¡Han pasado casi diez años…!

¡Han pasado casi diez años, y parece que fue ayer!

Lo que voy a relatarles ocurrió en el verano de 1.990. Lo único que voy a cambiar de la historia son los nombres. El resto es totalmente real.

Por aquellos entonces, yo convivía con una chica de 23 años a la que llamaré Reyes. Levábamos dos años de unión. Ambos trabajábamos y mejor que peor salíamos adelante. Nos gustaba salir, recorrer las cervecerías con los amigos los fines de semana, todo lo que le gusta a una pareja normalmente. ¿Normalmente?.

Unos de nuestros mejores amigos eran una pareja formada por un chico al que llamaré Juanma y su novia Paloma. He de confesar que Paloma era una chica fuera de lo normal. Pelo oscuro rizado natural, ojos entre azul y verde, medidas perfectas. Si hubiese tenido algunos centímetros más de estatura posiblemente hubiere sido una cotizada modelo. Juanma era un cachondo mental. Siempre estábamos contando chistes e inventando cosas para pasarlo bien. He de decir que en los dos veranos anteriores a 1.990 estuve intentando por todos los medios ir los cuatro (o más) a la playa o piscina ¡quería ver a Paloma en bañador o…bikini! era una auténtica obsesión. A veces pensaba que se daba cuenta cuando hablaba con ella de algo. Si iba andando delante de mí no podía de dejar de mirar su movimiento de caderas, sus ajustados tejanos, su cintura de avispa.

Un domingo o festivo del mes de Julio o Agosto de ese año, estábamos al mediodía «cerveceando» para combatir el sofocante calor. Tras múltiples zumos de cebada y tomar algunas tapas, se nos apetecía ir a alguna cafetería con aire acondicionado donde tomar un café con algún dulce y ¿por qué no, uno o dos whiskys. Nos montamos en mi coche, Juanma como siempre contando chistes y con las cervezas encima los contaba mejor o nos reíamos más. En esto se nos dirige a nosotros y nos dice: ¿Sabéis que le ha regalado el novio a la hermana de Paloma? El juego de La Pirámide del Amor, ¿será cachondo el nota?. Le dije lo que en ese momento se me ocurrió: ¡Coño, Juanma, dile que nos lo preste y jugamos una partidita!. Cuál no sería mi asombro cuando Juanma se dirige a Paloma y le pregunta ¿Estará en tu casa o se lo habrá llevado? Paloma le responde -esta mañana estaba en su armario-. Entonces Juanma dijo lo que yo no me hubiera atrevido: ¿Queréis que vayamos a por él y nos vamos a vuestra c! asa a echar una partida y tú pones el whisky? Miré a Reyes interrogándola con la mirada y me sonrió y dijo -Bueno venga, pero habrá que comprar hielo- (Lo dijo con segundas? Desvié el coche a casa de Paloma, se bajó y trajo el juego. Por el camino iban leyendo las tarjetas y riéndose hasta que llegamos a casa. Puse los cafés y los whiskys (nos quedamos sin dulces). Comenzó la partida, los dados subiendo puntos y acumulando tarjetas cada jugador hasta llegar arriba de la pirámide y entonces… comenzó el descenso. Como este juego es por parejas, decidimos cambiarlas para la partida. Juanma se sentó junto a Reyes y yo junto a Paloma. Las primeras tarjetas que salieron tenían al dorso pruebas muy lights, contar un chiste verde (Juanma campeón), contar la primera experiencia sexual, decir de que color lleva la ropa interior, pero conforme se desciende las pruebas son más fuertes. A Reyes de tocó una que decía: «En el camino de descenso, Ikad, el Guerrero, rogó a la princesa que le! mostrara sus pechos y le permitiera tocarlos, a lo que ella accedió». Mis nervios y mi corazón se aceleraron cuando vi a Reyes desabrocharse la blusa, soltarse el sujetador y ver a Juanma acariciarle los pechos con sus manos. Lo que más me excitó fue ver como las aréolas y los pezones de encogieron y se endurecían. A Reyes le gustaba y me excitaba como nunca lo había estado. Continuó el juego y me tocó coger una tarjeta. Sabía que lo que fuera sería con Paloma. La mano me temblaba como si tuviera Parkinson. Cogí la tarjeta con trémula mano y leí con voz evidentemente nerviosa lo que decía al dorso: En el camino de descenso, Ikad, el Guerrero, pidió a la doncella que se desnudara completamente, y tras contemplarla largamente le permitió vestirse de nuevo». No daba crédito a lo que estaba leyendo, pero me sacó de mi éxtasis Paloma al levantarse sonriendo de la mesa. Juanma y Reyes le tarareaban la música de la Pantera Rosa. Paloma empezó a quitarse los zapatos, el cinturón, des! lizó sus blancos pantalones por sus piernas, se desabrochó la blusa y quedó en ropa interior, mi corazón latía a diez mil pulsaciones. Paloma me miraba y me sonreía. Cuando se quitó el sujetador, sus pechos apenas se movieron, eran preciosos. Entonces se dio media vuelta y se quitó las braguitas mostrando un trasero como no había visto en mi vida. Al volverse de frente creí que me iba a dar algo. ¡Que chochito mas lindo!. Tal y como decía la tarjeta, la contemplé embelesado. Después se vistió como si tal cosa. La partida la dimos por terminada, pero Reyes aún me tenía reservada otra sorpresa. Se levantó de la mesa con el pretexto de ir al baño y apareció a los pocos minutos con el pelo recogido, los labios pintados, unos zapatos de tacones y puestos el bikini que le había regalado hacía unos días. Preguntó a Juanma y a Paloma que si les gustaba, a lo que respondieron afirmativamente. Realmente era muy bonito. En esto dice Reyes: Es un modelo especial, por eso le ha costado más! caro, porque la parte de arriba se quita y se puede practicar top-less. En ese momento se desprendió de la parte de arriba del bikini, pero no se quedó contenta con eso y añadió: Además sirve para playas nudistas porque la parte de abajo también se quita. Efectivamente, amigos, se desprendió de la parte de abajo quedando completamente desnuda entre las risas de los cuatro. Esa noche le comenté a Reyes que me gustaría quedar otro día y a ver si conseguíamos meternos en la bañera los cuatro y ducharnos juntos. Reyes asintió y me dijo que por ella no había problema, pero nunca se dieron las circunstancias como en esa tarde mágica y no se pudo realizar. Quizás me alegro porque de ese día… han pasado casi diez años… y parece que fue ayer.

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