LILA, MI PRIMERA PUTITA

Las siestas veraniegas eran el momento del baño en las acequias, de agua marrón por la tierra que arrastraban, y tibia por el sol.
Frente a la casa donde yo vivía estaba la de una finca vecina, ocupada por los que trabajaban allí, con tres hijos, la mayor se llamaba Lila y tenía entonces 12 años.
Lila tenía pezones hinchados de preadolescente, que se le notaban bajo el vestido sobre el cuerpo sin más ropa que esa, no usaba bombacha y andaba siempre descalza. Llevaba el negro pelo largo y lacio hasta más debajo de la cintura, suelto y salvaje, lo que le daba aspecto de atorrantita. No creo que fuera realmente linda, pero sí erótica para mí con mis 11 años en que recién había tenido mis primeras eyaculaciones y vivía con la pija al palo haciéndome hasta cuatro pajas diarias mirando fotos de pies y piernas de mujeres en las escasas revistas de ese tiempo.
Así la conocí ese verano a Lila, la pendeja de enfrente, que me tenía caliente. La miraba buscando verle las tetitas puntudas por el escote del suelto vestido y las anchas patas morenas de dedos abiertos, sucios de tierra y carnosos, que me excitaban también lo mismo que su cuerpo, que parecía pedir pija.
A Lila la deseaba sin esperar poder cojérmela, yo a esa edad ni soñaba con cojerme a una mujer, y menos a una pendeja de 12 años como Lila, hasta que una siesta de ese verano sucedió lo inimaginable.
Por una especie de túnel existente en la casa de enfrente pasaba el canal que llevaba el agua para riego, y más atrás, la casa tenía un patio al cual se abría el canal, al que, agachándome, veía desde mi casa.
Esa siesta, mirando por el túnel, alcancé a ver cuerpos morenos desnudos bañándose en el canal dentro de la casa de enfrente. Miré más detenidamente y pude ver a Lila, toda desnuda, jugando en el agua con el hermano de unos 7 años y la hermanita más chica, de 3 años.
La pija se me puso dura en segundos. Me quedé mirándola mientras me la agarraba, pronta a tirar una acabada destinada a la pendeja desnuda.
Por esa calle de campo no pasaba nadie en la siesta, así que salí, crucé la calle y me puse a espiarla desde más cerca, desde la boca del túnel, ahora a unos pocos metros de Lila, que en esos momentos se quedó sola en el agua porque sus hermanos se fueron adentro de la casa. Saqué mi pija por la pernera del corto pantalón y estaba a punto de dedicarle a Lila una espantosa paja, cuando ella me vio por el hueco del túnel.
Me asusté pensando qué haría ella, pero para mi sorpresa me sonrió desde adentro, me hizo señas de que entrara por el túnel y me llamó: Vení!
No dudé. Me metí en el agua arrastrándome y fui hacia ella, que ahora se había sentado en el fondo del canal, toda desnuda y con las tetitas al aire, y seguía llamándome despacito: Vení, no hagás ruido!
Veía su cuerpo desnudo mojado, con el largo pelo chorreando, cubierta apenas hasta la cintura por el agua y sus incipientes tetas con esos pezonazos marrones, carnosos y bultudos, y sin saber qué iba a pasar, llegué hasta ella, que me seguía sonriendo con malicia.
Llegué al patio interno de la casa y no había nadie a la vista. En ese momento Lila vio mi pija dura y sin sorprenderse, se rió en silencio y me la agarró con una mano. Sabés cojer? me preguntó. Tenés una buena pija, pibe! decía, y me la apretaba.
Yo no sabía qué hacer, pero Lila sí. Esa pendeja resultó ser una experta. Rápidamente me sacó el pantalón y me dejó desnudo frente a ella, porque era lo único que yo llevaba puesto. Amasó mi pija con una mano, con la otra me agarró de la cabeza, acercó su boca a la mía y se me prendió con un chupón infernal, pasándome su saliva y mordiéndome el labio inferior.
En seguida se puso boca arriba en el agua y prácticamente me acostó encima de ella, que se tendió en el fondo del canal sin dejar de chuponearme, abrió los muslos y susurró: Vení cojeme! Meteme esa pija! Sabés cojer? Sos lindo pendejito… yo te enseño…
Me soltó y guió mi dura pija hacia su vulva todavía sin pelo, se la puso en la raja y se me apretó, toda desnuda, haciéndome sentir sus pezones contra mi pecho.
Ella misma hizo que mi pija entrara toda en su cuerpo mojado. Yo no hice nada, Lila lo hizo. Tenía la concha carnuda pero angosta, me apretó abriéndome su raja mojada y sentí que estaba entrando en ella. Me produjo un placer nuevo, indescriptible, cojerla sintiendo cómo sus carnes adolescentes me apretaban la pija, pero se la metí toda en segundos, ayudado por ella, que se clavaba mi pija mientras se movía debajo. Empezó a gemir agarrándome de la cintura y enterrándome sus uñas. Lila me cojió, ella misma se la hizo clavar, me hizo acabarle adentro dos veces en minutos sin sacársela, y me daba su espumuda saliva en mi boca como una puta salvaje mejor que las que conocí muchos años después.
La gocé tremendamente, con su cuerpo de niña y puta a la vez, al final yo también la agarré con desesperación y le puse bien adentro una tercera acabada, aplastándola contra el fondo del canal, medio sumergida en el agua. Mientras la sacudía con furia, con ese acabotazo adentro, esa vez Lila, gorgoteando y casi ahogándose con sus ojos clavados en los míos, consiguió lo que buscaba, un tremendo orgasmote, y también gozó sacudiéndose y trepidando medio sumergida en el canal, reventada contra el fondo de cemento. Lila era una pequeña puta experta a pesar de sus 12 años. Me resoplaba en el oído, diciéndome: Meteme esa pija, pendejo, cojemeee! dame tu leche, pendejo!
Y cuando la hube llenado de leche por tercera vez, Lila se paró desnuda en el fondo del canal para que la viera entera desnuda: se dio vuelta para que le viera la espalda rasguñada al sacudirla contra el fondo, luego, de nuevo de frente a mí, se abrió la concha mostrándome los restos de mis brutales acabadas y sus pezones mordidos, y luego me echó, diciéndome: si yo te gusto, volvé mañana que voy a estar sola! Ahora no puedo seguir cojiéndote porque en cualquier momento va a aparecer mi madre y si nos ve, me va a matar a palos! Volvé mañana, pendejo lindo, que te voy a cojer hasta dejarte medio muerto!
Agarré mi pantalón empapado, con la pija todavía chorreando las tremendas acabadas, y poniéndomelo como pude, salí por el túnel. Ya afuera, miré hacia adentro y la vi a Lila toda en bolas mirándome y sonriendo, con los negros pelos empapados y los muslos bien abiertos mostrándome su concha, de la que chorreaban mis acabadotas.
Después de esa siesta, me la cojía a Lila casi todos los días. En vez de entrar por el túnel, Lila se iba a la viña, se desnudaba toda para mí, mostrándome su conchota abriéndosela con ambas manos, y me hacía cojérmela hasta cinco veces seguidas, la llenaba de leche y ella misma me decía que era mi puta. Mi puta de 12 años, la mejor puta de mi vida, la que me enseñó a cojérmela como a una demonia. A veces me la cojía desnuda en los surcos llenos de agua y barro, donde la hundía y la sacaba con el cuerpo todo empastado, marrón de barro y blanco de mis acabadas. Se lavaba el barro que a veces hasta le llenaba la bocota y se reía diciéndome: “Te enseñé a cojer, pendejo lindo! Te gusta tu Lila, no?”
Lila me hacía explotar; cuando ella podía, nos pasábamos dos o tres horas cojiendo como animales hasta que no podíamos más y ella se iba guiñándome los ojos en promesa de más cojidas.
Me la cojí más de cien veces en todas las formas que imaginábamos, ella misma me entregó sus tripas una tarde de tormenta, bramando casi tanto como los truenos de la tormenta al ser trepanada. Con cara de degeneradita, me dijo: “Querés probar mi culo, Papito? Mi mamá grita de noche cuando la agarran los machos y le dicen que se la van a dar por culo, pero al rato grita de contenta, y los tipos se la clavan a muerte! Y mi mamá dice que dándosela por culo no se preña y que le gusta!” Y Lila esa tarde me entregó su culo, recibió pija en sus tripitas por primera vez y gritó, pero se la aguantó porque se la enterré con desesperación y le tiré lechota bien adentro.
El aguacero nos lavó el barro y nuestros jugos y también la sangre que me regaló al abrirle ferozmente las tripitas. A Lila el dolor de esa clavazón no le importó, bramó entregándome sus vísceras en medio de la tormenta, clamando por que le enterrara mi pija sin piedad en las tripas.
Y lo que tenía que pasar, pasó. Antes del fin de ese verano, a Lila la preñé. Cojíamos como desesperados, cómo no la iba a preñar! Pero cuando me entregó el culo ya estaba preñada. El preñe no la sorprendió, Lila sabía por instinto de hembra que su vientre ya era fértil, se la habían cojido desde los 8 años, pero fueron mis pastudos lechotazos los que la preñaron apenas fue fértil sin que ella lo supiera, pero lo esperaba. Ella sólo quería cojer, pero se preñó con mis acabadas casi diarias y no le importó. Mi hermosa puta Lila lo tomó naturalmente, me mostraba sus tetas que se hinchaban semana a semana, sus pezones que crecían y se ponían granuludos y su conchota carnuda todavía sin pelos se le iba poniendo bultuda, protuberante y saliente. No necesitaba excitarme, yo vivía al palo con ella, cuando nos encontrábamos yo ya iba con la pija dura como una estaca y Lila me la sobaba y se la metía en la boca, pero mis acabadas siempre las quería dentro de su conchota, muy carnuda y protuberante como un bulto partido al medio. Cuando me mostró la panza que le estaba creciendo, me dijo: “Me preñaste, pendejo! Me llenaste la concha con tus lechotas, te gusto así? Voy a ser Mamita, te gusta?” Y yo le decía que sí y la tiraba al suelo y le enterraba pija a matar. Me gustaba verla así, embarrada o sucia con tierra, con los pelos revueltos y la boca salivuda abierta, escupiéndome sus salivotazos y mostrándome la lengua con esa hermosa cara de putita atorranta. La mejor de mis putas! Me la cojía con más ganas mientras más cochina se ponía, y me enamoré de esa mi puta la Lila de 12 años.
Lila no se hizo problema con el preñazo, la madre sabía que la pendeja cojía, y la aceptó preñada. La madre era una desesperada por las pijas y no evitaba los preñes, sólo deseaba recibir machos. Además sabía que era yo el que se la reventaba a su hija y no le importaba, así que después me la cojía a Lila preñada adentro de la casa, en la cama, cuando los hermanos no estaban. La panza de Lila empezó a crecer cada vez más y con ella sus ganas de cojer aumentaron; ella se me mostraba toda en bolas y me la montaba varias veces al día: desnuda en la tierra, embarrada en el suelo, hundida en el canal, aplastada contra la cama, retorciéndola contra el piso, encaramada en las ramas de un árbol y hasta colgada del árbol más grande. La gozaba ensartándola a lo animal, y Lila cada vez era más puta conmigo. Inventó cosas que ni una puta callejera hace. Cuando ya estaba bien panzotuda me enseñó a cojérmela por la boca: una tarde empezó a mamarme la pija como casi todas las veces, pero esa vez siguió embocándosela y se la tragó entera, agarrrándome de la cabeza hasta que se la atravesó en la garganta a pesar de sus convulsiones y vomitadas, y no se la desclavó hasta que me tragó la pija entera y se comió mi lechotazo. Cuando ya era una pelota con un preñe de 7 meses, me entregó por primera vez el culo, me dijo “con tu preñazo tengo la concha muy blanda, pero por atrás también se puede, es más estrecha, dámela por ahí, haceme sufrir tu pijota, pendejo, te va a gustar!”, se puso boca abajo, levantó las ancas de potra puta sobre el globote de su panza, abrió los muslos y me hizo que le entrara toda mi pija en las tripas.
Me la monté a Lila así, ella gritó, se retorció y le dolió, pero me entregó sus tripas a fondo arañando el barro del suelo hasta que la llené con tres acabotazos en pocos minutos.
Desde esa vez, le enterraba pija todos los días en esas tripas calientes y Lila gritaba roncamente cuando la empalaba así. Le dolía pero eso le gustaba y la excitaba más. Casi enseguida consiguió tener orgasmos infernales ensartada por culo, y sólo me soltaba cuando me la había cojido varias veces así y ella alcanzaba uno de esos orgasmotazos de puta animal, despatarrada en el barro.
Antes del mes, Lila ya estaba panzuda. Las tetas le crecieron, los pezones se le pusieron negros como la tinta y carnudos, eran una teta enorme negra en la punta de sus tetas morenas, estaba hermosa con su preñazo. Creo que fue por ser tan pendeja que tuvo un preñazo descomunal, a los dos meses ya era una pelota con una pendeja detrás.
Pero cuando ya era un globo de carne, salvajemente hermosa ahora con su tremendo preñe de 9 meses, las tetas hinchadas manando leche y la concha pulpuda y roja como una sandía, con los largos pelos salvajes hasta más debajo de la cintura, se la llevaron y nunca más la vi. Hasta la tarde antes de que se la llevaran, cojimos como animales. Después supe que la habían llevado como puta y se la cojían hasta 30 veces por noche, y que vivió preñada permanentemente, con su vientrote globotudo, y que parió 17 pendejitas en sólo 12 años que trabajó de puta y llegó a ser famosa por sus acabotiadas descomunales, y vivió recibiendo furiosamente las pijotas más tremendas de toda la región.
Pero el recuerdo de las cojidas con Lila me quedó para toda la vida. Durante años le dediqué espantosas pajas a Lila, todavía sintiéndola en bolas arriba mío como en aquella primera siesta.
Mucho después tuve a otra puta a la que me cojo haca más de 10 años, se llama Alejita, y de ella cuento en próximo relato…

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