Madura y putita me convertí

A los 46 descubrí que en el sexo aún me faltaban cosas por conocer.

Hola a todos. No estuve muy segura de escribir hasta hace poco, ya que es muy personal el relato y no tengo mucha costumbre de escribir relatos también. Los nombres son cambiados.

Tengo 48, pero cuando todo esto sucedió recién había cumplido 46, tenía seis meses de haber enviudado. Con mi esposo Clementino, habíamos tenido un matrimonio de 23 años, nunca supe lo de serle infiel a mi marido en ese tiempo y yo siempre crei también que él me habia sido fiel, hasta que en el funeral se apareció una mujer jóven y un supuesto hijo de Clementino, de 7 años, eso fue muy duro para mi. Más tarde comprobé que era cierto y que varias personas, que se dicen amigos, sabían de esa relación extramarital.

En mi caso, a pesar de mis 46 años en ese momento, mis carnes aún tienen cierta dureza de antaño, mis senos no son lo firme que eran antes, pero aún mantienen sus buenas formas, mis ponpas son ahora anchas, pero siguen siendo duras y mis curvas muestran mi madurez y mis dos partos. Mis hijos ya no viven en el hogar, uno ya está casado. Asi que mi vida solitaria inició. Como mi vida giró entorno a mi marido, no tengo muchos amigos hombres, no tenía la costumbre de frecuentar discotecas, fiestas o grupos de amigas, mi soledad empezó a hacer estragos en mi. Mis amigas me recomendaban buscarme un amante que al menos saciara mis necesidades sexuales, pero yo estaba en una total depresión por todo lo sucedido con mi esposo y con su hijo fuera de matrimonio.

Pasaron largos casi seis meses. De pronto estaba viendo una película en la TV, era de noche, hace unas dos horas se habían marchado algunas amistades que me habían llegado a visitar, en eso sonó el timbre. Me envolví con una bata, yo suelo dormir en camisón y con un bikini puesto, sin sujetadores, y salí a abrir. Era un viejo amigo de Clementino, de nombre Raúl, un tipo fornido de unos 38 años, que cuando visitaba a mi esposo se ponían ebrios, algunas veces en la casa y otras en la calle, pero cuando estaba asi le gustaba decirme indirectas o simplemente tirarme piropos acerca de mi cuerpo, aun delante de mi marido, quien por los traguitos le aguantaba esos descaros. Raúl era el típico hombre mujeriego, divorciado dos veces y parrandero sin remedio.

Raúl me dio el pésame por Clementino y pasó adelante. Me dijo que no había podido acompañarme por cuestiones de trabajo y que por cuestiones de trabajo estaría una temporada en la ciudad. Raúl era un cretino en cuestiones amorosas, pero en su trabajo era uno de los mejores, y la compañía donde labora iba a abrir una sucursal en ésta ciudad y él estaba comisionado para lograr esa apertura.

Raúl se sentó conmigo en el sofa de la sala y conversamos amablemente. Pero yo notaba que él miraba frecuentemente mis piernas, lo cual me ponía incomoda. Recuerdo que más de una vez, estando ebrio, Raúl me había insinuado que me acostara con él y serle infiel a mi esposo con él, pero la más reciente era hace unos tres años.

Estuvimos charlando sobre el funeral y se me salieron algunas lagrimas, Raúl las quitó con sus dedos en mi rostro, eso fue muy sensual, luego me abrazó, lejos de sentir su abrazo como una muestra de apoyo la sentí como algo más parecido a un sentimiento sexual. Sus manos acariciaban deliciosamente mi espalda dentro del camisón y me estrujaba los senos contra su pecho.

Sus manos en mi espalda empezaron a frotarme la piel de forma maliciosa. Me dijo al oído que era una mujer muy fuerte y que era.. muy bella aún, -yo sé que te sientes sola, ..y yo estoy aquí para que no te sientas sola..yo te puedo hacer sentir bien-. Traté de soltarme, pero él me tenía bien sujetada. Una de sus fuertes manos bajò por mi espalda y masajeó mi cadera, luego hizo lo propio con la parte alta de mi nalga. Insistí en soltarme, pero el me apaciguó –no te resistas preciosa, yo se que necesitas desahogarte con alguien y yo estoy aquí- me dijo Raúl en un tono más insinuante.

Por fin me soltó. –Que te pasa Raúl?- le dije, -mi marido, era tu amigo, estaría muy molesto por lo que me dices!-.

-Tu marido Clementino, estaría muy de acuerdo en que yo y no cualquier otro hombre, te recordara que eres una mujer aún deseable-, me dijo viéndome a los ojos y luego una de sus manos la puso en mi muslo y casi me sujetó, luego comenzó a subirla. Yo me puse de pie y le dije que se fuera de la casa. El se puso lentamente de pie y fue caminando hacia la puerta, yo me fui detrás. A un metro de la puerta, se viró y me sujetó de los brazos y me prensó contra la pared. Su ávida boca comenzó a besarme la parte baja del cuello, sus labios besaban y chupaban todo, yo me resistía, pero su volumen era mayor, se pasó a mis orejas y mientras sus labios tomaban mi lóbulo de la oreja su lengua se metía en su interior. Quise librarme usando la fuerza, pero él era fornido, tenía mayor fuerza que yo.

Con una de sus manos abrió mi bata y desgarró mi camisón, yo empecé a dar de gritos, mientras el me tomaba los senos con sus gruesos labios, los chupaba y los mamaba a placer incluyendo mis pezones. –No, no, por favor Raúl!- le pedía yo, pero el seguía en su afán. De nuevo con una mano arrancó mi bikini, que era de una tela fina. Luego, me soltó y tomándome de las piernas bajó a mi sexo y abriéndome las piernas comenzó a darme sexo oral, yo gritaba y le jalaba el cabello para que me soltara, y luego me quedé petrificada por lo mojada que yo ya estaba, pude haberme soltado en ese momento, porque su atención se centraba en mi raja, pero contra la razón, todo lo que sucedía me tenía excitada, yo le decía que parara, pero yo ya no hacía mucho esfuerzo en quitarlo de entre mis piernas, tal vez si necesitaba a un hombre después de todo.

Ahora sin oposición, Raúl pasaba su lengua sobre mi mojada vulva como si estuviera lamiendo una paleta de dulce. Usaba sus manos para abrir mi raja como pétalos de flor y ahora pudo meter bien su lengua entre mis labios vaginales y repetía su lamida, solo que ahora lo hacía con más deseo y lujuria, pude sentir su lengua ahora más profunda en mi raja. Yo seguía por inercia, repitiéndole que se detuviera, cuando en el fondo estaba disfrutando como se comía todo mi coñito. Era tanta la excitación que yo me sentía mareada y estaba mojando mi raja abundantemente de fluidos vaginales, las fuerzas me faltaban para seguir manteniéndome de pie, asi que me sujeté de la cabeza de Raúl que estaba entre mis piernas. El estuvo tomándose todo lo que salía de mi raja y lo hacía con una serie de sonidos bucales, como si se tratase del platillo más exquisito.

Pasaron los minutos, yo allí recibiendo sexo oral de pie (nunca me lo había hecho asi), más tarde Raúl me levanta en peso y ahora quedé con los muslos abiertos sobre sus hombros sin tocar el suelo y su rostro metido entre mis piernas comiéndome mi raja abierta a placer. Nunca me había puesto asi, me parecía que las cosas en la casa daban vueltas, me faltaba el aire y comencé a respirar con problemas, lo que sucedía era que estaba sintiendo a un brutal orgasmo causado por la boca y labios de Raúl, sentí que mis jugos vaginales bajaban abundantemente por mi vagina y Raúl se bebía todo lo que podía. –Ohh dios que placer!! pensé. Ya me faltaba algo como eso. Hace unos diez y tantos años que mi esposo no me daba una chupada como esa, ya ni me acordaba de todo ese placer.

Vino Raúl y apartándose de mi raja, me cargó en sus brazos y me preguntó donde estaba mi recamara, le señalé con un brazo y me llevó hasta alli, me dejó en la cama semidesnuda mientras el se desvestía. Frente a mi quedó en cueros. No había visto un hombre desnudo que no fuera mi marido en más de 23 años. Luego subiéndose en la cama, se acostó y me pidió que se la mamara, me quedé viéndole el nabo, era grande y gordo, apenas podía tomarlo completo con una mano, aunque yo tengo manos pequeñas, pero su verga era mucho más grande que la de mi finado esposo.

La empecé a mamar con largos chupones en el glande, eso le gustó. Traté de hacerlo lo mejor que podía, recordando mis mejores años. Le di varias lamidas a lo largo de su tronco, succionándolo frecuentemente, hasta llegar a sus huevos. –Lame mis huevos preciosa- me dijo Raúl ordenándomelo. Le lamí sus bolas peludas, no me gustó porque algunos pelos me quedaban en los labios o en la lengua, pero Raúl estaba extasiado. –Ohh que rico me lo haces!- me decía él. Después me metí la mitad de su verga y comencé a mamárselo, sacándolo y metiéndolo en mi boca con velocidad, como si mi boca fuera una raja; Raúl se excitó tanto que tomándome la cabeza comenzó a cogerme la boca, metía y sacaba su verga con fuerza, haciendo un ruido como una vagina mojada. Yo sentía que su gorda carne se metía hasta mis amígdalas, me sentía ahogar, a pesar de eso me gustaba.

Al rato, sin mediar palabra me sacó la verga y me tumbó en la cama no sin antes arrancarme la poca ropa que me quedaba en el cuerpo y luego colocándose entre mis piernas me penetró con su gorda verga. Increíblemente a mis 46 años, me dolió un poco la inserción de su verga en mi cuca, no sé si sería tanto tiempo de no usarla o usarla poco, al parecer se había secado o estrechado mi panochita. Pero eso no impidió que entre bombeos Raúl la terminara metiendo toda en mi vagina. Luego me cogió con fuerza que aumentaba cada vez más, cada arremetida me sacaba un gemido y un quejido de placer, yo lo abrazaba contra mi cuerpo, queriendo fundirme con él. Raúl estaba tan desenfrenado, que en ocasiones se aferraba a la cabecera de la cama y me embestía como un toro, metiéndome toda su carne dura.

A la vez él exclamaba frases cortas como: -Que rico lo tienes!-, -te quiero partir la cuca!-, -Hace tiempo que te llevaba ganas, que te quería coger!-, -Que buena estas, se ve que tu marido no te cogía bien!-. Todo eso que me decía me hacía hervir la sangre. No tardé en correrme y en regalarle otra tanda de mis jugos vaginales con otro rico orgasmo, gemí y yo mismo lo abracé con las piernas por los costados para que me metiera hasta el último centímetro de su verga. –Ohh Raúl, dame, dame, que rico!- En los últimos 10 años mi marido solo logró sacarme un orgasmo por cada relación sexual, ahora estaba gozando el segundo apenas comenzando.

Luego al rato de estarme bombeando, Raúl me la sacó y se puso boca arriba, pajeandose la verga empalmada, era obvio que quería que me subiera encima de su larga y dura carne, puse una pierna de cada lado de su cuerpo y tomando con una mano el tronco de su verga me la llevé a mi raja, Raúl hizo un movimiento de caderas hacia arriba y me la clavó, yo hice el resto sentándome sobre su verga, con esto me la metió hasta el fondo, yo grité, ahora fue de placer, sentí como su enorme falo se hundió en mi ser. Tomándome él por las nalgas comenzó a rellenarme la raja de verga. Luego me dijo que lo cabalgara, no entendí muy bien eso, pero me empecé a mover sobre su verga como si yo fuera un jinete. El pegaba de gemidos, eso me gustó, darle a él también placer. La cama rechinaba como nunca lo había hecho, su verga me llegaba a lugares de mi vagina que nunca había tocado.

No pude resistir de nuevo la llegada de una nueva venida, esta vez yo misma me lo provoqué moviéndome encima de su verga, noté que los dos nos venimos con segundos de diferencia. Hubo quejidos y gritos, sentí su semen caliente en mi vagina dilatada y varias gotas de sudor adornaban nuestras frentes. Que cansancio más rico.

Me metí al tocador y me lavé la vagina en el videe, no la había visto tan dilatada como esa noche, además una gran cantidad de semen de Raúl salió por mi panocha. También tenía la conciencia sucia, a pesar de la infidelidad de Clementino, no podía creer que lo estaba haciendo con uno de sus mejores amigos a escasos tres meses de su deceso.

Nos quedamos descansando en la cama, nos metimos debajo de las sabanas aún desnudos. Raúl me confesó que siempre yo le había gustado y que cuando supo lo de Clementino, lo lamentó mucho, pero sabía que tenía una oportunidad de hacer realidad su deseo. Me dijo que yo había sido siempre su amor platónico y que nunca me lo había dicho sin tener unos tragos de más.

Le pregunté si había cenado, me dijo que no, asi que me puse la bata sin nada abajo y me fui a la cocina a hacerle algo. El se quedó en la cama. Le llevé la cena a la cama, creo que en fondo se lo merecía, por el placer que me había dado. Me había hecho sentir joven de nuevo. Después de cenar, volvimos a las caricias y me hizo el amor de nuevo, ahora me cogió al estilo perruno y de pie (por primera vez estuve ensartada con un hombre de pie, abrazándolo con las piernas y subiendo y bajando por su palo), agréguenle otros dos orgasmos.

Cuando me estaba cogiendo en la posición canina, me preguntó si yo cogía por el culo, le dije que mi marido nunca le había gustado por alli, -ahora lo vas a probar- me dijo Raúl. –Donde tiene cremita?- me preguntó. Yo le señalé una mesa, el tomó un tarro de crema para manos y se embadurnó su erecta y gorda verga, luego hizo lo mismo con mi orificio. Yo tenía miedo que me lastimara.

Me la fue metiendo poco a poco, mientras me la deslizaba en mi orto, me fue diciendo lo que tenía que hacer, me dijo que me relajara, que no hiciera fuerzas, que no gritara mucho, por fin después de varios minutos de lucha, me la tenía insertada en mi recto. Me dolió un poco, pero no le dije nada, el comenzó a pajearme su verga en mi culo abierto. Increíblemente, del dolor pasé al placer rápidamente. Más tarde, sus embestidas eran similares como cuando me cogía por la raja, lo oí gemir estruendosamente y venirse en mi recto, sentí como su esperma caliente se derramaba en mi culo. Debo decir que no alcancé el orgasmo esa primera vez, pero si gocé por unos minutos su verga en mi orto.

Asi empezó mi vida sexual después de los 46, siendo viuda. Es fácil imaginar que Raúl se volvió mi amante en los dos meses que duró su estancia por aquí. Me hizo sentir deseada y amada. A pesar de que yo sabía que era un mujeriego y que tendría sin duda otra u otras mujeres en otro lado.

Luego de Raúl vinieron más hombres, algunos jóvenes como Julio Rafael, que trabajaba en una empresa que distribuye productos para el hogar, que inclusive me propuso matrimonio a los cuatro meses de estar conmigo, pero eso ya no era para mi. Eso lo partió y se fue de mi vida como llegó.

Los días jueves, yo frecuentaba un bar para solteros. Alli también liguè con varios hombres, que me llevaban a un motel o a sus apartamentos, incluso llegué a tener un encuentro con dos hombres a la vez, eso fue sexo en exceso.

Pero, lo que quiero también escribir algún día, es cuando tuve un encuentro sexual con mi yerno, esposo de mi única hija, eso fue una tarde que por cuestiones de trabajo él estaba en la ciudad y me visitó, tomamos un botella de vino que el llevaba como cortesía, y terminamos fornicando en la sala de estar, fue increíblemente rico. Esto se ha repetido varias veces más, creo que somos almas gemelas en la cama. Ese sería mi segundo relato posteriormente. Ahora soy una puta desenfrenada.

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