Seducido y enviciado por 2 curas

Me parecía increíble lo que estaba pasando. Cuando me di cuenta, ya tenía metida una polla en mi culo y otra en mi boca. Me sentí putón, putón.

Siempre fui a un colegio de curas. Hice todos mis estudios allí hasta que llegué a la

Universidad. Os voy a explicar una experiencia el último año que estuve allí. El colegio era

sólo de chicos, por lo que íbamos bastantes salidos. Sobretodo hacíamos comentarios de las

profesoras que teníamos. La mayoría eran para aburrirse, pero siempre había la que estaba

bien y sobre ella caían los comentarios más calientes. Aparte teníamos los profesores y los

curas. Yo jugaba en el equipo de fútbol del colegio. Teníamos entrenamientos varios días

después de clase y el partido con otro colegio el sábado por la mañana. El entrenador era el

padre Ramón y tenía ayuda de otro cura llamado padre Rafael. Eran muy buenas personas y

siempre estaban por nosotros. Yo había estado en el equipo de fútbol desde hacía unos años, y la verdad era que me lo pasaba muy bien.

La rutina era siempre la misma. Salíamos de las clases y nos íbamos al vestuario a cambiar.

Luego entrenábamos y al final a las duchas, cambiarnos y a casa. Desde hacía unos días,

notaba que el padre Ramón estaba mucho por mí. Cuando llegaba me preguntaba como había ido el día, bromeaba conmigo y me dejaba jugar más minutos que de costumbre. También notaba cuando entrenaba y estaba haciendo ciertos ejercicios gimnásticos que el padre Ramón y el padre Rafael me miraban y se reían entre ellos.

Cierto día el entrenamiento fue muy duro y en un ejercicio que hice me lastimé el pie. No era nada grave, pero me molestaba un poco cuando caminaba. El padre Ramón me dijo que si no podía continuar con el entrenamiento que lo dejase, pero como ya faltaba muy poco para acabar y no me molestaba en exceso, continué. Cuando acabamos, el padre Ramón me dijo que quería verme el pie y comprobar que no tenía nada. Me lo estuvo mirando junto con el padre Rafael. Juntos decidieron que lo mejor era que me hicieran unas friegas en el pie para que no fuera a más. Me dijeron que me darían unas friegas antes de la ducha y luego otras después. Yo insistí que no era necesario, que no me dolía en exceso, pero al final accedí previendo males mayores.

Me dieron el primer masaje y me pareció que fue bastante largo. Tanto que cuando me fui a

las duchas todos mis compañeros se habían ido a casa. Me estaba duchando y mientras, iba

sintiendo que entre los dos iban hablando en voz baja y riéndose. Cuando salí iba con la toalla tapándome el cuerpo. Hice la intención de ponerme la ropa interior, pero el padre Ramón me dijo que no era necesario, ya que igual después me tenía que volver a duchar. Me pareció raro, pero confié en él.

Me hizo sentar en una silla, al tiempo que levantaba el pie para hacerme el masaje. Empezó

con su tarea. Al cabo de unos minutos, noté cómo su mirada estaba fijada en mi pene. No

hace falta decir que al sentarme y levantar mi pierna, me quedé todo desnudo delante de

ellos. Al principio me sentí un poco incómodo y miré al padre Rafael. Cual no fue mi sorpresa cuando me lo encontré también mirando mi pene y con la mano metida en su pantalón tocándose el suyo.

Me quedé bloqueado y pensativo. Pero me pareció una escena divertida. No sé por qué, pero sonreí y miré a los dos con cara divertida. No me reconocía. A mí me gustaban y me gustan las mujeres, pero me estaba gustando que esos dos me mirasen. De repente, noté cómo el padre Ramón pasó de masajearme el pie, a ir subiendo por la pierna. Y sus dedos empezaron a acariciarme. Me excitó. No lo puedo negar. Estaba sorprendido por mi reacción, pero la escena me gustaba.

Sus dedos empezaron a ir subiendo y mi respiración empezó a ser más intensa. Pensé que iba a parar y me vestiría, me iría y nos olvidaríamos del tema. Sin embargo, el padre Ramón me miró y puso su mano en mi pene. Este ya empezaba a estar hinchado, y al poner su mano, se me puso tiesa.

En ese momento el padre Rafael le dijo al padre Ramón: “vaya, ya te lo dije que a este le

gustaría”. El padre Ramón me guiñó un ojo me empezó a mover mi polla. Yo les dije que no sé qué me pasaba, que nunca había hecho algo así con hombres y que sería mejor que me fuera. El padre Ramón me dijo que no me preocupase, que me iba a gustar mucho lo que me iban a hacer. Que me relajase y disfrutase.

Me parecía increíble lo que estaba pasando. Estaba en el vestuario con un cura que me la

estaba meneando y con otro que me miraba de forma lasciva. El padre Ramón me dijo que

hiciera todo lo que me iban a ordenar y me prometió que cuando acabasen yo mismo pediría otra vez que me lo hicieran.

El padre Ramón se puso de pie y se desabrochó sus pantalones. Se los bajó y le apareció un

rabo como nunca lo había visto. Era enorme y muy regordete. Todavía no estaba empalmado, pero sus dimensiones me alucinaron. Yo nunca había visto un rabo como ese, y me quedé embobado sin apartar la vista. Se quitó toda la ropa y me dijo que me acercase.

Me puso de rodillas en un banquillo del vestuario y me dijo que cogiese con mis manos su aparato. Lo hice. El primer contacto con su polla me gustó. Toda mi mano rodeó su pene y como si lo hubiera hecho toda la vida se la empecé a menear. Su polla se empezó a poner dura. Era grande y yo estaba muy excitado. A continuación me cogió mi cabeza y la acercó a la punta de su nabo. Era obvio que lo que quería era que se la mamase. Y así lo hice. Me empecé a meter aquel capullo en mi boca. Él me iba guiando. Yo se la chupaba y me la iba metiendo dentro de la boca. Ese sabor salado que tenía me estaba gustando. Tanto que tenía la polla totalmente dura y mis huevos me empezaban a hacer daño.

Mientras se la mamaba le iba mirando a la cara, y le veía disfrutar. Eso fue lo que más me

gustó y me excitó. El padre Ramón miró al padre Rafael y le dijo: “creo que hemos descubierto a toda una putita que le gustan las pollas más que los caramelos; mira como me está mirando; se lo está pasando en grande”. Cada vez más me iba metiendo ese pedazo de polla en mi boca, cuando noté que las manos del padre Rafael me estaban acariciando mi culito. Me pidió que me pusiese de cuatro patas porque me quería dar placer. Así lo hice y él me empezó a chupar mi ano. Era delicioso. Mis huevos ya estaban a reventar de la leche que estaba generando. Pero para leche la que el padre Ramón me dio cuando se corrió dentro de mi boca. Me dijo “trágatela toda perra que seguro que te gusta”. Yo cuando oí eso, ajusté mis labios y me dispuse a tragármela toda. Me costó, porque la cantidad era mucha, pero lo hice. Y mientras lo hacía oía como gemía de placer.

Cuando acabé con la mamada de uno, me cogieron y me dieron la vuelta para que mirase al

padre Rafael. Fue en ese momento cuando desnudo, descubrí una polla todavía más grande

que la me acababa de comer. Era larga y enorme. Ya estaba empalmada, pero sus dimensiones me asustaron. Nunca pensé que pudiera existir un pollón como aquel. Y a decir verdad, no lo he vuelto a ver en ningún otro hombre. El padre Rafael me dijo que me la metiera en la boca, pero era tan grande que apenas me entraba. Lo fui intentando hasta que poco a poco mi boca cedió y me pude meter toda su puntita. Él me cogió la cabeza y me empezó a follar la boca. Yo empecé a sentir ganas de vomitar, pero lo pude controlar. Y mientras yo estaba con esa faena, no me había dado cuenta que el padre Ramón me había puesto crema en mi ano y que ya tenía metido tres dedos.

Estaba salido. Era un placer inmenso. Me sentí guarro. Mejor dicho, me sentí guarra y puta

dándoles placer a aquellos dos machos. El padre Rafael no hacía más que llamarme perra y que me la metiera más adentro. Estaba tan excitado que pensé que cuando se corriera no me

podría tragar toda su leche. Sin embargo, todavía quedaba para eso. Antes, el padre Ramón

me dijo que me preparase para sentir la mejor experiencia de mi vida. Y acto seguido me

empezó a romper el culo con su enorme polla. Me dolió mucho, pero me la metió muy

lentamente y se iba parando a medida que daba empujoncitos. Cuando me di cuenta, ya tenía metida una polla en mi culo y otra en mi boca. Me sentí putón, putón.

El padre Ramón se empezó a mover lentamente hasta que cogió ritmo y me la metía y sacaba del culo dándome mucho placer. Mientras el padre Rafael me cogió fuertemente la cabeza y empezó a bombear su leche. Fue tal la fuerza de bombeo que casi me hace vomitar. Sin embargo, cogido como estaba por sus manos, no tuve más remedio que tragarme toda la leche. Fue delicioso.

Cuando me sacó su polla de la boca, el padre Ramón continuaba metiendo y sacando su polla. Era increíble. Yo empecé a gemir y a pedir más. Entonces, y con los huevos doloridos por tanto placer que me estaban dando, me corrí. Sin hacer nada, mi pene empezó a bombear toda la leche que tenía dentro. Yo acabé gritando de placer. Y mientras oía los comentarios que me decían: “mira a esta perra que se está corriendo sin tocarle”, “vaya putón que está hecho”, “a partir de ahora nosotros te vamos a dar por culo siempre que queramos y te va a gustar”, “dale, dale, que parece que todavía no está satisfecho”.

Cada vez más el padre Ramón iba acelerando su penetración. Miré al padre Rafael con malicia y noté que ya tenía otra vez empalmada aquel pedazo de verga que apenas me había podido meter en la boca. Y me decía: “mírala bien porque te va a destrozar ese culito que tienes y te va a dar mucho placer”. Entonces, noté como el padre Ramón gemía más, me apretaba con fuerza contra él y se corría. Fue delicioso sentir su semen dentro de mi culo y como bombeaba con fuerza.

Cuando acabó me la sacó y de tanto semen que me había metido se me empezó a salir y a

resbalar por mis piernas. El padre Rafael me dijo que me levantase, que me iba a partir el

culito. Que lo que me había hecho el padre Ramón era prepararme el camino para la traca

final. Entonces él se estiró en el banquillo con toda su verga tiesa y dura. Y me dijo que me

sentase encima de ella. A mi me pareció que me iba a hacer mucho daño, pero me insistió y

me puse de pie encima de él. Me agaché poco a poco hasta apuntar su polla a la entrada de

mi ano. Él me dijo que no me preocupase que me aguantaría con sus manos para que entrase poco a poco. Le hice caso y noté cómo sus manos me abrían el culo y me cogían.

Entonces noté su punta que entraba por mi agujerito. Aunque ya me habían dado antes por el culo, su punta era tan gorda que encontró resistencia. Yo me agaché un poco más descansando el peso en sus manos. Y entonces, cuando ya tenía media puntita dentro (y sintiendo mucho daño), el padre Rafael me soltó y yo caí a plomo metiendo toda su polla dentro de mi ano. Solté un grito por el dolor inmenso que sentí. Él me dijo que no me moviera hasta que se me pasase. Esperé y a medida que iba pasando el tiempo me iba cambiando la sensación de dolor por placer. Entonces me empecé a mover despacito.

“Venga putita, muévete así que te estoy rompiendo tu culito”, me iba diciendo. A medida que iba oyendo todas esas palabras me estaba poniendo más cachondo y mi movimiento empezó a ser rítmico. Subía y bajaba cada vez más rápido. Era delicioso. Yo no hacía más que gritar de placer mientras aquel cabrón me la iba clavando cada vez más. Bajaba y subía y chocaba con sus huevos cada vez que me dejaba caer. En eso, el padre Ramón se me acercó y me empezó a mover mi polla. Yo estaba muy salido, y sólo oía que me decían: “así, sigue así putita” y cosas como “zorrita”, “mariconazo”, “putón”. Todo un placer.

El padre Ramón me hizo correr pero no me dejó parar, y yo seguía para arriba y para abajo con aquel inmenso pollón dentro de mí. Entonces noté como el padre Rafael me dijo que se iba a venir. Me senté y empecé a apretar mi culito. La sensación debió ser tal que me

empezó a bombear toda su leche con tal intensidad que creí que me llegaba hasta el

estómago. Estuvo un rato bombeando y cuando acabó me empecé a mover de nuevo. Quería que se le pusiese de nuevo tiesa sin sacarla para que me continuase dando placer.

El padre Rafael me dijo que no continuase, que la tenía muy sensible y no podía aguantar, a lo que le contesté que tal como me había dicho al principio, quería más y me la tenía que dar. Entonces él me dijo que si es lo que quería que me lo iba a dar. Así, yo seguí moviendo y noté como aquella bestia de polla se volvía a poner dura dentro de mí. Fue una sensación increíble. Cuando ya la tenía toda dura, empezamos de nuevo con más ritmo. Entonces, me

dijo que parase y que sin sacármela me pusiera a cuatro patas. Quería que el padre Ramón,

que estaba otra vez con su estaca tiesa, me follase por la boca. Dicho y hecho. Me puse a

cuatro patas y se la empecé a comer.

Como disfruté. Me estaban enculando bien enculado y me estaban follando por la boca de

forma brutal. Y digo bien porque el padre Ramón me metía su polla con fuerza por la boca y el padre Rafael no hacía más que meterla con brutalidad por el culo. Sus palabras eran: “te voy a partir el culito que tienes guarra”, “que eres más putón que las gallinas”. De pronto sentí que el padre Ramón se corría en mi boca y al mismo tiempo el padre Rafael me inundaba con su semen. Follado por dos tíos y corriéndose al mismo tiempo.

Acabamos extasiados por el esfuerzo, pero yo acabé además feliz. Nunca había sentido nada tan intenso y tan placentero, y fue genial. Luego nos duchamos los tres y aproveché para hacer una mamada más a cada uno como limpieza final. Y nos vestimos y nos fuimos porque era muy tarde. Como podréis adivinar, hubo muchas más sesiones de masaje con esos padres, y como podéis imaginar también, jugué muchos partidos como titular.

Espero que os haya gustado esta mi historia de un putón que todavía busca pollas para que le rompan el culito.

P.D.: Espero sus comentarios.

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