TAN TIMIDA QUE SE VEIA

La muchacha era muy conservadora, su forma de expresarse, vestirse y actuar así lo confirmaban. Era nuestra compañera de trabajo (mi esposa y yo trabajamos en la misma empresa) y poco a poco nos fuimos haciendo buenos amigos, salíamos a la hora del almuerzo y comíamos en los mismos sitios. Ella ocasionalmente preparaba algo en su casa y lo compartía con nosotros. Era religiosa. Pentecostal para ser exacto. Eso precisamente era lo que ponía un obstáculo para que la relación se estrechara más. Su forma de ver la vida iba por un camino totalmente opuesto al nuestro.

Como tenía un cuerpo escultural, el cual se adivinaba tras su ropa sin gracia, faldas largas y blusas demasiado cerradas, era la envidia de muchas de las mujeres de la oficina. Los hombres comentaban en los pasillos cosas como… «Que buena que está, si tan solo se dejara te juro que se lo metería toda la noche hasta hacerla venir como no se imagina», «Lástima lo que tiene en la cabeza, de lo contrario la clavaría con gusto», «Si pudiera cambiarle esas ideas, sería un polvo riquísimo» etc. Algunos hasta me molestaban porque yo era su amigo: «A que no eres capáz de tirártela» «Si lo haces te pagamos» «Serías nuestro héroe nacional» etc.

La idea me comenzó a dar vueltas en la cabeza. Ella era bastante ingenua y yo lo suficientemente experimentado. Se lo comenté a mi esposa y ella lo tomó a broma y hasta se ofreció a ayudarme. Una tarde, el tema entre un grupo de personas que estábamos reunidos al final de la semana, era el sexo oral. Ella se acercó al escucharnos reir y cuando la sentimos cerca, un silencio se apoderó del lugar. Ella dijo:»Sigan, tranquilos… De qué estaban hablando?». José que es uno de esos tipos que no pierden ocasión alguna para sacar partido de las situaciones, comenzó a exponer su tema y hablar de cómo el se lo hacía a su mujer… ella estaba callada, se asombraba y sólo atinaba a decir: «La verdad es que uds son tremendos ah?».

Cuando salimos ella nos pidió que la llevaramos a su casa porque su carro estaba en el taller. Luna y yo accedimos pues durante la conversación notamos que ella estaba muy interesada en el tema a pesar de su disimulo. Como era de esperarse durante el recorrido de casi una hora la bombardeamos con comentarios, chistes e historias de sexo. Ella trataba de cambiar el tema y nosotros muertos de la risa la obligábamos a emitir sus conceptos. «Yo no creo en esas cosas» «El sexo es algo sucio y es solo para procrear», etc.

Al llegar a su casa, nos invitó a pasar. Una vez dentro de la casa, Luna comenzó a hablar de lo bueno que era hacerlo por toda la casa, cambiando de habitación, ya ella estaba muy excitada, sólo era cuestión de saber inducirla y estaba lista para caer en la trampa deliciosa que le estábamos tendiendo. Cuando mi esposa le dijo «Quieres ver como le hago eso a Sol?». Ella se ruborizó de tal forma que yo traté de disipar ese comentario diciendo… «Oye Luna! no seas bromista». Pero Luna ripostó «Estoy hablando en serio. Es la única forma de que entiendas que no hay nada malo en ello. ¿Quieres ver?»

La mezcla de deseo, temor y rubor que debía estarse formando en la cabeza de ella debía ser terrible. Sin embargo pudo más la carne que otra cosa y ella dijo… «¿Por que no? uds se creen que yo soy una estúpida? Pues adelante, háganlo y verán que yo puedo soportar ver eso y mucho más». Luna se abalanzó sobre mí como para no dar tiempo a arrepentimientos, se apoderó de mi cremallera, la bajó sin pensarlo y sacó mi miembro que presentaba una media erección. Con mucha calma comenzó a lamaerlo poco a poco. Ella estaba turbada, no podía creer semejante desparpajo nuestro, pero noté que no retiraba la mirada ni un instante y humedecía sus labios, ahora sin ningún disimulo. La sorpresa me la llevé yo cuando Luna le dijo… «Quieres hacerlo un ratito?» Ella sin decir palabra se arrodilló frente a mi y comenzó a chupármelo como si fuera un caramelo. Lo hacía suavecito, sin malicia, pero era deliciosa aquella sensación, mientras mi esposa me acababa de desvestir.

Cuando ella vió que yo hacía lo propio con mi mujer trató de poner fin a la cosa, pero Luna estaba demasiado excitada para permitir dar marcha atrás. Con firmeza llevó su cara de nuevo frente a mi polla ardiente y casi la obligó a continuar. Luna y yo nos besábamos como dos adolescentes mientras ella chupaba mi verga con más intensidad. Luna retiró a ella de mi falo húmedo y le dijo: «Ahora mira para que aprendas». Se viró de espaldas a mí, apoyó sus brazos contra un sofá y finalmente dejó expuesto su lindo trasero frente a mi polla que estaba más grande que nunca. De una vez la penetré por detrás sintiendo como mi miembro entraba y salía de su vagina cálida y húmeda.

Ella observaba. No nos quitanba los ojos de encima. Paramos, nos tiramos al piso haciendo un 69 con ella sobre mí, para unos minutos después ver como Luna se acomodaba sentada frente a mí, con toda mi estaca dentro. Se agachó un poco para que yo chupara sus tetas henchidas de placer. Ella miraba, miraba y miraba. Luna paró abrúptamente. Me dijo: «Te la quieres tirar verdad papi? NO lo niegues, que todos en la oficina lo quieren hacer». Ven acá le dijo a ella, quien obedeció como si fuera su esclava. Luna la ayudó a desnudarse para mi asombro, su cuerpo era de verdad espectacular, Luna no se queda atrás y era una gloria tener esas dos mujersotas desnudas frente a mi. La acosté en el piso, quería penetrarla desde hacía muchos días y al fin estaba a punto de hacerlo. Cuando pasé mi lengua por su vulva me di cuenta de que no le cabía una gota más de humedad. Estaba super excitada y eso me puso peor a mí. Cuando mi lengua empezó a hacer su labor de arriba a abajo ella temblaba, gemía, se contenía y volvía a gemir, Luna se apoderó de nuevo de mi pene con su boca, mientras yo me comía un coñito rico, aunque a decir verdad se veía un poco descuidado. Cosas de la religión.

El sacrilegio se consumó cuando la sentí cercana al orgasmo, me puse sobre ella y suavemente fuí penetrando su vulvita virgen y peluda sintiendo su calor quemar mi fierro. Se estremeció un poco por el dolor, pero luego cayó de nuevo en la senda a la que mi boca la había conducido. Cuando explotó de placer, creo que rompió también con su timidez. Gritó y gimió como si la estuvieran sometiendo a la más dulce de las torturas y finalmente quedó extasiada mientras yo comenzaba a penetrar a mi luna para venirme dentro de ella y hacerla explotar también. Fué memorable.

Por supuesto luego vinieron los sentimientos de culpa, los reproches y esas cosas. No duró mucho, pues al poco rato estábamos de nuevo en la segunda sesión de entrenamiento. Ella ha resultado ser una alumna estupenda. Aún no logramos que interactúe con Luna, por ahora me las disfruto yo a las dos. Quizás el próximo relato os lo narre Luna, y sea sobre un eventual encuentro sexual con ella.

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