Sexo oral con un juego que se complica

Una amiga de mi mujer celebraba el cumpleaños de su marido y nos invitó junto con un grupo de amigos a su departamento. La reunión que empezó a todo trapo después decayó y alguien propuso entonces hacer algo para que fuera más divertida. Se barajaron varias posibilidades hasta que una de las damas presentes tiró el nombre del juego erótico “Verdad/Consecuencia”.

Este consiste en hacerle una pregunta a uno de los participantes, luego de haberlo hecho optar por verdad o consecuencia. Si responde “verdad” quiere decir que lo que le diga el que pregunta es cierto y no tiene derecho a quejarse. Si dice “consecuencia” tiene que demostrar lo que afirma su interlocutor. Es como si se tratara de una prenda. Las preguntas pueden ser bastante delicadas por estar vinculadas a temas sexuales. El que pregunta tiene la sartén por el mango.

Así fue como la primera de las participantes que dijo “consecuencia” tuvo que exhibir sus tetas (por cierto las tenía muy bien proporcionadas) porque le habían dicho que sus pezones eran asimétricos.

Uno de los caballeros tuvo que mostrar su miembro para que el resto observara que no tenía ningún lunar en él. Los que optaron por decir “verdad” tuvieron que soportar, ante la sonrisa del resto, que les dijeran que eran eyaculadores precoces, impotentes, anorgásmicas, lesbianas, gays, etc.

El clima iba en aumento y cada vez se preguntaban cosas más grosas. Una de las damas tuvo que masturbar a su marido, otra mostrar su cola y un hombre sus testículos.

Cuando le llegó el turno a Nora, mi mujer, que hasta ahora había disfrutado del juego viendo las afirmaciones que le hacían a los otros o las prendas que les tocaban a sus vecinos de ubicación, dijo “consecuencia” y fue su error fatal o no, según el cristal con qué se mire.

El tipo que preguntaba, que era un zafado le dijo que -con los ojos vendados- era capaz de reconocer, entre otras que se pusiera en la boca, a la pija de su marido. Cuando escuché esto me negué rotundamente a que realizara la tarea y propuse suspender el jueguito porque me parecía que mi mujer no tenía por qué soportar esa humillación.

Sorprendido escuché que ella dijo que como había aceptado las reglas previas no tenía por qué retirarse y que realizaría la prenda. Me acerqué y le dije al oído si estaba loca y me contestó que no me preocupara que iba a saber cómo manejar la situación.

Yo sabía que a Nora le gustaba mucho chuparla y que era toda una experta pero no pensé jamás que se atreviera a realizárselo a otros hombres y sobre todo en público. Era lo que más frecuentemente hacíamos cuando teníamos sexo. A veces me la chupaba nada más hasta hacerme acabar y gozaba con ello y a poco de comenzar ya se humedecía y llegaba al orgasmo. Me acordé que cuando eran novios en el viejo cine de Flores, luego de las consabidas caricias que nos propiciábamos habitualmente en esos lugares, me la empezó a chupar ante la atónita mirada de una pareja vecina y no paró hasta hacerme acabar.

Entonces recapacité y pensé que no estaría mal que lo hiciera con otros, porque a veces había fantaseado con ello y le dí mi consentimiento con la mirada.

Se prepararon entonces tres de los presentes -que fueron elegidos por la dueña de casa sin que ella, que había sido llevada a otra habitación supiera de quien se trataba. Uno era un tipo joven, de alrededor de 30 años, que tenía un miembro bastante bien proporcionado, que despertó la envidia del resto de los hombres que no podíamos creer lo que estábamos viendo. No era muy larga pero tenía un grosor increible. Las mujeres no pudieron evitar un ¡oh! de sorpresa al verle semejante pija. Los otros dos, de aproximadamente 50 años, la tenían de medidas normales al igual que yo.

Cuando mi mujer ingresó con los ojos vendados la sentaron en el apoya brazos del sillón y los hombres, con las pijas en sus manos, masajeándolas para que adquirieran dimensiones, se colocaron alrededor. El sorteo que se hizo luego de elegirlos, determinó que yo ocupara el tercer lugar.

El primero era uno de los de cincuenta y Nora se la chupó por un instante sin que se le parara del todo y dijo que no era la mía. Con el segundo, el joven de 30, se entretuvo más tiempo (la muy pícara se dio cuenta lo que tenía entre manos, mejor dicho en la boca, y supongo que por las dimensiones se dio cuenta que yo no era, pero se la chupó por un buen rato ante la mirada molesta de su joven esposa y los celos que me estaban atacando por la situación). También respondió negativamente. A mí me la chupó un poco menos que al anterior y expresó tener dudas. Pidió continuar con el otro, con el que tuvo dudas también. Así que le propusieron seguir chupándolas (a esas dos) para desempatar.

Le hicieron una seña al último para que se la volviera a poner y como a esta altura yo notaba que estaba excitada y suponía humedecida, le realizó un trabajo especial. Empezó de a poquito, sosteniéndole el miembro entre las manos y recorriéndolo íntegramente con su lengua húmeda. Siguió lamiéndolo un rato lentamente hacia arriba hasta llegar al glande, metiendo la lengua en el agujerito de la punta y luego volviendo nuevamente a la base hasta llegar a sus testículos velludos.

El resto de los presentes observaba los movimientos y estaban atónitos y excitándose con lo que acontecía. Nora siguió con su tarea como si nada, acentuando sus movimientos. Chupaba y bombeaba como si fuera la última vez en su vida. El pobre hombre (o afortunado) estaba tan fuera de sí que no pudo contenerse y se corrió, parte en la boca de ella y parte en la cara, cuando mi mujer se la sacó rápidamente al sentir los primeros chorros de semen en su interior.

Ahí terminó todo. La dueña de casa paró el juego. Mi mujer se sacó la venda que le cubría los ojos ante un cerrado aplauso de todos y mi mirada complaciente.

Al verme junto a ella y al tipo que recién se había corrido dijo: Estuve cerca ¿no?, ante las sonrisas de los presentes, salvo de la esposa de este último que la miraba con odio.

La fiesta continuó. Bebieron y tomaron por un rato más sin hacer ninguna mención al juego realizado.

Esa noche cuando llegamos a casa cogimos como los dioses echándonos un polvo sensacional.

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