Mi tía y su impertinente culo

Esta es una historia más de incesto. No me interesa si confían en lo verdadera que fue o si piensen que es ficticia. Lo importante es que ustedes, como lectores; disfruten de una maravillosa historia repleta de morbo y situaciones excitantes que viví con ella. Se masturben tanto como yo lo hice al ir relatando y releyendo mis letras. Tengan un sinfín de orgasmos por culpa mía y de mi relato erótico.
La tía Aurora, esposa y amante. (me he dado el privilegio de cambiar el nombre para mantenerla en el anonimato.)
La describiré tal cual. Es una mujer de baja estatura. Con 26 o 27 años de edad. Su cara es angelical y redonda. Su tez es blanca, pero no pálida. Sus ojos grandes como platos y una boca rosada y hermosa, acompañada de unos labios delgados, pero deliciosos. Para ser sincero, no tiene unas tetas impresionantes. Son pequeñas pero lindas como esferas. Más por sus acompañantes principales: sus pezones respingones. No es esbelta ni mucho menos. A consecuencia del matrimonio se ha descuidado un poco la figura, principalmente en su abdomen ya que se ha dado el gusto de rellenar ese espacio con unas pequeñas pero no exageradas “llantitas”. Sé que suena un tanto despectivo ese término, pero trato de apegarme lo más posible a su realidad. Tiene unas piernas torneadas (a consecuencia del ejercicio que hace por las mañanas, un par de minutos trotando) y un culo. ¡Por Dios! Ese culo.. Para mi es perfecto, tal y como me gustan: carnoso y grande, blanco y con un delicioso hoyito rosado que incita a ser recorrido por cualquiera. En él yacen un par de pecas en tono marrón, muy coquetas a decir verdad, son un adorno extra para tan hermoso culo. Carece de flacidez, está en su punto. No por nada ha sido el causante de tantas de mis pajas. Su vagina es tan apetecible, la mantiene al margen. Siempre depilada y con un sabor exquisito.
Como lo mencioné anteriormente, ella suele trotar por las mañanas, siempre vistiendo prendas de licra, que le hacen lucir un hermoso “camel toe” y unas nalgas más que deliciosas.
Empezaré narrando el inicio de mi fetiche por sus nalgas. Todo inicio en mi adolescencia (actualmente cuento con 23 años de edad), ella se casó con mi tío siendo muy joven (18 años), ambos eran muy jóvenes para el matrimonio. Todo el mundo lo dice.
Mi hermano y yo solíamos pasar los fines de semana en casa de ellos. Ya sea por los videojuegos, la televisión por cable, la comodidad que te hacía sentir la casa, y por los amigos que teníamos en las cercanías. Como todo crío, la curiosidad está al borde del abismo. Una pizca de intriga y sucumbes ante cualquier situación. Me refiero a las noches de sexo y lujuria de mis queridos tíos. Una función en primera fila de viernes y sábados, los gemidos que emitía Aurora se escuchaban a través de las paredes, quizá más lejos; las nalgadas que le daban en su precioso culo me provocaban erecciones inmediatas, Sus gritos de puta saciando una buena verga me excitaban, no podía evitar masturbarme escuchando tantos sonidos diferentes. Como sabemos, la adolescencia es un volcán lleno de pajas, pornografía, tetas y culos, y un detonante tan lujurioso como aquellos sonidos era la cima de dicho volcán. Hubo un sinfín de noches pasionales entre mis tíos, y hubo un sinfín de pajas en su honor, con mi oreja atenta en la pared.
El morbo fue creciendo vehemente como imaginaran. Yo quería aventurarme más allá de esos sonidos, quería imágenes en mi cabeza, quería disfrutar de mis pajas con un mayor grado de excitación. Algo nuevo. Quería tener la imagen de tan preciosas nalgas cabalgando el rabo de mi tío. Porque los gemidos de Aurora me lo pedían a gritos; a veces fantaseaba y tenía sueños húmedos con ella. Me imaginaba en el lugar de mi tío, que era yo el que la jodía, el que le provocaba placer; al que le pedían con inclemencia más y más verga.
Una maravillosa tarde todo cambió para mi beneficio morboso. Era viernes (si mal no recuerdo), mi hermano tuvo asuntos con el odontólogo por lo cual no me acompañó ese fin de semana. Llegué temprano, mi madre me había dejado a eso de las 3:00 p.m., había finalizado una semana más de escuela y me disponía a disfrutar de mis 2 días de descanso. Mi tío se encontraba fuera, trabajando como debe ser. Por consiguiente, mi tía, mis pajas en su honor, y yo nos encontrábamos a solas, con la casa vacía para nosotros dos. Saludé cordialmente como buen crío, y ella me correspondió con una amable sonrisa. Se encogió de hombros y preguntó por mi hermano. Expliqué lo del asunto con el odontólogo y comenzamos a conversar. Sobrino y tía. Me preparó alguna comida rápida que no recuerdo, quizá un sándwich, quizá una sopa instantánea. Al momento de arrimarme a la mesa, un sonido estruendoso vino de la cocina, los puñeteros trastes habían colapsado en el suelo por estar mal posicionados. Mi tía se dirigió hacía la cocina, y comenzó a levantar los sartenes, (desde mi posición podía ver un poco la cocina, pero había que acercarse más para tener una mejor apreciación de esta) y ahí cambió todo. Una deliciosa tanga se asomaba por encima de sus nalgas, color negra, con un triangulo excepcional. Mi interior pedía a gritos: fóllala, fóllala. Pero, me quedé pasmado, y anonadado. Tan solo admirando sus preciosas y redondas nalgas agachadas, y su tanga que parecía coquetearme; bien metida en esa raja trasera ahogada en penumbras.
No me había dado cuenta de la tremenda erección que yacía sobre mis pantalones, y lo cuan caliente me había dejado la escena en la cocina. Terminé mi tentempié tan rápido como pude, y me dirigí al baño a pajearme. Esa tarde no hubo más acción, tan solo mis ojos seguían el tambaleo de ese culo cada que se presentaba alguna oportunidad.
Al anochecer llegó mi tío ebrio (como de costumbre los viernes), un par de copas con los colegas del trabajo en un billar, risas, chistes y a casa. No era demasiado tarde. Como era de esperarse mi tío declaró guerra y Aurora, su concha mojada, y su culo respingón le dieron respuesta.
Era la oportunidad perfecta, si contaba con un poco de suerte (que encontrara la puerta entreabierta), me colaría por el pasillo que daba a su recámara, en total silencio y apreciaría una cogida de las buenas. Y así fue. Tan solo tuve que esperar escasos minutos, después de un par de <> para saber que era hora.
Me deslicé por el pasillo, eché un vistazo rápido por la puerta, y vualá… un culazo siendo azotado por las manos de un hombre ebrio, pero muy cachondo. Le separaba las nalgas dejándome verle su lindo agujero, ella se encontraba de espaldas, y él abajo. Aurora gritaba como una vil puta, y se lo hacía saber a su esposo que no paraba de decirle: te gusta bien adentro, ¿verdad zorrita? Eres la más guarra de todas. Me encanta tu culo. Y ella respondiendo entre jadeos: Si, me encanta sentirte dentro. Podría montar este fierro toda la vida, y siempre me provocarías orgasmos.
La faena duró aproximadamente 40 minutos, quizá más. Y todo ese tiempo mi mano empuñaba mi tieso palo; me masturba tan deliciosamente, disfrutando de uno de los fetiches más deliciosos en el planeta. Espiar a alguien follando.
Me vine salpicando mi mano izquierda para contener el semen. No quería dejar huella. Entre la limpieza genital, escuché una pequeña conversación proveniente de la recamara apestosa a sexo.
-¿Por qué (mi nombre) ha venido esta vez solo?
-Es que (nombre de mi hermano) ha tenido una cita con el odontólogo, cariño. –explicaba Aurora-.
-Debes tener cuidado con él, he notado como te mira el culo (dándole una palmadita a su majestuoso altar de Sodoma y sosteniendo un tonó bromista y sarcástico)
-Jaja –se rió mi tía-. Se besaron y ahí culminó la noche.
Los días y semanas siguientes ocurrieron situaciones similares. Gocé de lo lindo. Sin embargo, quería más. Quería cosas nuevas.
Inclusive llegué a masturbarme oliendo sus tangas cuando ella se despistaba, y me colaba a su recamara. Inclusive una noche de copas entre adultos, cuando todos dormían en sus camas, me colé en donde estaba Aurora y más que tocar su cola, le di una pequeña sobada. Estaba muy nervioso, y no quería ser encontrado en esa morbosa situación.
Años después, cuando pasé la adolescencia, Aurora maduró más. Llegando a la edad de 26 o 27 años. Y fue cuando idee un plan más que pervertido.
Mi estatus actual era de soltero, viviendo en una casa de soltero y haciendo cosas de soltero. Ustedes podrán imaginar. Para mi fortuna mis padres me dejaron su casa (4 recámaras, cocina, comedor, sala, con inmueble, en fin, todo a mi comodidad) y no es que hayan fallecido, pero se mudaron a una casa menos modesta. Se dieron ese lujo.
El plan consistía en invitar a beber a mis ya conocidos tíos a casa, bromear, bailar y reír y follarme a su culona esposa. Pero, mi querido tío (tono sarcástico) no se esperaba lo que le tenía preparado. Una buena dosis del famoso Diazepam que me consiguió un compañero del trabajo. De 5 a 10 miligramos son suficientes para mandarlo a contar ovejas durante toda la noche y mientras, dejarme mojar la verga por los jugos de Aurora.
Describiré lo que pasó ese día a continuación:
Llamé a Aurora y a mi tío, les hice la cordial invitación. Con la excusa de que cambiaran de aires, y se quedaran en mi casa, porque me sentía solo (una total mentira, toda la puñetera semana estaba acompañado de amigas de la universidad o del trabajo y de algunos colegas y sus respectivas cervezas). Ellos aceptaron sin más.
Durante la tarde compré cervezas, totopos, pizza, y cosas de esa índole. Preparé todo. Di una extensiva limpiada a mi hogar, lavé sábanas y almohadas. Quería cojerme a Aurora con todas las de la ley. Ella merecía un buen lugar, quería hacerla sentir cómoda y darle la cogida que más disfrutaría en toda su vida.
Ellos llegaron, bebimos. Y pasando las 11:00 p.m. apareció mi amigo somnífero. Mi tío me pidió otra de las cervezas, mientras Aurora y él bailaban un poco. Yo hice lo mío, y al cabo de 1 hora, quedó totalmente despabilado en el sofá. Aurora creyó que eran los efectos del alcohol, y sin sospecha se dirigió hacia la laptop que había colocado en la sala. Ella buscaba y rebuscaba las canciones que le agradaban.
De pronto me asechó el sentido de culpa y el nerviosismo. Pero, mis pelotas y mi verga dura clamaban a gritos una buena cogida a la tía putita que tenía a mi disposición a solas en mi casa, y un tanto ebria.
Antes de asecharla, y seducirla fui a la recamara en la planta de arriba a revisar no sé qué asuntos. Cuando bajé las escaleras al cabo de 15 o 20 minutos, vi una silueta empinada frente a la computadora, abriéndose las nalgas, pasando sus dedos por la comisura de su culo y de su rajita tan deliciosa. De rodillas sobre una de las sillas de la mesa. (Si no me equivoco, estaba disfrutando de una videollamada o mejor dicho el sujeto al otro lado). Mi sorpresa fue tan grande que quise ir a cogerla ahí mismo, pero decidí esperar. Notaba su ebriedad, por su rostro, y su manera de teclear. Le mostraba las tetas con enjundia, y se masturbaba despacio sin hacer ruido para no ser descubierta por mi o por su marido. Quizá ella pensó que me había quedado dormido igual que mi tío, pero no era así. Disfrutaba un espectáculo sensacional. Con el palo a mil.
Después me decidí a aparecer, para ver su reacción. Me asomé por una de las paredes que impedían una mejor vista. Y me comencé a masturbar despacio. Ella se dio cuenta y soltó un grito ahogado, estaba sudando y muy nerviosa. Se cubrió sus tetas y entonces..
Mantuvimos una conversación:
-¿Qué…?¿Qué estás haciendo?
-Aurora, yo debería preguntarte lo mismo. (Ya con algunas cervezas encima, el valor y las palabras se sueltan). La verdad es que me has puesto muy cachondo. No sé qué diantres estás haciendo frente a la computadora. Pero, me ha gustado el espectáculo.
Ella aún nerviosa, se limitaba a mirarme con sus ojos como platos.
-Continua, Aurora. Continua. Que yo no diré nada, si tú tampoco.
Ella más que intrigada por mi comportamiento, siguió lentamente con la faena sexosa.
El tipo al otro lado del ordenador, estaba intrigado de igual manera. Pero, muy fascinado. Yo detrás del ordenador me limitaba a verla, cómo se masturbaba despacio y cómo se ponía cada vez más caliente el asunto.
Al cabo de unos instantes, ella cerró el ordenador de golpe y casi gritando dijo:
-Ven aquí, cabrón. Sé que te fascinan mis nalgas, he notado como las ves cada que tienes oportunidad.
-Si, me has descubierto –dije-,
-Pero, que me hayas encontrado en esta situación penosa, y que me hayas obligado a seguir, mientras tú me veías me ha puesto más mojada que una cascada. Si no te convence, echa un vistazo.
Sin duda, su tanga se notaba húmeda, muy húmeda.
-Que esperas, y cógeme, cabrón. Cogeme.
Su petición fue como miel para los osos sobre mis oídos.
Yo me acerqué, y nos empezamos a besar, sin olvidar la presencia de mi tío, ella volteaba para ver si no despertaba. Yo aprovechaba para tocar sus respingonas tetas y lamerlas de vez en cuando, mientras nos consumíamos en ese beso sensual. También le apretujaba esos pezones que tanto me gustan.
-El no despertará hasta mañana, Aurora. De eso ya me he encargado yo –con una sonrisa de cómplice le dije-,
-Eres un cabrón. Tenías planeado cogerme, ¿cierto? Por eso nos has invitado. Lo supuse desde que terminamos la llamada a medio día.
-Exacto. Desde siempre he querido cogerte, querida tía. Ese par de nalgas que llevas allí me pone a mil. No sabes cuánto me excitan.
La giré, e hice que si regordete culo se pegara a mi ya dura verga. Me comenzó a sobar delicadamente mi tieso palo con sus nalgas, como queriendo que se metiese en ese delicioso hoyito.
La manoseé tanto como pude, luego, la obligué a ponerse de rodillas, y de un tirón bajé su tanga. Lamí su ano, me sabía a gloria. Sabía a sus jugos pre seminales. Una combinación de sudor y su sexo. Magnifico. Para entonces estábamos totalmente entregados a la calentura. Cometiendo incesto, dándonos placer.
Ella gemía mejor que cuando cogía con mi tío. Después de humectarle bien su raja, me pidió casi a gritos que se la metiese, que la partiera en dos. Pero, faltaba mi porción de sexo oral. Una buena mamada de la tía puta era necesaria.
Ella obedeció. La tomé del cabello y la dirigí hacia mi ancho fierro. Me bajó la cremallera, y saltó como una bala mi pene ya muy mojado. Ella hizo lo suyo. Como verdadera profesional en el arte. Me lamió los testículos, y mi grueso palo desde abajo hasta arriba, chupó la cabeza, y repetía una y otra vez. No cabía en mí, estaba gozando de lo lindo.
-Quiero toda tu leche, sobrino. Dámela toda. La quiero ahora –ella decía desorbitada, totalmente entregada a mí, cachonda, y muy excitada-.
Sus palabras inmediatamente hicieron efecto. Le di lo que quería la muy zorra. Bañé literalmente su rostro. Nunca había eyaculado de tal manera y de tal proporción.
Lo sorprendente fue que mi verga seguía dura y tiesa, tan dura como una vara de metal. Ella se dio cuenta en seguida y se puso a cuatro mostrándome su suculento trasero. Abriéndose sus nalgas tanto que su ano comenzaba a abrirse de igual manera.
Le di otras lamidas, antes de comenzar. Escupí sobre mi rabo y la penetré de una sola vez. Comencé a penetrarla rápido, quería sacarle unos buenos gemidos. Vi sobre mis hombros a mi tío queriendo despertar. Pero, era solo mi imaginación. Estaba nervioso, caliente, y disfrutando de mi tía la zorra caliente.
Duré cabalgándola demasiado tiempo, perdí la noción del tiempo. Entre un orgasmo y otro. La ponía a cuatro, volteada, de lado, pasamos de la mesa al sofá.
-Fóllame a lado de este cornudo. Eso quiero, sobrinito. Pídeme lo que quieras. Esta noche soy tu puta solamente –decía la puta de Aurora-.
Sus palabras me excitaban más y más. Hice lo que pedía, sentía tan delicioso cada que entraba en ella. En su mojada concha. Me daba tiempo para darle unas buenas lamidas, y ella unas buenas mamadas.
Pasamos del sofá a la cocina, de la cocina a las escaleras, luego a la recámara. Luego al baño. Luego a la recámara otra vez. Terminamos fundidos. Besándonos y yo platicándole desde cuándo me comenzó a gustar y todo lo que había echo en su honor y en el honor de tan preciosas nalgas. Ella solo sonreía exhausta y muy complacida. Duramos un largo tiempo así. Descansando. Me parece que hasta el amanecer.
Después se despidió, dijo que quería dormir en otra habitación para no levantar sospechas y me dispuse a dormir. No sin antes ella mencionar:
Te has portado como un cabrón, sobrino. Pero, me ha gustado. Espero volver a repetirlo. Pero, recuerda… si tú no dices nada, yo tampoco diré nada.

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