Ternura

«Hacer El Amor», estas tres palabras se suponen que deben definir todas las sensaciones por las que acaba de pasar mi cuerpo y mi mente, pero no es suficiente, ha sido, demasiado profundo, demasiado intenso, demasiado…

Echo de menos una de esas palabras orientales que saben captar la profundidad de los sentimientos en toda su extensión asociándolo con una imagen. Llevábamos preparándonos para este momento semanas, nos habíamos acariciado, besado y tocado nuestros cuerpos, había derramado mi semen en sus labios, sus pechos, sus manos, había descubierto el sabor de los líquidos que fluían de su vagina, pero todavía no la había penetrado. Queríamos que cuando sucediera fuera una cosa espontánea, sin prisas, natural, supimos esperar y después nos alegramos de ello.

Cada día descubríamos una nueva sensación. Empecé a comprender el significado de la frase «Te Amo con los Cinco Sentidos» , estaba desarrollando una sensibilidad especial que hasta entonces no sabía que tenía, casi no hacía falta que habláramos, una expresión, un gesto,una caricia, bastaba para que nos entendieramos, pero era en los ojos donde se concentraba todo el amor que sentíamos el uno por el otro, reflejaban la alegría al vernos…

El deseo de compartir al empezar a amarnos… La pasión mientras lo hacíamos… La liberación y el placer en el momento del orgasmo… La ternura mientras descansábamos de tanto amor derramado… La tristeza al despedirnos y la esperanza de volver a encontrarnos.

Ese fín de semana sus padres estaban de viaje y se había quedado sola, estábamos en su habitación, el día era lluvioso y el tiempo parecía pasar muy despacio, hablábamos tranquilamente de nuestro futuro en común, pero estábamos nerviosos, notábamos algo especial en el ambiente, nuestras miradas se fueron haciendo cada vez más profundas y los silencios más largos, sin darnos cuenta fuimos acercando nuestros cuerpos, la besé, le miré a los ojos y le dije que quería amarla, sentir como se estremecía de placer en mis brazos, no dijo nada, se levantó y empezó a desnudarse, yo hice lo mismo, estábamos muy cerca el uno del otro, pero no nos tocábamos, lo hacíamos lentamente, sabíamos lo que iba a pasar y queríamos que quedara grabado en nuestras mentes hasta el último día de nuestras vidas.

Quedamos desnudos el uno frente al otro, nos cogimos de la mano y fuimos hacia su cama, se tumbó boca arriba, yo recorría su cuerpo con mi mirada, mis manos fueron a su encuentro, solamente utilizaba las yemas de los dedos para acariciarla, mi miembro estaba turgente y cogiéndomelo con delicadeza empezó a acariciármelo, la besé en la frente y mis labios fueron bajando por su cara, llegué a la boca y la saboreé, besé su cuello y sus pechos, sus pezones estaban duros, se los lamí, se movían al ritmo de mi lengua. Ella temblaba y jadeaba, quería que ni un centímetro de su cuerpo escapara a mi boca, fuí bajando muy despacio por su vientre, recreándome en lo que hacía, antes de llegar a su vagina ya sabía que estaba húmeda por el olor a hembra que despedía. Siempre me excitaba descubrir que mis caricias provocaban en ella ese efecto, sus labios vaginales estaban hinchados y su clítoris erecto, pero todavía era pronto, hice que se diera la vuelta, me tumbé encima de ella y mi virilidad entró en contacto con sus nalgas, le empecé a dar besos calientes y húmedos por sus hombros y su espalda, mi pene se iba deslizando y no se separaba de su cuerpo, me gustaba ponérselo entre sus muslos y moverlo suavemente, se dió la vuelta me puso sus manos en mi cabeza y me la llevó hasta su vagina, mi lengua lamió de abajo arriba su hendidura y mi labios aprisionaron sus clítoris. Empecé a succionarlo muy lentamente, su cuerpo se arqueaba y sus manos me marcaban el ritmo que debía seguir, pronto sentí que iba a tener un orgasmo, aceleré el ritmo y se derramó en mi boca. Me incorporé y la besé compartiendo con ella su sabor, me miró fijamente y me pidió que la penetrara, yo estaba muy excitado, no iba a aguantar mucho tiempo, pero era consciente de que no importaba, que lo que quería era sentirme dentro de ella, me dijo que cuando tuviera el orgasmo quería ver la expresión del placer que sentía. Me puse encima suya, las palmas de mis manos descansaban sobre la cama, mis brazos estaban extendidos y lo único que teníamos en contacto eran nuestros sexos, se puso el pene en la entrada de su vagina y rodeó con sus piernas mi cintura. Me empecé a introducir lentamente en ella, sabía que cuando llegara al himen tendría que separarme un poco, coger impulso y empujar con fuerza, sabía que seguramente le dolería, pero también sabía que iba a ser el dolor más agradable que iba a sentir en toda su vida, la miré con dulzura, le dije te quiero y la penetré, sentí como su vagina se abría para recibirme. Su interior era húmedo y esponjoso, me provocaba sensaciones hasta entonces desconocidas, empecé a entrar y salir muy despacio, la excitación que me provocaba estar dentro de ella era demasiado intensa como para poder retenerme más. Ella gemía y me miraba, empecé a acelerar el ritmo y sentí como mi semen subía por mis testículos, la miré a los ojos y tuve el orgasmo más maravilloso de toda mi vida. No solo había salido semen de mi cuerpo, la había inundado de pasión, pero tambien de cariño, respeto, esperanza… De amor, me abrazé a ella y puse mi cabeza en su pecho, en silencio ella, me acariciaba el pelo y yo la besaba. Me incorporé, nos pusimos de lado, le pasé una mano por debajo, la puse en su pecho, mientras la acunaba en mis brazos, le dije gracias, sonrió y supe que había entendido lo que le quería decir… Gracias por darme la oportunidad de demostrarte todo mi amor… Gracias por permitirme ser el primer hombre de tu vida… Gracias por entregarte sin reservas y sobre todo… Gracias por ser como eres. Tengo la esperanza, de que pasados muchos años, nos cojamos de la mano, nos miremos y nos digamos «Te Quiero» con la misma ternura que esta primera vez.

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