El Gran Amor de Caty

Me llamo Katy y vivo en Mar del Plata (Argentina)

Esto ocurrió cuando tenía 16 años. Unos meses antes conocí en un chat a Cristian, un muchacho de Buenos Aires, soltero y de 32 años.

Siempre fue muy respetuoso y durante tres o cuatro meses estuvimos chateando por lo menos dos veces a la semana.

Me dijo que quería conocerme y que pasaría unos dos o tres días de vacaciones en mi ciudad, ya que era verano y mi ciudad es turística y tiene mar.

A mi la idea no me pareció mala, es más, yo quería conocerlo. Llego el día que me dijo que venía y que nos encontraríamos en el centro. Nos reconocimos rápidamente ya que me dijo que iría vestido con gorra y remera rojas. Cuando le vi, se notaba que era mayor que yo, ya que me doblaba la edad (como antes dije, él tenía 32 años y yo 16 recién cumplidos).


Nos saludamos, nos abrazamos cariñosamente, y me invitó a tomar un refresco. Conversamos de nuestras vidas; yo le dije que me lo imaginaba como alguien mas viejo, ya que parecía de menos edad, y él me dijo que yo era muy bonita y otros muchos piropos agradables.

Hablamos de muchas otras cosas y quedamos en que nos veríamos al otro día para ir a la playa.

Nos volvimos a encontrar otra vez en el mismo lugar y fuimos con su coche a las playas del sur que son más lindas.

Una sola amiga mía sabía de esto, ya que a mis padres no les gustaría que estuviera con un hombre desconocido y menos aún si era mayor que yo, por lo que no les dije nada.

Llegamos a la playa, y debajo del short y de la camisa llevaba un bikini azul. Él llevaba una malla gris. Cuando me vio en bikini me dijo que la verdad era muy linda, yo le agradecí y me invitó a ir al mar a bañarnos, le dije que prefería tomar sol primero y que, aparte, no me gusta mucho el agua del mar. Me dijo que él se bañaba y volvía. Me puse a tomar sol boca abajo durante unos minutos, él volvió y se acostó todo mojado sobre mí, y yo quede dura por lo frió que estaba. Me dijo: ¿Te asusté? El agua esta muy friá, ¿no? Le respondí que si y me dijo con un tono muy educado: «Katy, al llegar te observe y me di cuenta que tienes una cola muy linda, hermosa.» Le agradecí el cumplido y él siguió acostado sobre mi espalda. Me di cuenta que el estaba apoyando su pene en mi cola. Dijo que también iba tomar sol conmigo.

Me pidió que le pasara protector solar. Le pasé crema por el pecho (con poco pelo), por las piernas y también por la nariz.

Me dijo que me veía un poco colorada y que iba a hacer lo mismo conmigo. Le dije que me parecía bien, pero que tenia mucha sed, y después quería ir al bar a tomar una gaseosa. Aceptó, me acosté boca arriba para que me la pusiera. Me pasó la pomada primero por la cara, y después fue bajando. Noté como me pasaba las manos por los senos, sobre la parte que sobresalía del bikini. Le dejé hacer, aunque noté que me pasaba la mano «demasiado» por los senos. Luego siguió por mi panza, y al llegar al final, con un movimiento rápido, metió sus dedos unos centímetros por debajo de la tanga y revolvió los pelos del pubis. Antes de que pudiera reaccionar ya había dejado esa zona y siguió por las piernas.

Todo esto me iba excitando cada vez más.

Mientras tanto hablaba sobre temas variados, como sin dar importancia a lo que estaba haciendo. De vez en cuando, como si fuera un descubrimiento importante, alababa alguna parte de mi físico diciéndome que tenía hermosas piernas, o que le gustaba lo proporcionada que estaban mis formas, y cosas semejantes.

Me dijo que me diera vuelta para embadurnarme la espalda, porque estaba muy roja por el sol. Me pasó por la espalda, y luego me murmuró al oído: «Katy, te voy a pasar crema por tus nalgas, no te molesta, ¿verdad?»

Le dije que podía hacerlo, no me molestaba ya que era muy educado conmigo… y, porque no decirlo, porque me gustaba mucho como iba llevando las cosas y como me iba calentando.

Me pasó crema por las piernas y luego por la cola y empezó a pasar la mano por debajo de la tanga. Le dije que fuera despacio que la gente estaba mirando y que me daba vergüenza. Al principio se frenó un poco, pero pronto continuó con lo mismo.

Me iba sintiendo más y más encantada con sus caricias.

De allí fuimos a tomar un helado. Me miraba con mucha ternura y me decía cosas muy lindas, tales como que yo le gustaba, que era muy bella, que no entendía como mi exnovio pudo permitir el perderme, que él no me habría dejado nunca, que podía ser una modelo de moda…

Me turbaban sus halagos, aunque me agradaban muchísimo. Nunca nadie me había dicho cosas tan bonitas, tan seguidas y con un aire de tanta sinceridad. No sabía que decir y tan solo le agradecía los cumplidos. Cuando él notaba que me quedaba sin saber que decir, muy cortada, cambiaba de tema y hablábamos de otras cosas…

Más tarde nos fuimos de la playa y me invito al hotel donde estaba alojado. Le dije, dudando, que prefería ir a mi casa. Entonces frenó el auto, lo estacionó y mirándome fijamente a la cara me dijo «Katy, perdóname pero me estas volviendo loco» me agarró y me besó. Yo me dejé llevar porque era muy simpático, educado, lindo y buen mozo y también porque deseaba que lo hiciera, porque estaba enloqueciendo también por él.

Me siguió besando la cara, el cuello y al llegar a la boca, a la vez que la besaba, empezó a tocarme los senos (mis senos son medianos, no muy grandes). Me introdujo la mano por encima del escote y alternaba las caricias con apretones y pellizcaba los pezones. Después fue acariciando mis piernas por la parte de adentro, de abajo arriba. Cuando llegó al tanga del bikini lo empezó a rascar y después pasó a apretar y pellizcar mi concha y metió un dedo por el reborde de la tela tocando directamente la piel húmeda y… y entonces se encendió una luz de peligro y temí que si dejaba pasar más tiempo no pudiera dar marcha atrás y que allí mismo podíamos acabar cogiendo y le aparté diciéndole que bastaba ya. Se disculpó y me pidió que fueramos a su hotel, tan solo para hablar.

Intuía que si iba con él a su alcoba acabaríamos… y no sé por qué… bueno, en realidad si que sé el porqué… el caso es que le dije que si.

Llegamos al hotel, que era muy lindo. Fuimos a su cuarto, me dio unas galletitas y hablamos, hasta que se paró frente a mí, me agarro de la cintura y me besó otra vez, tocándome los senos y sacándome la ropa, yo le dije que iba muy rápido. Me agarró de las nalgas y me apretó fuerte contra él haciéndome sentir en el vientre su pene duro como un bastón.

Me continuaba diciendo palabras lindas: Que era hermosa… que le gustaba… que no me haría nunca daño… que el mayor placer para él era ver una belleza así desnuda… que con tan solo verme desnuda ya sería felíz y que si me desnudaba no me pediría nada más…

Yo no sabia que hacer (en realidad tampoco quería hacer nada). Él me seguía besando. Me sacó la parte de arriba del bikini y me acarició los pechos como había hecho en el auto.

Me pidió permiso para sacarme la tanga y sin esperar mi respuesta comenzó a lamer los alrededores de mis pezones y a mordisquearlos con mucha suavidad…

No le dije nada. No estaba precisamente, como quien dice, para decir nada y, como contando con mi silencio, empezó a quitar lo poco que me quedaba de ropa, hasta que quedé toda desnuda.

Mientras se entretenía besando mis tetitas, con una mano acariciaba y masajeaba mi nuca, hombros, espalda, hasta llegar a mis nalgas. Metió los dedos por la raja buscando el orificio del ano en donde puso la yema de un dedo y con suaves movimientos circulares y de presión lo masajeaba. Con la otra fue acariciando mi vientre, entreteniéndose de forma particular en los pelitos de mi pubis. Después descendió hasta mi chochito que a estas alturas ya estaba completamente mojado y, como si amasara una bola de arcilla, fue estimulando las olas de mis labios y cuando tenía completamente mojados los dedos por los fluidos de mi vagina, comenzó a entretenerse con la parte mas interna de sus pliegues. Apretaba el clítoris contra el hueso que tiene encima y le daba masajes hacía adelante y atrás; pasando luego a introducir lo más que pudo el dedo en la entrada de la vagina.

Ya no podía aguantar más, dejé mi postura pasiva y empecé a besarle la cabeza, a hincarle las uñas en la espalda y me puse a gemir de gusto.

Súbitamente me pasó un brazo por debajo de las piernas y el otro por detrás de la espalda y así, en brazos, me llevó a la cama echándome sobre ella.

Comenzó de nuevo a besarme desde la cara hasta el pubis. Una vez que llegó allí agarró mis caderas y me arrastró hasta dejar mis nalgas en el borde de la cama. Se arrodilló, abrió mis muslos y empezó a besarlos, a lamerlos y a succionarlos. Después pasó a hacer lo mismo con mi concha. Se entretuvo en un principio en sus alrededores. Lamía el pliegue de los labios con la ingle, recorriendo los limites de mi chochito; permaneciendo también mucho rato en la parte que hay entre la vulva y el ano. Nunca pensé que algo así fuera tan placentero. Una corriente eléctrica me subía desde allí a todo el cuerpo con cada uno de los movimientos de su lengua.

El ano tampoco quedó olvidado. Con sus manos abrió la raja de mis nalgas como si fueran las dos partes de una sandía medio cortada y desde afuera hacía adentro mordía, besaba y chupaba cada centímetro de esa superficie de placer. Cuando llegó a los alrededores del orificio su esmero aumentó. Con la punta de la lengua estuvo un tiempo haciendo movimientos circulares siguiendo la redondez del agujero, para pasar después a apoyarla directamente en el punto central. Yo gemía, gritaba, suspiraba, agarraba las sabanas como para sujetarme y no ser arrastrada por un huracán que desde el bode del lecho tirara de mí. Tras un rato de entretenimiento en ese orificio, ascendió y se dedicó plenamente a mi chocho. Primero, con sus los labios en forma de pinza agarraba mis labios mayores y ayudados por la lengua no dejaron ni un milímetro de su superficie sin estimular. Luego en la raja central…¡¡¡¡ AHHHHH!!!!…. ¡¡¡¡QUEEE MARAVILLAAAAAA!!!!… ¡¡¡¡QUEEEE GUSTOOOO!!!!

Ya tenía experiencias sexuales anteriores con mi exnovio, con quien estuve durante casi un año… Pero comparado con esto era como si jamás hubiera practicado el sexo. Mi antigua pareja carecía de experiencia y de paciencia. Con decir que con frecuencia bastaba con que apoyara mi mano sobre su bragueta frotándola un poco y cuando bajaba la cremallera… en vez de toparme con un pene duro, lo que parecía que había en su lugar era… era… un contenedor de leche que hubiera volcado.

De forma rítmica introducía la lengua en la vagina y como si fuera un pene la metía y la sacaba dando a la vez lametones circulares. Acto seguido lamia de abajo arriba hacia la punta del clítoris como los gatitos cuando están acabando la leche de su plato. Cuando llegaba a la punta de ese minipene que tenemos las mujeres, apretaba un poco más la lengua y al salir por arriba de sus limites el clítoris daba un respingo como si se tratara de un muelle al que se le ha comprimido y que de pronto se lo deja libre. Es indescriptible lo hermoso que es cuando ese botoncito de placer da ese salto…. y volvía a repetir el mismo proceso… una y otra vez…

Con sus brazos hacía presa en mis caderas para que los movimientos de mi pelvis no le quitaran ese exquisito manjar de la boca…. y ¡¡¡¡QUE ORGASMO!!!

No sé cuanto duró todo… era algo fuera del tiempo… Me parecía poco… y a la vez una eternidad….

Pensé que ya no podría tener un placer superior a ese… Pero estaba muy equivocada…. ¡¡¡CLARO QUE LO TENDRÍA!!!

Cuando caí exahusta sobre la cama con toda mi musculatura como muerta…. tan solo entonces cesó en su trabajo de dar placer.

Me tomó en brazos haciendo que todo mi cuerpo pudiera descansar sobre el lecho y junto a mí también se recostó, acariciando suavemente toda mi piel, como se hace cuando quieres descubrir una pequeña protuberancia, como cuando pasas los dedos para descubrir una pequeña espinita que tuvieras clavada y que los ojos no pueden ver…. Y empezó a murmurar en mis oídos palabras bellisimas…. pero las que a mi me parecieron más hermosas de todas fueron las que dijo manifestándome su amor.

Quiero hacer un inciso en esta narración.

Hasta ese momento me había dicho palabras muy lindas: Que era guapa. Que tenia unas nalgas muy bellas. Que le gustaba mucho. Que era muy simpática. Que daba gusto hablar conmigo… Pero nunca, hasta ese momento, tuvo hacía mi palabras de amor. Palabras que manifestaran su amor a mí. Y entonces comenzó a hacerlo y no cesó durante el resto del tiempo que estuve con él. No solo palabras de amor, en los días sucesivos, también proyectos de amor. tales como «Podemos salir como novios y dentro de tres años, que no es nada de tiempo, tú tendrás 19 años y yo 35 y como estoy muy bien situado económicamente podremos casarnos» o «¿Qué tal crees que le caeré a tu familia?» o «Solo puedo venir a estar contigo los fines de semana, así que estudia durante el resto de los días para tener ese tiempo libre para mí» o «Si te parece podemos fijar de antemano lo que haremos en el siguiente encuentro, El próximo sábado podemos ir a ver el casino» (mi ciudad es famosa por tener uno de los casinos m!
ejores del mundo).

No cabía de gozo. Algo muy grande es encontrar una «máquina sexual» como era él. Pero lo que era el mayor de los remates es que se uniera a esa vibración de amor que había brotado de mi tierno corazón de adolescente. Estoy segura de que tan solo por el sexo habría salido con él indefinidamente pero unido a esa tierna pasión de quererme, hacía que estuviera por siempre fundida a él.

Ahora vuelvo a la descripción de los acontecimientos.

En un momento dado, cuando vio que me había repuesto del cansancio a que un orgasmo tan continuado te lleva, me dijo: «Cariño, todavía no he contemplado tu belleza al natural, sin la perversión que le imponen las ropas. ¿Te importaría ponerte de pie ante mí y permitirme disfrutar de tu belleza?

¡Me iba a importar! A estas alturas haría el pino si me lo pidiera. Dejé que me llevara de la mano hasta el centro de la habitación y una vez situada allí. retrocedió unos pasos y cuando empezaba a mirarme dijo: «No esta bien que tan solo estés tu desnuda. Quizás también quieras verme a mí sin ropas. Me voy a desnudar.» y es que en todo ese tiempo había permanecido vestido. Me agradaba mucho ver como para él yo era más importante que él mismo. Se había preocupado de hacerme feliz olvidándose de sus propias necesidades. Eso me afianzaba aún más en que me amaba.

Quedamos ambos desnudos contemplándonos como si el uno fuera una obra de arte para el otro.

Era muy lindo. Muy proporcionado y con músculos muy marcados. Entonces tenía el pene fláccido pero, a pesar de estar pendulón, doblaba la longitud de los testículos. En verdad que me gustaba mucho su físico. Pero, sobre todo, lo que más me agradaba de él era lo extraordinariamente delicado que era conmigo.

Toda mujer sabe que existen dos formas de ser mirada por un hombre. La primera es con avidez, como si fueras algo que se desea comer. Cuando vas en un autobús y descuidadamente abres un poco las piernas dejando ver tus muslos, descubres de pronto que alguien que está enfrente tuyo tiene los ojos fuera de las órbitas… a ese mirar lascivo me refiero. La segunda es la de alguien que te quiere, su mirar es muy distinto. Aunque desee tener sexo contigo te mira y te toca como a algo muy valioso. Como si mirara a un ángel encarnado. De esta segunda forma me miraba él.

Al cabo de un rato largo de contemplación nos fuimos de nuevo al lecho y allí recostados me preguntó: «¿Has gozado antes?» Si, muchísimo, le contesté. A lo que añadió: «Pues a los hombres también nos hace disfrutar mucho el que hagan con nosotros lo mismo. ¿Te importaría chuparme el pene?»

Quedé muy cortada. Nunca lo había hecho y en mis cálculos no había entrado el hacerlo.

Se levantó y mientras se dirigía al baño iba diciendo: «Ya verás que fácil y agradable es, voy a lavarme»

Al volver, de pie, me tomó de la mano y me hizo arrodillar frente a él diciendo «Mételo en la boca y chúpalo de la mejor forma que lo harías si fuera un rico caramelo»

Lo tomé por la base, me introduje la punta en la boca y apenas mis labios entraron en contacto con él, sentí como si lo que tenía en la boca fuera un globo que se estaba hinchando. Él me agarraba de la cabeza y seguía con sus manos mis movimientos. Gemía y suspiraba y entre jadeo y jadeo me decía que lo hacia como una experta, lo que me ponía muy contenta y me animaba a seguir. Lo succionaba, lo acariciaba circularmente con mi lengua. En los movimientos de dentro afuera lo frotaba contra las rugosidades del paladar, de vez en cuando (mentalizada de que era un sabroso dulce) lo sacaba de la boca y lo lamia de abajo arriba y a lo largo de todo su contorno. Sentía como él iba poniéndose fuera de si y en un determinado momento tiro de mi cabeza hacía atrás y acabó la función viniéndose sobre mis tetas. El golpe del chorro de semen sobre mi me produjo mucho placer. Así, embadurnada por su fluido, me levante y le besé en los labios. Él pasó sus manos por mi delantera extendiendo lo !
que se acababa de derramar allí.

Fuimos al baño y nos duchamos por separado aunque él permaneció frente a mí contemplándome.

Mientras, desnudos aún, me peinaba frente al espejo, me dijo: «Katy, finalicemos nuestro amor y que haya penetración»

Se nos había hecho muy tarde y mis padres no soportaban mis retrasos en llegar a casa, siendo una de las cosas por las que siempre me castigaban a no salir el próximo día que tuviera libre. Así se lo dije, que debía volver cuanto antes, si quería que el día siguiente pudieramos vernos.

Nos vestimos y me llevó en su auto a casa. Me dejó a unos metros del portal y quedamos para encontrarnos al día siguiente. Antes de dejar el coche nos dimos un largo y hermoso beso y después inclinó mi cabeza en ademán de que le mamara el pene otra vez. Estaba oscuro y le complací. Antes de que eyaculara me apartó la cabeza, sacó del bolsillo un pañuelo con el que cubrió la verga y allí terminó echando sus liquidos. Nos besamos, esta vez rapidito, y me fui a casa.

Nunca en mi vida me había encontrado tan feliz. Sentía que el Príncipe Azul de mis sueños se había hecho realidad materializándose en Cristian. Aquella noche no podía dormir del estado de gozo en que me hallaba. Veia en él toda la perfección que una mujer puede desear… Y ese hombre, además, también me amaba.

Al día siguiente, muy temprano, me llamó por teléfono. Hubo una primera llamada que atendió mi mamá y en la que el interlocutor pidió perdón porque se había equivocado. Sospeché que era él y que al ver que no era yo quien hablaba puso esa excusa. Cuando a los cinco minutos sonó el teléfono de nuevo me abalancé sobre él para que nadie se adelantara. En efecto, era él y también lo fue la vez anterior. Tan solo me llamaba para saludarme y para preguntarme como me encontraba y para decirme que no había podido dormir pensando en mí y para contarme que mi imagen le tenía trastornado y para hacerme ver que el tiempo que restaba para nuestro encuentro era una insufrible eternidad y… y para decirme una retahíla de cosas que solo los enamorados pueden entender.

A la hora convenida fui a su encuentro y ya estaba esperándome. Directamente fuimos a su hotel y nada más entrar, después de un beso de esos que hacen historia, me pidió que hicieramos el amor, que lo deseaba muchísimo por el amor que me tenía. Sin decir nada empecé a desnudarme a lo que él me secundó y en la cama se puso boca arriba, me arrodillé entre sus piernas y le mamé de nuevo el pene. Al poco me hizo recostarme y sobre mí, poniéndome boca arriba, me hizo por primera vez el amor. Sentí mucho placer, él lo hacia muy bien, mientras me penetraba con ritmos variables, besaba y mordía mi cara, cuello y orejas y diciéndome al oído cosas muy lindas.

Luego me dio vuelta y me pido que me sentara sobre su pene, yo lo hice y «cabalgué» sobre él mientra me tocaba los senos y pellizcaba los pezones.

Sentí un placer inmenso y sobre todo cuando tuvimos el orgasmo a la vez…

Tumbados en la cama, descansando, mientras acariciaba mi cuerpo, no cesaba de hacer planes para el futuro, diciendo que vendría todas las semanas. Planeamos minuciosamente las jornadas del siguiente fin de semana: Él vendría el viernes por la tarde, iriamos a ver una película al cine, después… y cosa curiosa, cuando lo pienso ahora, en esos planes figuraba poco sexo y si otras actividades hechas en común.

Comimos en un restaurante muy lujoso. después volvimos caminando al hotel agarrados de la mano y haciendo esos gestos y movimientos propios de los enamorados.

Sería eterno describir minuciosamente el resto de las veces que hicimos el amor hasta el día siguiente por la mañana en que marchó. No obstante voy a hacer una breve descripción de cada una de ellas.

Se me olvidó contar que antes de comer tuvimos otro acto: Me pidió que le chupara de nuevo el pene para que se le pusiera duro y me empezó a penetrar esta vez vez de costado, levantándome una pierna, luego giró y me puso boca abajo, sin sacar el pene de mi, y siguió penetrándome, me dolía un poco, puso una almohada debajo y seguimos en esa posición, pasaba sus manos por abajo y me tocaba los senos y me decía que le encantaba esa postura porque sentía mi cola que era dura y linda.

Llegamos al hotel y nada más entrar en la habitación me desvistió, me puso contra la pared y me penetro de pie. Fue muy hermoso.

Echamos un rato de siesta y, ya descansados, volvimos al ataque.

Me dijo que quería hacerlo por el ano, yo sentía una cierta aversión a hacerlo por ahí pero con caricias, besos, zalamerías y frases bonitas logró quebrar mi voluntad. Me puso en posición de perrito, me pasó crema por el ano que era muy estrecho y por sus alrededores. Me penetró muy despacito, me dolió mucho al principio, pero después fue disminuyendo dando paso al placer. Sangré un poco. La penetración por aquí duró como mínimo diez minutos. Sentí un gran placer pero al final quedé muerta.

Nos dormimos otro poco y luego me puso sobre él con mi cabeza mirando a sus píes y mientras él chupaba mi chochito, yo le mamaba el pene. Fue muy largo y al final terminé cabalgándole pero esta vez mirando a sus pies y mientras lo hacía, él arañaba, acariciaba y apretaba mi espalda cintura y nalgas. Gozé mucho. Fue también algo extraordinario.

Me pidió que pasara la noche con él ya que al día siguiente tenía que marchar. Considerando que nos ibamos a ver el viernes siguiente, no veia tan necesario el que para pasar la noche juntos tuviera que mentir en casa diciendo que me quedaba con mi amiga (la que conocía mi encuentro con él) y después llamarla a ella para que corroborara mi historia y además con el peligro que suponía el que mi mama llamara a casa de los padres de mi amiga y estos sin saber nada le dijeran que no estaba allí. Así se lo hice saber y me respondió que estaba tan feliz junto a mí, que los cinco días que faltaban para el viernes siguiente eran una eternidad, que por favor me quedará con él esa noche.

Llamé a casa y les conté el cuento de que me quedaba con mi amiga. Luego hablé con ella y le dejé el teléfono del hotel, para que me pudiera localizar si había complicaciones y así poder inventar alguna otra historia convincente.

Creo que más de dos horas estuvimos practicando sexo con las posturas y formas antes narradas, chupándonos mutuamente, él encima y después yo… y agotados por el esfuerzo y tremendamente relajados nos quedamos plácidamente dormidos.

Cuando desperté en la mañana él ya había preparado el desayuno, desayunamos y me pidió hacer el amor por ultima vez ya que tenía que volver a su ciudad.

Sin decir nada le baje el pantalón y le chupé el pene, mientras el me tocaba los senos. No había más preservativos pero lo hicimos de todas formas. Me dio vuelta, me apoyé contra la mesa y me penetró. Luego se sentó en una la silla y cuando me iba a poner sobre él, no me dejó, quería que me sentara de espaldas a él. Así lo hice. En esa postura sentía mucho su pene, él me tocaba la cola y los senos y me decía que deseaba terminar en mi boca, yo no quería y seguía cogiendo.

Me pidió que le chupara un poco más el pene, entonces lo hice y terminó en mi boca. Es la única ocasión en que me enojé mucho, ya que tragué su semen y no me gustaba hacerlo. Además, al final de todo el tiempo que estuvimos juntos resulta que dejaba de ser amable conmigo haciendo algo en contra de mi querer. Se disculpó, nos bañamos y estaba por irme cuando me agarró, me besó y me sacó la ropa otra vez. Me alzó, me acostó en la cama, boca abajo, se pusó sobre mi espalda y me lo hizo por el ano otra vez. Me dejé hacer aunque me dolía y le decía que no quería hacerlo más por el ano. Hizo caso omiso a mis protestas y por el ano fue. En honor a la verdad, a pesar de las molestias, sentí más placer que la vez anterior. Además en esta ocasión duró mucho más pues hacía poco que había eyaculado y «tuvo cuerda para rato».

Nos vestimos, me llevó a mi casa, me repitió que nos veríamos el siguiente fin de semana. Quedamos en hablarnos por Internet esa noche a la hora acostumbrada y nos despedimos con un largo y sabroso beso.

Ese fue un día de gloria para mí. En clase no podía concentrarme. No se me iba de la cabeza el fin de semana que había vivido, ni ese hombre, Cristian, mi gran Amor recién estrenado, ni el próximo fin de semana en que volvería a verlo, ni…

Aquella noche acudí a la cita concertada con él frente a la computadora y pasaron quince minutos y no aparecía y media hora y una hora, hasta las tres de la madrugada estuve esperándole y no apareció. No me extrañó ya que en otras ocasiones no habíamos podido charlar por problemas con el servidor de Internet, o con la línea telefónica, o por alguna otra razón.

Al día siguiente volví a la cita con él y tampoco apreció. Y al otro tampoco. Y al otro tampoco. Y durante una semana todas las noches a la hora convenida entré y tampoco apareció él.

Y durante un mes y dos y tres y… no apareció….

Y YA NUNCA VOLVIÓ A APARECER…

Y busqué en la prensa los nombres de los accidentados en tráfico del día que nos separamos y no había ningún Cristian.

Y busqué en los registros de fallecidos durante los días cercanos a nuestra separación y tampoco había ningún Cristian.

Hasta que al fin comprendí que todo había sido una farsa para poder «coger» con una adolescente, sin que importara para nada como esa niña quedaría después.

El fin justificaba los medios. ¿Qué pueden importar los sentimientos de una adolescente ante su gran amor, al que le entrega todo, si de lo que se trata es de gozar un fin de semana?

Ahora en él veo encarnado los versos del Tenorio en que

Cuatro días necesito:
Uno para conocerla,
Otro para enamorarla,
Un tercero para poseerla.
Y el cuarto para olvidarla.

Cristian, si supieras el mar de lágrimas que has hecho salir de mis ojos, quizás no hubieras obrado así.

El tiempo ha pasado. Ahora tengo de novio a un chico estupendo. He aprendido a no odiar. He descubierto que la vida sigue. He aprendido a volver a amar…

¡Qué el Cielo te perdone, Cristian! Que yo hace tiempo que lo hice.

Cristian, donde quiera que estés, si algún día puedes leerme quiero que sepas que LE PIDO A DIOS QUE SI LLEGAS A TENER UNA HIJA NUNCA NADIE LE HAGA A ELLA LO QUE TÚ ME HICISTE A MÍ.

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