Confesando cómo perdí la virginidad realmente

En la preparatoria tuve mi primera relación sexual. Siempre he dicho que fue con mi novio de entonces pero la realidad es que lo hice con mi maestro de la clase de fotografía y aquí me confieso públicamente por primera vez (la foto es de la época que narro)

Cómo perdí realmente mi virginidad.

Hola a los lectores que se hayan interesado en conocer mi experiencia. Empiezo por justificar el porqué estoy poniendo esto al público. Hace unos años conflictivos en mi vida descubrí los relatos eróticos en internet y me gustaron, primero fue curiosidad y luego empecé a disfrutarlos y emplearlos como fantasías propias, hasta llegar al punto de no aguantar más y poner en tinta las mías, así que me animé a escribir ciertas experiencias reales que he tenido y claro, siempre lo hice con la consciencia de que algún día los entregaría al público.
Sé que mucho de lo que se encuentra en estos sitios son, en realidad, fantasías o relatos falsos, pero también me he encontrado con relatos de experiencias reales y, esas precisamente, hasta el día de hoy, son las que me mantienen como lectora y logran excitarme. Claro, no puedo saber si las que me parecen reales son verdaderas pero, al menos, son verosímiles y no me cuesta trabajo imaginarme en ellas.
Bueno, por ese gusto es que empecé a escribir algunos relatos de mi propia experiencia y resulta que hace poco me encontré con éste relato que escribí confesando sobre mi primera vez pues hasta ahora, por vergüenza, nunca me atreví a contarla antes y siempre mantuve la versión de que mi primera vez había sido con mi novio de la preparatoria. Todavía doy esa respuesta en los raros momentos cuando alguien me ha llegado a preguntar.
Como me parece que quedó algo largo (no pensé que pudiera escribir tanto, jajaja), le he añadido algunos títulos para hacerlo menos pesado. También he recibido algunos comentarios de personas que ya han leído mi relato y me han dado algunas críticas que espero mejoren la lectura.
Si a alguien le gusta me daría mucho gusto que me lo hicieran saber.

Antecedentes

Ahora soy una mujer adulta, casada con un buen hombre.
Pocas personas, muy pocas, saben cómo fue realmente mi primera relación sexual; entre el selecto grupo de personas que conocen la historia puedo mencionar a Alma y Karina, mis mejores amigas de la adolescencia y quienes estuvieron conmigo en esos días y, por lo tanto, son las únicas que conocen realmente y cara a cara a todos los personajes que menciono en el relato; un ex-novio mío y, finalmente, mi esposo. Ahora lo cuento en público y quien me esté leyendo será uno más de los que conozcan mi historia.
Muchas veces me pregunté, ¿por qué mantenerlo en secreto después de tantos años? Mi novio de la preparatoria tiene muchos años que no sé nada de él, a Alma y Karina las veo poco pues ahora viven en otra ciudad con sus familias y mis amistades actuales no me juzgarían por lo que pasó. Sin embargo, siempre termino en lo mismo. Me da vergüenza. Primero por haber mentido a tantas personas que ni siquiera les hubiera importado y después, por haber fallado tan joven y a la primera a la fidelidad. Era mi primer novio formal y le fui infiel sin siquiera haberle regalado mi virginidad primero.
No vale la pena ponerme de misteriosa ahora. Al final, ha sido una respuesta que he tenido que dar pocas veces y que he mecanizado en mi cerebro y siempre que me han preguntado he contado mi primera vez con mi novio de entonces, lo cual es divertido contar en un chismorreo sobre las experiencias sexuales.
Bien, en aquel entonces yo tenía 18 años y acababa de entrar a la preparatoria junto a mis amigas, Alma y Karina, con quienes compartía todo y hacíamos todo juntas. Ninguna había tenido ninguna experiencia con hombres y yo era la única que había tenido novio en la secundaria, pero todo había sido muy inocente pues a lo más nos dimos un par de besos de trompita, nos tomamos de la mano y me acompañaba a mi casa al salir de la escuela. Este primer noviazgo duró un poco más de una semana, sin embargo, a pesar de todo, de las tres era yo la de mayor experiencia.
La preparatoria a la que entramos era mixta, como lo había sido la secundaria, pero en la preparatoria ya no teníamos que llevar uniforme por lo que vestir con tu propia ropa fue uno de los mayores retos para muchas de nosotras pues era obvio, al ver a las chicas de grados mayores, que vestir con estilo era parte de la estructura social que imperaba en la preparatoria.
Todas probamos con muchos atuendos, buscando la moda o la antimoda, según las personalidades de cada quien. Yo contaba con la ayuda de mi hermana mayor quien era mi gurú al respecto y quien hizo que mi vida social no fuera tan pesada como el caso de las otras niñas, aunque era todo un tema de discusión y ruegos el lograr que me prestara algunas prendas de su guardarropa.
Al final, de todos los consejos de mi hermana, de mi propio gusto por la ropa y de todo lo que se veía en la escuela, opté por usar minifaldas o vestidos cortos, casi nunca usaba pantalones o shorts, me encantaba usar pantiblusas y blusas de vestir y zapatillas de tacón. También adquirí el gusto, muy a pesar de las críticas de mi hermana, por las medias y mallas de todo tipo.
Alma tenía un estilo más «varonil», que le encantaba a pesar de sufrir el rechazo de niños y niñas y a Karina, le encantaban las blusas amplias y los jeans, eso sí, bastante femenina.
Tanto Karina como yo nos hicimos de novio desde el primer semestre. Mi novio se llamaba David, de mi misma edad pero había entrado al otro grupo por lo que no llevábamos clases juntos. Era un chico agradable, de buen humor, alto, delgado y atlético y bastante inteligente. No era el chico más cotizado de la escuela pero era uno de los más guapos de mi año. Ambos éramos vírgenes para entonces. Yo cumplí los 19 años a mitad del semestre y, fuera de las clases, nos la pasábamos besándonos todo el tiempo, por horas. La lengua, los labios y el maxilar se me llegaban a entumecer por el tiempo y la cantidad de besos que nos dábamos. Por supuesto que rápidamente buscamos más, pero yo no me atrevía a tener relaciones todavía y David, sorprendentemente, no me presionaba mucho, aunque cada vez era más difícil aguantar las ganas de hacerlo.
Karina, por su parte, se metió con un chico del último año de la preparatoria. Era toda una sensación! Con este chico ella sí perdió su virginidad al poco tiempo de andar juntos.

En la preparatoria teníamos que elegir una actividad cultural que podíamos cambiar cada semestre. Nosotras elegimos fotografía y David se metió a dibujo. En la clase de fotografía éramos las únicas alumnas pero parecía que al maestro de foto no le molestaba eso, nos dijo después que había habido semestres que sólo se inscribía una persona pues las distintas clases de música (folklórica, estudiantina, flamenco, piano, guitarra, etc), danza (folklórica, jazz, flamenco, etc) o arte (dibujo artístico, técnico, pintura), eran las de mayor demanda.

El maestro de fotografía.

Desde que lo conocimos, el maestro de fotografía nos encantó a las tres, tanto académicamente como físicamente, jajaja, era un hombre mayor, de unos 40 años, totalmente apasionado por su trabajo y con una larga trayectoria de exposiciones y reconocimientos.
No era nada feo, aunque ya no tenía pelo y mantenía rapadas las zonas donde aún le salía algo dibujando siempre un área gris sobre su calva. Tenía una cara muy varonil, con labios gruesos, lampiño de la cara, ojos grandes y negros. Tenía una voz grave, un tanto rasposa y maltratada y unos brazos grandes y fuertes. Su pecho y su cuello eran anchos y sus manos grandes. De estatura, medía como 1.75 o 1.80, era bastante alto para nosotras.
El profesor acostumbraba a vestir con pantalón de mezclilla y a nosotras nos encantaba pues se le marcaban sus muslos y su trasero, el cual aprovechábamos a mirarle cada que podíamos. También acostumbraba a usar playeras sin mangas o de manga corta que nos permitía ver sus anchos brazos con fuerza y su pecho saliendo del cuello abierto. Bueno, era claro que las tres babeábamos por nuestro maestro, pero sólo nos servía como calentura mental y para molestarnos entre nosotras.

En la escuela había salones y un cuarto de revelado pues teníamos que aprender todas las técnicas fotográficas pero, por ser el tipo de materia que era, desde el principio, la escuela nos quedó chica. Al principio tomábamos fotos dentro de la misma escuela, a los compañeros haciendo sus actividades normales, a los maestros, los lugares y rincones, aprovechando las distintas horas del día para comprender el manejo de la luz y luego empezamos a ver algo de fotografía de estudio en donde, frecuentemente (por no decir exclusivamente) nosotras mismas servíamos de modelo para las otras.
Pronto tuvimos que salir de la escuela a capturar con la cámara paisajes, arquitecturas, vida cotidiana, modelaje, etc.

En esas salidas nos divertíamos mucho y, no lo entendíamos entonces, pero no eran nada inocentes nuestros juegos ni el maestro. Me explico, entre las tres teníamos el juego de coquetear con el maestro y resultaba ganadora si alguna lograba sonrojarlo o incomodarlo, lo cual llevó nos llevó a comportarnos inapropiadamente en varias ocasiones. Por ejemplo, era común que alguna de nosotras, o las tres, dejáramos intencionalmente a la vista del maestro nuestro escote desnudo, incluso aproximarle los senos para rozar alguna parte de su cuerpo, o una vista de nuestros muslos con la falda levantada. Lo que no queríamos aceptar entonces, es que el maestro nos metía mano con alegre soltura al “ayudarnos” con las poses que hacíamos para las fotos. Recuerdo, por ejemplo, que en una ocasión yo tenía que posar con las manos contra el muro y el maestro, después de darme algunas indicaciones que no le gustó cómo hice, fue personalmente a abrirme los muslos, arquear mi espalda y levantar mi trasero, agarrándolo con una mano completamente, para “guiarlo” y que le diera la luz adecuada. En otra ocasión, a Alma le metió la mano bajo la blusa y le “acomodó” los senos. Cosas así eran comunes en las sesiones de práctica y, en ese entonces, nos parecía normal por lo que ninguna decía nada, vamos, era arte y en el arte hay erotismo no pornografía, jajaja, qué pensamientos tan tontos teníamos entonces.

El caso es que formamos un «grupo» cerrado en el que el maestro era nuestro hombre, nuestro mentor y facultado para meternos mano sutilmente disfrutando de nuestros cuerpos adolescentes a modo de juego.

David, mi novio

Con David todo se hizo cada vez más intenso pero yo tenía mucho miedo de llegar a tener relaciones sexuales pues me parecía que todavía era muy chica para eso, a pesar de tener mi cuerpo desarrollado, y por eso me rehusaba a llegar a más con él, sin embargo, para no sentirme tan mal de verlo con tantas ganas empecé a dejarlo hacerme cosas, bueno, empecé a dejarme a mi disfrutar de las caricias y besos de David.
A David le encantaba que yo usara medias más que mallas u otra prenda, por lo que rápidamente se convirtió en una prenda imprescindible en mi atuendo, incluso bajo los pantalones cuando los usaba.
Poco a poco llegábamos más lejos cada que nos quedábamos solos en casa de mis padres o en su coche. Comenzó a hacerse habitual que me acariciara entre mis piernas, sobre mis pantis y que me empapara ahí con su saliva, a descubrirme el pecho para que jugara con mis senos torpe y burdamente.
En una ocasión, en su casa cuando estábamos los dos solos y muy calientes, le dejé que se masturbara con mis senos. Fue la primera vez que alguien tomó mis senos para eyacular sobre mi cuello y pecho.
Era común simular el sexo, como perrito montado sobre la pierna, yo con la falda levantada, boca abajo, él sobre mí frotándose sobre mi ropa.
Rápidamente nos fuimos explorando más profundamente, empecé a tocarle su pene y a metérmelo por poco tiempo en mi boca, a lamerlo, a masturbarlo con mis manos mientras él aprendió a lamerme entre los muslos, a abrirme la vagina con los dedos, a pellizcarme los pezones y chuparlos. Los dos fuimos descubriendo nuestras zonas sensibles, los lugares secretos de nuestro cuerpo que nos ponían a mil cuando eran estimulados con la lengua o la punta de los dedos. Pero hasta ahí, no había habido nunca una penetración completa, a pesar de haber llegado a quedar desnudos completamente en su recámara, aunque cada vez era más difícil impedirlo y ya, para entonces, estábamos seguros de que terminaríamos quitándonos lo virgen en cualquier momento. Y eso es curioso, pues tanto él como yo misma, creímos que lo haríamos al mismo tiempo y entre nosotros.

Mi primera vez

A final de semestre, en la clase de fotografía, hicimos una sesión más de fotos tipo moda con el centro de la ciudad como escenario. Siempre éramos nosotras mismas las que llevábamos nuestros propios cambios de ropa. Fuimos todos al centro y ahí empezamos la sesión. Después de una hora y media terminamos la sesión de fotos y lamentablemente, tanto Alma como Karina, tenían cosas qué hacer por lo que me dejaron sola con el maestro el cual nos había invitado a todas a tomar algo en una cafetería cercana. La verdad, me gustó la idea de quedarme un rato con él a solas así que no me hice del rogar cuando me preguntó si yo quería ir al café de cualquier modo. Nos despedimos pues ellas se fueron en dirección a los baños de la plaza y nosotros en dirección contraria a la cafetería. Pensé por un momento en ir con ellas para cambiarme la ropa también pero me dio miedo de que el profesor, al dejarlo solo, desistiera de su intención de tomar algo conmigo por lo que me fui con él vestida aún con la ropa más elegante de mi guardarropa (llevaba un vestido gris brillante de tela elástica y forma de tubo que se ceñía completamente a mi cuerpo, pantimedias y zapatos altos de tacón de aguja) y totalmente maquillada, por lo que me sentí muy hermosa y toda una dama caminando al lado de un hombre como mi maestro. Mi maleta se había quedado en su coche.

Ya que estábamos solos en la cafetería (yo pedí un café para no verme como niña aunque no me gustaba mucho en ese entonces) empezamos a hablar tranquilamente de la sesión de fotos, del curso y cosas así cuando de repente me empezó a endulzar el oído diciéndome cosas como “Yo veo un gran potencial en ti, ¡en serio!, y mira, normalmente no digo nunca lo que voy a decirte porque se presta a malinterpretaciones, pero lo digo en serio, tienes un potencial enorme como fotógrafa y, si quisieras, como modelo.” Cuando me dijo eso se me vinieron los colores al rostro y una risa nerviosa se apoderó de mi. Por supuesto sabía cómo enganchar a una niña inexperta como lo era yo. Estaba nerviosa, ansiosa y emocionada. Me sentía como toda una mujer, bueno, pensaba que así debería sentirse una verdadera mujer, siendo alabada y respetada profesionalmente por un hombre, un verdadero hombre quien le hablaba con el corazón en la mano. Yo me sentía muy feliz en ese momento.
Me tomó la mano y me miró fijamente “No te rías, te lo estoy diciendo en serio”. Después de esas palabras se me fue la risa aunque se me quedó el rojo en las mejillas. A pesar de que no podía creer lo que me decía, me lo estaba diciendo él, de frente, a los ojos y en un momento íntimo en el que no era posible que cupiera alguna mentira. Bueno, yo tenía 19 años recién cumplidos y él era todo un hombre con una virilidad apabullante para mí y mis amigas.
Me dijo “Ahora estoy trabajando en un proyecto y, ¿por qué no?, me gustaría pedirte si te gustaría participar como modelo”
Cuando lo escuché se me aceleró el corazón, por un lado me estaba diciendo que yo era especial y mi imagen artísticamente estética y, por el otro, visto desde una perspectiva profesional, estaba recibiendo la invitación de un profesional de la fotografía en formar parte de un proyecto real que me situaba en una posición más allá de lo meramente académico para colocarme en el nivel de profesionista. Por supuesto, acepté encantada y mi profesor me sonrió agradecido.
Apuré mi bebida para no ser por mí que perdiéramos más tiempo pero mi profesor se tomó su bebida con calma antes de pedir la cuenta e irnos. En ese momento me acordé de que había quedado con mi novio así que salí del café al teléfono público más cercano y llamé a la casa de David para cancelarle el compromiso pero, como no estaba, le dejé recado con un familiar. Después avisé en mi casa que llegaría tarde pues seguíamos con lo de la clase de fotografía. No mencioné que ya estaba sola con mi maestro pues no quería preocupar a mi mamá ni que me negaran el permiso para hacerlo.
Regresé a la mesa y mi maestro me esperaba con la cuenta pagada. “¿Nos vamos? ¿Quieres comer algo antes?” “No gracias, estoy bien”
Era la primera vez que me subía a su auto yo sola. Estaba emocionada por todo.
Llegamos a su casa, en donde tenía montado un estudio. Era una casa vieja, de dos plantas y bastante grande que era de su madre, recibida en herencia, pero en donde él vivía solo. Sólo en el momento en que pasé la puerta de entrada me puse a pensar que nunca debería ir sola con un hombre a su casa, aunque, pensándolo bien, en este caso no había peligro pues él era mi maestro, no un extraño, y por lo mismo tenía la obligación de cuidarme, además estaba tomando un riesgo para mi futuro profesional, no me estaba escabullendo con un extraño bajo un puente así que eliminé las dudas en mi cabeza, convencida de que estaba haciendo lo correcto.

Me hizo pasar primero a la cocina donde me ofreció una copa de vino blanco. La casa por dentro estaba más cuidada que el exterior aunque se notaba lo vieja de la casa con los techos altos, los adornos en las paredes y los marcos de las puertas. Mis tacones sonaban fuerte al caminar en lugar tan grande y silencioso lo cual me avergonzó por hacer tanto ruido al caminar aunque a mi profesor pareció no molestarle pues me indicó que caminara con normalidad cuando notó que intenté caminar en puntas para no pegar con el tacón al piso.

En la cocina me contó un poco de la historia de la casa y de su madre la cual vivía en la casa de su hermana. Me encontraba admirando el lugar cuando me preguntó si estaba lista para ir al estudio. Yo, de boba, pensé que no podría ir con la copa de vino por lo que me terminé lo que quedaba de un trago y casi me atraganto con el esfuerzo por lo que me dio un acceso de tos. Mi profesor, botella en mano, fue hasta mí riéndose por lo que sucedió y me llenó la copa de nuevo diciéndome que podía pasar con ella. Me reí también, sientiéndome una tonta y me guió hacia atrás de la casa pasando el patio en donde había un pasillo pequeño que se comunicaba con el estudio. Al entrar, me impresionó ver la cantidad de lámparas y pantallas y cajas y telas que tenía en el lugar.
Pensé que nos pondríamos a trabajar inmediatamente pero, en lugar de eso, me guió hacia un sillón y me invitó a sentarme y a seguir disfrutando del vino pues quería seguir platicando conmigo. Me dijo que, como parte de su metodología de trabajo le gustaba conocer un poco, a nivel personal, a sus modelos con el fin de explotar esa historia personal y plasmar mejor la estética en las fotos, así que empezó a hacerme preguntas. “¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre? ¿Qué cosas deseas de tu futuro? ¿Cómo es tu familia? ¿Qué tipo de religión y qué tan comprometida estás con ella? ¿Qué materias de la escuela son mis favoritas y cuáles las odiadas? ¿Has tenido alguna experiencia que te haya marcado?” Después vinieron algunas más personales: “¿Tienes novio? ¿Qué hace? ¿Qué quiere? ¿Cómo te trata? ¿Has tenido relaciones sexuales?” Me quedé fría con la última pregunta, era mi segundo vaso de vino y ahí me di cuenta de que estaba mareada, “No me lo tomes a mal, te lo pregunto pues, ya se los he dicho en clase, la sexualidad es un elemento importante y es algo que le pregunto a mis modelos para hacerme una idea completa de sus sentimientos y, bueno, no quiero que me malentiendas…bueno, no te preocupes, si no quieres decirme, lo entiendo, disculpa si te molesté…” “No”- le dije rápidamente, sin siquiera darme cuenta que lo había dicho.
Se quedó en silencio dibujando una sonrisa paternal y tomó mi mano y me dijo “Está bien, no te avergüences, me parece correcto que esperes”. Dio por terminada la “entrevista” y se levantó para arreglar el estudio. Apuré mi vino y me levanté para ayudarle.

Mientras él arreglaba algunas cosas me indicó que acomodara una de las lámparas. Noté que estaba más borracha de lo que creía originalmente pues me costó caminar disimuladamente hasta la lámpara. La arrastré a donde me indicó y traté de ajustar la altura pero no pude desenrroscar el tornillo que le fijaba el poste. Yo seguía insistiendo en aflojar el tornillo cuando sentí el cuerpo de mi maestro en mi espalda. Su mano la puso sobre la que tenía aflojando el tornillo. Mi rostro se puso caliente de repente y mi corazón se aceleró, sentí el calor que emanaba de su cuerpo sobre en mi espalda. Apenas sentí su mano retiré rápidamente la mía pero me quedé entre su cuerpo y el poste de la lámpara sin moverme en lo que él hacía la maniobra para ajustar la lámpara. Estaba muy avergonzada por mi obvia actitud pero él actuó con normalidad, terminando la tarea de ajustar la lámpara, conmigo bajo su cuerpo, como si nada hubiera ocurrido. Cuando terminó, me quedé mirando sus brazos, su espalda, su cuello y su trasero. Al reparar que le estaba viendo las nalgas lascivamente fui por mi vaso vacío y me serví más vino para ocultarme tras el vidrio. No supe qué hacer para disimular lo que me estaba pasando.

Cuando me calmé un poco, él ya estaba con la cámara en la mano, revisándola y ajustándola mientras me indicaba que pasara al centro de las luces en el escenario que acabábamos de arreglar. Dejé mi vaso y le pregunté si con la ropa que llevaba puesta pues no vi que hubiera ningún cambio de ropa preparado mientras arreglábamos. Me indicó que sí, que empezaríamos con lo que llevaba puesto así que rápidamente me planché la ropa con las manos, bajé un poco el vestido de los muslos y subí un tanto el vestido de mi pecho, me pasé las manos por el pelo, tomé una bocanada grande de aire y caminé con la mayor seguridad que fui capaz hasta situarme bajo los reflectores.
No era la primera vez que me encontraba modelando en un estudio, pero sí era la primera vez que lo hacía fuera de la diversión o la enseñanza, así que me encontraba nerviosa y con miedo por hacerlo bien, por no decepcionar a mi profesor de fotografía quien había confiado en mí para hacer este trabajo. Así que me concentré por hacerlo lo mejor posible y abandoné mis miedos, lo cual no se me hizo difícil pues el vino se me había subido un poco a la cabeza y me sentía un tanto deshinibida.

Escuché los clicks de la cámara y veía cómo se movía mi profesor para encontrar distintos ángulos de mi persona. La verdad, creo que yo no lo estaba haciendo muy bien de modelo pues en seguida comenzó a dirigirme, diciéndome cómo colocarme: “levanta el pecho, sácalo más, voltea, híncate, levanta un poco el vestido, mueve tu pelo, utiliza la silla, seduce a la cámara, afloja los labios,…”

A cada postura que asumía me sentía menos nerviosa y, curiosamente, más sensual. Empecé a creerme lo de ser modelo y a «seducir» a la cámara intentando asumir posturas que no son naturales para resaltar alguna parte del cuerpo. Las luces de las lámparas calentaban mucho y yo empezaba sentir mucho calor en la piel.
De vez en cuando se acercaba a corregirme una pose con sus manos, pero el alcohol, las luces y el calor, hacían que mi piel se enchinara cuando se me acercaba, que anhelara su tacto y unas cosquillas en la barriga nacieran y yo luchando internamente por comportarme profesionalmente y rezando inútilmente por que no notara lo que pasaba por mi mente y mi cuerpo.

Quiso que modelara sobre un sillón individual y después de unas fotos fue hacia mí y me acomodó las caderas y las piernas con sus manos. Percibí una caricia entre mis muslos cuando retiraba la mano y eso hizo que se me saturaran los sentidos. Con sus manos tomó las mías y las llevó hacia atrás de mi cabeza, lentamente y frente a mí, inclinándose sobre mi cuerpo y acercándome su pecho a mi cara. Respiré hondo para percibir su olor. Finalmente, llevó su mano a mi mentón para indicar la posición de mi cabeza, yo cerré los ojos en algún momento, sintiendo sus dedos acariciarme la mejilla y bajar hasta el cuello. No sé qué caras ponía pero cuando abrí los ojos sólo vi su cara ocupando todo mi campo visual a pocos centímetros de la mía y aproximándose cada vez más. Iba a besarme y el corazón me dio un brinco!
Cuando sus labios tocaron los míos, abrí la boca y su lengua caliente se introdujo como serpiente entrando en su cueva. Fue un shock desagradable y divino al mismo tiempo.
Mantuve mis ojos cerrados mientras duró el beso y cuando sacó su lengua y abrí los ojos, sus manos me invitaron a ponerme de pie. Estaba embriagada, de alcohol y de deseo. Dócilmente hice lo que me indicaba. Sus manos tomaron mi cara y su lengua volvió a penetrar mi boca en un beso lascivo.
Mis manos colgaban sin fuerza a mis costados, ofreciéndome como se hace con un animal muerto a su cazador. Empezó a recorrer mi cuerpo con sus dedos, mientras yo me quedaba quieta. Sentí su mano en mi espalda y la otra mano sobre mi vientre y con ella empezó a sobarme los senos sobre el vestido. Mis pezones debieron estar erectos en ese momento pero ignoro si podría sentirlos bajo el sostén y la tela del vestido. Yo apretaba la boca, mordiéndome un labio para controlar mis emociones mientras su mano seguía presionando mis senos en círculos hasta que sentí que introdujo la mano por el escote y escarbó bajo el sostén hasta hacerse de mis pezones desnudos. Su mano estaba caliente y la sensación en mis senos era increíble. Se puso a mi espalda, su mano, caliente como fuego, la colocó en mi vientre mientras la otra la usó para tomarme del cuello y besarme la cara, las orejas, el cuello y el hombro a su antojo, su lengua salía de su boca para lamer mi cuello y las regiones desnudas que dejaba mi vestido ceñido al cuerpo. La mano con la que me tenía abrazada de cintura comenzó a bajar por mi cuerpo, dirigiéndose a mi entrepierna. Instintivamente mis manos se fueron contra la suya deteniendo su avance. Se me escapó un “No” alarmado pero me dijo “No te preocupes, todo estará bien, te juro que no te haré daño. Permítete conocerte, liberarte. Estas en buenas manos, yo te cuidaré” Aunque, en ese momento, estaba aterrada y excitada, mis manos soltaron la suya permitiendo que siguiera su avance. De un movimiento rápido metió su mano bajo mi vestido, venciendo todo obstáculo con rapidez para tocar mi zona púbica y empezar a acariciarme, abriendo mis muslos, cada vez más adentro. “Estás mojada” Me susurró con cierta alegría en el oído mientras sus dedos empujaban mi ropa interior, metiéndolos con ella dentro de mis labios vaginales. Yo seguía con los ojos cerrados, apretándolos, conteniendo la vergüenza y el placer, pero mi cuerpo no se inhibió, me aferré a su brazo para no caer mientras sus dedos se mojaban entre mis muslos. “Dime si me detengo” escuché en mi oído sabiendo que ya había vencido mis defensas; “No”, le dije y continuó.
Me sacó las pantimedias y mis pantis y me hizo sentarme en un sillón. Con sus manos apoyadas sobre mis rodillas me fue abriendo los muslos mientras lo miraba hincarse y meter su cabeza entre mis piernas hasta que sentí su cara con mis labios vaginales y una presión suave y húmeda buscando mi clítoris. ¡Vaya sensación! Inmediatamente me aferré al asiento mientras me recorría la ráfaga eléctrica de placer por el cuerpo. No sé cuánto tiempo estuvo ahí, tal vez unos segundos o varios minutos, sólo recuerdo el estremecimiento total de mi cuerpo, mis ojos apretados, mis manos aferradas y tiesas al igual que todas mis extremidades. Todo se detuvo, mis oídos me zumbaron, aturdidos por el repentino silencio dejado mi mente nublada, sin entender muy bien que mi maestro me estaba ya quitando el vestido y acomodándome para que me acostara sobre el sillón mientras él se desabrochaba el pantalón y se colocaba entre mis piernas. Recuerdo que mencioné algo como “No…mi novio…” Pero ahogó en un beso mis palabras y sus manos se fueron sobre mi pecho para liberarlos del sostén y atacarlos dulcemente con su lengua y sus labios, los cuales utilizaba como pinzas suaves mientras sus manos aferraban mis muñecas levantándome los brazos sobre mi cabeza. Sentía su miembro erecto entre mis muslos, buscando por sí mismo el camino y chocando torpemente con mi piel. Cerré los ojos y me abandoné a mi suerte. Había permitido que todo esto llegara a este punto en el que me sentí perdida y asumí lo que venía como algo inevitable a estas alturas. Resignada, asumí mi posición de instrumento para que este hombre satisfaciera conmigo sus deseos y me dispuse a satisfacer también mi apetito con él.

Entonces sentí su miembro abriendo lentamente mis labios vaginales, a fuerza bruta intentando penetrarme y abriéndose camino dentro. De inmediato sentí un dolor punzante cuando su miembro empezó a abrirme más profundamente. Saqué un pequeño grito ahogado al sentir que me desgarraba por dentro en su intromisión a mi virgen vagina. Mi profesor se detuvo, dejándome recuperar un poco el aliento y después de un momento volvió a moverse rítmicamente logrando, a cada movimiento hacia adentro, penetrarme más y más profundamente hasta que, finalmente, todo su miembro fue abrazado por mi vagina. El dolor fue intenso en un principio y pensé que el sexo para mí iba a ser una pesadilla, sin embargo, lentamente fue cediendo mientras él me penetraba con mayor confianza.

Primero me penetró con suavidad, hasta adentro, permitiendo a mi vagina adaptarse a tener un miembro erecto dentro. Casi todo el tiempo estuve con los ojos cerrados, no queriendo hacer notar mi vergüenza por lo que estaba haciendo. Yo no reaccionaba, no me moví mientras me penetraba pues quería que terminara y no veía para cuándo. Él me besaba el cuello, la cara, me acariciaba la piel, los senos. Mis piernas las puso sobre sus hombros, empujándomelas hacia atrás. La penetración fue más profunda en esta posición y empecé a gemir, más por el dolor que por el placer, pero a él le pareció que me estaba satisfaciendo y arreció la penetración. Finalmente se salió de mí, pero en lugar de levantarse, como pensé que haría, me dejó con las piernas abiertas mientras se masturbaba hasta que sentí el semen cayendo sobre mi abdomen y mi pubis.

En ese momento, no sé por qué, me embargó una tristeza enorme y me dieron muchas ganas de llorar que no pude reprimir. Él regresó con un pedazo de papel para que me limpiara el semen cuando notó que estaba llorando. Rápidamente pude controlarme y disculparme por mi actitud. Me abrazó y consoló un momento pero, de repente, se levantó y una luz de la lámpara cayó sobre mí, cegándome, noté entre sombras que él se movía y escuché la cámara funcionando. “Así, ponte de espaldas, arquea más el cuerpo, deja el cabello que te cubra el rostro…” Increíblemente le estaba posando en ese momento. Después de unos minutos me dejó vestirme y me sirvió más vino para relajarme. Estuvimos platicando un tiempo largo. Justificando su actuar, lo que había pasado. Me convenció de no contar nunca lo sucedido, se hizo la víctima, lloró, y le creí, tonta de mi. Su trabajo, su vida y su libertad estaban en juego y acepté protegerlo.

Mi “primera vez” oficialmente

Llegué a mi casa entrada la noche. Terminé mi relación con Daniel al día siguiente sin darle mayor explicación sin embargo, a los pocos días, volví con él después de su insistencia y sus ruegos. Durante unas semanas él estuvo buscando que tuviéramos relaciones pero yo estaba aterrada con el hecho de que descubriera que ya no era virgen por lo que tuvimos nuestras discusiones y estuvimos un tiempo terminando la relación y volviendo días después. Total que un día, en casa de sus padres, por fin acepté y “oficialmente” dejé de ser virgen en sus brazos. Fue algo embarazoso respecto a mi primera vez con mi maestro pues, después de besarnos, caímos a la alfombra de la sala, metió sus dedos en mi vagina, “¿quieres hacerlo?” me preguntó, “Sí, está bien” respondí nerviosa, me levantó el vestido y me quité las medias y las pantis mientras él se bajaba su pantalón. Abrí mis piernas y él, torpemente, me penetró por unos minutos hasta que terminó con velocidad agarrando lo que pudo con sus propias manos y manchando mi vestido y la alfombra con las gotas que se escurrían. Así fue mi primera vez con mi novio. Nunca supo que su novia virgen no lo era cuando él dejó de serlo pero, eso si, a partir de ahí le estuvimos dando como conejos hasta que terminamos siendo unos expertos en el sexo.

Mi “segunda vez”

Las clases de fotografía se desarrollaron normalmente. Después de ese día, yo estaba toda aterrada y llena de vergüenza pero, al ver a mi maestro comportarse conmigo como si realmente nada hubiera pasado entre nosotros, poco a poco fui siendo yo misma de nuevo y todo quedó guardado en el olvido hasta meses después cuando, en una de las peleas con mi novio (yo seguía tomando la clase de foto durante el siguiente semestre), volví a meterme con el maestro en la casa de mis padres pensando en que me estaba desquitando de las tonterías de Daniel.
Sucedió que justo en el momento en que me alejaba de Daniel, enojada por la discusión que acabábamos de tener, me encontré con mi maestro, el cual me dijo “Qué bueno que te encuentro. Fíjate que necesito los rollos que tienes” “Sí, claro, los tengo en mi casa” “¿Podrías traerlos? Me urge un poco. Si quieres te llevo en mi auto para que no pierdas clases” “Sí, está bien” Bueno, necesitaba distracción, alejarme un momento de los lugares en los que, seguramente, Daniel me buscaría para intentar seguir la discusión.
Llegamos a mi casa y al entrar noté que mi maestro estaba esperando encontrarse con alguien en la casa por lo que le dije “No hay nadie, mis papás están trabajando y mi hermana en clases.”
Subí a mi recámara seguida de mi maestro. Cuando me levanté, pues los rollos los tenía debajo de mi cama, me encontré con la cara de mi maestro que me recibió en un suave abrazo y me plantó un beso en la boca. Sorprendida, lo único que atiné a hacer fue a quedarme mirándolo con la boca abierta. Pasaron unos segundos eternos en los que pensé un montón de cosas, entre ellas, que era una señal de mi destino que me decía que me daba esta oportunidad para desquitarme de tanta tontería con mi novio. Lo besé inmediatamente y de ahí, todo sucedió con mucha velocidad. Fue tanta la pasión que mi blusa se desgarró en el intento por quitármela y cuando reparé ya me encontraba yo de cara a la pared con la falda levantada y mi maestro bajándome las pantis a los muslos buscando penetrarme.
Mi vagina recibió con gusto la visita de mi profesor, humedeciéndose rápidamente y lubricando el miembro de mi maestro que ahora me penetraba violentamente agarrándose de mis caderas para meter su pene hasta adentro.
No duró mucho, si acaso unos minutos gloriosos en los que yo, más que apoyarme con las manos a la pared, amortiguaba los empujones que recibía. De pronto sentí los chisguetes cayendo sobre mis nalgas. Algunas gotas cayeron en mi alfombra. Cuando me di vuelta y me revisé, noté que mi falda había sido manchada con bastante semen. El profesor fue al baño a limpiarse y arreglarse mientras yo me cambiaba la ropa.
Nos regresamos a la escuela mientras urdía la mentira que tendría que contar para justificar mi cambio de ropa. Naturalmente, Daniel me creyó aunque no fue fácil y creo que siempre sospechó que algo pasó entre mi profesor de foto y yo aquella tarde. Siempre lo negué.
Recuperar la normalidad fue fácil en esa ocasión. Mi vida siguió como siempre y no tuve ningún otro encuentro con mi maestro aunque me buscó un par de veces más después pero ya no me metí con él.

A modo de epílogo

Años después me enteré que Karina también se había ido a la cama con él y que, a diferencia mía, ella tuvo múltiples encuentros con él y lo interesante de esto es que ella supo desde entonces que yo me había acostado con él pues había visto algunas de las fotos que me tomó en uno de sus encuentros. Afortunadamente, nunca dijo nada

Acerca del autor
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *