Carlos y Jimenita

Cuando el padre de Carlos se jubiló, el cargo de encargado del colegio Plaza Mayor pasó a su hijo.
Carlos no estaba tan contento con ese hecho, pero no le quedó otra que hacerse cargo del trabajo, la cosa no estaba bien materia laboral, y era un trabajo seguro, y si bien el sueldo no era demasiado alto, a él que era soltero, y sin nadie a cargo le alcanzaba para sus gastos, que no eran muchos.
El Plaza Mayor era el colegio más caro de la ciudad, y a pesar de que prácticamente no existían ya los colegios exclusivos para chicos de un solo sexo, este establecimiento tradicionalmente había sido siempre para señoritas, y así lo seguía siendo.
Las chicas que estudiaban en ese colegio eran de las familias más ricas de la ciudad, y usaban un uniforme que consistía en una camisa blanca, corbata roja, y una pollera tableada de color gris claro. Ninguna de las alumnas tomaba un transporte público para llegar al establecimiento, por lo que las polleritas las usaban muy cortas, algunas las llevaban tan cortas que apenas le tapaban la cola.
A Carlos le llamó la atención la forma descarada en que las chicas iban vestidas. El tenía veintidós años y sus hormonas estaban a full, y la visión de las chicas, que tenían entre diecisiete y catorce años, vestidas con sus falditas de colegialas lo hacían estar excitado todo el tiempo. Esa visión de piernas adolescentes, y colas redondas lo hizo gastar gran parte de su primer sueldo en un celular con cámara.
Era un teléfono con una cámara de diez megapíxel, por lo que tenía una muy buena resolución, además tenía Internet, etc.
Como varias de las aulas estaban en el primer piso del colegio, las chicas tenían que subir por unas escaleras, y Carlos aprovechaba esto para filmar y sacar fotos de las chicas en las escaleras. La mayoría de las adolescentes debajo de la falda usaban shorcitos de lycra, pero como algunos de los mismos eran muy pequeños, terminaban metidos entre las nalgas de las chicas, por lo que las fotos que sacaba Carlitos eran súper sexys.
Muchas de las muchachas eran unas verdaderas bellezas, pero a Carlos una en especial directamente le voló la cabeza. Se llamaba Jimena Larramendi, y era hija de una jueza del Superior Tribunal de Justicia. La madre de Jimena era una mujer muy ocupada, y la atención que le daba a su hija era bastante escasa, lo que si siempre la llevaba al colegio, ya que le quedaba de paso en su viaje a tribunales. A la salida Jimenita llamaba a un remise para que la lleve a su casa, ya que su madre no volvía sino hasta la hora de la cena. Pero lo que pasaba era que la madre una o dos, o hasta tres veces a la semana la llevaba tarde al colegio.
Jimena era una chica sumamente hermosa, tenía el pelo color rubio, la tez siempre bronceada que destacaba con unos ojos de color verdes clarísimos, y una boca de labios gruesos que parecían hechos para provocar el deseo. Aparte la chica estaba en el equipo de patín artístico, por lo que sus piernas y su cola eran dignos de admirar.
Un día como siempre Jimenita llegaba tarde y Carlos estaba a punto de dejar de tomar fotos y filmar a las chicas mientras subían las escaleras cuando ella pasó casi corriendo al lado del portero.
La jueza la había despertado sobre la hora, y la chica no encontró el shorcito que usaba debajo de la pollera, y no tuvo más remedio que irse de la casa con la tanguita que llevaba puesta.
Carlos al verla pasar tan apurada, y con una pollerita que apenas que le tapaba la cola, directamente la siguió filmandola.
Mientras ella subía los escalones de dos en dos la faldita acompañaba el movimiento subiendo y bajando, y dejando al descubierto la tanguita blanca que la chica llevaba puesta, y que por supuesto se le había metido entre las nalgas dejando al descubierto una cola que hubiese hecho tener una erección hasta a un hombre muerto.
Carlos miraba extasiado lo que tenía adelante, y cuando finalmente ella llegó al final de la escalera, él tenía una erección fenomenal.
Ella ni siquiera se dio cuenta que el portero la había seguido dos escalones detrás metiendo su teléfono casi debajo de su pollera. Jimenita no era una chica de grandes luces, intelectualmente hablando, más bien todo lo contrario. Eso y el hecho de que había sido producto de un matrimonio fallido habían hecho que la madre de la niña la dejara de lado. No era brillante como su madre, sino que estaba muy por debajo del coeficiente intelectual de una chica de su edad, y esto la hacía objeto de todo tipo de bromas de sus crueles compañeras de año. Ella era una chica de catorce años que tampoco se había dado cuenta de lo sensual que era, y los celos y la envidia que provocaba en sus compañeras de colegio.
Apenas Carlos llegó a su casa lo primero que hizo fue bajar las filmaciones de las chicas a su pc. Cuando vio la filmación de Jimena no pudo reprimir las ganas de masturbarse, y lo hizo no una, sino dos veces.
La chica pasó a ser una obsesión para el portero, pero lo que él no sabía era que no era el único interesado en Jimena.
Laura Calzada era dos años mayor que Jimenita, y era también muy hermosa, con el pelo corto como un muchacho, y sus ojos azules era una adolescente muy llamativa. Pero Luarita no tenía nada de femenino en su forma de vestir, ni en su forma de actuar, tenía una naturaleza casi salvaje que se traslucía en su mirada y en su forma de actuar. Laura se destacaba en todos los deportes, tenían un físico espectacular, tal vez demasiado musculoso para una chica. Sus piernas eran casi como las de un fisicoculturista, así como sus brazos y sus hombros, que tenían una definición muscular asombrosa. Al principio Laura se había anotado en el equipo de vollley del colegio, pero a pesar de que de inmediato se convirtió en la mejor del equipo, a ella le gustaban más los deportes de contacto, si hubiese habido un equipo de rugby, ella hubiese sido la primera en anotarse, pero se tuvo que conformar con entrar en los de hockey y basquet. El que mas disfrutaba era el basketball, aunque sus compañeras de equipo rehuían a jugar contra ella en las prácticas, un poco por la manera brusca que tenía de marcarlas en la cancha, y mucho más cuando ella les hacía marca personal, en donde las manos de Laurita siempre terminaban tocandoles los pechos, o incluso con la excusa de intentar quitarles la pelota alguna que otra vez aprovechaba para meterles la mano entre las piernas.
Pero nadie se animaba a decirle nada a Laurita, todas le tenían miedo, ella había llegado con el pase de otro colegio en donde se rumoreaba que había tenido un “episodio desafortunado” con una alumna de un curso inferior al suyo. Nadie hablaba, pero todas sabían que a Laurita le gustaban las chicas, y de no ser porque el padre era un poderoso empresario, ni siquiera la hubiesen aceptado en el colegio.
El padre de Laura era uno de los hombres más ricos e influyentes de la ciudad, y se había abierto paso asía la sima por sus propios medios, o más bien usando cualquier medio. Estaba divorciado de la madre de Laura, quien vivía en otro país, por lo que la crianza de la chica estuvo a cargo de Don Eduardo Calzada.
El la quería mucho a Laurita, y trataba de prestarle la mayor cantidad de tiempo posible a la chica, pero ese tiempo era bastante escaso. Desde su divorcio, Eduardo había tenido decenas de parejas, muchas de las cuales incluso llegaron a vivir en la casa con ellos, y fue una de estas parejas, la que le enseñó a Laura los placeres que las mujeres se pueden dar entre si. Laurita en ese tiempo era tres años menor, y apenas tenía trece cuando conoció a Constanza, y como estaban la mayor parte del tiempo solas en la casa pronto se hicieron amigas, y algo más. Constanza tenía veintidós años, y Eduardo en ese entonces tenía cuarenta y dos. La chica era una amante incansable y a pesar de su corta edad, ya lo había probado todo. Una tarde lluviosa Laurita se estaba bañando cuando su madrastra se metió en la ducha con ella. Al principio Laura no entendió nada pero al ver a Constanza desnuda una nube de excitación se apoderó de ella, y ya no pudieron contenerse. El año en que Constanza vivió con ellos en la casa, para Laura fue el mejor año de su vida. Las dos chicas tenían sexo casi todos los días, y sus besos y caricias no paraban desde la mañana hasta la noche. Pero un día el padre de Laurita decidió que la relación con la chica no daba para más y la cortó, a pesar de los ruegos, y las lagrimas de su hija, que él atribuyó al cariño que se había despertado en la niña. Desde entonces Laurita había quedado como un loba en celo, al acecho de alguien que reemplace a su madrastra, y así fue que un día se había propasado con una chica de primer año del colegio al que concurría, y la pequeña la acusó ante las autoridades del establecimiento, para colmo había habido testigos de lo que había ocurrido, por lo que a el rector no le quedó más remedio que darle el pase a la chica, un poco para separarla de su victima, y otro poco para evitar que el escándalo se haga público.
Al padre de Laura, si bien no le dijeron abiertamente que era lo que había pasado, se lo dejaron entrever, y esto lo puso furioso.
Laura jamás lo había visto así a su padre, él siempre había sido cariñoso y afable con ella, y la forma en que la trató y las amenazas que le hizo la hicieron temer la ira de su progenitor.
Pero la naturaleza es imparable, y con el tiempo en la mente de Laura se fue gestando la idea de cazar a otra victima, y la elegida había sido Jimenita. Esta vez Laura iba a tener la precaución de atacar a la chica cuando no hubiese nadie cerca, y la elegida era una muchachita que estaba acostumbrada a que las otras chicas se abusen de ella por sus escasas luces, y para eso Jimena era la ideal, además de ser una verdadera belleza.
Y así fue como sin saberlo Carlos y Laura se convirtieron en los cazadores de la dulce Jimenita, uno para registrar fotos y videos, y otra para intentar conquistarla, o mejor dicho abusar de ella.
La ocasión se le presentó a Laura una mañana en la que la habían sacado del aula por una riña con una compañera, y Jimena había ido a retirar un libro de la biblioteca. Laura estaba en la biblioteca castigada, y cuando vio que la chica entraba a devolver el libro, y sacar otro para llevarlo a su profesora, Laura se escabulló hasta un rincón que había justo a la salida de donde funcionaba la biblioteca. El sitio era el ideal, si bien no era oscuro, estaba oculto de las miradas por ser un ángulo en una escalera. Ella se ubicó justo para que cuando pase Jimena ella le saldría al cruce. Y así fue.
Cuando Jimenita salió de la biblioteca al dar la vuelta para bajar por las escaleras se encontró con Laura, que se le paró enfrente sin dejarla pasar. Laura le dijo “Hola, como estás, te llamas Jimena no?. Tengo algo para vos”
Y antes de que Jimena diga nada la llevó contra la pared. Jimenita nada podía hacer contra la fuerza que su contrincante tenía, ni tampoco tenía idea de que era lo la otra tenía para darle.
Una vez que Laura la tuvo contra la pared, y antes de que su victima pudiera reaccionar le estampó un beso en la boca. Jimena estaba tan sorprendida que abrió la boca para decir algo, y en ese momento Laura aprovechó para meterle la lengua en la boca. JImenita soltó los libros que llevaba y comenzó a empujar a la otra chica apoyando las manos en los pechos de su agresora, pero no lograba separarse, en un momento dado Laura soltó uno de los brazos con los que estaba abrazando a Jimena, y le metió la mano por entre las piernas. Jimena se dio cuenta que Laura estaba tratando de meter sus dedos por debajo del shorcito que tenía puesto, por lo que una de sus manos bajó también para evitar que esto suceda. Laura le tomó la mano e hizo que la mano de Jimena entre por debajo de su propia pollerita, y con ella se comenzó a masajear. Jimena entonces luchaba ahora por quitar su propia mano de debajo de la faldita de su contrincante, pero no lo logró hasta que Laura se lo permitió, y esto fue porque había conseguido llegar al orgasmo usando la mano de la adolescente.
Entonces le dijo a Jimena “Anda putita, y no le vayas a decir a nadie lo que te hice porque te voy a buscar y te voy a cagar a trompadas”.
Jimena no salía de su asombro por lo que había pasado, si hubiese sido un hombre el que la atacó sin dudar se lo habría contado a alguien, pero el hecho de que fuera otra adolescente la hacía no saber como reaccionar.
Cuando se agachó a buscar los libros que habían quedado en el suelo, Laurita aprovechó y le pasó la mano por todo el trasero, a lo cual Jimenita salto como un resorte asía adelante y bajó las escaleras corriendo.
Jimena no le contó a nadie de lo ocurrido, pero tanto ella como su agresora no sabían que no habían estado solas en las escaleras, en un sector oculto, pero con una estupenda visión de lo que estaba ocurriendo, Carlos estaba grabando todo con su celular.
Como había envidiado a Laurita, cuanto hubiese dado por ser él el que se abusara de la bella adolescente.
Pero cuando llegó a su casa y bajó el video a la pc, se dio cuenta de lo fácil que sería fraguar la realidad.
El programa de reproducción de video de Carlos le permitía guardar imágenes de los videos como si fueran fotografías. El muchacho separó algunas imágenes que a simple vista hacían aparecer el ataque sexual del que Jimena fue objeto, como otra cosa muy distinta. En algunas fotos aparecía Jimena recibiendo un beso en la boca de parte de su compañera, mientras las manos de la agredida estaban en los pechos de la agresora, o sea que parecía que Jimena le estaba tocando las lolas a Laura.
En otra serie de fotos Jimena estaba con una mano debajo de la pollera de Laura, quien a las claras daba muestras de ser masturbada por la otra chica, y por último, había una serie en las cuales Jimena estaba agachada, mientras Laura le metía mano, como si la victima se estuviera ofreciendo para ser manoseada.
Carlos se dio cuenta que tenía a las dos chicas a su merced, y que si presentaba estas fotos a las autoridades del colegio, o las colgaba de Internet las chicas, que llevaban puesto el uniforme del colegio se iban a ver envueltas en un enorme escándalo.
Ahora tenía el asunto de cómo contactarse para hacerles saber que las fotos estaban en su poder, pero sin quedar expuesto.
La mejor forma que Carlos encontró de ponerse en contacto con Jimena fue a través de las redes sociales. Fue a un ciber, y allí se hizo un perfil falso, mediante el cual, envió un mensaje privado a la cuenta de Jimena.
Jimenita tenía cientos de contactos, la mayoría varones que se sentían atraídos por la foto de perfil de Jimena, pero en la realidad sus contactos reales no eran tantos, vale decir que sacando sus parientes casi ninguno, y los mensajes que recibía eran en general lances que se tiraban para poder conocer personalmente a semejante belleza adolescente.
Cuando Jimena vio que tenía un mensaje nuevo, estuvo a punto de no leerlo, pensó que seguramente era otro intento de sus admiradores, pero la curiosidad pudo más y finalmente lo abrió.
Lo que vio la dejó sin palabras.
Las fotos era muy nítidas, y el mensaje era socarrón, casi de burla. En el decía “mirá como se divierten las chicas, y si alguien publicara esto en Internet, o se lo mostrara a los profesores del colegio, que pasaría?”
Jimena corrió a la puerta de su dormitorio, y a pesar de estar sola en la casa, como casi siempre, cerró la puerta.
Lo primero que se le vino a la cabeza, fue que seguramente Laura tenía un cómplice filmando escondido, y que ahora ella había quedado a merced de su agresora. Pensó en contarle a su madre, pero las fotos casi no dejaban lugar a dudas, ella aparecía participando de la escena.
Así que esa noche casi no pudo dormir pensando en que la obligarían a hacer.
Eran las doce y media de la noche cuando en su ordenador apareció un nuevo mensaje, de quien le había mandado el primero. El Nick del chantajista era Puertalo, y en el mensaje le decía que al día siguiente no se pusiera un shorcito debajo de la pollera, y fuera con una tanguita de color blanca, y culminaba su mensaje amenazando con dar a conocer las fotos.
Jimena además de no ser muy inteligente, era sumamente sumisa, y ni por un momento se le pasó por la mente no hacer caso del mensaje.
Al día siguiente ella se vistió como siempre pero sin el shorcito de lycra, se subió al coche de su madre, tratando de que su progenitora no notara nada, pero como siempre la abogada estaba demasiado ocupada en sus cosas como para fijarse en que llevaba puesto si hija, Jimenita hubiese podido ir desnuda que su madre probablemente ni se hubiese dado cuenta.
Ese día llegaron a horario, pero igual Jimena subió por la escalera después de que lo hicieron su compañeras, esto para regocijo de Carlos, que vio con satisfacción que la chica no se había puesto el pantaloncito debajo de la pollera. Pero ese era solo el primer paso de su plan para su bella adolescente.
El día anterior Carlos había comprado un chip de teléfono, y se lo había colocado a su celular viejo, y como en la cuenta de Facebook de Jimena figuraba su número, cuando las chicas entraron a la última hora de clase, él le envío un mensaje de texto, en donde había escrito lo siguiente. “cuando suene el timbre de salida, no tomés un remise para volver a tu casa, volvé en un colectivo de la linea 4 que para en la esquina de Salta y Arosena. Tomá el primero que pase, y te va a dejar a una cuadra de tu casa. Puertalo”.
Jimenita llamaba a un remise distinto todos los días para volver a su casa, y jamás en su vida había usado un transporte público de pasajeros.
Cuando salió del colegio se dirigió a donde se le había indicado, y allí le preguntó a un hombre cuanto salía el pasaje, y como tenía que hacer para pagarlo, el hombre que tenía más de setenta años le explicó con suma paciencia donde y como tenía que poner las monedas, y llegó a cambiarle un billete para que las monedas le alcancen a la chica para poder viajar.
Jimenita se alegró de que hasta ahora todo le saliera bien, en todo el día no había visto a Laura, y ahora parecía que la chica no estaba en la cercanías, aunque esperaba encontrarla cuando bajara del colectivo, pero como en su barrio había vigilancia, pensó que no iba a pasar nada raro.
Y finalmente el autobús llego. Era una hora pico, y el micro estaba casi lleno de pasajeros, cuando paró para recoger los que había en la parada en donde estaba Jimena esperando se terminó de completar, y junto con ella subió un grupo de jovencitos que no paraban de mirarla de arriba abajo. Jimena no era tan tonta como para no darse cuenta de que algo se traían entre manos los chicos, y subió delante del dulce anciano que le había explicado lo de cómo pagar el boleto.
Dentro del rodado mas de uno se dio vuelta para mirar con lascivia a la chica, por lo que ella en cuanto pudo se pegó al anciano tomándose del pasamano del asiento en el que estaba tomado el hombre.
Carlos también había tomado el colectivo, pero como para Jimena el portero de su colegio, ni existía, ni se dio cuenta.
Y el autobús siguió levantando gente hasta quedar atestado. La chica venía ensimismada en sus pensamientos, y no se daba cuenta que el dulce ancianito le estaba pegando un tremendo arrimón.
El viejito siempre tomaba los colectivos más llenos para aprovecharse de alguna chica que fuera lo suficientemente vergonzosa como para no armar escándalo mientras el le arrimaba el paquete, o le rozaba el trasero con la mano.
Carlos estaba filmando todo, y veía desde su posición como el pene del anciano se refregaba duro entre las nalgas de la bellísima adolescente, que ni siquiera ahora que el viejo la tenía tomada por una de sus caderas, parecía darse cuenta de lo que pasaba.
El viejo llevaba puesto un pantalón de tela veraniega, y era de color marrón claro, por lo que si seguía con la verga apoyada en ese culo de ensueño, pronto llegaría a un orgasmo, que sin duda sería evidente al resto de los pasajeros, por lo que decidió tomarse un descanso, y se separó un poco del trasero de la niña, y su falo fue reemplazado por la mano que tenía apoyada en la cadera de la chica.
Tuvo cierta cautela para ver la reacción de la adolescente, pero la falta de reacción de la chica, fue una invitación al paraíso.
Jimena ya se había dado cuenta que el que pensaba era un dulce ancianito, no era otra cosa que un viejo degenerado, pero en su mente se surgió la duda, no sería el abuelo de Laura, y que fue el septuagenario el encargado de filmar lo que había pasado en el colegio. Así que a su pesar se dijo que le convenía no reaccionar a las cada vez más osadas caricias del anciano.
El viejo ahora tenía metida la mano debajo de la corta pollerita de la chica, y al principio pensó que la adolescente estaba desnuda, pero luego se dio cuenta que ella llevaba puesta una tanguita que se había metido entre los cachetes.
El viejo estaba colorado por la excitación, y Carlos pensó que en cualquier momento le iba a dar un ataque cardiaco, y el anciano caería al suelo, pero no fue así. El viejo tenía apoyada la verga en una de las nalgas de la chica, mientras su mano no paraba de recorrer cada centímetro de su duro trasero.
En un momento ya no pudo aguantar más y una catarata de esperma salio de su miembro formando una enorme mancha en su pantalón claro. Recién ahí el viejo se separó de la chica, y lleno de vergüenza, y tratando de que nadie se dé cuenta de lo que le había pasado, se encaminó al final de rodado para bajar por la puerta de atrás, y tuvo que tomar un taxi para volver a su casa.
Jimena se estaba acercando a la parada en donde debía bajar, y al encaminarse a puerta para bajar, sintió que más de uno de los hombres que estaban parados, sin demasiados escrúpulos le mandaban mano por el trasero. Muchos la habían visto dejarse manosear por el viejo. Incluso Carlos la siguió por el pasillo, y le perdió un manotazo por debajo de la pollerita.
A pesar de todo Jimenita había experimentado algo que antes nunca había sentido, y eso era la excitación que provoca en toda mujer el hecho de sentirse deseada.
A la noche a Jimena le llegó la filmación de lo que había pasado en el autobús, y ella no pudo evitar terminar tocándose hasta llegar al orgasmo.
Esa noche Puertalo se comunicó con Laura.
La primera reacción de la chica al ver la filmación de lo que había pasado en el colegio fue un interminable listado de todos los insultos habidos y por haber. Carlos no se inmutó por eso, pero en cuanto ella finalmente dejó de insultarlo, él simplemente le dijo que la madre de Jimena era una jueza, y que por lo que había hecho podía llegar a quedar fuera del colegio, sino que podía llegar a caer presa por lo que hizo. Ella furiosa, le preguntó que era lo que quería. Puertalo le escribió que a la mañana siguiente fuera a la parada de colectivos en donde había citado a Jimena, y que allí se subiera al mismo coche en el que Jimenita se suba, y que una vez ahí él le garantizaba que la chica se iba a dejar hacer de todo, aunque tuviera cuidado y tratara de disimular lo que estaban haciendo, no sea que alguien se pusiera a hacer un escándalo. Pero también le dijo que si algún hombre se les acercaba, y quería participar ella no debía reaccionar de ninguna manera.
Por último le recomendó, al igual que a la otra chica que no usaran shorcitos debajo de la pollera, y se pusieran sendas tanguitas.
La propuesta era tentadora, tener a Jimena a su merced, aunque estuvieran rodeadas de personas le gustó, y mucho.
Ese día Laura y Jimena coincidieron en la parada de colectivos. Jimena ni siquiera se animó a mirar a Laura, quien no podía quitarle los ojos de encima.
Cuando llegó el autobús, todos subieron, incluso el anciano del día anterior, pero esta vez había tenido la precaución de ponerse un pantalón de color negro.
Jimena fue la primera en subir, detrás suyo estaba Laura, quien al tenerla a su alcance le metió la mano por debajo de la pollera dando le un buen agarrón en las nalgas.
Esto no pasó desapercibido para el viejo, quien se terminó de convencer de que Jimena, y ahora su nueva amiga eran unas putitas que les gustaba que las manoseen en los colectivos, y sin dudar esta vez, viendo que Jimena había quedado lejos de él, se dedicó a la chica que tenía más cerca, y que era tan bella como su anterior victima.
Cuando Luarita sintió que una mano se le colaba por debajo de la pollera estuvo a punto de reaccionar, pero también pensó que se podría tratarse de su extorsionador. En otras circunstancias Laura le hubiese dado un golpe al anciano, y sin dudas lo hubiese noqueado, pero sus dedos finalmente habían entrado por debajo de la bombachita de Jimena, y podía sentir como se empezaba a humedecer la entrepierna de la chica, por otra parte ser manoseada por un viejo le estaba produciendo cierto morbo.
Jimena se tenía que morder los labios para no gemir de placer, Laurita sabía como llevarla al orgasmo.
El viejito estaba enloquecido con el durísimo y parado trasero de la atractiva Laurita, y su verga dura estaba apoyada en una de sus nalgas, entonces se la jugó del todo y le metió toda la palma de la mano por dentro de la tanguita, y sin esfuerzo le metió un dedo en la húmeda vulva de la adolescente, y comenzó con el mete y saca, pero no se conformó con eso, y con los jugos de su vulva se lubricó un dedo, y comenzó a meterlo en el culo de la chica.
Laurita nunca había sido penetrada por su parte de atrás, ni siquiera Constanza le había hecho algo así.
Al principio sintió una enorme molestia por lo que el viejo le estaba haciendo, pero luego esa molestia se convirtió en placer, y los orgasmos se sucedieron como nunca antes.
Cuando Laura llegó a su tercer orgasmo, le sonó el celular, y allí vio que tenía un mensaje de Portalo, en donde le decía que tenía que bajarse del colectivo.
Ella obedeció de inmediato.
El viejo no sabía si seguir a su nueva victima, o quedarse con Jimena, y se decidió por quedarse con Jimena.
El no había llegado al orgasmo todavía, y decidió que la rubia era la que le iba dar placer.
El viejo estaba enloquecido, y ya no le importaba nada, se bajo la cremallera del pantalón y sacó su miembro y lo metió por debajo de la pollerita de la colegiala. Ella al notar que la verga del viejo quedaba entre sus piernas las cerró un poco, y comenzó a moverse levemente para adelante y para atrás. El anciano acompañaba el movimiento de la chica, y muy poco tiempo pudo soportar sin que chorros de esperma salgan disparados de su miembro y terminen chocando con la parte de delante de la faldita. Jimenita también tuvo su orgasmo, y como estaba llegando la parada en donde debía bajar se separó del viejo, quien apenas tuvo tiempo de meter su verga dentro del pantalón sin que la mujer que iba sentada en el asiento de donde estaba tomada Jimena se diera cuenta de lo que había sucedido.
Ahora Carlos tenía material como para hundir a las chicas hasta lo más hondo, y se dio cuenta de que ellas no solo habían quedado a su merced sino que ahora estaban disfrutando.
Al día siguiente en el colegio se iba a realizar la proyección de una película religiosa sobre la vida de la creadora de la orden de las hermanas que dirigían el establecimiento, y las chicas a las diez de la mañana tenían que ir el salón de actos, en verían la el filme junto con el arzobispo de la ciudad. Las alumnas se iban a ordenar en el salón según al año al que cursaban, y que era el siguiente, las más chicas adelante, mientras que los últimos años quedaron en la últimas filas.
Carlos estaba a cargo de la proyección, que consistía en poner un dvd, y controlarlo que se fuera reproduciendo sin inconveniente.
El año de Jimena quedó al medio del salón, y ella estaba sentada casi al medio de la fila de asientos, mientras que Laura por ser del último año, quedó parada al fondo del salón cerca de donde estaba el proyector.
Como era de esperar, para ver la película se apagaron las luces, y el salón quedó a oscuras, apenas con la tenue iluminación de un filme bastante oscuro.
Entre el cubículo en donde estaba el proyector, se encontraba un poco elevado y estaba separado del salón por una baranda. Se suponía que ese elemento debía evitar que las chicas se acerquen al proyector, pero como el salón estaba atestado de gente, Laurita se pasó por debajo de la baranda, y se acomodó para ver la película apoyando los codos en la baranda.
Carlos se dijo que no era necesario quedarse en el cubículo, y salió para ver la película, aunque en realidad no le interesaba. Y ahí fue que vio a Laurita medio agachada en la baranda.
La chica aburrida estaba moviendo el trasero de un lado al otra mientras tenía la cara entre las manos.
Carlos se acercó por detrás de la chica, y cuando estuvo justo detrás a ella con las piernas abiertas se le apoyó en el trasero.
Ella dio vuelta la cara y lo miró con odio, él se le acercó al oído, y le dijo: “No te conviene hacerte la difícil, mira que la jueza se puede enojar mucho con lo que le hiciste a la hija”.
Ella le dijo “pedazo de puto”. El le dijo: “si yo soy puto, y con ese pelito corto te la voy a tener que meter por culo”.
Ella tragó saliva, y se arrepintió al momento por haber dicho eso. El se fue adentro del cubículo en donde estaban también los antiguos proyectores de cinta, y buscó un tarrito en donde se guardaba la vaselina para lubricar los aparatos, y con eso en la mano se volvió a donde estaba Laura. Ella estuvo a punto de irse del lugar en donde estaba, pero finalmente decidió que le convenía quedarse.
Carlos la tomó del brazo, e hizo que la chica lo acompañe a dentro de donde estaban los proyectores. Una vez dentro la empujó sobre la pared, Laura lo miraba con una mirada en donde se mezclaba el odio y el desprecio, a Carlos esto le importaba poco, simplemente la dio vuelta, y la hizo ponerse de cara a la pared.
El la empujó con su cuerpo apretandole la verga contra el trasero, mientras le decía al oído, “si te portas bien, la voy a traer a Jimenita para que le podas hacer lo que vos quieras”.
La idea de tener a Jimena a su merced no le desagrado en lo más mínimo, pero el precio que tenía que pagar era para ella demasiado alto. Laura nunca había estado con un hombre, y en cierta forma se sentía nerviosa.
Carlos estaba extasiado con el trasero de Laura, sus manos no podían parar de acariciar cada centímetro de ese maravilloso culo, en cierto momento se puso de rodillas, y junto con sus manos, ahora su boca comenzó a besar y morder esas nalgas duras.
Casi sin darse cuenta, Laurita empezó a echar la cola para atrás dejando que las caricias, y la boca del portero le den placer. Ni hablar cuando él le bajó el shorcito y junto con él, la tanguita que ella tenía puesta, y su lengua empezó a lamer el ano, y la vulva de la adolescente.
Ella empezó a jadear, y con sus manos separó sus glúteos para que la lengua de Carlos puedan darle un placer más profundo.
Carlos se puso de pie y luego de ponerse vaselina en los dedos de su mano derecha, pasó su brazo izquierdo por delante del cuerpo de la chica, y comenzó a masajearle el clítoris, ella tiró nuevamente la cola para atrás, y el muchacho le metió un dedo en el culo.
Laurita estaba con la cara contra la pared y cuando el portero le metió un segundo dedo en el trasero, no pudo evitar decirle entre jadeos, “me estás matando puto….”, Carlos simplemente le contestó, “ahora viene lo bueno, si querés ser un muchachito tenés que sentirla por atrás”. Y sin más le metió la verga en el culo. Si bien ella ya tenía el ano dilatado por la excitación al sentir el grueso miembro del muchacho sintió que se desgarraba por dentro, y trató que él fuera más suave, pero eso solo sirvió para excitarlo aun más, y sus empujones fueron aun más salvajes. El pasó sus brazos por debajo de las axilas de la chica y cruzó sus manos sobre la nuca de la adolescente inmovilizándola mientras la aplastaba contra la pared.
Fue una violación sin ningún tipo de miramientos. Cuando él llegó a la eyaculación recién tomó a la chica por las caderas, y ella pudo bajar las manos, y con una de ellas apenas tuvo que tocarse para lograr un orgasmo como nunca en su vida había tenido.
Ellos estaban de espaldas a la entrada del cubículo, y no se habían dado cuenta que en la puerta estaba parado el profesor José Alfredo Alperini.
Si hay que buscar una definición sobre la apariencia del Profesor Alperini, esta sería “una rata de biblioteca”. De cuerpo enjuto y enclenque, anteojos, piel blanquísima fruto de una casi nula actividad al aire libre.
Alperini estaba hipnotizado por la escena que se estaba desarrollando frente a sus ojos, la belleza de la chica, y lo erótico que era estar ahí parado mientras se producía la violación.
Cuando Carlos lo vio se quedó de una pieza, pero rápido de reflejos simplemente le dijo “ahora le toca a usted profesor”.
Alperini tenía una erección tremenda, y su cerebro hizo una rápida evaluación de la situación, y se dijo que era un estúpido si no aprovechaba la ocasión, y bajándose los pantalones se le fue encima a la adolescente. Laurita estuvo a punto de ensayar alguna protesta, pero ella estaba tan caliente como los dos hombres, y lo morboso de la situación le producía una gran excitación.
Ver el hirsuto cuerpo del profesor, con sus piernitas flacas, y su verguita metida en semejante culo maravilloso era digno de una película porno que mezclara sexo y humor, y a pesar de que no había demasiada luz, Carlos se las ingenió para grabar lo que estaba sucediendo. Por supuesto que el caliente profesor no duró mucho, y la eyaculación lo dejó temblando. Carlos le dijo “bueno profesor, vuelva con sus alumnas antes de que noten su ausencia, y no diga nada a nadie de lo que pasó, mire que lo tengo todo grabado”.
El profesor se retiró rápidamente, como arrepentido de lo que había hecho, aunque en realidad, jamás en su vida había tenido un episodio tan ardiente, y mucho menos con una belleza escultural como Laurita. También era consiente de las consecuencias nefastas que el episodio podría tener para su carrera.
Carlos ya se había sacado los pantalones, e hizo que Laura se acueste en el suelo boca abajo, una vez que la tuvo así se le sentó arriba, y separandole los glúteos la volvió a poseer por el culo.
La cabalgó sin parar, hasta que luego cuando sintió que se venía, la tomó por las caderas haciendo que quede en cuatro patas, y así la penetro en profundidad hasta que los chorros de esperma volvieron a inundar el trasero de la adolescente.
El orgasmo fue a dúo, tanto él como ella se unieron en un largo suspiro. Carlos estaba a horcajadas sobre la chica, y de esta forma estuvo hasta que su miembro volvió a la flaccidez, y recién ahí lo sacó de su caliente prisión.
El video sobre la vida de la Santa había llegado a su fin y las chicas rompieron en un sonoro aplauso, que Carlos sardónicamente agradeció.
Laurita se acomodó el shorcito y se fue al salón, no sin antes decirle a Carlos “me rompiste el culo hijo de puta, esto lo vas a pagar”. A lo que Carlos le respondió “bien que te gustó putita, viste que le empezaste a sentir el gustito a la verga, y no es tan feo viste”.
Ella no contestó, en realidad, era como si el muchacho le estuviera leyendo la mente, no la había pasado nada mal en el cubículo.
A la mañana siguiente le mandó un mensaje a Jimena, en el estaba un video en donde se mostraba a una actriz porno haciendole una mamada espectacular a un hombre.
En el mensaje que Carlos le envió a Jimenita, solo decía “esta es tu futura tarea, miralo bien y aprende como se hace porque lo vas a tener que hacer vos”-

La portería del colegio, tenía dos entradas, una daba al interior del edificio, y la otra era una salida a la calle, por donde se podían entrar herramientas, o cualquier cosa que se necesitara para el mantenimiento del edificio.
No era un lugar muy amplio, estaba llena de armarios con herramientas de trabajo, y elementos de limpieza, una mesa de trabajo alta como para usarla estando de pie, un escritorio, y una silla.
Cuando estaba finalizando el día escolar, a Jimenita le llegó un segundo mensaje en el cual se le indicaba que
Al la salida la adolescente fue a la puerta de la portería que daba a la calle, tal como se le indicaba en el mensaje, ahí le decían que antes de retirarse del colegio, tenía que pasar por la portería, no por la puerta del interior del colegio, sino por la puerta que daba a la calle. Ella como siempre obediente hizo lo que se indicó. El le abrió la puerta y la hizo entrar.
La belleza de Jimenita era impresionante, su pelo color rubio, su cara de gata de ojos verdes, y ni hablar de esa terrible boca de labios gruesos, que parecían hechos para el sexo.
El sueño hecho realidad, una maravillosa adolescente vestida de colegiala, totalmente entregada, y dispuesta a darle placer.
Carlos se paró detrás de es belleza, y rodeó a la chica con sus brazos metiendo su cara en la dorada cabellera Jimena, mientras pegaba su entrepierna contra la dura cola de la colegiala.
Ella intentó una tímida resistencia, pero él le dijo que se quedara quieta en donde estaba, y que se dejara hacer.
El se deleitó con el perfume del cabello de esa belleza, mientras sus labios besaban la nuca de Jimenita.
Ella estaba asustada, nunca antes había estado con un hombre, y las manos del muchacho que ahora le masajeaban los pechos la estaban comenzando a exitar.
Cuando él bajó una de sus manos hasta su entre pierna, ella instintivamente tiró su cola para atrás haciendo que Carlos lance un suspiro de placer.
Carlos le metió la mano por debajo de la pollerita y comenzó a tocar la pelvis de la adolescente.

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