Marla

Todo comenzó cuando tenia 17, y gracias a la fiesta de graduación de una gran amiga, mayor que yo, la conocí a «ella». Yo bailaba con mi novio de aquel entonces, cuando ella se asomo en el salón. A pesar de la oscuridad, no pude evitar centrar mi vista en esa espectacular mujer, vestía de rojo, con un escote enorme que dejaba entrever sus perfectas tetas, y tan ajustado hacia las caderas, que creí que si se movía un poco, iba a estallar. No podía quitar los ojos de encima de esa mujer, y note que ella tampoco podía dejar de mirarme.

Sentí algo muy raro dentro de mi, como una tentación prohibida y pecaminosa, y poco a poco, empece a bailar muy sensualmente dirigiéndole certeras miradas a ella. Ella noto mis intenciones y sonrío. Luego me envío un beso cerrándome un ojo, y desapareció. pasaron dos horas mas en que no la vi, y por mas que aquel juego había quedado atrás, no podía evitar recordarla, y nada que mi novio hiciera, lograba que mi atención se centrara en el. Ya aburrida, y confusa ante lo que sentía, deje a mi novio solo por un momento, con la excusa de darme una retocada de maquillaje.

No pude evitar la tentación de buscar en el lugar a la mujer que me hacia sentir eso que me era tan novedoso, y cuando ya había perdido las esperanzas, sentí su delicada voz. «Hola» me dijo » buscas a alguien?». Yo no supe que contestar en ese momento, y ella notándolo, continuo. «me llamo Marla » me dijo tomándome del hombro mientras me conducía a un lugar con menos bullicio. «Soy Romina» le conteste «mucho gusto en conocerte», le dije tratando de que no notara mi nerviosismo.

Entablamos una conversación de poca importancia, lo que me hizo entrar en confianza, sin dejar de sentir esa atracción prohibida por ella. Cada vez que hablaba se movía delicadamente, y enjuagaba con su lengua sus labios rojos y carnosos, mientras movía su mano arreglando su cabello rubio. Casi sin darme cuenta, había comenzado a acariciar el mío, «eres muy hermosa, sabes?» me dijo directamente, a lo que yo no pude responder. «ese chico es tu novio, no es verdad?», dijo a continuación, «se veía un poco inmaduro… eh lo siento, no debí decirlo». Su mano no dejaba de acariciar mi pelo, y lo que me parecía tan raro al principio, ahora era muy agradable de sentir. «Si, es cierto» conteste luego de algunos segundos, «muchas veces es difícil de entender…».

Ella me miro con sus profundos ojos, y sin dejar de sonreír, paso su mano por mi mejilla, que yo había comenzado a sentir ardiendo, aunque no sabia por que. «Que te parece si vamos a otra parte para estar mas tranquilas?» pregunto al tiempo que colocaba su mano ahora en mi rodilla , yo no conteste, y solo me limite a seguirla, intuyendo su intención, que cada vez mas, era lo que yo también sentía. Olvidando a mi novio, dejamos la fiesta en dirección a su departamento en el sector alto de la capital. El viaje fue un anticipo de lo que ocurriría, cada vez que pasaba un cambio al conducir el auto, su mano rozaba mi pierna, y ello, unido a su espléndida y ahora en extremo sensual sonrisa. Yo, aunque me costo en un principio aceptarlo, me excitaban esos toques «casuales», y Marla se me hacia a cada momento mas deseada.

Una vez que llegamos a su departamento, me dejo sola, diciendo que se colocaría algo más cómodo. Mi corazón en ese momento palpitaba fuertemente, y la razón era la situación en que me encontraba. Luego, Marla llego a la sala vestida con una bata de seda, de color negro y semitransparente, con lo que note que no llevaba nada debajo, y pude ver sus perfectas tetas, adornadas de esos preciosos y grandes pezones que creí que iban a romper la tela de tan erectos que los tenia. Se sentó a mi lado, y esta vez sus impulsos fueron mas directos. «No te has puesto cómoda», me dijo tocando mi cuello, «te podrías quitar ese vestido que a esta hora ya te debe molestar…».

En ese momento, sentí como mi entrepierna se humedecía ante sus palabras y sus roces. Nunca hubiera adivinado lo que ella iba a hacer. Poco a poco siguió moviendo su mano por mi cuello, hasta que repentinamente la poso sobre mis tetas, sobándolas con pericia. «Que haces!» le dije sorprendida. «Nada, preciosa» dijo mirándome lascivamente » esto te va a gustar…».

De pronto metió sus dedos bajo mi vestido, luego bajo mi sostén, y lo comenzó a bajar suavemente hasta que mis tetas estuvieron al aire. «Tranquila» repetía inútilmente, porque en ese momento, yo solo quería que siguiera con el excitante juego. una vez que bajo mi vestido hasta la cintura, comenzó a abrir su bata para mostrarme sus tetas, que parecían ahora mas grandes que antes.» Te gustan?» me dijo lamiéndose los labios y acariciándolas. Luego tomo mi mano, y la coloco sobre sus enormes pechos, eran suaves, calientes, perfectos, y sus pezones parecían querer explotar, me sentí mas húmeda y con deseos irrefrenables de pasar mi lengua sobre ellos. Marla, que ya se sabia deseada, movió mi mano por su cuerpo, hasta hacerme tocar su pubis, y luego su sexo, que ardía tanto como el mío. Con un rápido movimiento me coloco de espaldas sobre el sofá, y termino de quitarme el vestido, y mis zapatos .Fue ella ahora la que acaricio mi concha. Yo estaba tan caliente, que creí que me corría en ese momento.

Sin previo aviso, se lanzo sobre mi entrepierna, y la comenzó a besar con pasión, luego fue usando su lengua sobre mi vello pubico, hasta llegar a mi clítoris que nunca había experimentado tanto placer. Yo gemía con cada uno de sus movimientos, pero ella no se detenía, haciendo una labor como nunca habría imaginado que fuera posible. Continuo lamiendo, chupando y mordiendo cada uno de los sectores de mi concha, mientras agarraba mi culo con sus manos, y metía su dedo en mi ano, que también ardía de deseo. «Que deliciosa eres» me dijo sin dejar su labor, «mmmmm, y que rico juguito te sale…» En ese momento, no pude aguantar mas, y junte mis piernas fuertemente sobre su cabeza, corriéndome, y gritando de placer como una perra en celo. Marla emergió de mi concha despeinada, y con los labios mojados por su propia saliva, y mis jugos. Al verla, no pude hacer otra cosa que abalanzarme sobre ella a chupar los pezones que ya me obsesionaban, con tanta fuerza, que quedaron rojos luego que termine con ellos.

Lamí todo su cuerpo, desde los pies a su cuello, sus piernas perfectas eran inacabables, y su concha me hacia estremecer. Mordi con pasión sus vellos actuando ya con instinto casi animal. Marla se corrió y sus liquidos mojaron mi boca. Luego caímos al suelo revolcándonos de placer, hicimos la 69, y volví a tener otro gran orgasmo como nunca lo había tenido. Esa noche no paramos de revolcarnos salvajemente, hasta que físicamente fue posible.

Al día siguiente, me llevo a mi casa, y nos despedimos con un gran beso en que nuestras lenguas se entremezclaron como la noche anterior.

Cada vez que me siento caliente, ya no recurro a un hombre para saciarme, solo busco a Marla para satisfacerme.

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