La mitad de la casa es de dos pisos y la otra de una sola planta.
Mi esposo y yo llegamos a la hora de la comida, y ya se encontraban ahí mi hermana y su marido y mi prima con su novio.
Mi prima es un relajo, quizá por ser la más joven de las tres, y le encanta la fiesta y el baile, al contrario de su novio, que es un hombre bastante callado pero muy amable.
Mi hermana es mayor que yo por dos años y después de la adolescencia nuestra relación se acercó mucho. Ella se casó con su esposo desde que estaba estudiando en la universidad. Ella es muy guapa, por lo que nunca fue extraño verla acompañada de hombres bastantes atractivos. Su esposo, aunque entra en el tipo de chicos que le gusta a mi hermana, nunca me pareció nada especial, lo cual siempre he creído correcto y natural, dado que es el esposo de mi hermana. Sin embargo, debo mencionar que no es el caso al revés, es decir, desde el principio de la relación de mi hermana, me di cuenta que yo no le parecía indiferente a él pues lo sorprendí, en más de una ocasión, mirándome de manera incómoda y obscena cuando creía que nadie lo miraba. A pesar de eso, siempre se comportó a la altura con ella y con mi familia y esos momentos incómodos, eran más la excepción que la regla, además, mi hermana estaba loca por él por lo que, desde entonces, me pareció que lo correcto era ignorar esos detalles pues, fuera de eso, siempre me llevé muy bien con él.
Mi esposo es un hombre intelectual, serio y tímido, pero muy amoroso y dedicado a mí. Iniciamos siendo amigos en la escuela, en donde dice que se enamoró de mí y, después de varios años, de novios que tuve y dejé desfilando frente a él, por fin, un día, le di una oportunidad y terminó enamorándome y haciéndome su esposa.
Ahora quiero abundar un poco respecto a la relación que había entre mi cuñado y yo porque esas vacaciones fueron algo diferentes de las otras debido a lo que me había pasado unos meses antes. Primero, quiero dejar asentada la situación en la que me descubrí. Yo iba a cumplir 30 años y llevaba 3 años de casada. Aunque no creo ser tan guapa como mi hermana, nunca tuve problemas en conseguir novio y todos, menos mi marido, habían sido chicos atléticos en cierto grado. Con mi marido es todo lo contrario pues, a pesar de su esfuerzo, siempre ha sido un hombre pasivo y algo descuidado con su salud.
En el caso de mi hermana, a pesar de ser hermosa, tampoco le ha gustado mucho el ejercicio, aunque no se descuida tanto como mi esposo, sin embargo, tanto su marido como yo, somos personas que nos gusta hacer ejercicio y cuidar nuestra salud por lo que es frecuente que él sea mi pareja de ejercicios cuando he querido ir al gimnasio o a correr al parque. Esto nos ha ido acercando y se ha ganado mi confianza pues, a pesar de las miradas furtivas, nunca sentí que quisiera propasarse conmigo y, además, nunca me pareció que yo pudiera tener el mínimo interés en él más allá de mi relación de cuñada.
Así pensaba yo y era feliz hasta que un día se nos ocurrió, a mi hermana y a mi, ir a un balneario a nadar. A pesar de pasar bastante tiempo juntos, nunca había visto a mi cuñado sin camisa, mucho menos en traje de baño pero no esperaba nada si lo viera, sin embargo, cuando lo vi aparecer en traje de baño tipo shorts y se quitó la camisa, me quedé muy sorprendida de notar lo marcado que estaba de las piernas. Se le notaban los músculos de los muslos y las pantorrillas, incluso teniendo relajada la postura. Los brazos delgados pero un poco marcados, al igual que el pecho. El abdomen no era un lavadero pero estaba delgado, plano y se le marcaban ligeramente los músculos. Juro que me quedé como tonta ni nada por el estilo, al contrario, aunque confieso que me quedé muy sorprendida no sentí que me hubiera generado ningún deseo ni nada parecido, fue más bien como quien reconoce el trabajo bien hecho y después sigue con lo suyo. Bueno, eso creía yo mientras me descubrí mirándole nadar y admirar su espalda. Mi marido, un poco pasadito de peso y flofo, se intimidó un poco pero, según yo me sentía, actué con normalidad sin darle importancia al buen cuerpo de mi cuñado, el cual, vale aquí decirlo, era velludo pero sólo un poco, lo suficiente para darle virilidad sin llegar a cubrir su piel de pelo. Muy sexy, debo reconocer ahora pero en aquel entonces me parecía una aboninación el reconocer el más mínimo atractivo al esposo de mi hermana.
Pasaron algunas semanas en donde seguimos viéndonos con mi hermana y mi cuñado, los cuales a veces nos visitaban, o nosotros a ellos. También estuve haciendo ejercicio en el parque con mi cuñado y en todo ese tiempo la vida fue normal hasta una noche en donde tuve un intenso, muy intenso y muy vívido, sueño erótico en donde mi cuñado, precisamente, era el protagonista de mis gemidos. Soñé que estaba desnuda y mi cuñado en el sillón, también desnudo, con las piernas abiertas y que me estaba esperando, esperando que fuera hacia él y así lo hice y me senté sobre sus grandes muslos y nos besamos y él se comía mis tetas y su miembro me penetraba deliciosamente, dándome el placer justo y exacto para llevarme a la luna. Dormida llegué al orgasmo con mi cuñado en mi cabeza y con mi esposo dormido a mi lado. Al despertarme me asusté un poco por haber deseado a mi cuñado en mi sueño, eso no debía haber pasado nunca pero, poco a poco, me fui relajando y llegué a la conclusión de que sólo había sido un sueño (uno muy intenso y muy real) y que eso no debería de significar nada. Así que me calmé y todo volvió a la normalidad. Llegó el momento, al siguiente día, de ver a mi cuñado. Me asustaba la idea de que, al verlo, descubriera algún sentimiento o deseo hacia él pero cuando pasó por mí para ir juntos al parque a correr, noté que nada había cambiado. Respiré tranquila al notar que mi cuñado seguía siendo mi cuñado así que, contenta, fui a correr a su lado como tantas veces. Todo iba bien ahora hasta que noté, cuando me estaba amarrando las agujetas sentada en una banca, que mi cuñado me estaba viendo las tetas por encima de mi top antes de retirar rápidamente la mirada. En ese momento, me sentí halagada y ahí supe que algo había cambiado pues nunca antes me había dado gusto o placer descubrirme observada por él. Corrí enojada conmigo misma y reprendiéndome por mi actitud, prometiéndome nunca más tener tal sentimiento. Todo se vino al traste cuando, al terminar de correr y dirigirnos a las máquinas para hacer ejercicio, no pude evitar quedarme mirando el trasero apretadito de mi cuñado cuando pasó frente a mí para cambiar de ejercicio.
El mundo se me vino encima y un balde de agua fría me cayó de sopetón. Terminé de hacer ejercicio mirando el piso y rehuyendo el contacto con mi cuñado, sin embargo, fue el inicio de todo.
A partir de entonces, cada que veía a mi cuñado tenía que hacer un esfuerzo en comportarme con normalidad pero no pude evitar, a pesar de mi esfuerzo, dejarle ver sutilmente que no me era indiferente y que me gustaba y empecé a coquetear con él cuando estábamos solos, aunque todo muy inocentemente. Contra mi esfuerzo empecé a vestirme ligeramente más provocativa cuando lo veía y cada vez más buscaba descubrirlo en esas miradas que antes me molestaban tanto. Afortunadamente, como mi hermana y yo éramos tan cercanas y mi cuñado y yo compartíamos bastante tiempo juntos, nadie vio con desconfianza el acercamiento en el trato que empecé a mostrar con mi cuñado. Eran pequeñas cosas, lo de la ropa ya lo mencioné, pero también me empecé a mostrar más atenta con él y mi hermana cuando nos visitaban y, por supuesto, cuando estábamos solos haciendo ejercicio. Todo el tiempo, a pesar de todo, estuve luchando por reprimir mis sentimientos y enterrar ese deseo que era revivido por el sueño erótico que tuve en una ocasión más con mi cuñado.
Mi cuñado, a pesar de ser lento en algunas cosas, no le pasó desapercibido mi cambio de actitud hacia él por lo que, sin pasarse nunca de la raya o de manera muy obvia, también empezó a encontrar oportunidades para verme, ya sea con mi hermana o solos.
En esa situación me encontraba cuando llegamos al pueblo a pasar las vacaciones con mi hermana y mi prima. Por supuesto, una vez más, me había arreglado para mi cuñado en lugar de mi esposo, lo cual no me parecía mal pues mi marido era quien podía sacar provecho de eso y, satisfecha, noté que mi cuñado estaba complacido con mi atuendo.
Después de acomodarnos salimos todos a tomar un café y caminar por el pueblo, regresamos a cenar y platicar. En el camino compramos cervezas, las cuales se acabaron pronto por lo que los hombres fueron a la tienda del centro a comprar más alcohol. Regresaron con tres botellas: dos de tequila y una de vodka.
Mi esposo, que está acostumbrado a levantarse muy temprano para ir a trabajar y a dormirse siempre temprano, fue el primero en emborracharse e irse a dormir. Siempre ha tenido el sueño pesado y éste se le acentúa cuando bebe por lo que hasta el comedor llegaron algunos de sus ronquidos.
Ya estábamos muy borrachos, platicando, discutiendo y hasta bailando, cuando mi hermana no pudo más y se fue a acostar «un momentito» para recuperarse. Quedábamos cuatro en pie: mi prima y su novio, mi cuñado y yo y, hasta ese momento, creo que me logré comportar bien pero, cuando mi hermana se fue a dormir, mi cuñado se acercó a mí y no tuve fuerza para seguir actuando, sin embargo, nada muy obvio sucedió. Sólo sentí la pierna de mi cuñado pegarse a la mía y quedarse ahí sin moverse. No supe qué hacer para no ser obvia, si mover mi pierna o dejarla, pero tardé tanto en pensarlo y decidir que quitarla ahora hubiera sido extraño, por lo que me quedé sin mover lo cual fue una obvia señal de flirteo.
En algún momento del juego mi prima y su novio empezaron a darse cariño, besándose frente a nosotros con descaro e ignorando mis llamadas de atención para evitar que nos dejaran solos. Al igual que mi hermana, llegó un momento en el que ya no podía más por lo que anuncié que me retiraba también pero mi prima, su novio y mi cuñado, insistieron en no dejarme ir por lo que me quedé ahí, sin estar muy tomada pero con un sueño impresionante encima.
Yo me quedé dormida sobre la silla por lo que me pasé a la sala a acostarme un poco y recuperarme. Me quedé dormida de nuevo escuchándolos platicar y seguir jugando. Entre sueños sentía algo sobre mí, en mis piernas, que terminó por despertarme. Cuando me moví mientras abría los ojos sólo escuché un «Shh, shh, shhh…» y una mano que me cerró de nuevo los ojos pero ya estaba despierta y noté que alguien me estaba acariciando las piernas con suavidad, recorriéndolas lentamente a todo lo largo. La punta de sus dedos empezó a seguir la unión de mis muslos y un cosquilleo eléctrico me recorrió desde mi piel hasta mi columna. Dejé mis ojos cerrados tratando de entender lo que pasaba y me di cuenta de que tendría que ser mi cuñado el que había aprovechado la oportunidad para meterme mano. En ese momento recordé mi sueño erótico con él y me dejé hacer fingiendo ignorancia, sólo un momento.
Mi corazón empezó a latir con fuerza, retumbando incidioso dentro de mi cráneo. Tan fuerte, que llegué a pensar, por un momento, que quien estuviera metiéndome mano sería capaz de escuchar el tuido de mis latidos. Tenía plena consciencia de lo que estaba haciendo, estaba traicionando por partida doble. Primero a mi esposo al dejar que otro hombre posara sus manos sobre mi cuerpo y después, lo que era peor, a mi hermana, al permitir que su marido la traicionara conmigo, con mi consentimiento. De cualquier forma, pensaba que nadie podría hacerme responsable de lo que estaba pasando y que, dado que yo «seguía» dormida, nadie podría acusarme de nada sin embargo, sus dedos lograban ponerme la piel de gallina y eso me hizo preguntarme si podría ser una evidencia de que estaba fingiendo estar dormida. De cualquier manera me mantuve en mi actuación, acostada de lado con la cara hacia el respaldo y mi espalda al aire mientras una mano me acariciaba las piernas. Sus dedos alcanzaron el borde de mi vestido, el cual apenas estaba donde terminaban mis nalgas, y sentí como se introdujeron entre la ranura triangular que forman la tensión de la tela y la unión de los muslos y mis nalgas. Me estremecí al sentir un escalofrío recorrerme por sentir sus dedos tan dentro de mi trasero.
Sentí su mano caliente, emanando calor como si fuera hierro ardiente, cuando se puso completamente sobre mi nalga izquierda. Pasó con firmeza pero con lentitud hacia la otra nalga, subiendo por mi espalda para después bajar de nuevo y apretarme suavemente los glúteos con toda la mano. En cada caricia, me sentía cada vez más sucia, como si sus manos me empujaran a volverme una mujer cada vez más vulgar y eso, justa esa idea, era lo que me tenía más excitada.
Mi respiración era difícil y frecuentemente respiraba hondo y sacaba el aire con dificultad, intentando disimular lo mejor posible aunque con la consciencia de que no lograba engañar a nadie.
Sentí entonces el movimiento de su mano intentando levantar mi vestido por el lado de mi cadera que quedaba al aire. Como me acosté en el sillón directamente de la mesa, yo seguía con toda mi ropa puesta, incluyendo las botas negras por lo que me imaginé que mi cuñado (si es que él era el perpetrador) podría estar un poco lamentando su suerte de tenerme acostada a su merced pero toda vestida y, aún peor, con las medias puestas por lo que ni siquiera sus caricias a mis piernas fueron hechas directamente sobre mi piel, aunque, yo había sido consciente de eso también, parecía que disfrutaba mucho la sensación de la tela de mis medias.
Al sentir que había logrado levantar mi vestido hasta donde se podía sin jalonearme buscó hacer lo mismo con el otro extremo pero fue inútil. De cualquier manera me encontraba con cierta parte de mis nalgas expuestas a él y aprovechó para meterme mano. Primero sentí su palma y sus dedos acariciando justo la parte que acababa de ser descubierta, haciendo un poco de cosquillas con sus dedos que me lograron mantener excitada pero, de repente, sentí cómo su mano se empezó a deslizar por debajo del final de mi vestido apresando mis nalgas bajo éste y a su antojo. Me asusté cuando pasó eso así que decidí parar lo que sucedía y pensé que bastaría con moverme y fingir que me estaba despertando. Cuando empecé a hacer sonidos con la garganta y a girarme un poco, su mano salió rápidamente de mi trasero y noté que se levantó del sillón de un sólo movimiento y sin hacer el menor ruido.
Ingenuamente, creí que, dado que me había manoseado con mi consentimiento, lo mejor era dejarlo ir dignamente haciéndome la dormida de nuevo para que los dos pudiéramos quedarnos con la experiencia como si nada hubiera pasado.
Me giré a 180 grados, acomodando mis manos bajo mi cara y fingí quedarme dormida de nuevo con la esperanza de escucharlo caminar en dirección a su cuarto y dejarme sola pero, pasaron unos segundos, luego minutos y mi cuñado no se movía. Por precaución mantuve mi posición, no fuera a ser que mi cuñado me viera abrir los ojos buscándolo para confirmar que se hubiera marchado y así descubrir que yo me estaba dejando. Me puse nerviosa de nuevo pero decidí que bien podría quedarme realmente dormida y moverme en la mañana. Estaba pensando eso cuando noté que mi cuñado había acercado su cara a la mía, muy cerca. Tan cerca que escuchaba su respiración y sentía su calor al ser expulsado el aire por su nariz. Cada vez más cerca y yo sin entender sus intenciones hasta que sentí la suavidad de sus labios tocar sutilmente mi cachete y bajar hasta la comisura de mis labios. Mi corazón se aceleró de nuevo y mi respiración también por lo que sentí que me ahogaba al aguantarme la respiración para no evidenciarme. Afortunadamente noté que se alejaba un poco y me pude relajar y tratar de jalar un poco del aire que me estaba sofocando. Sentí sus dedos de nuevo sobre mis tobillos que empezaron a moverse zigzageando por mis piernas y cadera. Cuando estuvieron ahí, su mano reinició la tarea de levantarme el vestido y lo consiguió, dejándome el vestido sobre el hueso superior de mi cadera. Entonces sentí sus dedos meterse en el pliegue de mi pierna, formado por la posición y mi abdomen, y no pude aguantar sacar un suspiro que no dejó lugar a dudas de que había disfrutado, aún en sueños, esa caricia. Traté de mantener la posición sin moverme, mientras él seguía acariciándome deliciosamente en la zona que debería cubrir mi vestido y decidí que lo mejor era moverme, cambiar a una posición que no me dejara tan sensible a sus caricias y creí que podría hacerlo sin levantar sospechas pues, en más de una ocasión, he notado cómo se mueve y acomodan las personas dormidas y pensé que podía fingirlo pero, creo que no lo hice bien pues, apenas terminé de acomodarme las manos de mi cuñado se fueron sobre mis piernas, subiendo con deseo hasta mi abdomen y, con suavidad y timidez, hacia donde había camino para tocar sobre el vestido a mis senos. Sus manos volvieron a mis muslos, a la parte interna de ellos en donde empecé a sentir un calor que nacía desde ahí y que empezó a subirme por adentro hasta mi estómago. Involuntariamente abrí un poco mis piernas, fue cosa de nada, casi imperceptible, pero lo suficientemente obvio como para sentir con mayor seguridad cómo sus manos se fueron abriendo camino entre mis muslos, abriéndolos lentamente e intentando conquistar el terreno para llegar hasta mi vagina.
Me conozco y se que en esos momentos debí tener la cara colorada y los labios inyectados de sangre, señal inequívoca de mi líbido encendido aunque ignoro si mi cuñado podía notarlo en la obscuridad, lo que sí noté, asustada, es que sus dedos estaban ya acariciando mi entrepierna sobre las medias y sobre mis pantis y que yo, en cortos movimiento imperceptibles, había abierto más y más mis muslos para facilitarle los movimientos sobre mi. Con sus dedos sobre mi ropa interior empujaba intentando separar un poco mis labios vaginales y capturar la humedad de mi vagina. En esos movimientos logró presionar en un par de ocasiones superficialmente mi clítoris, mandando una onda eléctrica de placer que me estremeció en cada ocasión.
Para entonces era más que obvio que estaba fingiendo mi estado de dormida pero me rehusé a abrir los ojos y decidí que era menos vergonzoso mantener el juego que descararme por completo. Pero lo dije, era obvio que estaba despierta y supe que había sido descubierta cuando sentí sus manos tomar mis muñecas y hacerme los brazos a un lado para despejar el camino a mis senos y mi cara. Sus manos fueron directamente sobre mis pechos, acariciándolos sobre la ropa con suavidad pero con firmeza. Mi corazón daba tumbos rápidos debido a la enorme cantidad de adrenalina que había en mi cuerpo. En esos momentos me preguntaba qué seguiría, hasta dónde llegaría él, o hasta dónde lo permitiría yo viendo que ya estaba casi entregada por completo a él. Sentí su aliento sobre mi boca y luego sus labios posándose sobre los míos, sin besarme en realidad, sólo puestos sobre ellos. Me dieron unas ganas enormes de darle un mordisco a su boca y comérmela entera. Mi estómago se llenó de mariposas impacientes y, por un instante, abrí los ojos y me encontré con su mirada ocupando todo mi campo de visión. Pensé !Maldición! Ahora sí la he regado de verdad. Me ha visto, ha visto que estoy despierta, y cerré con fuerza los ojos. Fue entonces que me besó. Pegó sus labios a los míos, abriéndome un poco la boca, y me metió la lengua y aprisionó mi labio inferior en un mordisco suave y volvió a besarme con su lengua y no aguanté más y, sin mover nada más, comencé a besarlo también. Tres o cuatro besos en los que su lengua húmeda se mezcló con la mía y firmé de esa manera mi consentimiento para lo que estaba pasando. No me moví, no abrí los ojos, sólo levanté un poco las caderas cuando el elástico de las pantimedias y mis pantis fueron jalados hacia abajo, dejando descubiertas mis nalgas y mi vagina al aire. Sentí las vibraciones de los cierres de mis botas cuando los empezó a bajar y el agradecimiento interno de mis pantorrillas al ser liberadas de ellas. Con esfuerzo, firme y suave, me retiró las botas de mis pies y posteriormente mis medias y pantis, dejándome por fin, desnuda de la cintura para abajo con el vestido levantado hasta el abdomen.
Me encontraba temblando y sin saber si temblaba de miedo o temblaba de placer, lo que sí es que me encontraba con las uñas encajadas en el sillón, la respiración agitada y la mente un tanto nublada. Sentí cómo se acomodó entre mis piernas, levantando una sobre el respaldo y la otra abierta sobre el suelo. Metió su pierna bajo la mía y me la levantó hacia mi abdomen. Yo pensaba: Esto no está sucediendo, esto es un sueño, tranquila, no pasa nada, vive la vida, es tu experiencia, una oportunidad de vivir. Tratando de convencerme de no gritar o salir corriendo. De repente sentí sus dedos abriéndome los labios vaginales, ensalivados con su propia saliva y después, mientras yo aguantaba la respiración, la cabeza de su pene chocando suavemente con mis muslos y nalgas buscando el ingreso a mi vagina. Cuando logró ubicarse clavé de nuevo las uñas sobre el sillón y me llevé una mano a mi boca para evitar gritar mientras mis paredes vaginales recibían cálidamente el pene grueso de mi cuñado que se escurrió sin problemas hasta los huevos. Su pene no era largo, aunque tampoco era corto, pero era grueso, en forma de cápsula o cilindro redondeado. Cuando la sentí adentro me di cuenta de lo que había pasado. En ese momento, con ese acto, con su pene metido en mi vagina, formalizaba la traición. No lo pensé bien, no lo pensé para nada en realidad. Ahora era inevitable, por más que parara todo en ese momento, lo hecho hecho estaba y había engañado ya a mi marido y a mi hermana. Un fuerte suspiro me salió del fondo del alma, como esperando exorcisar mi culpa expeliéndola por la boca pero, como fue en el mismo momento en el que mi cuñado me la metió completa, él pensó que estaba suspirando de placer y deseo por él así que empezó a penetrarme rítmicamente. Su pene caliente moviéndose dentro de mí me produjo un placer intenso. Involuntariamente abrí mi boca dejando escapar pequeños gemidos y su mano se puso sobre mi boca abierta para ahogarlos. Intensificó el ritmo y sentí que estaba a punto de llegar al clímax por lo que me empecé a estrujar yo misma un seno pues así controlo mejor mis orgasmos hasta que sentí cómo me recorría la electricidad todo el cuerpo, contrayendo mis músculos y, particularmente, mis paredes vaginales. Del orgasmo enterré mis uñas sobre el costado de mi cuñado y le mordí la mano para evitar gritar. Sorprendentemente, mi cuñado no se quejó. Se mantuvo firme, obligándome a mantener entre mis piernas a su pene, empujándomelo con fuerza pero sólo para mantenerlo adentro mientras mi vagina lo comprimía intermitentemente con las contracciones. Antes de que terminaran de darme las contracciones el pene de mi cuñado inició su movimiento oscilatorio entre mis piernas. Me quedé suave, dócil, intentando compensar el dolor que seguramente le había causado con la mordida y las uñas y abrí las piernas al aire para ayudarlo a complacerme. De nada valía hacerme la mosca muerta a esas alturas, mejor disfrutar la experiencia pues el fuego ya había iniciado y si me iba a quemar por lo menos haber disfrutado estos momentos. La adrenalina y las hormonas liberadas por mi orgasmo me hicieron quererlo por un instante, mientras su pene se abría paso entre mis piernas sentí cariño por él. No tardó mucho en terminar, mientras me penetraba su mano se apoyaba con fuerza en mi cadera. Me preguntó dónde terminar, dónde arrojar su semilla a lo que contesté que afuera, donde quisiera, pero afuera. Alcanzó a sacarlo de mi vagina y extrangularlo un par de veces con la mano antes de arrojar su semen que intentó atrapar en la palma de su mano, la cual intentaba formar un recipiente cóncavo. Yo me encontraba ya incorporada, sentada con las piernas todavía abiertas mirando la eyaculación manual de mi cuñado y, por primera vez, pude ver su pene. Me pareció hermoso. Era gordo, de tamaño uniforme como cilindro a lo largo y con una cabeza ancha, un poco más ancha que el tronco y con un anillo como un pequeño hongo rosado. Estuve a punto de tocarlo, de probarlo y llevármelo a la boca pero me contuve y sólo me quedé mirando, asombrada, el último secreto de mi cuñado.
Cuando él fue a la cocina a limpiarse yo me puse las medias, las pantis y las botas, no fuera a ser que se asomara alguien y me viera sin alguna de mis prendas y lograra deducir todo lo que había pasado.
Temblando de placer, con la mirada al suelo, pasé rápidamente por el pasillo frente a la cocina y me escabullí a mi cuarto sin despedirme de mi cuñado. En la cama se encontraba mi marido, roncando inocentemente y dejándome tranquila al notar que, al menos él, al menos por ahora, no tendría que enfrentar a nadie ni nada por lo sucedido.
Me cambié la ropa y me fui a acostar a su lado y me quedé dormida pensando en que ahora mi cuñado, el esposo de mi hermana, aquél hombre al que siempre le supe su deseo hacia mí, ahora no tenía secretos pues ya había probado sus besos, el sabor de su saliva, el olor y el contacto de su piel y, sobre todo, había conocido en todo su esplendor a su pene. A cambio, yo había ya sacrificado parte de mis secretos también y me dio gusto que fuera sólo parte pues, en realidad, nunca quedé desnuda por completo y mis senos nunca los miró ni tocó sin ropa.

A pesar de las apariencias, lo que había sucedido en el sillón no duró más de 15 o 20 minutos, según mi estimación. Pocas veces yo había alcanzado con anterioridad un orgasmo con tan poco tiempo pero creo que las expectativas que tenía desde antes, ayudaron a lograrlo.

Siguientes días

Todos, con excepción de mi marido, nos despertamos muy tarde al día siguiente. Yo con miedo, mucho miedo, salí del cuarto en dirección de las voces y antes de quedar visible ante ellos, respiré profundamente, pasé saliva para tragarme el miedo y di el paso al frente. La escena con la que me encontré era normal, mi hermana, su esposo, mi prima, su novio y mi marido, se encontraban todos en la mesa comiendo o tomando algo mientras platicaban. Saludé a todos mientras me dirigí a la barra de la cocina para prepararme algo también para mí. Sentí un alivio inmediato al notar que todo parecía normal, en particular, mi hermana estaba contenta. Mi esposo, como siempre, disfrutaba al mirar a todos y escuchar, más que participar y mi cuñado, a quien me esforcé en no retirarle la mirada si me la encontraba de frente, no daba muestras de haber vivido conmigo lo de anoche, como si no hubiera sido él quien aprovechó mi estado y se acercó al sillón para manosearme, meterme mano hasta quitarme las medias y luego abrirme de piernas para penetrarme.
Debo confesar que su actitud me dejó sorprendida, gratamente sorprendida pues me ayudó a que yo pudiera actuar con normalidad también. Sin embargo, no tardó mucho en salir el macho insaciable en él. Apenas fui al baño del fondo cuando a mi regreso me encontré con él en el camino y, para mi sorpresa, me jaló de nuevo hacia el cuarto y me plantó un beso inesperado en la boca, hondo y húmedo pero fugaz. Yo no atiné a reaccionar y sólo me encogí de hombros mientras hundía su cara en la mía, con mi cabeza entre sus manos, pero al sentir el calor húmedo de ese beso me sentí alegre y coqueta, y podría decir que un poco como una colegiala que se escabulle en los rincones para besarse a escondidas de los padres con su novio. Cuando me solté del beso sólo alcancé a reprenderlo con un «Oye! qué te pasa!» y un manotazo al cuerpo que, más que llamada de atención, pareció que estaba jugando también. Al notar mi actitud, metió su mano entre mis muslos y de un jalón me aprisionó de frente entre sus brazos y me sobó con lujuria las nalgas sobre el pantalón de mezclilla.
Sentí cómo se me subió la temperatura al rostro pero no pude evitar sentirme agredida, aunque fue poco, me sentí indignada por su grosera actitud así que lo empujé y al tiempo que le decía un «¡No!, ¡Basta!» le regalé una mirada bastante severa que lo dejó frío. Todavía me da risa recordar esa cara de lemur abandonado cuando salí del cuarto. Mi cuñado, que se quedó en la habitación, ya no pudo ver mi sonrisa pícara mientras me dirigía con los demás, saboreando en mi memoria la sensación de sus manos recorriéndome el trasero.

Me encontraba súmamente conflicutada con la situación. Por un lado esta mi marido, quien consideraba como amigo a mi cuñado y por el otro estaba mi hermana quien no se merecía que ninguno de los dos la traicionáramos de esa manera. Sin embargo, mi cuñado con ella era maravilloso, incluso después de lo que sucedió la noche anterior entre nosotros. Siempre la ha colmado de cariños públicos y le ha concedido todos sus caprichos, es decir, todos somos testigos de la dedicación de mi cuñado por hacer feliz a mi hermana. Y eso seguía pasando. Yo veía cómo mi cuñado seguía haciéndola feliz y complaciéndola en todo. Eso me hizo pensar que tal vez yo estaba equivocada al tener remordimientos por lo que estaba pasando pero no lograba llegar a una conclusión que me satisfaciera, por lo tanto, dejé que las cosas se dieran.

Después del detallito en el fondo de la casa con mi cuñado, éste se encontraba un poco hosco conmigo, como evitándome por lo que supe que le había pesado más de lo que yo pensaba el regaño que le di. La verdad, no quería eso y, por mucho que no quisiera aceptarlo en ese momento, no quería que mi cuñado dejara de buscar los momentos a solas conmigo y no quería que dejara de perseguirme, sin embargo decidí dejar las cosas como estaban y aceptar la situación.
Así pasó ese día, sin que nada extraordinario sucediera con excepción de mi cuñado quien me estuvo evitando hasta la noche. Durante la cena volvimos a sacar el alcohol y empezamos a beber. En esta ocasión me vi más cuidadosa pues no iba a permitirme quedar en la misma situación que la noche anterior, sin embargo, a medida que el alcohol se me iba subiendo a la cabeza también mi deseo carnal se fue estimulando y, no sé bien, pero creo que mucho tiene que ver el trato indiferente que ahora me otorgaba mi cuñadito, el caso es que me empezó a surgir un deseo incontrolable por llamar la atención de él y volver a sentir su mirada lujuriosa sobre mis senos y que me acariciara con sus ojos las piernas, babeando de deseo por mí. Por eso empecé a acercarme a él, sutilmente. Tenía que ser muy cuidadosa de no llamar la atención de mi conducta, en particular de mi marido y de mi hermana, por lo que no podía hacer nada obvio.
Primero busqué sentarme a su lado y así podría usar mis pies para insinuármele discretamente por abajo de la mesa, pero no encontré oportunidad. Después intenté ponerme frente a él y enseñarle mis senos o mi trasero o algo pero tampoco pude hacerlo sin que eso implicara mostrarme ante todo el mundo.
Se hacía cada vez más tarde y mi líbido se incrementaba al mismo ritmo que mi frustración por no poder llamar su atención. Llegó el momento en que me tuve que ir a acostar con mi esposo sin haber logrado nada con el marido de mi hermana, así que, para desahogarme un poco, no permití que mi marido se durmiera sin que yo pasara sobre él. Cuando nos quedamos solos en el cuarto me le fui encima. Primero le hice un oral como sé que le gustan y luego, cuando su trozo de carne estaba al punto, me le eché encima, montándolo de frente de modo que me penetraba yo sola con su falo mientras imaginaba que era a él, a mi cuñado, al que montaba. Después de unas embestidas me pasó a colocar contra mi espalda en el colchón y se puso encima de mí, entre mis piernas abiertas, para penetrarme con velocidad y eyacular dentro de mi vagina. Se quedó dormido inmediatamente después de esto mientras yo me quedé pensando en lo que me estaba sucediendo con mi cuñado.

El miércoles, mi marido regresó a la ciudad pues tenía un compromiso con su familia. No fue nada de improviso pues era algo que ya teníamos planeado y, además, era algo que a mi marido le venía perfecto pues le cuesta mucho trabajo socializar y prefiere quedarse solo. Para entonces yo tenía superado lo de mi cuñado pues no parecía que fuera a cambiar de actitud y yo me cansé de llamar su atención.
En la noche nos pusimos a ver una película en la televisión. Mi prima y su novio se sentaron juntos en el sillón individual y mi cuñado, mi hermana y yo (en ese orden) en el sillón grande. Mi hermana fue la que trajo una par de cobijas, una para mi prima y su novio y la otra para nosotros tres. Estábamos comiendo palomitas y viendo la tele como si nada hasta que mi hermana fue a la cocina o al baño, no recuerdo bien pero se levantó a media película, y cuando regresó se sentó dejando a su esposo entre ella y yo pues quiso acostarse y estirar sus piernas sobre el descansabrazos del sillón.
A los pocos minutos de esto sentí una mano que se deslizaba como serpiente por mi pierna, reptando por ella hasta llegar a la parte superior y convertirse en una pinza suave. A medida que la mano avanzaba un calor interno, nacido del mismo punto en donde me estaba tocando, avanzaba por mi cuerpo hasta calentarme poco a poco la cabeza.
Disimuladamente volteé a ver a mi prima y su novio quienes estaban muy atentos a la televisión, después a mis piernas a ver si se notaba que bajo la cobija tenía una mano arrastrándose por mis muslos, después a mi hermana quien estaba durmiéndose sobre el regazo de su marido y, finalmente, a mi lindo cuñadito, quien fingía pobremente estar mirando la película con atención con sus manos metidas en la cobija.
Me acomodé en el sillón con la pierna doblada, de modo que me senté sobre mi pie, y de este modo dejé mi pierna en una mejor disposición para recibir las caricias y además acomodé mis brazos sobre mis muslos para cubrir cualquier movimiento que sobresaliera bajo la cobija.
La mano se movía lentamente, tamborileando ocasionalmente con los dedos, y mientras más me acariciaba más caliente me iba poniendo. Lamenté profundamente no haberme puesto un vestido o una falda en lugar de los jeans que llevaba en ese momento. Así pasó el tiempo hasta que se acabó la película y, en ese momento, todo regresó a la normalidad, es decir, mi cuñado retiró sus manos, mi hermana se levantó desperezándose y mi prima y su novio quitaron la película para levantarnos del sillón e irnos a descansar a las habitaciones respectivas.
Yo me quedé sentada en el sillón mirando cómo se preparaban todos para irse a dormir. Tenía todavía la respiración entrecortada y la sensación de la mano de mi cuñado sobre mis piernas. Cuando me quedé sola me fui a mi cuarto, deseando fervientemente la visita de mi cuñado. Esperé sobre la cama y me quedé callada escuchando los ruidos de afuera, en particular los que provenían del cuarto de mi hermana. Escuché que murmuraban algunas cosas entre ellos por un instante, luego un mueble se arrastró haciendo un fuerte ruido, después los resortes de la cama rechinaron indicándome que ya estaban acomodándose sobre la cama.
Me quedé acostada un momento escuchando el silencio que nacía y decidí prepararme para dormir, así que me levanté y me quité la ropa y me quedé pensando en mi cuñado y en la posibilidad de que me visitara esa noche. Decidí meterme a la cama desnuda, sólo con mis pantis puestas y esperé excitada en el silencio de la noche. Me quedé dormida esperando que la puerta del cuarto de mi hermana y los pasos de mi cuñado, rompieran el silencio de la noche.
Esa noche soñé que me poseía sexualmente mi cuñado.

Me desperté cachonda, desilusionada por no haber sido despertada por el marido de mi hermana ni por ningún otro hombre y me metí a bañar con agua fría. Seguía muy presente en mi cabeza el sueño con mi cuñado, lo cual daba paso al manoseo bajo la cobija del día anterior y a la rápida y rica penetración de días atrás. Estaba que no aguantaba las ganas de comerme a un hombre, en particular, a mi cuñado. La calentura no se me bajaba y así estuve todo el día. Estaba tan cachonda que decidí ponerme algo sexi que lograra seducir a mi cuñado por lo que terminé por ponerme una minifalda café de gamuza, blusa negra de hombros descubiertos y manga larga y mis botas. Afortunadamente, en la tarde se presentó mi oportunidad.

Resulta que todo se dio solo. Para empezar, mi prima y su novio habían salido a pasear y probar algunas atracciones turísticas de los pueblos cercanos, mi hermana y su marido habían salido por su lado a pasear y yo me quedé en la casa con el pretexto de que me sentía mal aunque, la verdad, necesitaba un momento a solas y alejada de la gente. Al poco rato de quedarme sola en la casa, apareció mi cuñado. Me dijo que mi hermana se había quedado en un puesto para arreglarse el cabello y él había decidido regresar a la casa «por la cámara digital» que habían dejado en su cuarto pero, desde que lo vi entrar a la casa y preguntar si seguía sola y si mi prima seguía en su paseo, su mirada no dejaba de recorrerme el cuerpo con descaro. Lo hacía tan desvergonzadamente que tuve que huir hacia la cocina intentando cubrirme «algo», lo que fuera, para escapar de su mirada y descansar del manoseo visual que me estaba propinando.

«¿A dónde vas?» Me dijo juguetonamente mientras me seguía apresurada a la cocina y, mientras yo huía dándole la espalda, él me empezó a halagar: «Qué linda estás», «Tienes unas piernas increíbles», «Me gusta cómo se te ve el trasero con ese vestido», hasta que me detuve frente a la barra de la cocina, hecha de cemento y forrada de azulejos como cocina de casa vieja, sin saber qué hacer. Cuando me detuve me di cuenta de lo fuerte que me estaba latiendo el corazón, como si quisiera salirse del pecho y todo por las palabras y la actitud de mi cuñado.
Sentí sus manos ponerse sobre mis caderas y su respiración dándome en el cuello. Un cosquilleo me recorrió la espalda hasta explotar en mi estómago. Sin moverme y dándole la espalda, sentí cómo sus manos empezaron a moverse sobre mi cuerpo, empezando por mi abdomen y caderas para continuar subiendo hasta mis senos y buscar con el tacto mis pezones erectos. Cuando me presionó los pezones dejé escapar un tenue gemido de placer pero seguí en mi posición sin moverme. Su mano se fue a mi cuello y a mi cabello, retirándolo hacia un lado para morderme el cuello. A besos y mordidas escaló su boca hasta mi oreja en donde soy particularmente sensible. Su aliento me calentaba y enfríaba la oreja mientras me la besaba. Su lengua penetrando los canales de mi oreja y dejando un rastro de saliva tras de sí me empezaron a volver loca. Cuando pasó a la parte posterior de la oreja, en la unión del cartílago con la piel y metió su lengua, no pude más, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo en un instante y mi cuñado se detuvo en esa zona, alternando entre lamidas internas con mordidas en mi lóbulo, animado por mis expresiones de placer que no podía controlar hasta que, rápidamente, una descarga eléctrica me cruzó por medio cuerpo, desde la oreja hasta mi sexo pasando por mi columna vertebral. Mi vagina se convulsionó por la descarga y mis músculos corporales se tensaron mientras un grito chillón, breve, contenido y repetitivo, se me escapó de la garganta indicando el momento en que me estaba llegando un orgasmo. Apenas se me pasó, me giré y le di un beso apasionado en la boca mientras él, entusiasmado por mi reacción, me sobaba las nalgas metiendo sus manos bajo mi vestido y buscando meter sus dedos bajo mis bragas.
«Aquí no», le dije y lo tomé de la mano y lo llevé al fondo de la casa, cruzando el pasillo. Entré a la última habitación y seguí hasta el baño del fondo. Sólo hubo que cerrar la puerta para prensar nuestros cuerpos en besos y caricias llenas de lujuria. Nuestras manos buscaban frenéticamente el contacto con la piel, burlando la ropa.
A pesar del torbellino erótico que nos envolvía, tenía presente que en cualquier momento podría llegar alguien a la casa por lo que teníamos que apresurar las cosas si queríamos terminar sin peligro de ser descubiertos. Este detalle de peligro fue un rico ingrediente extra a mi carga de placer en ese instante.
Me encontraba fuera de mis cabales, invadida del deseo y la pasión y lo único que pensaba en ese momento era en satisfacerme por completo así que me senté sobre la barra del lavabo, la cual también estaba construida con cemento y forrada de azulejos como la barra de la cocina, y abrí mis piernas al tiempo que tomé la cabeza de mi cuñado y me la metí entre los muslos, «Házmelo», le dije, aunque más que un dicho fue una orden que él obedeció con precisión. Mis piernas estaban colgando sobre sus hombros mientras su cabeza presionaba en la parte interna de mis muslos. Su lengua húmeda y su aliento y respiración caliente golpearon mis labios vaginales, abriéndolos sin problemas para internarse en mi vagina. «Si, así….sigue…más…más….», yo le decía para guiarlo a los puntos que mayor placer me estaba dando. Entre mis gemidos y el sonido de mi respiración podía escuchar los lengüetazos que le daba a mi vagina, la saliva golpeando y mezclándose con la lubricación que salía de mi conchita.
Mi cuñado quiso parar justo en el instante en que yo estaba sintiendo que empezaba a nacer un nuevo orgasmo. Con enfado lo liberé de su labor y me bajé de la barra para acomodarme de pie, dándole la espalda, y me incliné sobre la barra, de frente al espejo, al tiempo que me levantaba el vestido le ordené: «Házmelo ahora».
Se apresuró a sacar su pene, su hermoso pene ancho y cabezón, y se fue contra mis nalgas empujándolo mientras lo dirigía con la mano. Apenas se acomodó el pene en mi entrada vaginal cuando se me fue hacia adentro como si lo succionara con desesperación. Me encontraba tan caliente y lubricada que ese ancho pene entró y se movió sin problemas logrando dejarme sin aire cuando tocó fondo.
Con furia empezó a penetrarme mientras yo, inclinada hacia adelante, observaba mi cuerpo oscilar de atrás hacia el frente. «Sí, así…Más…así…Más fuerte…más…Dame más…No pares…Pégame…más…Métemela…más…más….así…así…» Mi cuñado seguía con destreza mis instrucciones, dándome un placer intenso que rápidamente derivó en un orgasmo más. Me sacudí violentamente y me contraje lo que pude mientras el orgasmo me rompía mis sentidos, contrayendo con fuerza mi vagina en repetidas ocasiones. Era un orgasmo intenso, fuerte y largo, que me dejó con medio cuerpo sobre el lavabo y que me hizo gritar como chica de película pornográfica.
Cuando me recuperé, después de un minuto, sin decir nada me volví a sentar sobre la barra del lavabo y abrí las piernas, echándome sobre mi espalda, y llevándome entre los muslos el pene de mi cuñado. Pensé que era su turno, que se había ganado la venida y me dispuse a darle placer. Me llevó las piernas hacia atrás pero sólo alcanzó a penetrarme un poco en esa postura pues la barra no era tan grande como para lograr lo que intentaba hacer, así que me levanté y me puse de nuevo de espaldas y con el culo al aire. Prácticamente me puse de pie cuando él ya me estaba metiendo su pene. Su mano me apresó el cuello y me lo empujó con fuerza hacia adelante obligándome a inclinarme y tocar con mi cara la barra fría. Me empezó a penetrar con furia, con violencia y cada que yo hacía algún intento de incorporarme un poco, él volvía a empujarme de la espalda o el cuello hacia abajo, obligándome a mantener la postura sumisa. Esto me prendió de nuevo y puso mi líbido a su punto máximo otra vez.
A pesar de la rica embestida que me estaba dando, no quería que eyaculara dentro de mí pues no estábamos usando condón, así que, a pesar de su intento por empujarme hacia abajo con su mano, me resistí a su empuje y cedió a mi intención de liberarme. Inmediatamente me fui con la boca sobre su pene. Lo había deseado tantas veces que prácticamente babeaba por tenerlo en mi boca y comerme esa riquísima herramienta de penetración. Me comía completamente su verga y él me empujaba la cabeza en ocasiones para que lo hiciera más profundo. Fue tanta la pasión y el deseo que no hubo aviso ni tiempo de reaccionar cuando empezó a eyacular mientras la seguía chupando. Su semen empezó a acumularse en rededor de mis labios y a escaparse por las comisuras de mi boca. Yo seguía metiéndola y sacándola mientras presionaba suavemente con mis labios y dejaba que el semen siguiera libre su camino, ya sea hacia afuera o hacia dentro de mi boca. Cuando mi cuñado dejó de gemir empecé a chupar y a comerme el semen que recuperaba de su piel y de mi boca. Lo lamí completamente, comiéndome y limpiando con mi lengua cualquier rastro de semen sobre su piel, aún en los lugares donde sólo había caído una gota, como la pierna, o, incluso, lamí y mojé con mi saliva hasta limpiarlo bien, el vello púbico que adornaba a su pene. Cuando terminé le pedí que me dejara sola en el baño para arreglarme.
Ya sola me revisé la ropa, el cuerpo y la cara. La nariz la tenía saturada de olor a sexo y eso me puso de nuevo. Decidí darme una ducha rápida sin mojarme el cabello y cuando salí, me esperaba mi cuñado. Cuando me besó de nuevo tuve que rechazarlo. En cualquier momento iba a llegar mi hermana y nos encontraría a los dos solos en el fondo de la casa y eso, por mucho que uno no quisiera, daba pie para que cualquiera pensara mal.

Antes de que alguien llegara salí de la casa a dar una vuelta yo sola, de esta manera podía despejarme y evitar cualquier sospecha de lo que había ocurrido. En ese viaje no pasó nada más pues no hubo oportunidad de quedarnos solos de nuevo así que todos regresamos a la ciudad a reanudar nuestras vidas después, sin embargo, en ese baño empezó mi relación como amante con mi cuñado y en ese baño también nació nuestra forma dominante-sumisa-violenta de tener sexo.

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