Obligándola

Hola. Mi nombre es Alan y quería compartir con ustedes el siguiente relato.
Mi familia está compuesta por mi papá, mi mamá, mi hermana Susana, y por mi. Ahora yo tengo 22 años y Susana 20. Para mi, el cuerpo de Susana se asemeja a la perfección. Tiene el pelo rubio, lacio y largo hasta su cintura, tiene una cara angelical que con sus ojos celestes es difícil no enamorarse, sus tetas son bastante grandes, y sus caderas me deja sin palabras. Hace cinco años, cuando todavía compartíamos la pieza, se me despertó un interés hacia Susana. En ese entonces ella ya tenía el cuerpo bastante desarrollado. Una noche de verano me levanté para ir al baño. Cuando prendo la luz lo primero que veo es a ella durmiendo boca abajo. Tenía puesto una bombacha color rosa y una camiseta que le quedaba grande. Fui al baño y me hice una paja pensando en ella. Cuando volví a mi cama, apagué la luz y me acosté no podía dejar de pensar en ese cuerpo. Estuve pensando durante un rato y decidí aunque sea tocarla. Me levanté en la oscuridad y me arrodillé junto a su cama. Puse mis dos manos sobre su culo y así
estuve un momento. Me pasé un buen rato acariciando sus piernas y su culo hasta que ella se movió y entonces regresé a mi cama. El día siguiente fue como cualquier otro, nuestra relación de hermanos no había variado, supongo que no se dio cuenta. Esa noche quería repetir la hermosa sensación de tocarla, así que puse el despertador de mi reloj pulsera a las 4:00 am. El despertador sonó y me levanté a hacer lo mío. Agarré una linterna que guardo en mi mesa de luz y la alumbré. Esta vez ella estaba boca arriba tapada por una sábana. Apagué la linterna y me arrodillé junto a ella. Mis manos se metieron por debajo de la sábana y la derecha llegó hasta su muslo, y después hasta su concha, mientras que la izquierda quedó sobre una de sus tetas. Estuve inmóvil un momento sintiendo lo que tenía en mis manos. Metí mi mano por debajo de su bombacha hasta llegar a su agujero, fue en ese momento que Susana me dio su espalda bruscamente. No le di importancia a eso y puse mis manos en su culo, pero ella se volvió a mover.
Supuse que se había despertado y entonces volví a mi cama. Al día siguiente no me dirigió la palabra. Yo tenía miedo que le contase a alguien, pero creo que no lo hizo. Dos semanas después yo ya no podía más, así que esa noche puse el despertador a las 4:00 am. Devuelta la alumbré con la linterna y de nuevo ella estaba boca arriba tapada con la sábana. Me arrodillé junto a ella y metí mis manos bajo la sábana y comencé a tocarle la concha. Pero al poco tiempo siento que se mueve, me agarró la mano y me rasguño el brazo. Con eso decidí terminar por esa noche. Lo mismo se repitió durante algunos meses dos o tres veces por semana, yo ponía el despertador, la tocaba (a veces durante un buen rato y a veces casi nada), ella se despertaba, y yo me volvía a mi cama. Pero a los seis meses nos mudamos de casa, a una más grande, en donde cada uno tenía su propia pieza. Mi calentura hacia ella nunca desapareció, la espiaba cuando ella estaba en el baño, o a la noche me acercaba a la puerta de su pieza, la alumbraba con
la linterna y me pasaba un buen rato contemplándola, pero sin animarme a entrar. Hace cuatro meses decidí a arriesgarme y empecé a planear lo que iba a hacer. Ella todas las mañanas, alrededor de las 7, se toma un baso de jugo, no se porque. Los dos estudiamos en la universidad pero en ese momento estábamos de vacaciones y como era miércoles nuestros padres se encontraban trabajando y no volvían hasta las tres de la tarde. A las seis de la mañana entré en su pieza y me paré junto a ella. Me vinieron recuerdos y estuve tentado a tocarla, pero me contuve. En su baso de jugo, que siempre se lo sirve la noche anterior, puse un jarabe para dormir y me fui a mi pieza a dormir un rato más. A las ocho me levanté, me asomé para ver en su pieza y ya se había tomando el baso de jugo. Fui a mi pieza, agarré algunas cosas que necesitaría y volví a la pieza de mi hermana. La destapé. Traía puesto una bombacha color celeste y la misma camiseta de hace cinco años. Por más que estaba profundamente dormida traté de no hacer
movimiento bruscos. Le separé las piernas en forma de V y se las até a los pies de la cama. Con los brazos hice lo mismo atándolo a la cabecera de la cama. También la até por la cintura pasando una soga por debajo de la cama. Y por último la amordacé con un pañuelo. Cuando estuvo todo listo le empecé a pegar despacio en la cara como para despertarla. Ella se despertó y miró a su alrededor confundida, me vio a mi e intentó decirme algo. Yo le dije que ahora le iba a hacer algo que tenía ganas de hacerle hace varios años. Agarré una tijera y le corté la camiseta, sus tetas se desparramaron y eso me puso a full. Me acosté sobre ella y empecé a chuparle las tetas. Susana empezó a llorar y a gritar (inútilmente porque el pañuelo callaba todo). Me acerqué a su cara y le dije que si se quedaba tranquila lo iba a disfrutar, y empecé a lamerle las lágrimas. Agarré la tijera de vuelta, corté su bombacha por uno de los lados y se la arranqué. Me desvestí frente a sus celestes ojos llorosos y me paré al lado de ella. Le
empecé a frotar mi verga por el oído diciéndole que se la iba a meter toda y que dejaría de ser la perra virgen calienta machos que era. (Actualmente ella no tenía novio, pero había tenido muchos, y nunca llegaron a cogerla, apenas si la tocaron). Una cosa que me había olvidado era algún lubricante, así que pensé en hacerle un orgasmo y que lo fluidos sirvan como tal. Puse mi cara en su concha y empecé a chuparla mientras que con mis manos masajeaba sus tetas. Estuve un buen rato así pero ella no se vino, solo lloraba. Me cansé y decidí penetrarla. Puse mi verga en su concha y le metí solo la cabeza. Esperé un minuto y empecé a metérsela poco a poco, no quería lastimarla. Llegué a una parte en donde no entraba más, así que arremetí con fuerza y ella pegó un grito de dolor, ahí se fue su virginidad. Comencé un bombeo constante. Cuando estuve a punto de venirme se la saqué, me senté sobre ella y me hice una turca con sus tetas. No tardé mucho en eyacular sobre su cara. Sus lágrimas se mezclaban con mi leche,
es una postal que nunca me voy a olvidar. Me quedé acostado a su lado para reponerme. Ella ya había dejado de llorar, solamente estaba mirando por la ventana. Quería ver un orgasmo de ella, así que volví a ubicar mi cara entre sus piernas. Tenía un poco de sangre pero no me importó. Empecé a chupar su concha, mientras que con la mano derecha tocaba sus tetas y le metía el dedo mayor de mi mano libre por el culo. Susana empezó a gritar de nuevo y a mover la cabeza de un lado a otro. Desde las ocho hasta las 12 seguí metiéndosela, chupándole la concha, chupando y tocando sus tetas, hasta cansarme. A las 12 me vestí y me senté al lado de ella. Le dije que la iba a desatar. Que no le contara de esto a nadie o le iba a pasar algo peor, que ya sabía de lo que era yo capaz (mentira, que más le puedo hacer), y que una vez por semana iba a ir a su pieza de madrugada a tocarla. La desaté y ella se fue corriendo al baño. Pasó la semana y ella seguía sin hablarme. Me quedé viendo televisión hasta la 1 y entonces fue
cuando fui hasta su pieza. La empecé a tocar sin ninguna preocupación, pues ya sabía que estaba despierte. Mientras yo le chupaba la concha oía que ella lloraba en silencio y eso me exitaba más. Esa noche tampoco tuvo su orgasmo. A la semana siguiente se repitió la situación. Yo me había propuesto a hacerle sentir el placer de un orgasmo, y esta vez tuve éxito. Su cuerpo se convulsionó y los fluidos brotaron desde adentro suyo. Y ya van seis semanas que la visito a la noche. En todas las demás le he sacado dos orgasmos. Ahora ansío el momento en que ella me diga «cogeme». Esta noche le toca visita, deséenme suerte.

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