En el cine porno de Oaxaca

Como en muchas ocasiones anteriores, el viernes pasado nos preparamos mi esposa y yo para asistir al cine porno que hay en nuestra ciudad; no le dije a mi esposa la sorpresa que le tenía preparada para aquella tarde y eso aumentaba mi excitación al 1000.
Como ya lo he comentado en otros relatos anteriores, tenemos un amigo con quien jugamos en el cine; él se encarga de acariciarle los pies y las piernas a mi esposa, ella termina bien calientita y excitada y yo sólo disfruto del manoseo que el tipo le da a mi esposa. Ese jugueteo a mi esposa también le encanta, pues ella decide hasta donde puede llegar el tipo éste. El caso es que la verdad, no sabemos bien a bien quien es él. No sabemos su nombre, no le hemos visto ni siquiera bien el rostro, nada de nada; sólo sabemos que es una persona más o menos joven y eso sí, muy caliente y todo parece indicar que es uno de los vigilantes del cine, aquellos que revisan que no se haga algún tipo de tontería dentro del espacio.
Ya estamos acostumbrados a que, una vez que llegamos al cine y nos ubicamos en las butacas de siempre, al cabo de dos o tres minutos llega él a sentarse delante de nosotros, casi siempre con su chamarra de piel negra y una gorra ancha del mismo color. Una vez que toma asiento, toca fuerte el respaldo de la butaca con los dedos y esa es la indicación de que está listo y está llamando a mi esposa para que le pase los pies por debajo de la butaca que está a su lado y empezarla a acariciar.
Ese día le pedí a mi esposa que se pusiera unas pantimedias de color negro con una micro falda también del mismo color, pero de pedí muy de manera especial que no se pusiera calzón o tanga, le pedí que solo se pusiera las pantimedias solas. Además, parte de la sorpresa que yo guardaba para el juego de ese día es que llevaría varios condones, pero ojo, no para que hubiera penetración (lo cual ya me había pedido mi esposa, pues la ha calentado de tal forma que me ha pedido permiso para que, por lo menos le permita mamársela al tipo, no tanto una penetración, pero si por lo menos, una buena mamada).
Total, ese día llegamos como a eso de las 7 de la noche, pues nos gusta entrar al cine cuando está obscureciendo. Tomamos nuestro lugar y sí, efectivamente, al poco rato ya estaba nuestro amigo sentado frente a nosotros; se acomodó la chamarra, se ajusto la gorra y en seguida tocó con sus dedos el respaldo de la butaca, indicándonos que estaba listo.
Mi esposa comenzó el ritual; cruzaba las piernas de un lado a otro haciendo un esfuerzo en las mismas para hacer sonar las pantimedias, escuchar ese ruido de roce de las pantimedias como me enciende y creo que no solo a mí.
Él giraba su cabeza hacia atrás para ver los hermosos muslos en pantimedias de mi esposa.
Un rato después, mi esposa se quitó una de sus zapatillas y cruzó su pie por debajo del respaldo de la butaca de enfrente, para que quedara cerca de la mano de aquél extraño. Sabía que era lo que seguía, pero quise ponerle un poco de pimienta al asunto desde ese momento.
Vi como jugaba aquél tipo con los dedos enfundados en las pantimedias negras de mi esposa y en seguida metí mi mano a la bolsa de mi pantalón para sacar un condón; mi esposa se quedó sorprendida cuando vio el condón, pero no dijo absolutamente nada. Rompí la bolsa del condón y lo saque con mucho cuidado, era de los condones que da el centro de salud, es decir, es de los que no vienen con gel lubricante. Tiré la bolsa al suelo y me acerqué a la butaca de enfrente; con voz baja le dije: – ponte éste condón, cuando termines, te lo quitas con cuidado para que no se vaya a regar tu leche y así lleno me lo devuelves -.
Dicho y hecho. Con su verga bien parada se colocó el condón y comenzó a chaqueteársela mientras manoseaba los pies de mi esposa; ella comenzó a calentarse por lo que escuchó y en seguida quitó su pie, se puso nuevamente se zapatilla y se sentó algo inclinada, esto para acercar sus piernas cruzadas a la butaca de enfrente. Él entendió el movimiento y de inmediato pasó su mano hacia atrás y comenzó a acariciarle primero las pantorrillas, haciendo movimientos en forma de circulo por momentos y después apretaba un poco las pantorrillas de mi mujer, no haciendo un movimiento brusco, sino más bien, acariciando sus pantorrillas con algo de presión, pero bueno, ustedes saben a que tipo de presión me refiero.
Así alternaba sus caricias en ambas pantorrillas, hasta que poco a poco fue subiendo sus manos y siguió con sus rodillas. En el momento menos pensado su mano iba entre las piernas de mi mujer abriendo camino, apretaba sus muslos y jugaba con una y otra pierna. Así pasaron unos 10 minutos y de repente, vi como sacudía levemente su cuerpo este canijo; quitó las manos de las piernas de mi esposa que por cierto, en ese momento eran las piernas de mi mujer las que presionaban una de sus manos de su manoseador.
Vi como se incorporaba e inclinando su cuerpo hacia delante, de repente me voltea a ver y me dice – listo, creo que se me salieron unas gotitas, pero va lleno -.
Lo tomé con mucho cuidado y lo primero que hice fue llevármelo hacia mi nariz para llenarme de su aroma; ese aroma delicioso que se combina entre el semen y olores a orines de un extraño. Después se lo di a oler a mi esposa y también ella quedó maravillada con ese hermoso aroma. Y pensar que minutos antes, ese condón lo había tenido puesto una preciosa verga, cierto, no muy grande, pero al final, era una verga extraña.
Metí dos de mis dedos dentro del condón para embarrarles un poco de esa lechita que aún permanecía caliente, con la cantidad de semen que se impregno en mis dos dedos, los embarré en los labios de mi mujer y en seguida nos fundimos en un delicioso beso con sabor a una verga de diferente a la mía, es realmente maravillosa esa sensación y el sabor, exquisito.
Después; con mucho cuidado y poquito a poco fui dejando caer el semen restante en ambas piernas de mi esposa. Cuando ya las había llenado de leche utilicé una de mis manos para embarrarlas completamente, me incliné un poco para olerle las piernas y quitar con mi lengua algo de ese líquido con sabor saladito y nuevamente besar a mi esposa hasta que ambos tragamos algo de esos mocos. Ella se corrió en el momento en que nos besábamos y yo me vine después.
Nos levantamos de las butacas y nos retiramos del cine. Cuando llegamos a casa y con las luces que tenemos en la sala nos dimos cuenta del color blanquizco que se notaban en las piernas de mi esposa. Por cierto, ni siquiera nos bañamos, nos fuimos directamente a la cama y mientras cogíamos, recordábamos lo sucedido en el cine y juntos besamos nuevamente las pantimedias de ella para mantener ese rico olor en nosotros.
Si todavía no conoces a mi esposa y tienes la inquietud de saber como se ven sus hermosas piernas enfundadas en Pantimedias.

Espero que éste breve relato te haya Gustavo.

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