MIS JUEGOS CON NATALIA

Aquel día, recién acabado los exámenes iba a ver a mi ex-novia. Quizás debería haber ido a cualquier otro sitio en busca de una compañía más cálida, pero deseaba volver a verla. Creo que es normal que uno busque recuperar a una antigua novia. Ella me encantaba y tenía un cuerpo fenomenal, pero era un poco rara y al final ella quiso cortar. Decía que ella no quería ir tan rápido, que gracia ahora que lo pienso.

Tenía un presentimiento de que algo iba a fallar y no iba a poder hablar con ella. Como temía algo pasó, pero, curiosamente, fue algo muy distinto y maravilloso. Cuando me abrieron la puerta apareció Natalia, su hermana. Debía de hacer mucho tiempo que no la veía pues me parecía que se había desarrollado bastante, de ser una niña chica molesta, ahora requería toda mi atención. El mayor cambio era su busto, ahora mayor que el de su hermana. También había crecido en altura y su cara había perdido niñez para ganar belleza. No alcanzaba la belleza serena de su hermana, pero en conjunto es una chica muy atractiva y que moviliza a los chicos. Su color de pelo y de piel son más oscuros que los de su hermana, de color nata y rosadas mejillas y su pelo castaño-rubio.

Me dijo que su hermana se estaba duchando, pero que pasara y esperara. Le pegué una voz a su hermana y me respondió con un: «Espera cinco minutos». Bueno, ya me había acostumbrado a esperarla. La casa de mi chica, que se llama Mayra, era uno de esos pisos grandes del centro, viejos y cargados de objetos, con la poca iluminación que se filtraba a través de unas persianas. Siempre había estado ese piso a oscuras.

Natalia me invitó a sentarme en el sillón, delante del televisor. Había puesto uno de esos morbosos programas de testimonios presuntamente reales, nada interesante. Fue a su cuarto y volvió con una cinta de video en la mano.

– Es una película que estaba viendo, no te importa que la ponga, ¿No?.-

Creo que debí asentir, pero ella ya había introducido la cinta en el video y cogiendo el mando a distancia la puso a correr. Se acerco a mí y miramos a la pantalla. En el televisor tras un par de segundos de espera apareció una escena en la que dos chicas vestidas de cuero rodeaban a una tercera, acariciándola y despojándola de su ropa. Le habían desabrochado los últimos botones de su blusa y tras quitársela empezaban a manosearle los senos a través del sostén.

– Voy a sentarme.- Dijo Natalia con voz temblorosa.

Pero fue a sentarse sobre mis piernas y adentrando su trasero fue a ponerlo sobre mi entrepierna. Rápidamente intuí lo que se proponía, pero era tan increíble que no sabía como responder. Pero ella, en su último acto antes de que yo tomara el mando, empezó a moverse adelante y atrás. Mi miembro, que ya estaba excitadísimo, empezó a protestar bajo mis slips. En la película, una chica pasaba sus manos por debajo de la falda de la otra chica mientras la tercera hacía chocar sus pechos. Pero yo ya no prestaba atención a la película, la presión había exaltado mi sangre que se bombeaba toda hacia mi miembro. Pero aún más me excitó el calor que desprendía, digno del mismo infierno. En un intento desesperado porque mi nueva amiga parara, alcé mis manos a los pechos y los estrujé bajo la blusa. Ella se levantó estirándose y bajó parando su movimiento. Yo reaccioné echándole un brazo por la cintura para retenerla y con la mano libre me dirigí hacia sus piernas.

– Ves la película?? Te voy a meter la mano bajo la falda. Mayra saldrá pronto de la ducha, pero quizás podamos hacer algo.-

Conduje mi mano un poco más arriba de la rodilla, ella temblaba. Acaricié un poco su pierna y subí hacia su muslo interno donde le empecé a devolver su juego. Mis caricias hacían su efecto y me rogó que le acariciara el coño. Subí mi mano y palpé sus braguitas, de fino algodón que dejaban traspasar el tacto de los pelos de su pubis.

– ¿Cuántos años tienes?¿Quince?.-
– Sí.-
– Voy a meterte la mano bajo las bragas.-

En la película las dos chicas ya habían despojado de su falda a la otra chica, solo le restaba un tanga, pero yo no podía hacer eso con su hermana a punto de salir de la ducha. Mi mano buscó el elástico y lo superó, introduje mi mano en su frondoso bosque. Bajé hasta la obertura de su vagina y lo acaricié.

– ¿Eres virgen?.-
– Sí, ningún chico me dura más de unas semanas.-
– ¿Pero te habrás metido los dedos?.-
– Claro, pero solo uno.-
– ¿Notas mi polla bajo tu cuerpo? Está tan grande por ti. Mira la tele – En esos momentos una chica besaba a la joven iniciada mientras la otra la masturbaba con un dedo, luego introdujo dos. – ¿Quieres que te haga lo mismo?.-
– Sí, rápido.-

Introduje mi dedo corazón en su cuerpo, a pesar de que no lo había humedecido con mi saliva su vagina estaba tan lubrificada que penetró sin mucho impedimento. Conforme movía mi dedo ella empezó a moverse volviendo a golpear contra mi miembro. Por unos momentos hicimos un dueto perfecto. Pero como tenía que ocurrir se oyó la voz de mi ex-novia anunciándome que ya se estaba secando. Ella se levantó de un salto mientras yo recuperé mi mano como pude. Fue hacia el video y recuperó la cinta. Yo ya sabía que ella quería más y pensaba como podíamos reunirnos. Ella misma me lo confirmó. Volvió con la cinta hacia mí e inclinándose me besó. Yo separé mis labios, ante todo quería darle un mensaje.

-He venido con mi coche. Voy a despedirme de tu hermana y quiero que bajes dentro de cinco minutos. Dile que pasarás el resto de la tarde en casa de una amiga.-

Ella sonrió y yo la besé. Le pasé la mano debajo de la falda y la apreté contra sus braguitas. La besé fuertemente durante unos largos instantes y luego la dejé. Ella corrió a su cuarto y cerró la puerta. Apenas yo lamía e introducía en mi boca el dedo que había estado dentro de su cuerpo, Mayra salió del cuarto de baño, con una toalla reliada sobre la cintura y diciendo tonterías. Quizás quisiera romper el hielo que ella misma había dejado crecer entre nosotros, pero inmediatamente inventé una excusa para irme pronto. Le dije que tenía prisa porque había quedado con una chica para ir al cine y que había ido no para hablar, sino para que me diese un compact porque esa chica me lo había pedido. Ella comenzó a buscar el compact y a hablar sobre que película ibamos a ver y de como le había parecido aquella. Para quitármela de encima le dije que la llamaría por la noche y ya hablaríamos de todo, pero que ahora me tenía que ir. Naturalmente se quedó muy sorprendida, pero conseguí que dejara de acosarme. Tardé medio minuto más en salir del piso y llegué hasta mi coche. Entré y tiré el compacto por el salpicadero. Miré el reloj y comencé a esperar. La hinchazón de mi entrepierna comenzaba a bajar y yo comencé a preguntarme que pasaría, si ella bajaba estaba claro y sino también, tendría que calmarme ese picor por mis propios medios.

Normalmente aguanto bien las esperas, pero esos minutos fueron los más largos de mi vida. Vi la farmacia de enfrente y comencé a pensar si debía ir o no a comprar unos preservativos. Continuamente miraba por el retrovisor hacia el portal del edificio hasta que por fin surgió con su ropa de colegiala. Buscó mi coche y cuando lo encontró vino directa. Se montó en el coche y arranqué incorporándome a la circulación.

– Vamos a mi casa, estaremos tranquilos durante unas horas. ¿Quieres?.-
– Sí. -Dijo Natalia recostándose sobre mi hombro.-

Yo aparté mi mano de la palanca de cambios y puse mi mano sobre su rodilla, subí lentamente la mano levantando su faldita, pero el cielo estaba muy cubierto y las luces de la ciudad no me permitían ver mucho. Y yo quería calentar más el ambiente.

– Natalia, antes no pude verte las braguitas, descríbeme como son.-
– Son blancas, unas pequeñas braguitas de algodón talla L con unos dibujos rosas y verdes, son pequeñas flores. Tienen un pequeño encaje en los bordes y un lacito rojo delante. Las compré yo misma hace unos meses pensando en una ocasión especial. Las acabo de estrenar y las siento calentarse con mi cuerpo y humedecerse por mi flujo.-
– Ya es suficiente. Te voy a enseñar lo que has provocado. – Me desabroché el pantalón y el botón, me bajé la cremallera. – Con esto podrás ocupar tus manos. –

Me bajé un poco los pantalones y los calzoncillos sacando un poco mi pene. Luego cogí una de sus manos, tan dulces y delicadas, y la posé sobre mi miembro. Ella, tímidamente, lo reconoció y lo rodeó. Este comenzó a crecer de nuevo. Era un poco incómodo, pero continuaba siendo muy satisfactorio y me indicaba que todo iba por buen camino. Pasamos delante de otra farmacia y me interesé por su salud:

– ¿Cuándo terminaste de tener la regla?.-
– El viernes, hace tres días.-
– Muy bien Natalia, entonces no necesitamos gomas.- Ella, con sus especiales manos, recordó y empezó a bajar y subir su mano sobre mi miembro. El cielo, que llevaba todo el día amenazando lluvia, súbitamente empezó a descargar una fuerte tromba de agua. Si la conducción había sido difícil por el centro de la ciudad ahora empeoró y, lamentándolo mucho, tuve que decirle que dejara de masturbarme. Estaba siendo delicioso, pero estaba perdiendo concentración en la conducción y era mejor esperar. Muy concentrado en que nadie me fastidiara el coche que no tenía ni tres meses me olvidé de Natalia. Un poco más adelante la descubrí masturbándose. Había separado sus piernas y una mano se perdía debajo de su falda. Se estaba metiendo un dedo y su cintura se movía al ritmo. Estaba absorta en sus maniobras. Si hubiera sido Mayra su cara se habría enrojecido, pero ella solo tenía la respiración un poco acelerada y susurraba.

Preste atención. Estaba fantaseando con que yo la penetraba y continuamente se refería a su hermana. Logré descifrar algunas frases: «Mayra es tonta… Tú eres un hombre… Esos aparatos no valen para nada al lado de un hombre… Mayra esta loca». Tenía que hablar con ella a fondo para ver que quería decir. De pronto tuvimos un pequeño incidente y tuve que pegar un buen frenazo. Una tía loca se había venido a mi carril casi lanzándose encima de mi coche. Menuda zorra, no había pasado nada, pero Natalia dejó de meterse el dedo. Se limpió el dedo en la boca y permaneció quieta unos minutos, llegábamos a mi casa.

Salimos del coche corriendo y fuimos a refugiarnos en el portal de mi casa. Describiré mi casa ligeramente, es la típica vivienda de las afueras con dos plantas. En la planta baja estaba el salón, el comedor y la cocina y en la superior mi CUARTO. Mis padres no deberían estar en toda la tarde, mi madre quería ir de compras y mi padre la acompañaba. Quedaba un hermano, pero estaba fuera de combate, en la mili. Y si hubiera llegado algún amigo y me corta el rollo, lo mato.

Conseguí abrir la puerta a la primera y entramos. Pero la lluvia y el viento nos habían mojados completamente, en el medio minutos que estaríamos fuera del coche. Daba igual, la contemplé y estaba más excitante. Sin poderlo evitar le besé sus empapados labios mientras con una mano le recorría su cara y pelo y la otra se metía debajo de la falda para cogerle las nalgas. Todo chorreando y muy excitante. Ella respondió cogiéndome las nalgas y atacándome con su boca. Tenía verdadera hambre y por un momento pensé en follármela ahí mismo. Pero eso no era lo mejor y la cogí conduciéndola a la cocina. La cocina de mi casa tiene todos los electrodomésticos habituales, pero yo buscaba como un loco otras cosas. Cogí primero un bote de guindas, un spray de nata, caramelo líquido… Me volví loco, pero menos mal que paré, la chiquilla era capaz de asustarse de la porquería que podía montar. A mí me encanta la mostaza… Y ya estaba buscandola. Pero me controlé y solo cogí además un tarro de miel. Mi madre tiene una gran mesa de madera en la cocina para elaborar sus comidas, a mí también me sirvió para la mía.

– Vamos a desnudarnos un poco.- Le dije mientras volvía a besarla, esta vez en el cuello. Ella empezó a desabrocharse la blusa, pero yo no la dejé terminar. – Bájate esa falda.-

Ella se desabrochó los botoncitos y dejó deslizarse lentamente su faldita. Entre los pliegues de su blusa podía ver sus braguitas, como ella de las había descrito e hinchadas. Ella estaba tan nerviosa que movía un poco las piernas. Sus mejillas se habían sonrojado. Todo lo que más me excitaba se reunía en ella, una abultada vagina, un pelo corto y mojado, el rubor de su cara, inocencia y picardía. Yo me puse en cuclillas y empecé a recorrer lentamente su cuerpo, de abajo a arriba, con mis manos por detrás tanteando y acariciando mientras besaba sus piernas, luego vinieron sus muslos y, en un gesto que quizás me tachéis de romántico, sus braguitas. Las besé repetidamente mientras mis manos tomaban sus nalgas ligeramente húmedas. También mis labios encontraron esos paños prohibidos húmedos, quizás por la lluvia o más bien por sus ejercicios masturbatorios en mi coche. Seguí subiendo y besé su pecho, dedicando uno a cada seno y llegué al cuello. Estuve unos instantes y subí a su barbilla y a su boca. Allí los besos dejaron de ser dulces y románticos y se convirtieron en besos salvajes y muy largos. Sentí su húmeda lengua, recorrí toda su boca y sus perfectos dientes. La primera fase llegaba a su fin.

-Esto te va a gustar.- Cogí el bote de nata y empecé a moverlo.- Voy a comerte toda.-

Con estas palabras vencí un pequeño miedo dado por la inexperiencia. Ella ya sabía lo que iba a hacer y sonrío. Primero apunté a su boca y dejé una pequeña montaña de nata que su lengua empezó a comer. Yo también participé del pequeño banquete. Después deje nata sobre su cuello. Abrí la blusa y metí la boca del spray entre su seno y el sostén. Repetí con el otro y bajé hasta sus braguitas. Las cogí, las abrí y dejé un buen pegoste. Era increíble, maravilloso, ver como sus ropas crecían en un segundo. Le dije que se quitara la blusa y también eché un poco de nata en su ombligo. Tiré el bote y me fijé en sus axilas. Me encanta verlas depiladas. Las suyas estaban perfectas, no llegué a besarlas entonces, pero mis manos las acariciaron mientras yo comía la nata de su cuello. Una vez estuvo limpio comí de sus senos, primero levantando o bajando el sujetador, luego se los quité y pude limpiarlos completamente. Estaban totalmente endurecidos y los pezones eran grandes. Le comí también el ombligo. Desde la boca hasta su ombligo su placer, y el mío, había ido aumentando. Cuando succioné sus pezones habían alcanzado sus cotas más altas, pero sabía que aquello iba a aumentar. La nata le formaba una gran bolsa debajo de sus braguitas. Primero comí la que salía de sus braguitas en los laterales y aproveché para besar sus muslos. Sabía que aquello le debía gustar mucho y ella me dio la razón, empezó a frotarse los pechos con sus manos y a pedirme que le comiera su «Coñito».

Obedecí, la eché sobre la mesa de manera que sus piernas quedaran colgando y su repleto sexo estuviera en el filo. Cogí el elástico de un lateral y lo alcé metiendo luego mi lengua. Después le comí el resto de la nata sobresaliente y cogí el elástico de la parte superior. Muy lentamente comencé a bajarlas y lamer las zonas al descubierto, cuando me llevé una desagradable sorpresa, no estaba depilada. No me gustaba eso de comer pelitos y luego encontrarte uno en la boca. ¿La depilaba con un cuchillo de cocina? Ella debió advertirlo pues cesó sus gemididos y me preguntó:

– ¿Pasa algo?.-

Yo había parado solo un instante. Ella había pensado que había oído a alguien venir. De todas formas dado como estaba de excitado no le puse remilgos.

-Llevaba mucho tiempo buscando un coñito como este. ¿Nunca te han dicho lo maravilloso que es?.-

Mentía, pero tampoco me desagradaba del todo. Comí la nata procurando no meterme sus pelos en la boca. Lentamente bajaba sus braguitas y dejé al descubierto su vagina. Mientras se la descubría de nata se la describía.

-Es un coñito precioso, sus labios externos son blandos y dulces, cargados de sangre y muy apetecibles. Sus labios internos sobresalen ligeramente, parecen tímidos, cuando los separo con mi lengua apenas si dejan un pequeño camino, pero desean ser abiertos y darte placer. El olor de la nata se ahoga por su propio olor, un perfume fuerte y ligero, ¿Alguna vez te has olido las braguitas? Es muy excitante. Tu clítoris permanece escondido, pero pronto lo haremos despertar. ¿Te has mirado alguna vez tu coñito? Es una maravilla, dulce y calido. Abajo está tu culito, pero más tarde nos ocuparemos de él.-

Había terminado, sobre su piel quedaba dispersa aún mucha nata, pero que no estaba dispuesto a lamer por los dichosos pelos. Deslicé sus braguitas abajo por sus piernas y me las quedé en la mano. Se me ocurrió una idea, con este paño, de buen tacto, sabor y olor, limpié cuidadosa y cariñosamente su pubis de nata. A Natalia esto también le gustaba, tal era mi habilidad. Quería que aquella tarde sucumbiera durante una temporada a mí y tener a tan atrevida chica para mi disfrute sexual. Cuando terminé le tendí sus braguitas para que las lamiera como yo había hecho con su cuerpo. Ella jugó divertida con ellas un rato, contemplándolas y gustándolas, sintiendo su propio olor. Yo introduje mi lengua entre sus labios y comencé a penetrarlo. Su sabor salado era más fuerte e inmenso. Pero apenas si podía separar sus labios internos. Continúe un poco más. Era momento de penetrarla, comencé a deslizar mi dedo corazón por sus labios para que se impregnaran de sus jugos y se lo llevé a la boca para que me lo lamiera y lo mojara con su saliva. Creo que en esos momentos ya estaba sudando, no por el calor de principios del verano, sino por el que ella desprendía.

– Moja también uno de tus dedos, quiero ver como te lo metes.-

Dejó sus húmedas braguitas sobre su pecho, se acariciaba el pecho con una mano y bajó hasta mí su mano, con uno de sus dedos impregnados de su boca. Yo deseé lamer esa saliva, pero lo dejé seguir su camino. La vi, a apenas unos centímetros, separar sus labios e introducir este dedo en su conducto más privado. Lo introdujo hasta la segunda falange y comenzó a moverlo. Yo seguí este movimiento con los ojos como medio minuto, después puse mi mano sobre la suya y mi dedo humedecido sobre su dedo penetrador. Ella lo comprendió y lo guió hasta el interior de su cuerpo. Con dos dedos al principio fue más difícil la penetración, me extrañaba que ella nunca hubiera pasado de allí, pero también su hermana era rara, así que debía ser propio de la familia. Ella se estaba masturbando muy suavemente, como haría una niña en su primera vez, permanecía en silencio, sin apenas moverse. Yo le iba a enseñar.

– Natalia, lo haces muy bien, pero creo que esto te gustara más. Acaríciate los pechos.-

Dejó su mano y la mía lo cual avivó mis sorpresas, si hubiera estado de verdad excitada nunca habría dejado la cosa así, no habría podido parar. Yo me preparé, introduje dos dedos en su boca y después los deslice por todo su cuerpo abajo hasta llegar a su vagina. Con una mano separé sus labios mientras con la otra la penetré como nunca ella hubiera imaginado. A los pocos segundos mis dedos aumentaban su excitación y volvía a gemir. Aumentando mi velocidad sus susurros aumentaron y su cuerpo se volvía al ritmo de mis dedos. Ella se lo estaba pasando bien por primera vez en su vida, ahora si que me pedía:

– No pares, no pares.-

Con insistencia. Y más pronto de lo que hubiera podido pensar su cuerpo fue recorrido por una descarga eléctrica, su espalda se arqueó levantándola de la mesa y cesaron sus movimientos y gemidos con un profundo gemido de satisfacción. Toda mi mano se vio humedecida por una descarga de sus fluidos, quizás había contemplado una eyaculación femenina. Descubrí porque ella me había seducido, necesitaba rápidamente descargar su cuerpo del deseo que acumulaba. Sus labios estaban ahora más abiertos, esperándome y por su vagina hubiera podido introducir toda mi mano. Me fijé en los reflejos del orgasmo en su cara, contento por haber contribuido a él. Natalia, con los ojos cerrados, aún se estaba regocijando. Empecé a desvestirme. Cogí mi camiseta y la tiré encima de su blusa. Iba a continuar cuando ella abrió los ojos y me paró.

– Deja que eso lo haga yo.-

Y se incorporó. Ahora sus abundantes senos se mecían en su pecho y sentí la necesidad de acariciarlos. Los cogí con mis manos y los contuve. Sentía todo su frescor y su peso. Estaba deseando volver a saborearlos, pero Natalia me recordó que ahora me tocaba a mí. Abrió el tarro de miel y cogió una buena cantidad con la mano, lo esparció sobre sus desnudo pecho y empezó a lamerlo como yo había hecho con ella. Aquello era una gloria indescriptible. Sentía su húmeda lengua sobre cada centímetro de mi torso. Primero por el vientre, para no mancharme, luego jugo con un ombligo como yo la había enseñado. Subió y lamio la miel de sus pectorales. Pero lo mejor… Como una verdadera experta cogió entre sus labios mis pezones y tiro de ellos como si estuviera amamantando. Noté como mi miembro, que hacía un rato que estaba más tranquilo, pero sin decaer del todo, volvía a engordar al máximo y a dolerme dentro de mis apretados slips. Yo deseaba apretar mis pantalones contra algo para aumentar el placer que sentía. Así que dejé sus senos y empecé a quitarme el cinturón. Ella lo vio y no me dejó. Apartó mis manos y comenzó una dulce tortura. Dejándome los pantalones abrochados me bajó la cremallera e introduciendo sus manos por ella encontró mi crecido miembro y lo cogió, apretándolo. Yo no sabía cuando iba a poder soportarlo, deseaba empezar a penetrarla, abrir sus carnes con mi carne y ver si de verdad era virgen. Ella también lo deseaba urgentemente, porque rápidamente me bajó los pantalones y los calzones. Se quedó contemplando mi miembro. Después no sabía que hacer. Lo cogió con sus manos y empezó a moverlo muy poco.

– Cómemelo.-
– No sé. -Empezó a titubear. – Nunca lo he hecho.-
– Solo tienes que metértelo en la boca y deslizar tus labios por la piel. – Viendo su indecisión, y las ganas de follar que tenía, lo dejé. – Da igual, luego te enseñaré. – Cogí mi aparato y empecé a moverlo preparatoriamente. – Vuelve a tumbarte sobre la mesa. Ella entendió a lo que me refería y con restos de miedo e inocencia empezó a prepararse.-
-No, quiero ver como me penetras.-

Se quedó erguida sobre la mesa, abriendo aún más las piernas y con sus manos separando sus labios vaginales. Veía su entrada claramente, aún continuaba muy abierta y aproximé mi miembro a su vagina. Pasé la punta de mi húmedo capullo por su vagina, dando círculos cada vez más pequeños. Me gustaba recibir el tacto de su piel, una carne blanda, muy húmeda y cubierta de su joven vello. Después lo dejé unos instantes justo debajo de su entrada y, ante su atenta mirada, le di arriba y adentro. Mi primera penetración fue sólo de tanteo, lo retiré y esta vez si la penetré completamente, cuando más crecía su resistencia natural, más apretaba yo y acabé introduciéndome plenamente en su cuerpo. Ella apenas pudo comprender como aquel pequeño impulso terminaba con su virginidad, un momento antes era virgen y ahora yo la estaba penetrando. Estaba sintiendo mucho más aquella primera vez, yo le enseñe que lo que se siente es producido por las repetidas, sucesivas, salvajes penetraciones. Apenas escuché su pequeño gemido saqué medio pene y la volví a penetrar. Y así sucesivamente… Cada vez más rápido y como había unos minutos habían hecho mis dedos ella empezó a subir por el sendero del orgasmo. Natalia dejó de abrirse la vagina y empezó a acariciarse los pechos. Se tendió sobre la mesa sin dejar de mirarme y contonearse. Me miraba y yo apreciaba su buen cuerpo. Mi pene bombeaba sensaciones placenteras a mi cuerpo. Cada vez que entraba en ella se me venía a la cabeza la imagen de mí mismo comiéndome un pastel que era su virginidad. Yo entonces no estaba seguro de sí era virgen, pero es tan excitante desflorar a una chica, ser el primero en arrancarle gemidos de placer…

Llevamos un rato así, yo penetrándola casi con furia y ella pasándoselo muy bien. Pero yo quería hacerle más cosas, fantasías que tenía para su hermana y que pronto realizaría con ella. Era en algunas cosas muy parecidas a su hermana, tanto que en algunos momentos, entre mi gran placer, fantaseaba sobre que estaba tirándome a las dos a la vez. Por todo esto me salí de ella y le pedí que se diera la vuelta. Ella accedió aunque con reticencias, temía que la penetrara analmente. Después de asegurarle que no, se echó sobre la mesa, vi sus pechos sostenerla sobre la mesa doblando su cuerpo. Bajé mi cabeza hasta la altura de su trasero y contemplé. Tenía las piernas demasiado cerradas. Las cogí por los muslos y las fui abriendo. Ahora la vista era mucho mejor. Volví a coger mi miembro dispuesto a volver a penetrarla cuando vi su ano, muy cerrado y cerca de su vagina y me entraron ganas de abrírselo, pero pensé que eso podía esperar, se lo había prometido. Volví a guiar mi pene en su sexo y a introducirlo gloriosamente en su cuerpo. Agarré con mis manos su trasero y lo lanzaba hacia mí a la vez que la penetraba. Era algo muy fuerte. Natalia estaba como poseída, jadeaba y gritaba, quería más fuerza. Aquello le dolía, pero el placer era aún mayor. Yo me eché sobre ella, quería acariciarle los pechos y sentir nuestros cuerpos pegados. También bajé el ritmo, no quería irme demasiado pronto. Pegué mi cadera a su trasero y nos movimos contoneadamente. Pero ella quería más.

– De acuerdo, ahora vas a mandar tu.- Le dije.

Dejamos la mesa y me senté en una de las sillas de madera de la cocina. Tenía en mi mano mi pene, enseñándoselo. Ella vino inmediatamente, sabía lo que había que hacer. Abrió sus piernas y se sentó encima de mí, dándome la cara. Habiendo cogido mi miembro con sus manos lo conduje hasta su entrada. Allí entró sin ningún problema. Natalia empezó a subir y bajar, marcando el ritmo que más le agradaba. Yo la rodeé con mis brazos y la apreté sobre mí, quería sentir sus duros pechos sobre mi torso. Rápidamente ya me cabalgaba frenéticamente. Empecé a acompañar sus gemidos por los míos. Su cuerpo se estaba cubriendo de sudor y ahora era yo el que la animaba. Me hacía daño, me lanzaba andanadas de placer cada instante. Los gemidos se convirtieron en gritos. Pronto no pude más y exploté dentro de ella, llenándola con mi semen, el placer entonces me dejó exhausto, durante unos segundos solo sentí el bombeo de mi pene dentro de su cuerpo. Solo lancé un apagado grito. Natalia empezó a sentir su segundo orgasmo en unos minutos. Su cuerpo subía y bajaba, como sus gritos, sobre el mío. Pronto, una repetida serie de gritos me lo indicaron. Su movimiento se calmó y paró. Entonces se echó sobre mí para descansar unos instantes.

-¿Qué te ha parecido el polvete?.-
-Maravilloso, eres maravilloso. Nunca había sentido nada igual.-

Sus ojos seguían reflejando el placer que había sentido. No pude dejar de besarla. Permanecimos abrazados largos minutos, después pensé que lo mejor era llevarla a mi habitación. Ella se levantó y la contemplé. Caí en la cuenta de que unas gotas de sangre afloraban por su vagina. Ella siguió mi mirada y asintió.

– Ya ves que era virgen??.-
– Sí, pero ha merecido la pena.-

Me levanté, me amarré un poco el pantalón y fui a buscar un paño de cocina de papel. Pero ella se me adelantó y se secó las gotas de sangre que quedaban de su virginidad con sus braguitas.

– Las conservaré como recuerdo de esta tarde. ¿Qué hora es?.- Mire el reloj:

– Las siete. Pero aun podemos hacer más cosas. Recoge tus cosas y vayamos a mi cuarto.- Ella obedeció y tras recoger nuestras ropas me siguió a mi habitación.
– Me gusta guardar cosas. Aún tengo las que manché por primera vez. Sin lavar. Mi madre cree que las perdí. Fue una lastima que fueran esas, eran muy bonitas.-
– ¿Eres la chica de las bragas bonitas?.-

Habíamos subido la escalera y entramos en mi habitación. Cerré la puerta. Ella la observaba, tenía muchos detalles. Yo miré la ventana, todavía estaba lloviendo. Me puse a su lado y le pasé el brazo por el cuello.

– Luego podemos ir a comprarte algo de lencería. Me gustaría verte con unas braguitas de seda rosa con encajes. ¿Las eliges tu? Esta es muy bonita.-
– Sí, esta es la más bonita.-
– ¿Se te ha cortado la sangre?.-
– Sí.-

Yo de todas formas me agaché. Quería ver su poblada vagina. Estaba sucia con unas gotas de sangre y semen.

– Pues vamos a sentarnos en la cama. Quítate los zapatos.- Nos sentamos en la cama, con las piernas entrecruzadas. Le agradaba el edredón de poliéster, imitación de seda. Estábamos completamente desnudos los dos. Ella se miraba la entrepierna.- No te preocupes, no puedes quedar embarazada.-
– Si, en el colegio nos enseña algo de eso. El método de ogino o ritmo.- Pasé mi mano por su vagina.
– Luego debemos arreglar esto. Cuando la vuelva a ver un chico debe estar bien afeitada. ¿Cuándo vas a la piscina te afeitas?.-
– Recuerdo que el año pasado me afeitaba los laterales. – Cogió mi mano y la estrechó contra su vagina.- ¿Me vas a afeitar?.-
– Sí, te voy a dejar tu coñito como el del un bebe.-
– Como el de un bebe… -Repitió ella.- ¿Y esto cómo lo arreglamos?- Preguntó cogiendo mi desfallecido pene.-
– Luego podemos arreglarlo. Quieres follar de nuevo, quieres que te vuelva a penetrar??.- Esa era la idea de traerla a mi cuarto. Me excitaba la idea de poseerla de nuevo.
– Sí, me encantaría. Dos veces en una tarde. Me gustaría que esta tarde no terminara nunca. -Me encanto sus intenciones de volver a repetir. Sin embargo, me desconcertó como se echó sobre mí para besarme. Luego me dijo: – Abrázame.-

Yo me eché hacia atrás sosteniendo su cuerpo, era lo típico, debía de haberlo esperado. A las chicas les gusta, o más bien necesitan, permanecer abrazadas al chico después de follar. Natalia me echó las manos por la espalda y yo la abracé también. Era lo menos que podía hacer por una chica que me había hecho pasar tan buena tarde. Bueno, después viene también la charla psicológica.

– ¿Te gustó?.- ¿Qué le iba a decir?.
– Mucho. No se apenas nada de ti, pero me gusta tu cuerpo, tu atrevimiento, tu libertad… Y me ha encantado que fueras virgen.-
– ¿Te gusta desvirgar a las chicas?.-
– Digamos que lo hace más excitante.-

La conversación siguió por derroteos parecidos. Lamentablemente no hice demasiados esfuerzos por recordarla ni la grabé. Recuerdo que hablamos de muchísimas cosas, con los chicos con los que había salido, de como se masturba una chica y sus fantasías, grupos de música… Pero yo tenía en la cabeza preguntarle cosas de su hermana. No se me iba de la cabeza la idea de recuperar a su hermana y desvirgarla también. Su hermana estaba más buena, pero era tan puritana. Por eso, con mucho tacto fui introduciendo el tema, hablándole de las cosas que había hecho con otras chicas, mientras le acariciaba las nalgas. Y también es importante señalar que durante todo ese tiempo ella tenía puesto su vientre sobre mi miembro, con las ganas de follar que eso me daba.

– Ha sido una lástima no preparar más tu despedida de virgen. Me hubiera gustando darte más recuerdos. El año pasado hice una cosa muy divertida con una chica. Me la traje aquí y puse a grabar una micrograbadora que tengo mientras estuvimos haciendo el amor. Pero lo tenía pensado de antes porque la chica era muy ruidosa. ¿Quieres escuchar la grabación?.-
– No te muevas, después.-
– Es muy divertida, la chica se enfadó bastante, pero tampoco he sido muy cabrón con ella, no se la he enseñado a nadie.-
– ¿Te la follaste en esta misma cama?.-
– Sí, te excita??. Cuéntame, ¿Cuántas veces te has metido el dedo en tu cama? – Ella rió, aquella risa de chica preadolescente e inocente, tan diferente de lo que ella quería. Recordé algo que ella había dicho en el coche, aquel era el momento. – Y tu hermana, ¿La has visto meterse el dedo? – Ella rió, aquella risa era diferente, algo le divertía. Dudó unos instantes, debía contar el secreto o contármelo, después de todo había confianza.
– No sé si contártelo…-
– Venga, eso me excitará antes.-
– Vale, pero acaríciame. – Dijo.

Ella estaba echada sobre mí, dándome la cara, ahora subió unos centímetros. Su boca cayó cerca de mi oído y su pubis estaba sobre el mío. Deje sus nalgas e introduje mis manos en el poblado hueco. Pasé una mano por su vagina y tanteé su rajita, estaba muy húmeda y eso me excitaba. Cogí mi pene y acaricié con la punta su vagina. Me encantaba, pero a ella no.

-Con la mano, por favor. – Me dijo, yo obedecí dejando mi pene y procedí a acariciarla muy suavemente. – Así, así. Te recompensaré. » Mi hermana esta loca, es lesbiana». – Todo aquello me sorprendía, pero procuraba no dar muestras de ello, pues conforme más contaba más me excitaba y la idea de volver con su hermana se hacia más fuerte. «Una noche fue a mi cuarto y me despertó, me dijo que había tenido una pesadilla y que quería acostarse conmigo. Ya lo habíamos hecho siendo pequeñas y no veía razón para decirle que no. Mi cama es estrecha, pero le dejé espacio y entró. Yo quería volver a dormirme, pero no me dejó. Una vez en la cama, me echó un brazo por debajo de la cabeza y empezó a hablarme. La muy cochina me decía lo típico de que era mi hermana mayor y sentía una responsabilidad hacía mi. Decía que me había convertido en una mujer. Debía tener cuidado con mis amigos porque lo que buscaban era meterme mano. Debía esperar y tener cuidado cuando decidiera follar con alguno. Luego me dijo que era natural de las chicas controlarse: » Debemos pararle los pies a los chicos, pero existen algunos trucos. Ella se refería a la masturbación. Ambas llevábamos nuestros camisones. Pero ella no llevaba nada más. «Es mi obligación enseñárselo a mi hermanita». En aquella época, hace un año, yo no sabía nada, ni de educación sexual ni de masturbación. Bueno, sabía algunas cosas, pero pocas. Que podía quedarme embarazada, que la regla bajaba cada mes, había jugado un poco a los médicos con un chico… Cosas así, no pensaba mucho en eso. Ella extendió su mano y la introdujo debajo de mi camisón. «Deberás hacer así. ¿Te gusta?». Me había puesto la mano sobre las bragas. Yo no sabía que hacer, permanecí inmóvil y callada. «Vamos a jugar. Dejemos bajarte esto, yo no las llevo». Yo estaba atónita. Bueno, ella me bajó un poco las bragas y me metió mano. Le encantó encontrar mi coño poblado de vello y empezó a masajearme. Había introducido unos dedos en la rajita y los movía rítmicamente. Aquello me gustaba, pero… Me daba miedo, me agradaba, no había que hacer. Yo nunca antes me había masturbado. Estuvimos así varios minutos, por primera vez me estaba excitando sexualmente y me maravillaba de este nuevo mundo que me abrió ante mí. «Eres preciosa. Ahora sigue mi mano». Con su mano libre me cogió una mano y la puso sobre mi pecho.»¿Nunca te has acariciado aquí?». Me pasaba la mano por los pechos haciendo que los cogiera, pero sin mucha fortuna. «Sígueme». Y puso mi mano sobre su coño. Lo apretó un poco contra él, deseosa de que empezara. «Acaríciame». Empezó a mover mi mano y luego seguí, intentado adivinar lo que quería. «Muy bien, continua». Dejó mi mano y acarició mi pecho. Yo continúe masturbándola, lo que ella me hacía empezaba a gustarme de veras. Y ahora… Me cogía los pechos. Pronto acercó su boca, «Déjame besarte», me dijo y me besó. Bueno, aquello si que me dejó sorprendida. Mi hermana besándome en la boca, e incluso introdujo su lengua. Yo ya me había dado algunos besos con los chicos, pero fueron cortos, y aquel fue muy largo. Así fue mi primera experiencia sexual. Yo estaba atónita, mis pechos se habían endurecido, mi boca contenía su lengua húmeda y calida y por último sentía cierta humedad en el sexo de mi hermana, como si se estuviese meado lentamente. Vi que yo también estaba húmeda y acerté con que era una más de las cosas que pasan con el sexo. Mi hermana aumentó el ritmo de sus caricias y yo empecé a mover mi cuerpo a su ritmo, no podía mantenerlo quieto. Pronto disfruté de mi primer orgasmo. Fue una sensación tan fuerte que durante unos instantes me quedé pensando. Mi hermana también llegó al orgasmo cuando yo todavía estaba saboreando el mío. Mi mano salió completamente mojada. De pronto me sentí muy contenta, ella también y nos besamos un buen rato. Esta vez también yo metí mi lengua en su boca. Luego permanecimos abrazadas, mi corazón se tranquilizó. «Debo irme, pero si quieres me quedo más tiempo contigo». «Estoy bien», le respondí por primera vez. Se levantó de mi cama, pero antes de irse se agachó sobre mí y me dio un pequeño beso. «Dulces sueños hermanita». Y también aprovechó para pasarme su mano por mi vello púbico en señal de despedida.

Aquella noche no pude volver a dormir. Ella tampoco, tenía miedo de que yo me chivase y la metiera en un lío. Yo permanecí toda la noche recordando la experiencia. Con mi primera menstruación me había convertido en mujer, pero aquella noche fue la de mi primera experiencia sexual. Me pasé la noche pasándome la mano por los pechos y el coño. Lo tenía húmedo y lo acaricié, aunque no conseguí gran cosa. Pensé en como vería por la mañana a mi hermana, en lo que vendría después, en lo que le diría a mis amigas del colegio… Recuerdo que pensé en una compañera de clase, eramos amigas, no íntimas, pero si me iba algunas tardes a su casa. Ella estaba muy desarrollada, tenía unos grandes pechos… Quería iniciarla como mi hermana había hecho conmigo. Pero por la mañana fue distinto, supe que jamas lo haría. En el desayuno me saludó como siempre, aunque sabía que estaba muy preocupada por lo que pudiera decirle a nuestros padres. Fui al colegio y me pasé toda la mañana pensando en lo que haría cuando me encontrara con mi hermana. Por la tarde no fui a casa de ninguna amiga, la esperaba de cuando viniera de la natación. Ella llegó y esperé a que mis padres salieran y se quedara la casa más tranquila. Luego fui a su cuarto y me la encontré estudiando. Me acerqué y antes de decirle nada le puse la mano en la entrepierna. A través del vaquero ella lo sintió y dio un pequeño respingo.

– ¡Ten cuidado! Esto debe ser nuestro secreto.-
– Estamos solas. Podríamos hacerlo ahora en el cuarto de papá y mamá si quisiéramos.-
– ¡No! Es mejor por la noche. Me castigarán si se enteran.-
– ¿Entonces vendrás esta noche a mi cuarto?.- Ahí era donde yo quería llegar. Deseaba repetirlo y que ella me lo confirmara en cuanto antes. Ella asintió.
– Sí, siempre que quieras mientras no tengamos la regla.-

Después empezó a preguntarme que era lo que más me había gustado. Le dije que todo, pero que tanto beso no me gustaba. Ella respondió que ya lo sabría para la próxima vez. Luego me habló de que era normal que una hermana mayor enseñara esas cosas a la menor. Juegos de Hermanas, lo llamó. Y nos despedimos. Por la noche yo estaba muy nerviosa, no podía dormir. Tenía ganas de ir yo a la cama de mi hermana y por supuesto no llevaba ni camisón ni bragas ni sostén, nada. Pero pensaba que mi hermana vendría más tarde, cuando fuera seguro que nuestros padres dormían. Y así fue, muy tarde sentí abrirse la puerta de mi habitación y ella entró. Estaba descalza para no hacer ruido y solo llevaba su camisón. «Desnudate», le dije. Ella se quitó el camisón y vi su estupenda silueta dibujada en la penumbra. Sentí envidia de ese cuerpo tan magnífico. Mientras yo apenas empezaba a ser una mujer ella estaba completamente desarrollada y con un cuerpo muy atractivo. Bueno, abrí las sabanas para que ella pudiera entrar y viera mi desnudez. Cuando me vio que estaba desnuda sonrió. Nada más meterse en la cama me abrazó y empezó a besarme. Fueron besos cortos. Bajó por el cuello hasta mis pechos y empezó a besármelos también mientras me los acariciaba. Aquello era nuevo y pronto empezó a gustarme. Yo no sabía que hacer, solo le acariciaba la espalda. Después subió y me beso en la boca. Su mano llegó a mi pubis y yo hice lo mismo. Empezamos a masturbarnos. Era maravilloso, me hacía sentir mayor. Y por supuesto tenía mis orgasmos. Pronto empecé a besarla en la boca y en los pechos, pero tampoco pasábamos de ahí. Ella también me enseñó a «hacerme dedos», pero eso fue otra historia. Bueno, aquella noche ella se fue y yo pude conciliar el sueño. Al día siguiente me dijo que no podría venir, que estaba muy cansada de no dormir por las noches. Y yo lo acepté, pero mientras duro aquello venía poco a mi cuarto, la mitad de los días. Creo que era porque tenía miedo de que nos pillaran o pensaba que estaba haciendo algo malo. Bueno, a las tres semanas empezó a salir con un chico y me dijo que lo dejaba. Ya me había enseñado muchas cosas, pero que ahora debía salir con un chico y dejar nuestras correrías nocturnas. Dijo que me masturbara por mi cuenta siempre que tuviera ganas. Yo, desde luego, hice eso, pero no me gustaba la forma en que habíamos cortado, por decirlo de alguna manera. Mi hermana dejó mi chochito tranquilo durante dos meses. Esta vez yo la llamé, tenía un grave problema. Me habían invitado para una fiesta en casa de unos amigos y seguramente nos bañaríamos en la piscina. Yo debía estar a punto de tener la regla y no sabía muy bien que hacer. Se lo pregunté una tarde que estábamos solas en casa y vi como le brillaban los ojos. «¿Tienes ya la regla?», le respondí que no. «Necesitas un tampón», me dijo. Estaba muy contenta, me llevó a su cuarto y sacó una cajita de tampones. Lo primero que me dijo es que necesitaba relajarme y sobre todo, no tener tensos los músculos de la vagina, me iba a enseñar como se ponían. Yo aquel día llevaba pantalones vaqueros, me dijo que me los bajara, pero antes de que pudiera hacer nada ella me los empezó a desabrochar. Había pensado que quizás mi hermana aprovechara para volver a meterme mano, pero después de esto ya estaba segura. Me quitó los zapatos y los pantalones. «Ahora las braguitas» y también me bajó las bragas. Yo me dejaba hacer, en estas correrías siempre ella se volcaba en darme placer e intuía que iba a enseñarme algo nuevo.

Estaba nerviosa, tenía el corazón acelerado, y veía que ella aun más, le temblaban la voz y las manos. Me sentó en la cama y se agachó ante mí. Abrió la caja y me mostró un aplicador, me explicó un poco lo que era, que debía fijar bien el tampón dentro de mi cuerpo. Le introdujo el tampón. Ella tenía los ojos en mi vagina, la vista la estaba excitando mucho. Me dijo que debía abrir un poco más las piernas y cogiéndome de las rodillas las separó. Luego, que debía inclinarme un poco hacia delante. Con el aplicador en una mano acercó ambas a mi coño. En el último momento se paró. «Como eres virgen y es la primera vez puede que le cueste entrar. Lo mejor es relajar la zona. Si te acaricio un poco no le costara entrar». Eso era lo que estaba esperando, dejó caer el aplicador y se llevó las manos a la boca mojándolas con su saliva. Empezó acariciándome toda la zona con sus dulces manos, luego pasó a mi rajita. Me separaba los labios e introducía dos dedos en medio. Arriba y abajo. Luego con esos dedos empezó a trazar círculos alrededor de la entrada de mi vagina. Yo me sentía húmeda, como deseosa de orinar. El placer era muy suave y dulce. Notaba como el pequeño agujero de mi vagina se ampliaba y se acercaba el momento culminante. «Si vamos a introducir un tampón en tu vagina es mejor meterle algo para que se adapte, como un dedo». «Sí, sí», respondí, mis deseos iban a realizarse. Mi hermana paró un momento el movimiento de sus dedos, después sentí como uno de sus dedos invadía mi cuerpo. Fue una sensación nueva y extraña. Mi cuerpo apenas lo dejo pasar, pero mi hermana lo sacó y volvió a penetrarme. Lo note más fuerte dentro de mi. Y mi hermana comenzó a retirarlo y penetrarme, mi nuevo placer electrificaba mi cuerpo. Poco a poco aprendí a dejarme llevar por él y mi placer aumento. Fueron minutos de gloria, deseando complacer a mi hermana la llame, «Mayra», cuando ella miró hacía arriba yo bajé mi boca y la besé. Fue unos de esos besos largos, húmedos y profundos que tanto le gustaban. Nuestras lenguas se encontraron en su boca y en la mía. A ella le encantó y a mi mucho más, pues conforme seguía el beso aceleraba su dedo. Comencé a gemir, no podía impedirlo ante la avalancha de placer que recibía. Y sentí un nuevo orgasmo más fuerte, intenso y profundo que ningún otro. Durante unos momentos fui incapaz de pensar. Mi hermana cesó sus movimientos y cuando bajé los ojos la descubrí chupando el dedo con el que me había penetrado. Ella me descubrió, yo debía de mirarla como una loca por hacer esa guarrería. Ella sonrió, «Está muy sabroso, ¿Quieres probarlo?» y me lo ofreció. Yo, que aún conservaba su saliva en la boca, me negué. En aquellos momentos yo era bastante inexperta, de ser hoy lo hubiera chupado. Debes de conocer el sabor de las chicas, ¿No?

A pesar de que no quería interrumpirla aquella pregunta directa debía responderla. Durante todo el tiempo que había permanecido atento a su relato, que en aquellos momentos se me antojaba falso, aunque deseaba que fuera cierto, la idea de volver con Mayra se había apoderado de mí. Recordaba nuestra etapa juntos y pensaba que debía de haberle dado más tiempo. Por otra parte, entre la historia que me estaba contando Natalia, el hecho de que la tenía desnuda encima de mí, que le estaba acariciando el sexo… Estaba muy cerca de volver a estar preparado para follármela de nuevo. Así que contesté lo antes posible:

– Sí, muy salado y caliente. ¿Conoces el sabor de los chicos?.- La verdad es que me pareció una manera un poco tonta de referirse al semen.
– No, ¿tu sí?.-
– Antes de que te vayas podrás probarlo. Y si, lo conozco. Es cálido y no tiene ningún sabor, quizás solo un poco salado.
– ¿Y cómo lo probaste?.- Me había pillado, pero no de siempre he tenido una gran inventiva. Fabriqué una buena contestación en un segundo.
– Hace algún tiempo una chica me hizo una mamada, creo que por lo menos conocerás la palabra. Tenía una buena cantidad de semen los labios y en la boca y nos besamos. Perfecto, mis puntos habían subido. Natalia rió un poco.
– Y ahora tu, dime que pasó al final con tu tampón, tu hermana y la fiesta en la piscina.-

Después de decirle que no, mi hermana no volvió a chuparlo. Dijo que debía de estar preparada y cogió de nuevo el aplicador. Con una mano separó mis labios, ya no había placer en sus maniobras, y con la otra fue introduciendo lentamente el aplicador en mi coño. Yo lo miraba entrar y desaparecer dentro de mí y me daba un poco de miedo. Dejó el tampón dentro y sacó el aplicador. Me dijo que ya estaba, que así podía bañarme sin peligro. Entonces más o menos me lo confesó, me dijo que había sido mala idea ponerme el tampón sin tener todavía la regla. Para sacarlo debía de esperar que se hubiera humedecido y todo eso. También me dijo que tampoco pasaría nada, sobre todo porque ella me había humedecido. Yo comprendí después que lo que había querido era meterme mano y antes de que tuviera la regla. Bueno, también me dijo como debía de quitármelo unas horas después. Le debí decir algo como de que creía que meterse eso iba a ser más divertido. Ella me mostró el aplicador y me dijo que eso no era un consolador. Reímos y ella me dijo que me iba a enseñar algo. Luego dudó, pero yo insistí y me llevó a su cuarto. Allí sacó una revista que tenía escondida y me la enseñó, era un catálogo de productos eróticos. Tenía videos porno, camisones, bikinis, consoladores, ropa de cuero, comics porno… De todo. Ella me dejó hojear la revista mientras me contaba como había sido.

Un día había ido con un grupo de amigas a una visita al ginecólogo de una de ellas. Después habían salido un poco locas y al pasar por una Sex-Shop una había dicho que entraran. Lo discutieron y acabaron entrando todas. Todas tenían ganas de entrar en un lugar así, pero ya sabes. Recorrieron toda la tienda y vieron de todo. Al final algunas cogieron esos catálogos y éste era uno de ellos. Mi hermana cogió la revista y me enseñó una página de consoladores. Me dijo que tenía ganas de volver y comprar uno. Supongo que la miré de forma rara, me parecía increíble que mi hermana hiciera algo así. Unas horas después calculé que debía quitármelo. Llamé a mi hermana, pero decía que estaba estudiando y no podía. A regañadientes logré que me acompañara al servicio. Esta vez no hizo nada, se quedo mirando. Tiré del hilo y el maldito se resistía, pero al final logré sacarlo. Estaba un poco ennegrecido y húmedo, aquel fue mi primer tampón, aún lo guardo en una cajita. Antes de que mi hermana se fuera la invité a que esa noche se pasara por mi cuarto, pero me dijo que tenía mucho que estudiar y no podía. Nunca nos hemos acostado de nuevo ni nada más.

En la fiesta de la piscina me puse un tampón y no paso nada. Se me olvidó y pase horas en el agua. También es que el día antes me había puesto otros dos. Fue muy divertida. Pero a finales del verano una amiga no se lo puso bien y ya te lo puedes imaginar. Se movió mucho y de pronto en el agua surgió una mancha roja y todos nos pusimos a mirarla. Salio corriendo de la piscina, dejando un surco rojo a su paso, y lo pasó fatal. Había muchos chicos que la miraron. Incluso hicieron fotos de su sangre en la piscina los cabrones. Bueno, mi hermana no me ha vuelto a decir nada, ni meterme mano de alguna forma. Cortó con aquel chico y creo que ya tenía su consolador. Siempre lo ha negado, pero yo lo he visto algunas veces. Es bastante grande, totalmente dorado con el culo de plástico negro. Yo no sé lo que hará con él, pues es mucho más grande que una polla. Debe estar loca si se mete eso. Pero lo que me cabrea es que incluso mientras estaba contigo lo usaba. Yo le preguntaba si hacíais algo y siempre me decía que no, que era pronto, sin embargo, a veces la escuchaba como si te estuviera llamando mientras se lo metía. Ahora lo sigue usando, en esta temporada de exámenes incluso más de una vez al día. A mi no me gusta eso, por eso nunca lo he buscado. Un hombre es mucho mejor.

-Tú eres el mejor.- Me dijo.

Podría leer sus pensamientos, deseaba volver a follar. Y yo, aquel trozo de su vida que me había contado, la sexualidad incierta de su hermana, mi ex-novia, su virginidad y sus artes amatorias con los consoladores… Todo aquello me excitaba, estaba tan caliente que hubiera podido follarme a medio ejército ruso de mujeres. Mi pene reclamaba entrar otra vez en las carnes de Natalia, Mayra. También me había cansado de permanecer tanto tiempo en aquella posición, soportando su peso. La hora de la segunda vuelta había comenzado, había que volver a activarse.

-Y tú eres la mejor chica. – Le dije lo primero de todo, luego la besé y la levanté para besarle sus pechos.

Ella pensó que iba a volver a penetrarla, pero todavía no. La hice levantarse y saqué de un cajón la cinta de la grabación pirata. La puse en la minicadena y esperamos a que empezara. Primero unos leves jadeos de fondo y mi voz presentando la producción. Luego entró otro ritmo de jadeos y las voces de mi amante. Natalia estaba sorprendida.

– ¿Qué es eso?.-
– Cogí todo lo que había grabado e hice una especie de Mix con el ordenador de todo lo mejor. Es esta primera canción, o como lo quieras llamar. Después viene todo lo que se grabó, como nos desnudamos, como nos acariciamos y como follamos.- Ella Rió.
– ¿No habrás grabado lo nuestro?.-
– ¿Por qué?¿Te importaría?.-
– No sé, me gusta llamar la atención. Cuando estoy en la playa me gusta que los chicos me miren.- Yo recordé lo que le había dicho antes.
– Te dije que te iba a enseñar esto. Pero es un secreto.-
– ¿Qué es?.-

Saqué mi archivador. Allí tenía fotos que provocarían grandes peleas en familias, era un pequeño tesoro cuidadosamente archivado por chicas y fechas. Le enseñé las primeras.

– Las fotos. Te gusta. Es mi pequeño álbum de chicas con las que he estado, la mayoría amantes. También está tu hermana, pero de ella no logré ninguna desnuda. ¿Te gusta ver fotos de chicas?.-

Estaba viendo las fotos de una chica con la que estuve solamente un fin de semana, Alicia. Fue en la costa, el viernes nos conocimos y nos besamos, y el sábado quedamos en mi apartamento e hicimos el amor y pude tomas estas fotos.

– ¿Te la tiraste?.-
– Sí.- Yo estaba pegado a ella, por mi pene erecto y con unas ganas locas de follar. Deseaba ponerme a su espalda y penetrarla mientras la besaba y la acariciaba. Las fotos me recordaban los viejos tiempos y lo que prometía el futuro. Y de fondo tenía la grabación, aquel era yo follando a una chica que se abría a mí y yo le pagaba traicionándola, aquella cinta había circulado mucho entre mis amigos. Pero incluso después ella no quería que la fotografiara desnuda.- En la foto ella me miraba desde la cama dejando que su esmerada silueta se dibujara debajo de la sábana. Poco a poco logré que destapara más, en la siguiente ella seguía se ceñía la sabana, en la siguiente se destapó un pecho, luego bajó la sabana hasta su cintura dejando a la vista sus pechos. En la siguiente estaba de pie, con la sabana reliada a la cintura como si fuera una toalla. En otra ponía un pie sobre la cama, mostrando uno de sus poderosos muslos. En las últimas ella había dejado la sábana, pero a cambio de uno de mis bóxer. Vestida solo con ellos posó en varías posturas ante mí, con una actitud de chica mala. Pero no pude tomarle ninguna de cuerpo entero.-
– Pues menos el coño se lo cogiste todo.
– Sí, se quedó con mi bóxer.-
– Hey, era bonito. ¿Tú eres el chico de calzoncillos bonitos? – Me devolvía la broma, yo solo pude reírme.

Estuvimos viendo esas fotos unos minutos. A ella le encantaba. Me hacía preguntas muy picantes sobre las fotos y yo procuraba contestárselas con la cabeza fría. En mi pequeña colección de unas 100 fotos hay un poco de todo, desde chicas a las que conseguí toda una sesión fotográfica de desnudos, a chicas que no quisieron pasar de las bragas y otras de las que solo tengo fotos vestidas. Con mucho detenimiento miramos las fotos de su hermana. Naturalmente había un buen número de ellas producto de nuestros cuatro meses de estar juntos. Ella buscó aquella en la que apareciera desnuda, pero no la había. Había algunas en mi cuarto, preciosa con un pantalón vaquero recortado y una blusa roja. Otras de un día que nos fuimos con unos amigos al campo. Nos bañamos en un pantano y ella aparecía con su precioso bañador blanco con franjas violetas y rosas que estilizaban su figura. Sus piernas aparecían larguísimas y fuertes y todas sus curvas deliciosamente dibujadas. Y otras en la playa, con un ligero bikini rojo como si fuera terciopelo. Lamentablemente nunca conseguí una pose de al menos su pecho. No tenía ninguna fotografía provocativa o erótica. Sin embargo, Natalia se fijó en una foto de aquel día en el pantano. Tenía algo especial que le entusiasmaba y como ella había sido su amante me la pidió. Sabedor de que al parecer ella tenía más derecho que yo a la foto se la dí. Las demás fotografías no despertaron tanto su atención. Eran solo chicas desconocidas, aunque le gustó verlas. Ella estaba excitadísima, cuando no pudiendo más, bajé mi mano para acariciarle su sexo, éste estaba incluso más húmedo que después de aquella primera vez. Y mi pene estaba totalmente erecto, así que nos miramos preguntándonos que hacía falta para empezar. Un segundo después nos lanzamos los dos y empezamos con un beso salvaje. Ella me rodeó con sus brazos y yo también. Recorrí con mis brazos su espalda hasta sus nalgas, que acaricié y apreté contra mí, porque contra su vientre se apretaba mi excitadísimo pene. Pero recordé que deseaba tener un recuerdo, aquellos momentos, con ella excitadísima y lanzada, eran los mejores para obtener las mejores fotos de mi álbum. Dudé que hacer, si seguir o si dejarlo para un rato después, pero la idea de pasmar su cuerpo desnudo sobre papel me sedujo y paré.

– ¿Te gustan las fotos? Te voy a tomar algunas. – Mierda, ella dudaba.- Venga, te encantan las fotos, he visto como deseabas ser tú la dibujada en el papel.-
– Pero no puede ser. Tarde o temprano se las enseñaras a alguien.-
Había que utilizar mi mejor persuasión, por lo menos en ese tema tenía cierta práctica. – Escucha, esas fotos serán nuestro secreto. Mañana u otro día podemos verlas juntos y excitarnos antes de hacer el amor.- Como pensaba ella estaba deseando oirme decir que nos encontraríamos otro día para volver a amarnos. Se lo pensaba. – Te las puedo dar para que las guardes tu. – Sabía que pronto las recuperaría y podría hacerles unas copias.
– Muy bien, de acuerdo. Pero si tu quieres tomar fotos de mi coñito me tendrás que dejar hacerte unas fotos.-

Aquello no me gustaba, no es que me disgustara ser fotografiado, es que podría enseñarle las fotos a su hermana y cortarme el rollo con ella definitivamente ahora que era cuando yo más quería volver con ella.

– Yo soy un profesional, – y tuve que añadir.- pero vale. Y nada de enseñárselas a tu hermana.
– ¿Mi hermana?¿Quieres volver con ella?.-

Pensé que era la hora de ser sincero.

– Nátali, tu me gustas mucho, pero desde hace mucho tiempo amo a Cristina.-
– No me mientas, sé que acabaste hasta los cojones de mi hermana, si quieres volver con ella es porque lo que te he contado te ha puesto al rojo.-

Cuanta razón tenía. Continuamos hablando y por fin descubrí que era lo que quería. Yo a ella le gustaba mucho, pero también tenía una pandilla y le gustaba uno. Quería compartirnos a los dos, lo cual me parecía perfecto. Yo la llamaría para hacer el amor algunos días, mientras ella salía con su grupo de amigos y se divertía como otra chica de su edad. También tuve que prometerle un viaje a la playa y otro a la montaña, más que nada para follar. La situación era muy divertida. Yo me la cepillaría cada dos por tres, mientras intentaba volver con su hermana. Después de eso quería enseñarle a ésta lo que era un hombre y, era mi sueño, hacer un trío con estas dos mujeres. Ella estaría esporádicamente conmigo y oficialmente con ese amigo, ante el que no pensaba «Abrirse de piernas» hasta pasado por lo menos tres o cuatro meses. No quería que pensara que era una chica fácil y porque también me tenía a mí para satisfacer sus deseos. Aclarado todo, por fin y con unos resultados magníficos, nos preguntamos que hacer. El ambiente se había templado y había que volver a subirlo.

– Vamos a hacer unas fotos.-

Cogí mi Polaroid y subí el volumen de mi minicadena. Los gemidos de mi ex-amante inundaron la habitación. La coloqué de pie y retrocedí unos metros.- Sonríe.- Primero un primer plano a la cara, luego otro hasta el busto y uno de cuerpo entero. Cogí una de las fotos y se la enseñe.- Están saliendo muy bien. Echate sobre la cama de cara.- Esta foto captó su espalda y su magnífico trasero.- Coge la almohada y colocaba debajo. Así, así. Mastúrbate con ella, baja y sube sobre ella. Alegra esa cara, muéstrame lo que te gusta.- Que buena foto, una chica recurriendo a su almohada como consolador. – Echate sobre un lado y cúbrete el pecho con una mano. Muy bien, ahora descúbrete.- Era como una gatita obedeciendo todas mis órdenes. – Túmbate de espaldas, estira y separa las piernas. Ahora flexiónalas. Así, sepáralas más y acaríciate el pecho. Ahora baja una mano e separa tus labios. – Aquellos primeros planos de su oscura y poblada vagina me recordaron que debía depilarla. Máxime si iba a ser mi amante más o menos habitual. Mientras, ¿Obedecería todas mis órdenes? – Ahora introduce un dedo. Ahora dos, entran mejor que antes, ¿Ehh? – Seguía mis órdenes como una fiel gatita. Aquellas fotos se convirtieron en mis joyas de la corona. – Voy a recorrer tu cuerpo. Sigue la música. – Me subí sobre la cama y a cuatro patas recorrí su cuerpo. Cuando me vio totalmente sobre ella rompió a reír, aquella fue la última foto, congelando su risa cargada de inocencia. Pensaba que iba a penetrarla, pero no lo hice. Pasé unas veces mi pene por sus senos y después cogí y olí mi almohada. Allí donde su olor era más intenso. Con aquella fragancia embriagándome esperé a que terminara de reírse.

– Huele por aquí, huele a ti.- Nátali volvió a seguirme y cogió la almohada, cuando descubrió su perfume íntimo volvió a reír.
– Pues me duché antes de que llegaras. Por eso mi hermana estaba en la ducha. Nada más llamar tu me encerré en el cuarto de baño y mi hermana tuvo que esperar. Quería encontrarte a solas.-
– No ha servido, eres la chica más húmeda que he conocido.-
– Eso te excita??.-
– Claro, no hay otra cosa igual. Indica que… Siempre quieres hacerlo.-
– Sí, tenía muchas ganas. Volvamos a hacerlo, quiero sentir tu dura polla en mi coñito.-
– Espera, primero debo afeitarte. El próximo día huntaré de miel tu coño y te lo comeré todo. Espérate, voy a por unas cosas. – Me levanté de la cama. Atrás quedaba la cámara fotográfica y mi promesa de permitir que ella me fotografiara. Debía intentar que no lo recordara.
– Voy contigo, -Me siguió.- desde que empezamos cada vez que me tocas el coño sintió que me voy a orinar. Dime cual es el cuarto de baño.-

También me cogió la mano. Ibamos por el pasillo los dos desnudos, bonito retrato, yo con mi pene erecto y ella con su poblado pubis al aire. Debíamos parecer dos amantes que van por el mundo como si no hubiera nadie más.

– Este es el cuarto de baño. – Ella entró e inmediatamente se sentó en la taza. Yo desde la puerta observé sus movimientos. Tengo un poco de voager. Ella inmediatamente me miró, pero se calló. Su primer impulso había sido decirme que no mirara, pero sabiamente no había abierto la boca. A muchas chicas no les gusta que las miren en el servicio o en la ducha incluso después de haberse acostado varias veces con uno. Pues Natalia, pasado ese primer impulso, había pasado a mirarme el pene. Tenía un descaro total. Yo entré en la habitación para coger las cosas que iba a necesitar, una maquinilla, un bote de espuma y una toalla. Natalia había descubierto que sus ganas de orinar no eran tantas y que le urgía que la operación empezase. Pensé en interrumpir sus esfuerzos.

– Nátali, ¿Nunca has hecho una mamada?.- Me coloqué delante de ella y cogí mi pene. Ella había levantado la cabeza y cuando la volvió a bajar se encontró con mi miembro muy cerca.
– No.- Estaba nerviosa, nunca había intentado nada de ese tipo.

– Cógeme tú el pene.-

El ambiente se cargó con cierto aire de solemnidad. Veía a través de su piel desnuda como se le aceleraba el corazón al levantar sus brazos y coger mi miembro. Lo solté cogiéndola por la cabeza y los hombros.

– Ahora quiero que me masturbes, mueve tus manos arriba y abajo. ¿Se lo habrás hecho ya a algún chico?.-

Ella respondió un débil «Sí». Completamente absorta en el trabajo que le había encomendado. Movía sus manos lentamente sobre mi pene, llenándolo de calor. Aquellas finas manos eran realmente encantadoras, casi olvido lo que iba buscando.

– Natali, ahora quiero que me beses el glande. Saca la lengua y humedece tus labios.- Alzo su cabeza y me miró mientras pasaba repetidamente su lengua por sus labios. – Suavemente.- Bajó su cabeza y posó sus labios sobre la punta de mi pene. Y repetidamente me besó.
– ¿Te gusta?.-
– Mucho, saca la lengua y recorre la punta con ella. –

Si sentir sus labios estuvo bien, con su húmeda lengua recorriendo mi glande alcancé la gloria, incluso tuve unos espasmos de placer. Ahora no tuve que indicarle nada más. Había visto tantas películas porno y algunas amigas le habían contado como ellas les comían el pene a sus novios que Natalia sabía perfectamente como continuar. Abrió su pequeña boquita e introdujo mi pene en ella. Inmediatamente empezó a moverlo y lamerlo con su lengua. Como describir el placer que me diste, querida Nátali. Mis piernas me sostenían sin fuerza y yo deseaba correrme para que la dulce tortura terminara. No era mi primera felación, pero si fue muy intensa. Era increíble la

Acerca del autor
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *