Embarazada pervertida y que no deja el tabaco

Paré en de la esquina, aparcando la moto sobre la acera para dejarla junto a la misma puerta, como solía hacer de costumbre. Salía del gym y era viernes, el día en que varios compañeros de éste y otros conocidos y amigos quedan para jugar un partido de fútbol en el campo que les presta el IES del barrio para ello. Al terminar tienen por costumbre pasarse por el bar de Pedro, que queda tan sólo a un par de manzanas de allí. Suelo pasar por él en esas reuniones para verlos y charlar un rato echándonos unas risas. Sobre todo cuando vienen acompañados de féminas de buen ver. Se trata de un grupo heterogéneo, compuesto por varones de distintas edades de los cuales continuamente entran unos y salen otros, y las parejas de algunos de ellos, salvo un núcleo irreductible formado por siete u ocho asiduos desde hace años, con lo cual de vez en cuando ves alguna tía nueva acompañándolos.

Decidí entrar a saludarlos y pasar un rato con ellos. Nada más entrar en la carpa que cubre la terraza el invierno vino a saludarme una nube de tabaco ciertamente densa para lo que se supone es un espacio abierto en el que se puede fumar. Es lo que más me fastidia de estos lugares, pero es el precio a pagar por estas reuniones que suelen ser bastante divertidas. Pasé ante las mesas luciendo palmito y dejándome ver. Es la recompensa que tiene castigarse en el gimnasio y con la dieta. Resulta realmente reconfortante y te sube la autoestima enormemente ver cómo te siguen y aprecian las miradas de ellas. Saludé y seguí hasta el local propiamente dicho para acercarme a la barra y tras hacer lo propio con Pedro, el conocido que lo regenta, pedirme una cerveza.

-¿Cómo se presenta el finde, Maiquel? –me preguntó después de devolverme el saludo, mientras me servía.

-De pena. Nada a la vista.

-¡Buah! No sé de qué te vale castigarte tanto en el gimnasio, si luego follas menos que los Roper.

-¡Ey! Que follo más en un mes más que tú en un año y con mejores pibas.

-Ya. Y más caras.

-Anda, vete a la mierda.

Rió divertido. Todo era en plan coña.

Reparé en ella por primera vez entonces. Era una morenaza realmente impresionante. Muy guapa. Llevaba el pelo recogido en un moño y sus chispeantes ojos oscuros replicaban la alegría de su sonrisa. Sus tetas, que ya de por sí debían ser grandes y con el embarazo se veían ensalzadas hasta lo delirante, reclamaban tan imperiosamente la atención como una mascletá explotada a las cuatro de la madrugada de un día normal entre semana. Llevaba el escote expresamente más abierto de lo normal para lucirlas sin cortarse un pelo, ataviada con un vestido de fina tela negra, bastante ajustado a pesar de su estado, con algunos botones desabrochados por arriba y otros tantos por abajo. Sus muslos también se veían, hasta la altura que se mostraban, soberbios.

-Joder… cómo está la preñada, ¿no?

-Ya ves.

-¿Quién es?

-Es la chavala de Javi.

-¿De Javi?

Asintió con la cabeza Pedro mientras secaba unos vasos recién lavados con un paño.

-No sabía nada.

-Lleva con ella ya tiempo. Casi un año.

-Coño…

Javi era compañero de gym. Se me hacía extraño no haber sabido antes que andaba saliendo con un pibón semejante.

-¿Es suyo el paquete?

-Sí.

-Te cagas… A estas alturas.

No era tan mayor el chaval. No conocía su edad exacta, pero debía andar por los veintisiete o veintiocho años, seguro no llegaba a los treinta. Ella por su parte, se veía ya bien entrada en ésta, notablemente mayor que él.

-Creo que ha sido buscado.

-No jodas…

-¿Te parece que a esa leona se le puede hacer un bombo sin que ella quiera y o busque?

La verdad era que estaba tremendísima. Su ya bastante abultada barriga –no soy un experto en el tema, pero calculé que debía estar de cinco o seis meses- no le impedía resultar atractiva y excitante. En realidad, incluso podría decirse que aumentaba el morbo que despertaba.

Me sentó como una patada en el vientre verla encenderse un primer cigarrillo –que yo le viera-. Ese detalle puede hacer odiosa a la tía más buena. Javi se inclinó para darle fuego y ella, tras aspirar para encenderlo, se apoyó sobre el respaldo de su silla, sin perder la postura erguida de su torso, y expulsó larga y pausadamente una densa y nube de nicotínico humo. Sentí un acceso de rabia y odio en ese momento.

-Pues es bastante cerda la tía, ¿no? Fumando en su estado…

-Y bebiendo. Ya lleva dos gin-tónics.

No parecía causarle tanta indignación a Pedro.

-¿Y lo ves normal?

-Tío, que tengo un bar. Si me pongo exquisito me quedo sin clientes y a ver de qué como. Ella sabrá lo que hace.

-El problema es que está jodiendo al niño, no sólo a ella.

-Lo va a joder igual. No se puede hacer nada y si le dices algo lo único que puedes conseguir es que se moleste y crear mal rollo encima.

-Ya…

Al cabo de un rato estaba con el grupo en la mesa. En contra de mi voluntad -¿seguro?-, profundamente fascinado con aquella zorra. Esa fascinación que en nosotros ejercen algunas cosas que repudiamos con todas nuestras fuerzas, pero que no podemos dejar de mirar (escuchar, tocar… lo que proceda en cada caso, según la naturaleza del objeto de nuestra atracción). Amor y odio, me quema cuando lo miro, pero no puedo dejar de hacerlo… Supongo que sabréis de lo que hablo, todos hemos experimentado cosas así.

De allí nos fuimos a casa de Miguel, otro de los integrantes del grupo de futboleros de viernes. Algunos dijeron de salir a dar una vuelta, idea que fue secundada por varios. Sugirió aquél pasar antes por su piso para cambiarse y a la gente le pareció bien, pues así aprovechaban las chicas para retocarse y tal. Yo, por supuesto, estuve entre los que se apuntaron, siguiendo a aquella fascinante fémina cual roedor o infante a inefable flautista de Hamelín. Así, tras despedirnos del resto, salimos para allá, dejando yo la moto aparcada junto al bar.

Ya allí, otras personas se unieron al grupo, estás ya desconocidas para mí. Se sirvieron algunas copas de un par de botellas de whisky y ginebra que Miguel tenía en casa, retrasándose la salida entre risas y buen rollo. Al cabo de un rato, una muy densa nube de humo se había hecho dueña del salón de la vivienda, estancia en la que estábamos. Realmente llegué a sentirme agobiado por éste. Observaba a la morenaza. A ella parecía no afectarle. Seguía charlando, riendo y fumando con total naturalidad.

-¿No hay demasiado humo para una embarazada?

Se escucharon risas de algunos de los allí presentes, sin que yo por mi parte acabase de entender cuál era la gracia que encontraban en lo que había preguntado. Ella también encontró divertidas mis palabras.

-A Miryam le encanta el humo del tabaco–me respondió Javi-. Lleva fumando desde que era una lolita.

-Desde los trece años exactamente –apostilló ella con una sonrisa.

-Antes consigues que Satanás se constipe en el Infierno, que ella deje de fumar.

Como para sellar la afirmación de su novio, dio una profunda calada a su cigarrillo y, mirándome a los ojos, exhaló profundamente desde sus pulmones de fumadora empedernida lanzándome, cual dragón que escupe fuego por la boca, una lengua de humo a la cara que rodeó y sumergió ésta y mi cabeza entera en ella. Volvió a sonreír a continuación.

¡Aquella mujer era un demonio! Su gesto me enervó y puso a mil. Lo encontré supersexy y provocador. No obstante, conseguí –creo- que no se hiciera demasiado evidente mi excitación.

-Relájate, cariño. El humo del tabaco es bueno.

Se hicieron algunas rayas sobre la mesita baja que había en el salón. Me sorprendió ver que ella no se apuntaba a esnifar ninguna, pero evité hacer más preguntas. No quería llegar a resultar molesto. Y además las chicas entraban y salían constantemente del aseo entre sus retoques, con lo cual también existía la posibilidad de que se hubiera metido alguna en el aseo u otra habitación con alguien.

Ella le ponía ojitos a otro chico del grupo. Un rubiales de ojos claros muy guaperas, más joven incluso que Javi, como de veintidós o veintitrés primaveras, no más). En la comparación con la edad de ella contextualizo ese “incluso”. No parecía el tipo de hombre en que una mujer de la de ella pudiera fijarse normalmente, pero era evidente que ésta lo hacía. Es decir, para quien se encontrase en situación de observar la escena con claridad. Para aquellas alturas, los procedentes del bar de Pedro, en su mayoría, llevaban ya varias copas encima y se mostraban algo achispados. Javi entre ellos. No se enteraba de nada. Ella por su parte parecía sobria, pero por la mía estaba convencido de que era sólo en apariencia. Su poderosa personalidad sujetaba firme el timón incluso en tales circunstancias, no permitiéndose perder el control ni siquiera bajo los efectos del alcohol.

Javi se fue al poco. Tenía cosas que hacer por la mañana y había decido acompañar al grupo para tomarse la última, pero ante el retraso en salir de casa de Miguel acabó optando por irse a dormir ya. Miryam sin embargo decidió quedarse con nosotros, con notable alegría para los varones que él tampoco pareció notar, o al menos no ubicó en el verdadero contexto en que se ubicaba. También otros fueron saliendo para esperarnos en el pub al que habíamos decidido acercarnos.

Al poco de largarse y siendo ya bastantes personas menos en la casa, Miryan ya se retozaba en el sofá sin tapujos con el rubiales, que le metía la lengua hasta la garganta al tiempo que le sobaba las tetas con ansia a la vista de todos. Sentí un acceso de celos y envidia que amenazaban convertirse en puro odio.

Se tiraron así un rato largo, sin separar sus labios mientras los demás continuaban charlando y metiéndose rayas. Los separaron al cabo de éste y, sin desasirse de su abrazo, recostada sobre el pecho del chaval, alargó ella la mano para tomar el paquete de Marlboro y el mechero de la mesita, momento en el cual su picarona mirada volvió a encontrarse con la mía.

-Te has quedado conmigo, ¿eh? –comentó socarrona al tiempo que encendía otro cigarrillo.

Me sorprendió un tanto su desparpajo, dejándome sin respuesta instantánea. Le agarró entonces él una teta sobre la tela del vestido, mirándome también.

-Está buena, ¿eh? –me preguntó mientras ella expulsaba el humo de sus pulmones.

-Tremendísima –no me quedaron más cojones que admitir, provocando con ello la risa de ellos y la de algunos más de los presentes.

-Gracias, hombre. Me siento halagada.

“Seguro, mala puta” –pensé-. “Como si no lo escucharas continuamente decir”.

-Te ha puesto cachondo verla fumar y que te echara el humo a la cara, ¿eh?

Nuevas risas.

-Sí… bastante.

Se enderezó ella entonces para, inclinándose hacia mí, hacerlo de nuevo.

-¿Te pongo cachondo sólo por fumar o también por hacerlo estando embarazada? –preguntó con una perversa sonrisa.

Debió quedarme una cara de pasmo rayana en el gesto de estupidez, que provocó de nuevo su risa, echándose de nuevo hacia atrás en el sofá para partirse la caja. También los demás rieron.

-Relájate, hombre. Disfruta de la visión de mis tetas y viéndome fumar.

La otra chica que se sentaba a su lado en una silla, se inclinó hacia ella cuando dejó de reír para, tras dar una calada ella misma al su propio cigarrillo, lanzarle el humo a la cara, gesto ante el cual ella respondió aspirando profundamente para inhalar la mayor cantidad de éste posible. Claramente le encantaba provocar.

No acabaron de encontrar aquello divertido otros de los presentes, especialmente las chicas. Quizá hasta ese momento habían tomado la cosa como algún tipo de broma de mal gusto, pensando que más valía la pena seguirla que cortar el rollo. Total, como había entendido Pedro en el bar, nada se podía hacer ni se ganaba con hacerle sentir la indignación que inspiraba. No lo sé, el caso que hubo quien pareció no sentirse cómodo ya con aquello y varias personas más salieron de la casa para dirigirse ya al pub, quedando allí tan sólo seis de los que originalmente estábamos, las dos chicas (Miryam y la otra fumadora perversa) y cuatro varones, además de Miguel y su chica, que andaban por ahí cambiándose y haciendo cosas todavía.

Le echó varias veces más el humo a la cara, reaccionando ella de la misma manera riendo ambas en algunas de éstas. De vez en cuando me miraba mientras daba otra calada y expiraba ella misma. ¡Resultaba arrebatadora cuando lo hacía elevando la mirada hacia el techo, deleitándose en la sensación que el humo dejaba en su garganta al pasar por ella camino del exterior!

-Anda, pregúntame.

-Que te pregunte… ¿qué?

-Por mi vicio, ¿por qué va a ser?. Estás rumiándolo desde hace rato.

La miré pensativo por un momento.

-Está bien: ¿no te importa perjudicar al niño fumando?

-No.

Fue una respuesta directa, sincera. Sin más explicaciones. Buscaba la provocación, disfrutaba en ella como Lucifer entre las llamas del Averno.

-¿Has pensado alguna vez en dejarlo por él?

-Ni por un instante.

¡Aquella mujer me llevaba al límite de la excitación con su perversidad!

-En realidad fumo más ahora que antes. Siempre he fumado mucho, desde los trece años, como te dije, pero mucho más durante mis dos embarazos.

Quedé estupefacto. Y ella lo sabía. Era precisamente el efecto que pretendía. No dejaba de fumar mientras hablábamos, por supuesto. Ni tampoco la otra, que seguía expulsando una y otra vez el humo en dirección a su cara ante el evidente agrado de ella.

-¿Puedo preguntar por qué?

-Claro que puedes.

Hice un gesto quedando en espera.

-¿Por qué?

-Por varios motivos. Por ejemplo, porque ahora tengo que fumar por dos.

-El hijo de puta que lleva dentro se queda la mitad de la nicotina para él.

Provocó el comentario las risas de las dos mujeres además de la del comentarista. También los otros dos rieron. Quizá no tan divertidos, pero en cualquier caso no desagradados.

Había ya bastante alcohol en el organismo de todos los que allí estábamos, ahora también en el mío. Los efectos comenzaban a dejarse notar, el tema a írsenos de las manos –al menos eso hubiera pensado con mi criterio anterior a esa noche-.

-¿Permites que hablen así de tu hijo?

-¡Ey! –protestó el rubiales graciosamente-, que yo no he dicho nada malo del crío. He dicho que su madre es una puta, pero de él nada. Y además no he dicho ninguna mentira. Miryan es el mayor putón que vas a encontrar al oeste de Rumanía.

Ahora sí reímos todos con ganas, incluido yo.

-¿Qué pasa con el este? –entré en la guasa.

-¿Qué se yo? Cualquiera sabe al este del oeste.

Risas.

-Y también es verdad lo de que es un gorrón –añadió ella-. En parte es culpa suya que fume más, por quitarme parte de la nicotina que le meto al cuerpo.

-¡Ja, ja, ja! –reí ya más cómodo y desinhibido en el tema.

-Dicen que fumando durante el embarazo aumentas el riesgo de que tus hijos salgan fumadores también.

-Precisamente es lo que me gustaría. Quiero que mis hijos sean empedernidos fumadores como la zorra de su madre.

El alcohol… ¿Sería capaz de decir esas cosas si no fuera bebida? ¿Realmente lo estaba demasiado? ¿En verdad era el motivo por el cual las decía?… Ya me daba igual. Encontraba todo aquello terriblemente excitante. Creo que no había estado tan excitado en mi vida, y entraba ya en la perversión explayándome en ella.

-Dijiste que habían más motivos. Dime otro.

Entornó un tanto los ojos para mirarme con un brillo provocador.

-¿Te digo el principal? El que más me motiva para seguir fumando estando embarazada y aun aumentar el número de cigarrillos diarios…

-Estoy deseando saberlo.

-¡Para joder al bastardo!

De nuevo consiguió sorprenderme, aunque ya no escandalizarme, ni mucho menos indignarme.

-Me excita saber que al fumar estoy enviando nicotina a su organismo. Ser una mala madre, una auténtica hija de puta… ¡me pone supercachonda!

-Uff…

¿El alcohol?

-¿Tan zorra eres?

Sonrió. Luego dio una nueva calada antes de recostarse sobre el torso del rubiales y exhalar sin dejar de mirarme.

-Te está poniendo cachondo la conversación, ¿eh? –me preguntó él.

-¡Ya ves! –respondí yo superexcitado.

Rieron de nuevo.

-Si lo que quiere es nicotina el cabroncete –entró de nuevo en la conversación la otra chica-, habrá que dársela.

Dando una calada a su cigarrillo, se inclinó acto seguido sobre su amiga para lanzar el humo contra su barriga, riendo ambas muy divertidas la ocurrencia. Llegaron un momento después las risas de ellos.

-¿Te gusta?

Risas.

-¿Cómo se dice? Tienes que aprender a dar las gracias.

Se desabrochó entonces algunos botones centrales de su vestido para abrirlo y mostrar su bombo.

-Vamos, echadle más humo, que lo está deseando.

No se cortaron, poniéndose los cinco a reír mientras lo hacían. También rieron Miguel y su novia un par de veces que salieron al salón. Eran los únicos que conocía de los que quedábamos y muy por encima, de haber coincidido algunas veces con ellos en el bar. Desde luego, ni me habría podido imaginar hasta esa noche que llevaban tanta perversión dentro. Tampoco ellos creo que se hubieran atrevido a mostrármela de no ser, de nuevo, por los cubatas que llevaban en el cuerpo.

-¿Quieres ver que de verdad te va a poner cachondo? –me provocó enigmáticamente el chaval.

-Por supuesto –le respondí si contarme un pelo.

-Despatárrate –casi podría decirse que le ordenó a la diosa preñada, de la forma más directa, ordinaria y soez. Ella por su parte, obedeció sin rechistar ni cortarse un pelo, desabrochando los botones que le quedaban hacia abajo en la falda del vestido para a continuación abrir completamente las piernas con una sonrisa digna de la mayor de las putas de Babilonia. Evidentemente, no llevaba bragas, apareciendo su divino potorro totalmente expuesto a nuestras miradas.

-De todo esto ni una palabra a Javi, ¿eh?

Se llevó él entonces el cigarrillo a los labios para dar una profunda calada. Acto seguido, se inclinó sobre ella para colocar la boquilla contra el orificio de su coño y meterla allí.

-Vamos, pequeño bastardo… disfruta del tabaco.

¡Realmente fue algo increíble, delirante, ver cómo aquella vagina se contraía y dilataba para hacer como que fumaba! No hubiera sabido decir si realmente estaba inhalando el humo por el coño, pero el efecto era como si así fuera, sin dejar ella de sonreír en ningún momento.

Estuve tentado de excusarme para ir al aseo a pajearme como un loco, pero hubiera resultado demasiado evidente que ese era el verdadero motivo para ir allí. Y además seguía ocupado por los anfitriones.

-Oye, nosotros ya casi estamos –informó al cabo de unos minutos Eva, la novia de Miguel, saliendo al salón-. Si tenéis que hacer algo antes de salir, que sea ya.

-Claro –aceptó el chaval. Obviamente, sabían ambos de qué hablaban-. Vamos, que nos hemos distraído con tanta guasa –conminó a la morenaza.

Se levantaron ambos entonces para, cogidos de la mano, dirigirse a unos de los dormitorios. Los siguientes quince minutos los pasamos excitándonos con los suspiros y gemidos que, acompañados del sonido de la cama al crujir y al chocar contra la pared, llegaban hasta nosotros perfectamente audibles.

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Una vez en el pub la cosa cambió un tercio. El rubiales, una vez desahogado su apetito sexual, se distanció un tanto de Miryam para centrarse en sus colegas y el ritmo de idas y venias al WC que mantenían. Al cabo de una media hora se evidenciaba ya bastante enzarpado y con claras muestras de continuar la noche por otros derroteros bien distintos a los que había seguido hasta entonces. Ella por su parte, delataba cierto fastidio en su mirada y actitud, especialmente en el momento en que los chavales comenzaron un acercamiento a unas chicas de su edad que andaban por allí también. Los celos hacían mella en ella ahora, pero se esforzaba en mantenerse tranquila y lo disimulaba bastante bien. Sin embargo, no debía haber quedado ella tan saciada como él tras su revolcón. Emitía claras señales de hembra en celo que busca aparearse y, no estando ya el macho elegido por la labor, su fastidio y frustración se hacían evidentes.

Poco a poco se le fue pasando, volviendo su interés a la conversación conmigo, único de los varones del grupo medianamente sobrio y que, a su vez, emitía señales por su parte en sintonía con aquellas. El instinto de la hembra supo captarlas perfectamente, llegando un momento en que charlábamos en la barra los dos solos ante sendos gin-tónics.

-Ha sido superexcitante lo que ha pasado en casa de Miguel.

Rió ligeramente.

-Te he puesto cachondo, ¿eh?

-¡Ni te imaginas!

Volvió a reír. Su risa resultaba muy agradable y sensual, como todo en ella.

-Me gusta jugar.

-Ya lo he visto.

Ahora sólo sonrió, desviando la mirada hacia abajo y a un lado.

-¿Está Javi al corriente de tus “aficiones”?

-Claro. Es decir… no sabe que le pongo los cuernos. Está al tanto de mis fetiches y perversiones, pero no sabe que me lo monto con otros tíos.

Asentí con la cabeza mientras me llevaba el vaso a los labios.

-Espero que siga siendo así –añadió en un tono más serio.

Me cogió por sorpresa aquello, aunque no hubiera debido. No se salía de los esperable una llamada de atención como aquella, pero después de lo compartido me había ubicado en un nivel al que ella evidenció no haber llegado todavía, en el cual la confianza se da por supuesta.

-No te preocupes. Por mí no sabrá nada.

Me miró ahora con un gesto de gracioso cinismo acusador.

-¡¿Qué?! Nos conocemos sólo del gimnasio. No somos amigos ni nada de eso.

Abrió la boca ella con fingida expresión de sorpresa. No pretendía dar a entender ésta, era sólo parte del juego.

-¿Ah, no? –jugó a mostrar cierta “indignación”. Y si lo fuerais, ¿qué? ¿Me delatarías?

Ahora fui yo el que rió ligeramente.

-No. Creo que tampoco.

Me miró con malicia.

-Chico malo… A un lado la fidelidad debida a un amigo, al otro un par de tetas. ¿Qué pesa más en la balanza?

Reí de nuevo, como quien juega al gato y el ratón intentando no dejarse arrinconar.

-Desde luego, tus tetas deben pesar mucho.

Provocó mi salida su hilaridad, acompañándola yo en sus carcajadas. Dicen que para conquistar a una mujer hay que hacerla reír. Marchaba bien la cosa.

-Sabes manejarte en la esgrima oral.

-No te creas. Me lo has puesto a huevo.

Nuevas risas. Después se hizo uno de esos momentos de silencio, en los cuales la conversación no sabe por dónde continuar.

-¿Por qué lo haces?

Me miró risueña, sin saber muy bien qué contestar.

-¿No cumple Javi en la cama? –bromeé.

-Oh, por favor… -mostró ella cierto divertido fastidio.

-¿Qué?

-Los hombres creéis que todo en la sexualidad femenina gira en torno a vosotros. Incluso cuando os ponemos los cuernos creéis ser los responsables. Lo entendéis como una especie de castigo al macho falto de la hombría necesaria para tener a su mujer satisfecha.

-¿Y no es así?

-No tiene nada que ver. ¿Tú necesitas que tu mujer no cumpla en la cama para tirarte a una tía buena que se te ponga a tiro?

-No –reconocí, pese a no estar en ese momento emparejado. Hablaba conceptualizando, se entendía.

Pues lo mismo ocurre con nosotras. Si aparece un tío que nos ponga lo suficiente y se presenta la ocasión, seréis cornudos por más que os esforcéis en cumplir como machos y tener satisfecha a vuestra chica (* saludos para una comentarista de la página de la cual leí una explicación muy similar. Me acordé inmediatamente al escucharla en boca de Miryam).

-Y eso es lo que ocurre contigo, ¿no?

-Sí –respondió con naturalidad al tiempo que llevaba el vaso de tubo hasta su boca para dar un sorbo.

-Javi está muy bueno, pero Sergio aun lo está más. Es más joven, rubio, tiene los ojos azules… a mí me basta. Y además me aporta cosas distintas en la cama.

La miré intrigado.

– ¿Qué cosas?

-Son distintos. Ni mejor ni peor el uno que el otro en ese sentido. Simplemente distintos. Javi es más dominante, enérgico… eso me pone. Sergio en cambio es más dulce y atento. Eso también me pone.

Debí mostrar cierta sorpresa en mi expresión.

-No te dejes engañar por esas formas de macarrilla de barrio. Es pura fachada. Javi sabe excitar a una mujer y hacerla correrse a través de la fuerza y potencia viril que irradia. Sergio lo consigue mostrándose pendiente de ti, esforzándose por encontrar la forma de satisfacerte más plenamente. Es un verdadero encanto. Seguramente sea debido a su edad. Dicen que los chavales sienten fascinación por las MILFs…

>>¡Odio esa palabra! –estalló graciosamente al apercibirse del gesto en mi cara-. La uso para que entiendas a qué me refiero, pero atrévete a hacerlo tú para definirme ¡y te saco los ojos!

-¡Vale, vale…! –acepté con comicidad.

-En fin, dicen que se sienten fascinados por nosotras y, cuando consiguen ligarse una, se desviven por satisfacerla, pues perciben como todo un reconocimiento a su hombría conseguirlo con una mujer hecha y derecha, no sólo con las crías de su edad.

-Joder, vaya tratado de psicología sexual me has soltado.

Reprendió con una enérgica palmada en mi pecho mi comentario.

-¡Eh, no te pases!

Reí y ella se mostró graciosamente enfurruñada. Luego nos miramos y sonreímos.

-¿Es suyo el paquete? –pregunté dirigiendo la mía a su bombo.

-Creo que sí –respondió con gracia y reímos de nuevo.

Era un sí. El niño era suyo.

-¿Y no le molesta a él que fumes y todo eso?

-No. Al menos, no lo parece. Aunque no creo que sigamos juntos para cuando haya nacido… ¡Ya has visto como soy! –me reprendió de nuevo sin enfado real al ver mi expresión de sorpresa-. ¿Crees que puede durar mucho más sin enterarse? Y además, tampoco le veo a él madera de padre ni de marido. Al menos no por ahora. Aún le queda que vivir, no está maduro para involucrarse en una relación como esa.

-¿Y qué vas a hacer entonces? ¿Criar al niño tú sola?

Se encogió de hombros mostrando indiferencia.

-Ya veremos. Igual lo doy en adopción, o se lo endoso a mis padres… ya lo pensaré.

Volví a mirarla extrañado.

-No has oído hablar de mí, ¿verdad?

Negué con la cabeza.

-Bueno, hay mucha gente que sí. Soy hija de …. ……… …….. ….., el constructor que construyó la Autovía … …………, y también el hotel …. y ……………. Es bastante conocido.

La miré apreciativamente.

-Sí, eso es. Mucho dinero. Tengo ya una hija y la crío sin problemas económicos. Soy la oveja negra de la familia. Mi padre constituyó un fondo invirtiendo en renta fija, y un usufructo sobre éste.

>>Usufructo es el derecho al uso y disfrute de una cosa –me aclaró al notar mi extrañeza ante la palabra-, cuya propiedad pertenece a otra persona. La posesión pertenece al usufructuario, al que no se le puede arrebatar mientras dure el usufructo. También le pertenecen los frutos y rentas que produzca la cosa, puede alquilarla… El dueño puede venderla, pero quien la compre reconoce el derecho del usufructuario, que no desaparece con la venta o donación.

-Entiendo.

-Mi padre lo pensó para arreglarme la vida evitando que pueda dilapidar lo que me deje. El capital del fondo pertenece a mi hija, yo no puedo disponer de él, pero ella tampoco podrá hacerlo hasta que yo muera, y hasta entonces seré usufructuaria. Es decir, las rentas (tres mil euros mensuales) serán mías hasta que fallezca, y tras ello pasarán a mi hija, junto a la plena disposición del capital. De esa forma mi padre me aseguró una pensión suficiente de por vida y la herencia de su nieta.

-Muy inteligente.

-Claro. Por eso se hizo rico. En fin, lo que quería decir es que ya tengo una hija y que también podría asumir sin problemas la crianza de otro hijo incluso sin pareja, pero no sé si me apetece demasiado. Quedarme preñada de Javi y dejar seguir el embarazo fue cosa de morbo, pero no creo que me haga demasiada gracia tener otro crío en casa.

Dio otro sorbo y nuevamente se hizo uno de esos silencios de transición.

-Bebes mucho para tu estado, ¿no?

Sonrió.

-¿Quieres volver a eso?

Yo también lo hice.

-¿Por qué no?

-Está bien. No soy una alcohólica, pero me gusta pillar mis ciegos de vez en cuando.

-Y es evidente que el embarazo tampoco te supone problema para eso.

-En absoluto.

Reímos.

-Hay veces que con pillar el puntillo va bien, pero en otras te apetece pillar una borrachera monumental, de esas en que, si no acabas en el wáter echando la pota.

Risas.

-Y esta noche es una de esas ocasiones.

-Por supuesto.

Más risas.

-¿Y qué opinan tus amantes de eso? –pregunté con malicia-.

-Una embarazada con un ciego como un piano también tiene su morbo –respondió ella con ésta también.

Sonrió enigmática.

-¿Por qué lo preguntas? –continuó desviando de nuevo la mirada a un lado y hacia abajo, sin perder esa sonrisa-. ¿Te dará asco morrearte conmigo cuando haya echado hasta la primera papilla?

Consiguió cogerme por sorpresa otra vez. Debió resultar cómica la expresión en mi cara.

-¡Oh, vamos!… Ambos sabemos que esta noche acabaremos en la cama.

Mayor sorpresa todavía. ¡Aquella mujer era increíble!

-Estás muy segura de ti misma, ¿no?

-Llevas toda la noche mirándome las tetas. Estás a cinco minutos de conversación de echarme los trastos, lo sabes.

-¿Y si no lo hiciera? –quise hacerme un tanto el difícil yo con una sonrisa. Mera pose, formaba parte del flirteo.

-Oh, bueno… entonces te los echaría yo a ti. O mejor, me echaría sobre ti para comerte la boca, y tú no me harías la cobra. También lo sabemos ambos perfectamente.

Risas.

-Creí que te gustaban los jovencitos.

-Me gustan los jovencitos.

-¿Y los tíos de tu edad?

-En absoluto.

Me sorprendió de nuevo. Había esperado otra respuesta.

-¿En qué edad pones el límite?

Se encogió de hombros.

-De vez en cuando me enrollo con alguno alrededor de los treinta, pero lo ideal es que no pasen de los veinticinco.

-Joder… ¿Entonces? Yo ya paso bien los cuarenta.

-Lo tuyo no tiene que ver con la atracción física, también lo sabes. Estás muy bueno y todo eso, pero no eres mi tipo. Para mí eres demasiado pureta.

-Vaya… -protesté y reímos de nuevo, intentando disimular yo que el comentario había tocado fibra sensible.

-No hagas preguntas cuya respuesta te pueda incomodar –se defendió ella con adorable desparpajo-. Yo suelo ser sincera. Sólo miento cuando tengo algo que ganar con ello.

-Ya veo… ¿Y qué es lo que has encontrado en este cuarentón pues para que desees acabar esta noche en la cama con él?

-Ya lo sabes. Me gusta provocar. Me excita hacerlo. Y esta noche me he pasado diez pueblos provocándote. Me he puesto a mil haciéndolo. Ahora mismo tengo el coño tan baboso y encharcado, que casi siento sus paredes deslizar entre ellas al caminar. Alguien tiene que poner solución a eso, y visto que ello no parece entrar en los planes de Sergio esta noche…

-Total, que soy el segundo plato.

-Algo así –reconoció con su irresistible sonrisa.

Debiera haberme sentido ofendido en mi amor propio con aquello, pero no fue así. Aquella mujer era demasiado excitante, demasiado fascinante.

Alargué el brazo para cogerle una teta con la mano. Sin tapujos ya, con esta ladeada para mejor apreciar el tacto de su pezón contra mi palma. Llevaba provocándome con éstos desde que salimos de casa de Miguel. Se había cambiado de ropa allí, poniéndose un vestidito de hilo con falda a media pierna y escotado, blanco y con estampado de flores coloradas. Algo más bien primaveral, pasaría frío con él en la calle, pero salió con un abrigo y ahora estábamos a cubierto y cálidos. Manías de mujeres. Son coquetas. Se lo había prestado Eva, la chica de Miguel. Al estar ésta algo rellenita y tener Miryam esos tetones, entraba bien en él a pesar de su barriga y le favorecía bastante.

Estaba duro como una piedra. Era como si se hubiera colocado un dedal de metal, de esos que se usan para coser, cubriéndolo. De tener punta, casi hubiera podido taladrar mi mano para asomar por el dorso.

-Me he cambiado de vestido por ti –afirmó mirándome con una sonrisa de complicidad.

-¿Sí?…

-Sí. La tela vaquera es más basta, no marca tan perfectamente los pezones. Quería provocarte, que vieras perfectamente cómo los tengo por tu “culpa”.

-¿Por qué no nos dejamos pues de rituales de cortejo y llamamos un taxi que nos lleve a mi casa para que me folles?

¡¡TOMA YAAAA!! ¡Mm-merengue, merengue!

-Me parece un plan de puta madre. Pero antes, otro gin-tónic. Quiero verte bien borracha, como has prometido acabarías hoy.

Rió adorablemente mis palabras.

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Nos morreamos con vicio y ganas en el ascensor mientras éste nos llevaba hasta su planta, la séptima del edificio. Algo podríamos apasionado hasta lo que podríamos llamar ya directamente cerdo, con nuestras babas escando incontenibles de las bocas para derramarse por las barbillas y resbalar cuello abajo. Yo aprovechaba para sobarle con avaricia sus enormes tetas, llegando a liberar una de ellas de la prisión de su escote para devorarla como un león a punto de perecer de hambre pueda devorar una gacela. Ella se limitó a gemir de placer. Ni siquiera nos preocupamos por vigilar cuándo llegábamos al piso de destino y se abría la puerta. De haber habido alguien allí, nos hubiera pillado de lleno. Claro, que tampoco era muy probable que así sucediera a las 2:30 de la mañana.

Le sobé el culo y dedeé después levantándole la falda mientras abría la puerta, agarrándole las tetas a continuación abrazándola por la espalda. Me importaba una mierda el riesgo de que a alguien se le ocurriera asomarse a la mirilla. Ella simplemente reía.

Una vez accedimos a la vivienda y tras cerrar la puerta, nos dirigimos directamente al dormitorio entre ronroneos amorosos del tipo, llegando allá ya con las dos tetas fuera del vestido ella. Ya allí, se separó un momento para dejar el bolso y que yo pudiera hacer lo propio con su abrigo y resto de cosas que llevaba en mi brazo. Fue entonces cuando descubrí la foto en la mesita de noche, en la cual aparecían ambos posando abrazados y muy acaramelados. Me dio cierto bajón en ese momento, apercibiéndose ella perfectamente de la situación.

-¿Te corta la foto?

-Algo… -reconocí. Aunque no fuera un amigo propiamente dicho, cierta empatía masculina me llevaba a sentirme incómodo.

-¿Prefieres que la quitemos?

-Quizá estaría mejor.

-Pues te vas a quedar con las ganas –me sorprendió de nuevo.

Sonrió con un brillo diabólico en los ojos.

-Soy una chica mala, cariño. El morbo mueve mi alma.

¡Uff…! ¡¡Cómo me ponía aquella zorra del demonio!! Era pura provocación.

La derribé sobre la cama de un empujón. Nada suave. En realidad, algo bastante violento, sobre todo en su estado, suficiente para ser denunciado hoy día por violencia de género si hubiera sido su deseo hacerlo. Ella respondió con un grito divertido mientras caía de espaldas sobre aquélla.

Bajándome los pantalones ya con cierta urgencia, la penetré de una sola embestida, sin ningún tipo de flotituras ni preámbulos. Ella gimió de puro gusto. Era como había asegurado en el pub: estaba encharcada. Ya en el ascensor, al dedearla, había tenido oportunidad de comprobarlo, pero era ahora, cuando mi polla, mucho más gruesa que cualquier dedo, era la que invadía su gruta de placer y no aquél, cuando me apercibía de la real magnitud de su marea íntima.

El rabo entraba y salía de allí sin apenas rozar, más completamente rubricado que el eje del rotor de un helicóptero. La embestía con furia y ganas, explayándome en la contemplación de su expresión de éxtasis total y la de sus tetones agitándose violentamente al ritmo de aquéllas. También su barriga se movía, claro. Más de lo que debe resultar aconsejable para una embarazada con toda seguridad, pero ella no emitía queja ni petición de prudencia alguna al respecto.

En un momento dado me pidió que parase. Pensé que sería para pedirme que fuera más suave, pero no.

-Cambiemos de postura. Tienes que metérmela por el culo ahora. La tienes más pequeña que Sergio y Javi, y además estoy encharcada. Apenas la siento.

>>Tranquilo, no te lo tomes muy a pecho –quiso consolarme al apercibirse de mi expresión-. No tienes un rabo pequeño. Está bastante bien, pero es que el de Javi es enorme, y el de Sergio no le queda muy atrás tampoco. Tengo el coño habituado a esos bates de béisbol. Cualquier cosa que no sea superdotación no me llena, y menos con este charco que tengo dentro.

Asentí comprensivo, levantándome para permitir que ella se colocara en posición. Aprovechó para hacerlo mirando hacia la cabecera (antes había estado transversal a ésta), permitiéndome así arrodillarme tras ella sobre la cama y estar más cómo que antes, inclinado sobre su cuerpo desde fuera. También se colocó el almohadón de bajo el vientre.

-Vamos… de un solo golpe. ¡Reviéntame el culo! Quiero que me lo dejes como un bebedero de patos, dolorido para una semana.

¡Me sacaba de quicio! Pura enervación. De un único empellón, le di lo que pedía metiéndosela hasta el fondo. Ella respondió con un alarido de dolor que seguro debió despertar a los vecinos, pero no pidió piedad. Al contrario, siguió incitándome y provocándome para que le diera más duro.

-¡¡¡MÁS!!!… ¡¡¡MÁS!!!… ¡¡¡MÁS!!!…

Estaba a punto de perder definitivamente el control. ¿Qué coño era lo que quería? ¿Realmente no tenía límite?

-¡Dame más fuerte, cabrón! ¿Es que no puedes más? Tú no eres un hombre, eres una mierda. ¡¡MARICÓN!!

Le daba cada vez más fuerte, provocando que de vez en cuando su cabeza se estampase contra la cabecera de mimbre, pero seguía sin ser suficiente para ella. Verdaderamente tenía miedo de llegar a provocarle un aborto de seguir arreciando en mis acometidas. En una de éstas, sus brazos vinieron a fallar haciéndole perder el control, y cayó de bruces dando con su cara en la cabecera y provocando que cayéramos sobre su vientre colocado sobre la almohada, soportando éste el peso de los dos.

-¡¿Estás bien?! –me alarmé.

-¡Calla y sigue! –me cortó haciendo fuerza con sus brazos hacia arriba para forzarme a recuperar la posición perdida con la caída.

-¡Vamos, vamos…!

¡¿Estaba loca?! ¿Era una demente con quien había ido a dar?

-¡¡Vamos!! –volvió a apremiarme.

No es tu hijo –intuía perfectamente mis dudas y temores-. No te importa lo que pueda ocurrirle.

No era solo eso. ¿Qué había de ella? Se supone que una mujer embarazada resulta muy vulnerable. También podría dañarla a ella, incluso matarla, ¿no?

-¡Vamos!

¡Definitivamente decidí mandarlo todo a la mierda! Que fuera lo que Dios quisiera.

Comencé a embestirla con empellones realmente brutales, mucho más violento que lo que había estado haciendo hasta ese momento. Se supone que una mujer en su estado sabe hasta dónde puede llegar. Quizá las creemos erróneamente más frágiles de lo que realmente resultan. Quise agarrarme a eso.

-¡¡¡SÍ!!!… ¡¡¡SÍ!!!… ¡¡¡ASÍ!!! ¡¡Sácame al bastardo por la boca!!

Ya era pura ira y rabia lo que me provocaba. Realmente la embestía con toda la fuerza de que era capaz y el deseo perverso de provocarle un aborto espontáneo.

-¡¡¡ASÍ!!!… ¡¡¡ASÍ!!!… ¡¡¡MÁS!!!… ¡¡¡MÁS!!!… Ya te he dicho que no sé qué hacer con este mierda que llevo en la barriga. ¡¡Dame con todas tus fuerzas!! Me importa una mierda perderlo.

Fue fantástico. Nunca en mi vida me había corrido con tantas ganas. Aquella zorra me proporcionó el mayor y más apoteósico orgasmo de que hubiera conocido. Después entendí que mis reflexiones debían resultar acertadas. No son tan vulnerables las preñadas como creemos. Ella lo sabía y jugaba con eso. Me provocaba insultándome y sacaba de quicio sabiendo que la sangre no llegaría al río. Era así. ¿No?…

-No has parado en toda la noche –observé, que no recriminé, cuando alargó la mano para tomar paquete y mechero y, recostada sobre mi pecho en el lecho, llevarse otro Marlboro a los labios. ¿Cuántos cigarros de has fumado?

-No sé –respondió sonriente-… el paquete que llevaba estaba casi entero. Lo que le quedase, lo que falta de éste y los que me han dado.

Reí entre dientes.

-Qué vicio.

Apoyó su cara sobre mi torso, mirando hacia los pies de la cama.

-¿Te molesta el humo?

-Sí.

No había necesidad de mentir para no molestar. Ya habíamos superado ese nivel. Supe que sonrió sin necesidad de verla.

-¿Por qué?

-No soy fumador.

-¿Nunca lo has sido?

-No.

Se irguió un tanto apoyándose con un codo sobre mi pecho. Tras dar una profunda calada, me lanzó largamente el humo contra la cara. ¡La adoraba cuando hacía eso! Conseguía hacerme hervir la sangre.

Rió divertida, acercando su mano a mi rostro para llevar el cigarrillo a mis labios.

-Vamos –me incitó al ver que no accedía a la invitación-. Lo estás deseando.

-En absoluto.

Nueva calada. Nuevamente el humo lanzado contra mi cara.

-El tabaco es bueno. Fumar es algo maravilloso. Lo adoro… Pronto tú también serás fumador empedernido.

-¿Por qué piensas esa chorrada? Soy un chico deportista. Odio el tabaco.

Rió deliciosamente.

-Lo odiabas –respondió acercándome de nuevo el cigarrillo a los labios-. Te fascino… te he cautivado total y absolutamente.

Sonrisa.

-No sólo me gusta fumar. También me excita y pone muy cachonda atraer a la gente al tabaco y hacerla caer en sus garras.

Humo contra mi cara. La boquilla del cigarrillo apoyada en mis labios.

-Te fascina verme fumar. No has visto nada más sexy, sensual… tan turbador en tu vida.

Sonrisa.

-Vamos… ¡fuma!

Entreabrí la boca para aceptar la invitación. Recordaba el humo deslizándose por mi garganta con una sensación desagradable, de mis tiempos en la edad del pavo, cuando todo se prueba y experimenta. No me gustó entonces. Había pasado mucho tiempo. Fue muy distinto. Me encantó. Una experiencia sensorial extraordinariamente placentera. Exhalé deleitándome en la sensación producida por el tabaco combustionado al salir de mi organismo.

Su risa era equiparable a la de una diosa. Pura música del agua cantarina del arrollo al discurrir por el bosque.

Acercó de nuevo el cigarrillo a mis labios. Sonrisa, brillo de triunfo en sus ojos…

-Bienvenido al mundo del vicio.

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A pesar de lo que pueda parecer, ésta es una historia real. Realmente no fui yo el protagonista de ella, sino tan sólo uno de los testigos, pero me excitó tantísimo y la he revivido en mi imaginación en primera persona tantas veces, que casi es como si así hubiera ocurrido, y así, como vive en mi mente, he decido compartirla. Está algo novelada ciertamente, como no puede ser de otra manera. Yo no asistí a todas las escenas ni estuve presente en todas las conversaciones (en la de dormitorio por ejemplo no estuve presente), e incluso aquellas en que sí estuve no fue de principio a fin (alguna vez me ausenté momentáneamente para esnifar ir al aseo o similar) y me distraje de ellas por momentos (para esnifar una raya, interactuar con otros asistentes…). He tenido por ello que tirar de creatividad pues para completarlas, pero en todo caso ha sido respetando lo más fielmente posible lo que el auténtico protagonista me contó, que no incluyó palabra por palabra todas sus conversaciones, claro está.

Esta historia me excitó muchísimo, llevándome al descubrimiento del denominado en inglés smoking fetish y la fascinación morbosa por las embarazadas putorras. Posiblemente continúe narración, pero las siguientes entregas ya serán relatos de fantasía.

Un saludo.

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