Cómo fui feminizado por un hombre

Hola, soy Natty, 21 años. Soy varón, pero me gusta vestirme de chica y feminizarme todo lo posible (lo hago desde la pubertad, pero solo me visto en la intimidad, y casi nadie sabe). Hasta hace poco, estuve saliendo con un hombre a quien le gustaba feminizarme. Me interesa todo lo que tenga que ver con la feminización, sisificación, y sumisión guiada por un hombre, y me gustaría conocer personas a quienes también les guste (alguno de los dos roles, sissy o maestro). Aquí les cuento el principio de mi historia.

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Conocí a Roberto en un boliche gay. El era bastante más grande que yo, pero se notaba que hacía mucha actividad física, y tenía un cuerpo bien trabajado, que me resultó atractivo desde el primer momento. Yo tenía 18 años, y todavía tenía dudas sobre mis preferencias sexuales, ya que a esa edad había tenido experiencias sexuales con una chica y con un chico. Roberto me invitó a tomar algo, me contó cosas suyas, me preguntó por mi vida, y la pasamos muy bien conversando sobre distintos temas. En un momento de la charla, me preguntó si yo tenía alguna fantasía. Le dije que no, y le pregunté si él tenía alguna. Me contó que tenía la fantasía de feminizar a un adolescente de mi edad, y convertirlo en su amante. Creo que me sonrojé en ese momento, y Roberto lo debe haber notado, porque cambió de tema. Más tarde nos despedimos, y me pidió el teléfono. Yo preferí darle mi dirección de correo electrónico, ya que vivía con mis padres y no quería que ellos atiendan el llamado.

Al día siguiente recibí el primer mensaje de email de Roberto. El título decía “Me gustaría verte así”, y su contenido era una selección de fotos que él había bajado de internet. Comencé a mirar las fotos con curiosidad. Eran jóvenes de entre 15 y 20 años, de apariencia andrógina (sus rostros tenían facciones femeninas, sus cuerpos delgados y sin vello, el pelo largo, los senos pequeños, la cadera más ancha que la cintura, cuando el pene estaba visible era pequeño y flácido). Estaban vestidos de mujer, a veces sólo con ropa interior simple pero de aspecto muy femenino (color rosa, o floreado), o con lencería erótica (babydolls transparentes, medias con portaliga, tangas colaless, guantes de encaje, corsets ajustados). Otras veces vestían una blusa y pollera corta (como si fueran colegialas o secretarias), o un vestido sensual y zapatos de taco alto. Tenían la cara maquillada (labios rojos, mejillas rosadas, pestañas bien marcadas, cejas finas), y las uñas de manos y pies pintadas de rojo o rosa. Sus penes, cuando resultaban visibles, eran pequeños y flácidos, y en algunos casos usaban una especie de aparato de castidad pequeño, de un plástico transparente, que impedía la erección. Estaban fotografiados en poses femeninas, algunas más tímidas (arrodilladas, mirando hacia arriba, con gesto de sumisión, poniendo cara infantil), y otras más provocativas (en cuatro patas, arqueando la espalda, sacando la cola y separando las nalgas con las manos, como si se ofrecieran para una penetración). Me excité mucho al imaginarme a mí mismo en esa situación. Le respondí el mensaje, contándole todo lo que había sentido al mirar las fotos.

El título del segundo mensaje decía “Quiero que hagas estas cosas conmigo”. También eran fotos de jóvenes de apariencia femenina, vestidos con lencería femenina, pero en cada foto estaban interactuando con uno o varios hombres. El contraste entre los cuerpos viriles de los hombres (musculosos, vello en el cuerpo, hombros amplios, penes gruesos y erectos) hacía aún más evidente la femineidad de los jóvenes. En algunas fotos, los jóvenes estaban arrodillados ofreciendo sexo oral a un hombre, con cara de placer y deseo. En otras, estaban siendo penetrados por un hombre en alguna de varias posiciones (en cuatro patas, inclinándose sobre una mesa o sillón, boca arriba en una cama con las piernas abiertas y levantadas). En algunos casos, hacían ambas cosas simultáneamente, con dos o más hombres. A veces las fotos mostraban lo que parecía ser una fase previa, en la cual el joven afeminado recibía caricias románticas, o una fase posterior, en la cual el joven afeminado tenía restos de semen en las nalgas, la boca, el abdomen, o la bombacha. A veces el joven afeminado tenía las manos atadas o esposadas en la espalda, o los pies y manos atados a la cabecera de la cama, o un gagball en la boca. Esta vez, las fotos me excitaron tanto que empecé a masturbarme, imaginando que era yo quien estaba vestido de mujer, siendo penetrado por un hombre, recibiendo el semen en mi cola o en mi boca. Le escribí a Roberto lo que me había pasado. Me respondió: “Me alegra que te hayan gustado las fotos. Te invito a tomar un café. Llamame a mi celular”. Yo sentí una mezcla de deseo y temor. Llamé a su celular, y me propuso encontrarnos en un bar de Palermo. Cuando llegué, él ya estaba en una mesa, y me saludó.

-Qué bueno que viniste. Estuve pensando mucho en vos estos días. ¿Así que te gustaron las fotos?

-Sí, me gustaron mucho.

-¿Y te gustaría hacer esas cosas conmigo?

-No sé, me daría un poco de vergüenza.

-Me gusta mucho tu timidez, pero no hay razón para que sientas vergüenza. No tiene nada de vergonzoso que puedas conectarte con tu propia parte femenina. Creo que podrías transformarte en una hermosa niña, y yo podría ayudarte, si me dejás.

-¿Cómo me ayudarías?

-Como si fuese tu maestro. Yo te propongo tareas, y después evalúo cómo las hacés. Si aprendiste bien, te doy un regalo que a vos te guste.

-¿Y si no me sale bien?

-En ese caso, cambiaríamos la tarea por otra. ¿Te parece bien?

-Está bien.

-Seguro que te verías muy bien como nena. ¿Ya tenés un nombre femenino?

-No…

-Entonces tenemos que buscar uno. ¿Qué nombres te gustan?

-Dejame pensar… Me gustan varios: Paula, Laura, Natalia…

-Creo que Natalia te quedaría bien. ¿Te puedo llamar Natty?

-Bueno.

Seguimos conversando un rato, y luego nos despedimos. Los días siguientes me envió por email varias direcciones de la web para que las mire, y algunos textos para leer. Así me enteré de los nombres que se utilizan en inglés: “sissy” (diminutivo de “sister”, que significa hermana) es el nombre de los chicos que tienen rasgos físicos y de personalidad más femeninos que masculinos (son tímidos, de modales delicados, pasivos, sumisos, temerosos), y “sissification” es el proceso gradual de feminización de un chico. Los otros textos daban recomendaciones sobre diversos temas de la feminización: cómo maquillarse, cómo ocultar los genitales, cómo elegir la ropa femenina, cómo combinar los accesorios (pulseras, aros, collares), cómo mantener la silueta, cómo lograr una apariencia femenina (estrechar la cintura, agrandar senos y cadera), cómo usar tacos altos, cómo feminizar los gestos y la voz, cómo usar corsets. Otras recomendaciones eran específicamente sexuales: cómo excitar a un hombre, cómo chupar una verga, cómo prepararse para el sexo anal, cómo tener orgasmos por estimulación anal. Los estuve leyendo, imaginando en detalle cada propuesta. Una noche, llamé a Roberto por teléfono. Le dije que extrañaba escuchar su voz, me dijo que él también me extrañaba. Estuvimos conversando un rato sobre distintos temas. Me dijo que tenía muchas ganas de verme, y me invitó a conocer su departamento el fin de semana. El sábado les di una excusa a mis padres, y fui temprano a su departamento. Sentía una mezcla de ansiedad y excitación. Toqué el portero eléctrico, me dijo que pase. Subí en ascensor hasta su departamento. Roberto abrió y me saludó sonriendo. Pasamos al living, que era bastante grande. El ambiente me pareció cálido y acogedor. Estaba bien iluminado por una ventana que daba a un balcón. Tenía varios sillones. Desde el living se podía ingresar a la cocina, el dormitorio y el baño.

-Estuviste leyendo lo que te envié?

-Sí.

-Bárbaro. Tengo algunos regalos para vos. Me gustaría que pases al baño y te prepares para mí. En el baño vas a encontrar elementos para depilarte y maquillarte. También vas a encontrar ropa para vestirte. Y me gustaría mucho que te pongas esto.

Me dio un aparato de castidad, similar a los que se veían en las fotos que me había enviado. Era transparente, con la forma de un pequeño pene flácido.

-Pero si me lo pongo, no voy a poder tocarme…

-No, pero vas a poder concentrarte en otras sensaciones. Me excitaría mucho ver cómo te queda. Hacelo por mí. Ponételo y fijate cómo te resulta.

-Bueno, está bien.

Entré en el baño, con una mezcla de excitación, ansiedad, vergüenza, y deseo…

Los elementos estaban en un bolso. Me dediqué un rato a depilar mi cuerpo, incluso en las axilas y el pubis. Cuando terminé, todo mi cuerpo estaba suave al tacto. Usé las técnicas que había aprendido para limpiar el interior de mi orificio anal. Me bañé, me sequé, y me acomodé el pelo. Busqué el aparato de castidad que Roberto me había dado. Mi pene estaba flácido por el baño, así que me lo puse con facilidad. Un aro servía para fijarlo a los testículos, y se cerraba con un candado pequeño. Cuando lo tuve puesto, me empecé a excitar, pero el aparato impidió la erección.

Encontré en el bolso un perfume femenino, de aroma floral, y me coloqué un poco. Me puse base en el rostro, y me pinté los labios de un rojo intenso, los párpados de un violeta suave, y las mejillas de un tono rosado. Busqué la ropa en el bolso. Había una bombacha tipo colaless, un babydoll de seda rosa transparente, y unas sandalias de taco mediano. Me los puse, y me miré en el espejo. Mi cuerpo es delgado, de piel blanca y de apariencia más bien andrógina. Con la ayuda del maquillaje y la lencería, parecía una niña adolescente a quien no se le desarrollaron todavía los senos y las caderas. Me gustó lo que vi, y me pregunté: ¿le gustaré a Roberto?

Salí del baño, y Roberto me estaba esperando en el sillón del living. Cuando me miró, puso cara de deseo y me dijo:

-Natty, te ves preciosa! Vení, sentate conmigo.

Sentí alivio y placer. Me acerqué al sillón y me senté a su lado, pero preferí esperar a que él tomara la iniciativa. Se acercó a mí, y me acarició suavemente la pierna. Sentí un estremecimiento de placer. Su mano fue subiendo por la entrepierna. Roberto comprobó que tuviese puesto el aparato de castidad, y sonrió satisfecho por mi obediencia. Me tomó por la cintura y me acercó a él. Sentí el calor de su cuerpo. Me empezó a dar besos en el cuello, y luego su lengua, llegando al lóbulo de mi oreja. Su mano derecha bajó el bretel izquierdo del babydoll, y empezó a pellizcar mi tetilla. Cerré los ojos para concentrarme en las sensaciones, y empecé a gemir de placer.

-Me gusta que des gemidos, Natty. Parecés una gatita en celo.

-Mmmhhhh, qué rico, seguí.

Roberto bajó el otro bretel, y empezó a chupar y morder mis tetillas. Sentí mucha excitación, a pesar de que el aparato me impedía tener una erección. Era una sensación rara y desconocida para mí, pero muy placentera.

Se detuvo, y me tomó de la cintura. Abrí los ojos. Su rostro estaba muy cerca del mío. Nos miramos a los ojos, y nos besamos apasionadamente. Sentí su lengua entrando en mi boca, mientras mis labios acariciaban los suyos. Me sentí muy feliz, y tuve deseos de retribuirle el placer que me estaba dando.

-Puedo desvestirte?- le dije.

-Claro que sí, Natty.

Me incorporé y lo miré. Su rostro era varonil y atractivo. Desabroché algunos botones de su camisa. Su pecho era amplio, cubierto de pelo. Le saqué la camisa. Empecé a acariciar su torso, los pelos de su pecho, sus músculos bien marcados. Me resultaba muy atractivo mirarlo y tocarlo.

-Me gusta tu cuerpo- le dije.

Me excitaba sentir el contraste entre su piel peluda y mi piel suave, entre su cuerpo grande y varonil, y mi cuerpo delgado y femenino.

Desabroché su pantalón, y bajé el cierre. Tenía un slip azul. Lo empecé a acariciar, palpando su pija a través de la tela. Metí la mano por debajo del slip, y lo acaricié suavemente. Empecé a bajarle los pantalones y el slip, hasta sacárselos por completo. Pude ver su verga. No estaba del todo erecta, pero aún así era más grande que la mía. La tomé con mi mano derecha. Estaba caliente. Empecé a mover mi mano, y empezó a crecer rápidamente. El tronco se puso duro. Era grueso y un poco curvado. El glande se agrandó y se asomó fuera del prepucio. Quise sentir su olor y sabor.

-Mmmm, qué rica pija tenés! ¿Puedo probarla?

-Claro, Natty.

Me arrodillé en el piso, entre sus piernas. Tenía frente a mí esa hermosa pija. El aroma me excitaba, era parecido al olor del sudor pero más suave. En la punta asomaban unas gotas de líquido preseminal. Pasé mi lengua por la punta, y sentí un sabor salado. Empecé a lamer su pija, como si fuese un helado. Me la metí en mi boca y empecé a chupar, mientras miraba su cara de placer. Me gustaba pensar que yo lo estaba excitando así. Pasé mi lengua por sus testículos con suavidad, y luego volví a su verga. Traté de meterla entera en mi boca, lentamente, mientras la humedecía con mi saliva. Me detuve justo antes de sentir arcadas. Sentí durante unos segundos su pija dura y caliente dentro de mi boca. Fui sacándola lentamente, hasta separarme por completo, y volví a repetir el proceso. Noté que le gustaba, porque empezó a moverse para acelerar el ritmo. Me adapté a su ritmo, cada vez más rápido.

-Sí, así, seguí así, Natty…

Sabía que si continuaba, lo haría eyacular. Sentí tanta excitación que no quise detenerme. De golpe, empezó a lanzar varios chorros de semen en mi boca. Me fui tragando el semen mezclado con mi propia saliva. Los últimos chorros los dejé un rato en mi boca, para saborearlos y sentir su consistencia antes de tragarlos. El sabor era salado y agradable. Usé mi lengua para limpiar los restos de semen que habían quedado en su glande. Su pija fue perdiendo la erección.

Roberto me atrajo hacia su cuerpo, y nos dimos un beso. Me propuso ir a su habitación.

Fuimos al dormitorio. Me saqué las sandalias, y me recosté sobre la sábana. Roberto se sentó a mi lado y me empezó a acariciar las piernas. Me tomó de la cadera y me hizo girar hasta quedar boca abajo. Me empezó a acariciar la cola con suavidad. Colocó un almohadón debajo de mi vientre,y me bajó la bombacha hasta los muslos. El babydoll era corto y apenas cubría mi cola. Roberto empezó a recorrer mis nalgas con su lengua. Cerré los ojos y empecé a gemir de placer. Sentí su saliva mojando mis nalgas. Sentí su lengua recorriendo el surco entre mis cachetes, mojando mi orificio anal, intentando entrar. Era muy placentero.

Roberto tomó un lubricante de la mesa de luz, y me puso un chorro entre las nalgas. Con el dedo comenzó a esparcirlo. Se recostó sobre mí, y comenzó a frotar su verga entre mis nalgas. Eso me excitaba mucho, y me hacía desear que me penetre. Sentí su cuerpo sobre el mío, su calor. Empezó a besarme el cuello y la oreja. Colocó la punta de su pija en mi orificio anal. Yo levanté la cola y separé mis nalgas para abrirme a él. Le pedí que lo hiciera con cuidado. Me fue penetrando lentamente. Su verga estaba muy dura, el glande había crecido considerablemente, y dolió al entrar. Di un grito, pero cuando el glande estuvo adentro, sentí que su pija se deslizaba dentro mío con facilidad gracias al lubricante, y empecé a dar gemidos de placer. Me excitaba sentir su pija dentro mío, sentir que le estaba dando placer como lo haría una mujer.

-Te gusta Natty? Te gusta que te coja?

-Sí, me encanta. Quiero que me hagas sentir mujer.

-Sos mi putita, Natty. Te voy a hacer gozar como una hembra en celo.

-Sí, soy tu puta. Soy tuya. Seguí así, cogeme, metémela bien adentro.

Roberto me tomó de las caderas y me levantó la cola, sin separarse. Quedé en cuatro patas, con las rodillas separadas. El me seguía moviendo las caderas, haciendo que las penetraciones sean más profundas y más rápidas. Sentí el choque de su cuerpo en mis nalgas en cada embestida. Mi pene seguía flácido dentro del aparato de castidad, pero lo que me había dicho Roberto era cierto: las sensaciones internas eran mucho más placenteras e intensas que todo lo que había experimentado antes. Sentí que si seguía ese ritmo, iba a tener un orgasmo. Yo seguía dando gemidos y gritos de placer.

-Querés mi leche, Natty?

-Sí, dame tu leche, llename de leche, haceme tuya.

-Así me gusta. Tomá mi leche, putita.

Sentí que mi cuerpo llegaba al punto máximo de placer. Roberto se movió rápido por unos segundos más, y luego dio algunas embestidas más profundas y más lentas para descargar su semen dentro mío. Sentí un estado de completa relajación y felicidad. Roberto se fue separando de a poco, y se recostó boca arriba. Me dejé caer sobre la cama, con los músculos flojos y una sonrisa en la boca. Sentí el semen chorreando entre mis nalgas, y noté que yo también había descargado mi semen en el aparato de castidad: había sido mi primer orgasmo exclusivamente anal, sin ninguna estimulación genital. Me acurruqué a su lado y le empecé a hacer caricias en su pecho peludo y musculoso.

-Roberto, me hiciste sentir cosas que nunca había sentido.

-Natty, sos muy femenina, y eso me excita mucho. Me gustaría mucho que sigas explorando tu lado femenino.

-A mí también me gustaría…

Después de un rato, nos dimos una ducha juntos. Nos enjabonamos mutuamente. Yo estaba muy feliz.

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Bueno, dejo abierta la posibilidad de seguir contando. Me gustaría saber: ¿hay otras personas aquí que hayan tenido una experiencia parecida a la mía, o deseen tenerla, ya sea en el rol de feminizador o feminizado? Si hay otras personas que se sientan identificadas con este relato, me gustaría que se contacten conmigo, para conversar sobre el tema, o para compartir material (fotos, dibujos, comics, relatos).

Un beso,

Natty.

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